En este capítulo expondré sucintamente los principales aspectos de esta gran cultura del corazón y suministraré orientaciones prácticas a partir de mi experiencia en la Santa Montaña (Athos).
Durante muchos años los monjes pronuncian oralmente esta oración sin utilizar medios artificiales para unir nus y corazón. La atención de ellos se centra principalmente para que sus vidas cotidianas estén de acuerdo con los mandamientos de Cristo. La experiencia por la práctica de muchos siglos sobre esta ascesis ha mostrado que el nus (como energía) se une con el corazón (como esencia) por la energía (increada) de Dios; cuando el monje haya pasado por la seria experiencia de obediencia y abstinencia; cuando su nus (cómo energía), su corazón (como esencia) y aun el mismo cuerpo del “hombre viejo” se han liberado suficientemente del poder del pecado. Sin embargo, tanto en el pasado como en la actualidad, los Padres han permitido a veces usar un método artificial para hacer que la energía del nus (que está esparcida por todo el cuerpo, principalmente al cerebro) descienda al corazón. Para ello, el monje, adoptando una postura corporal adecuada e inclinando la cabeza sobre el pecho, atento y conscientemente inspira pronunciando silenciosamente las palabras “Kirie-Señor Jesús Cristo, Hijo de Dios”, (la atención teniendo contacto consciente al corazón con las palabras, allí al fondo donde sale la voz); y luego, al expirar, concluye la oración: “eleison-me o compadécete de mí, pecador”. Al comienzo de la inspiración, la atención del nus sigue el movimiento del aire y se concentra en la parte superior del corazón (psicosomático). En este trabajo, es posible, por un espacio de tiempo, la atención puede liberarse de toda distracción; y, el nus, permanecer cerca del corazón, incluso hasta puede penetrar en él. La experiencia demostrará que de esta manera dará al nus la capacidad y posibilidad de ver, no su corazón físico, sino aquello que sucede en su interior: qué sentimientos nacen en él y qué imágenes o fantasías mentales, vienen del exterior entrando a la mente y al corazón. Esta ascesis o práctica, permite al monje sentir su propio corazón (psicosomático) y permanecer con la atención del nus hacia el corazón, sin recurrir ya a técnicas psicosomáticas.
Este recurso puede ayudar a los que empiezan a encontrar el lugar donde situar la energía de la atención durante la oración, y en general, también en todo tiempo. Sin embargo, no es de este modo como se llega la oración verdadera. Ésta no se alcanza más que por la fe y la metania (conversión, confesión y arrepentimiento), que constituyen el único fundamento real para una oración auténtica. El peligro de los procedimientos psicotécnicos –como muestra una experiencia secular- es que con frecuencia la gente atribuye demasiada importancia al método en sí mismo. Pero para evitar esta deformación de la vida espiritual, se recomienda a los principiantes desde los primeros tiempos, seguir otro camino bastante más largo, pero incomparablemente más correcto y útil: concentrar la atención en el Nombre de Jesús Cristo y en los logos (palabras, conceptos) de la oración. Cuando la compunción por los propios pecados adquiere un cierto grado, entonces el nus o (la energía del espíritu del hombre), se acostumbra y tiende naturalmente a unirse al corazón (psicosomático).
La fórmula completa de la oración es ésta: Kirie o Señor Jesús Cristo, Hijo de Dios, eleison-me o compadécete de mí, pecador. A los principiantes les está especialmente recomendada esta fórmula. En la primera parte de la oración confesamos a Cristo-Dios encarnado por nuestra sanación y salvación; en la segunda, reconocemos, con espíritu arrepentido, nuestra caída, nuestro estado de pecado y nuestra redención. La conjunción de la confesión dogmática con la metania (conversión, confesión y arrepentimiento) da a la oración un contenido más comprensible.
En el desarrollo de esta oración se pueden distinguir algunos grados:
Primero, en el primer momento la oración es vocal.
Segundo, luego la oración se convierte en espiritual o noerá; ya no movemos los labios, pero decimos silenciosamente con la voz interior el Nombre de Jesús Cristo con el resto de las palabras.
Tercero, la invocación de la oración se convierte en noerá o cordial o de espíritu-corazón; y el nus y el corazón coinciden con su energía y acción, la atención se concentra en el interior del corazón y ahí se recita la oración.
Quinto, Carismática: finalmente la oración es movida por la jaris (gracia increada). Ella actúa en nosotros como una suave llama, como una inspiración de lo Alto que alegra al corazón con un sentimiento de amor de Dios, raptando al nus (espíritu humano) en contemplaciones espirituales. Este estado, a veces va acompañado con la visión o contemplación de la Luz increada.
El ascenso gradual en la oración constituye el camino más seguro. Por esta razón, es muy aconsejable que quien se inicia en la lucha de la oración empiece por la oración vocal, hasta que se vaya asimilando al cuerpo, lengua, nus, corazón y cerebro o mente. La duración de esta etapa varía dependiendo de las personas. Cuando más profunda sea la metania (conversión, confesión y arrepentimiento), más corto será el camino.
La práctica de la oración de Jesús o del corazón puede recurrir durante cierto tiempo al método psicosomático; es decir, acoplarse al ritmo de la respiración, pronunciando silenciosamente con la voz interior la primera parte de la oración en la inspiración y la segunda en la expiración, como ya hemos visto. Este ejercicio en contacto consciente puede ser útil con tal de no olvidar que, con cada invocación con el Nombre de Cristo debe estar unida con Él, la Persona de Cristo-Dios; de lo contrario, la oración se convierte en un ejercicio mecánico y peca contra el mandamiento: “No tomarás el nombre de Yahvé tu Dios en vano” (Ex 20,7; Dt 5,11). Los resultados obtenidos voluntariamente por medios psicotécnicos no perduran y, lo que es más grave, no unen nuestro nus (espíritu) con el Espíritu de Dios (o la energía de nuestro corazón con la energía increada de Dios).
Cuarto estadio o grado: la oración auto-energizada espontáneamente; se ha afincado en el corazón, y sin esfuerzo alguno de la energía de la voluntad, fluye o se activa por sí sola en el interior del corazón, atrayendo la atención del nus.
Cuando la atención del nus se asienta en el corazón, entonces es posible un amplio control de lo que ocurre al interior del corazón, y la lucha por los pazos (pasiones, padecimientos) se realiza con buen juicio, cordura y lucidez. El que ora ve a los enemigos que le acechan desde fuera y puede rechazarlos con la fuerza del Nombre de Cristo. Gracias a esta oración, el corazón se convierte más sensible y se hace perspicaz y clarividente: capta intuitivamente el estado de la persona por quien se ora. De este modo, se realiza el paso de la oración noerá (espiritual-intelectual) a la oración del nus y corazón; a continuación, nos es concebida la oración auto-energetizada o autoactivada por sí misma espontáneamente.
Nos esforzamos en permanecer ante el Dios en la unidad y en la integridad interior de todo nuestro ser. La invocación en el temor sagrado del Nombre de Dios Salvador, acompañada de un esfuerzo por vivir constantemente con los mandamientos, conduce gradualmente a la bienaventurada unificación de todas las fuerzas, antes debilitadas y disgregadas a causa de la Caída. En esta admirable pero dolorosa y difícil lucha no debemos apresurarnos nunca. Es importante que rechacemos el loyismós (pensamiento) quien nos aconseja e introduce a un triunfo grande en el menor tiempo posible. El Dios no violenta jamás nuestra voluntad, pero tampoco nosotros podemos obligarle en ningún sentido. Los resultados obtenidos voluntariamente por medios psicotécnicos no perduran y, lo que es más grave, no unen nuestro nus (espíritu) con el Espíritu de Dios (o la energía de nuestro corazón con la energía increada de Dios).
En el mundo contemporáneo, la oración requiere un esfuerzo y valor sobrehumano, porque todo el conjunto de las energías cósmicas (mundanas, terrenales) se conjura y resiste contra ella. Vencer las distracciones y permanecer atentamente en la oración significa victoria en todos los niveles de la existencia natural o física. El camino es largo y está erizado, pero llega el momento en que un rayo de Luz divina increada atraviesa las tinieblas y abre una brecha, a través de la cual podemos ver la fuente de esta Luz increada. En ese momento, la oración de Jesús alcanza dimensiones cósmicas (terrenales, mundanas) y supracósmicas.
Nosotros creemos que el Dios ha venido a la tierra, nos ha revelado el misterio del pecado y nos ha dado la gracia de la metania (conversión, confesión y arrepentimiento); así oramos: Kirie o Señor Jesús Cristo, Hijo de Dios, eleison-me o compadécete de mí, pecador, con la esperanza del perdón y de la reconciliación en su Nombre. Hasta el final de nuestra vida no abandonaremos las palabras “eleison-me o compadécete de mí, pecador”. La victoria total sobre el pecado no es posible sino cuando el Dios mismo o la energía increada gracia habita en nosotros, y en esto consiste la zéosis (unión con el Dios), gracias a la cual podemos “contemplarlo tal como Él es” (1ªJn 3,2).
La plenitud de la vida cristiana no se realiza dentro de los límites de esta tierra. San Juan el Teólogo escribió: “18 A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo unigénito en el seno del Padre que es el Ων (on, existente), el que es, era y será, y el que nos ha revelado, explicado y dado a conocer a Dios.
18. A Dios nadie lo ha visto en su esencia; el Hijo unigénito el que está en el seno del Padre que es el Ων el que es, era y será, y el que nos ha revelado, explicado y dado a conocer a Dios, mediante sus energías increadas. (Jn 1,18). Pero asegura, por otro lado, que en el siglo venidero nuestra zéosis (deificación, unión con la jaris increada), será perfecta, pues, “lo veremos tal como Él es” (1ªJn 3,2). “3 Y todo el que tiene esta esperanza en Cristo hace su catarsis y se sana de cualquier pecado convirtiéndose puro tal y como él es, (y sólo ellos lo contemplarán, verán.)… 6 Todo aquel que permanece en comunión con él, no peca; todo aquel que peca, no le ha sentido interiormente, ni le ha percibido y contemplado con los ojos de su psique, tampoco le ha conocido como su redentor y Dios. Es útil penetrar el contenido de esta epístola de san Juan, para que la invocación del Nombre de Jesús sea realmente salvadora; para que pasemos de la muerte a la vida (1ªJn 3,14) y seamos revestidos por la fuera y la energía increada de lo Alto (Lc 24,49).
Uno de los escritos más notables de los Padres es la Escala de san Juan el Clímaco. La leen los principiantes, pero sirve también de complemento correctivo a los “perfectos”. No es ocioso añadir aquí que la perfección no se puede lograrse en este mundo. Se puede hacer una observación análoga a propósito de la oración de Jesús. Es la oración que utilizan en su trabajo las personas sencillas; por ella son reemplazados los servicios litúrgicos las personas y los monjes la invocan “espiritualmente” con la voz interior durante los oficios de la Iglesia. Y ella es también la principal ocupación tanto de los monjes en sus celdas como de los eremitas hisijastas.
La práctica de esta oración está estrechamente vinculada con la teología del Nombre de Dios. Posee profundas raíces dogmáticas y, como sucede en general en toda la vida ascética, armonizando perfectamente con el desarrollo de la conciencia dogmática. En algunas de las formas la oración de Jesús o del corazón se convierte en fuego devorador de los pazos (pasiones, emociones, padecimientos) (Heb 12,29). En ella hay una fuerza y energía divina que hace renacer los muertos por el pecado; ilumina al nus con su Luz (increada) y le hace capaz de ver las potencia que actúan al cosmos (mundo) y de observar lo que sucede en el interior del corazón y del nus: “Penetra hasta las frontera entre la psique (alma) y el nus (espíritu), hasta las junturas y las médulas; y discierne los loyismí (pensamientos reflexiones e ideas) y las intenciones del corazón” (Heb 4,12).
Practicada con devoción, esta oración conduce al hombre al encuentro con múltiples energías adversas escondidas en la atmósfera. Y ofrecida en estado de profunda metania (conversión, confesión y arrepentimiento), penetra en una región más allá de la sabiduría de los sabios y la inteligencia de los inteligentes (1Cor 1,19). Practicada con intensidad, requiere una gran experiencia o la ayuda de un maestro. Todos sin excepción deben tener una vigilancia prudente, espíritu de metania o la ayuda de un maestro-guía. Para soportar todo lo que acontezca, todos sin excepción alguna, deben tener una vigilancia prudente, espíritu de metania, temor de Dios y paciencia para soportar todo lo que nos acontezca. Al final, gracias a ella, se encuentra la fuerza para unir nuestro espíritu con el Espíritu de Dios (o nuestra energía del nus con la energía increada del Espíritu Santo); y después de haber pasado por las tinieblas que se esconden en nosotros, sentimos la presencia de la Eternidad.
Esta oración constituye un gran regalo del cielo al hombre y a la humanidad.
Hasta qué punto es importante permanecer, por no decir ejercitarse, en la oración lo demuestra la experiencia misma. Aquí me contentaré con establecer un paralelismo con la vida de nuestro mundo y lo ilustraré con ejemplos sacados de la vida contemporánea bien conocidos por todos. Los deportistas que se preparan para participar en una competición repiten el mismo ejercicio mucho tiempo para, llegado el momento de la prueba, realizar todos los movimientos bien asimilados con rapidez, casi mecánicamente. De la calidad del entrenamiento dependerá la cualidad de la ejecución final.
Contaré una historia que me fue narrada por alguien que fue testigo de los hechos. Casi al mismo tiempo, dos hermanos se casaron en una ciudad Europea con dos muchachas. Una de ellas era médica, muy inteligente y de fuerte carácter. La otra, más bella y viva, era inteligente poro no intelectual. Cuando les llegó a ambas el momento de dar a luz, decidieron seguir el método recientemente descubierto del parto sin dolor. La primera de ellas –doctora en medicina- comprendió enseguida los mecanismos de la técnica, y después de dos o tres sesiones de gimnasia, abandonó la preparación convencida de que lo había entendido todo y de que lo realizaría cuando fuera necesario. La otra, que tenía un conocimiento elemental de la anatomía del cuerpo, no dedicó su tiempo al estudio teórico, pero realizó asiduamente los ejercicios con tanta intensidad que, cuando llegó el momento de dar luz, estaba completamente familiarizada con ellos. ¿Qué creéis que sucedió? En el momento del parto, la primera olvidó todos sus conocimientos en cuando comenzaron las contracciones, y parió con gran “dificultad y dolor” (Gén 3,16); la otra, en cambio, casi sin dolor ni dificultad.
Así sucederá en nosotros. Para un contemporáneo instruido, comprender el mecanismo de la oración del corazón o noerá es fácil. Le basta con practicarla con cierta asiduidad durante dos o tres semanas, leer algunos libros e incluso añadir otro libro a los ya publicados. Pero a la hora de la muerte, cuando nuestro organismo sufra una brutal desintegración, el cerebro pierda su lucidez y el corazón sufra violentos dolores o una gran debilidad, nuestros conocimientos teóricos se esfumarán y la oración correrá el riesgo de desaparecer.
Es necesario orar durante años, leer poco y sólo aquellos libros que, de uno u otro modo, estén relacionados con la oración, cuyo contenido nos lleva a la metania (conversión, confesión y arrepentimiento) y contribuya así a mantener la energía del nus o el nus en su interior. Después de muchos años la oración se convierte en parte integrante de nuestro ser y en nuestra reacción natural ante cualquier fenómeno en el mundo del espíritu: luz o tiniebla, aparición de ángeles o de potencias demoníacas, alegría o tristeza; en una palabra, en todo tiempo y en cualquier circunstancia.
Con esta oración nuestro nacimiento a un mundo superior podrá darse realmente sin dolor.
Los libros del Nuevo Testamento son cortos y, sin embargo, nos apocaliptan=revelan las profundidades del Ser sin comienzo. La teoría de la oración de Jesús no requiere largas explicaciones. La perfección que nos ha sido manifestada por Cristo no nos es accesible en los límites de la vida terrena. El número de pruebas por las que pasa el asceta o practicante de esta oración es indescriptible. La práctica de la oración de modo extraño, lleva al espíritu del hombre al encuentro de “fuerzas escondidas” en el cosmos (mundo). La oración del Nombre de Jesús provoca la confrontación entre ella y las fuerzas cósmicas, que podemos mejor denominar los “dominadores de este mundo tenebroso, pecaminosos…, los espíritus del mal que están en las alturas.” (Ef 6,12). Conduciendo al hombre más allá de los límites de la sabiduría, en su forma más elevada esta oración requiere un “ángel y un guía fiel”.
La oración de Jesús, por su propia naturaleza, escapa a toda forma o reglamentación, pero en la práctica, a causa de nuestra incapacidad de permanecer en oración con el nus (espíritu) limpio, puro durante mucho tiempo, los fieles se ayudan con un komposkini (rosario), para asegurar su continuidad y disciplina. En el monte Athos los rosarios más utilizados tienen cien nudos repartidos en grupos de veinticinco. La cantidad de oraciones y postergaciones prescritas durante el día y la noche se determinan en función de las fuerzas de cada uno y de las circunstancias en las que se desenvuelve su vida.
Gérontas Sofronio (de su libro la oración experiencia de la eternidad)
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