¡Hermanos y hermanas! Dios misericordioso desea la felicidad para nosotros, tanto en esta vida como en la vida por venir. Por eso estableció su Santa Iglesia, para que ella pudiera purificarnos del pecado, santificarnos, reconciliarnos con El y darnos una bendición celestial. El abrazo de la Iglesia está siempre abierto para nosotros. Apresurémonos a estar en ella con prontitud; nosotros cuyas conciencias están agobiadas; apresurémonos. Y la Iglesia aliviará el peso de nuestro agobio, dándonos fortaleza delante de Dios, y llenará nuestros corazones con felicidad y bienaventuranza.
San Nectarios de Aegina
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