Todos notamos los cambios universales que acontecen a nuestro alrededor. La “explosión” de la tecnología desde el siglo pasado y sus conquistas sorprendentes han cambiado radicalmente nuestra manera de vivir. La cultura técnica con sus promesas seductivas para una dicha, felicidad universal ha dominado como un ídolo nuevo y en su altar se han sacrificado valores diacrónicos espirituales y tradiciones de siglos. La ciencia se ha deificado, el racionalismo se ha hecho absolutista y autoritario y, con el manto de la filosofía, la sociología y la psicología han burlado y se burlan de la fe.
El hombre, una vez más ha caído en el antiguo cepo del diablo que intentó hacerse dios sin Dios, con el resultado de conducirse otra vez al vacío existencial. Sus preguntas agonizantes que tienen relación con el significado de la vida y el acontecimiento de la muerte se han quedado sin respuesta, en cambio sus problemas sociológicos como injusticia, violencia, desigualdad, destrucción del ambiente, etc., se han agravado y complicado. Así el optimismo y confianza inicial al ídolo de la cultura técnica se ha convertido en inseguridad y desesperación. El ídolo se ha derrumbado. Y los que hasta ahora lo alababan, en vez de metanoizar, arrepentirse, convertirse y buscar al verdadero Dios, se apresuran a elevar en su lugar los antiguos ídolos, es decir, los demonios.
Nuestra época ya ha entrado en una nueva crisis espiritual que la caracterizan claramente la contrariedad, el conflicto y la confusión. Paradójicamente combina el desarrollo con la regresión, la cultura con el primitivismo, el asombroso progreso de la técnica científica con el regreso insensato y animal a antiguos cultos de inexistentes dioses, aún lo más terrible, al culto del anti-dios existente que es el satanás, el diablo o demonio.
Hoy el diablo propone como solución alternativa a los problemas sin salida o escapatoria, a los cuales él mismo condujo a la humanidad, al “paquete” de la Nueva Época o Globalización o New Age. Dentro de esto están incluidas el nuevo-satanismo, la nueva idolatría, el apocrifismo, el espiritismo, la magia y cualquier cosa de pseudoreligión. Cada uno de esos movimientos de nueva época promociona a su fin u objetivo con libros y revistas, con programas de radio y televisión, con arte y música, con anuncios, con juguetes para niños, etc.
Las consecuencias para los que se enrollan o lían en alguna de estas redes del diablo son trágicas: ¡Agobio económico, alteración de la personalidad, catástrofe de la salud psíquica y somática, pérdida de su psique! El camino único y la manera de sanación y salvación de los hombres es el alejamiento de ellos de la mentira y la muerte, del satanás, y el regreso a la Verdad y la Vida, al Cristo.
Las experiencias que se incluyen en las páginas siguientes están recopiladas de la gnosis (conocimiento) santo-espiritual y la dolorosa experiencia de los Padres de nuestra Iglesia Ortodoxa, fruto de sus luchas y combates de larga duración con los espíritus malignos. Y los Padres tienen como meta en este regreso salvador a enseñar e instruir en la sanación y salvación, en algunos de nuestros hermanos, que han sido engañados por la “antigua serpiente” y frenar y retener a otros que peligran de caer en sus cepos. Y generalmente, a todos aquellos que caerán en sus manos, este libro los informa sobre el diablo y los demonios, como fue su creación y caída, sus cualidades y poderes, la cantidad y sus nombres, sus obras y sus maquinaciones, como también sobre la manera y modos de afrontarlos.
En la primera parte, se presenta sinópticamente la enseñanza de nuestra Iglesia sobre los malvados espíritus astutos. En la segunda se exponen en cuatro capítulos una colección de relatos de la Santa Escritura, las Vidas de los Santos y otros textos eclesiásticos que revelan con claridad su variable acción.
Entregando este trabajo humilde a nuestros lectores, rogamos calurosamente al filántropo Señor que nos fortalezca a todos con Su omnipotente jaris (gracia, energía y luz increada) «…para poder estar fuertes y firmes contra las maquinaciones del diablo» (Ef 6,11), el cual siempre y en los peores momentos nuestros, «…como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar» (1ª Ped 5,8).
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