El pecado y la impudicia tienen el poder de penetrar en el corazón, pero los pensamientos
no vienen de afuera, sino del interior del corazón. El apóstol dijo: «Quiero que los hombres
oren en todas partes elevando sus manos puras, ajenos a la ira y a los pensamientos
malvados» (1 Tim 2, 8) y, también: «Del corazón, provienen los malos pensamientos» (Mt 15,
19). Acércate a la oración, inspecciona tu corazón y tu espíritu y toma la resolución de
hacer llegar a Dios una oración pura. Vela, sobre todo, para que no haya obstáculos a la
pureza de tu oración. Que tu espíritu se ocupe del Señor del mismo modo que el trabajador
de sus tareas y el esposo de su mujer... si doblas las rodillas para orar que otros no vengan
a robar tus pensamientos.
San Macario el Grande
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