...La Iglesia Ortodoxa no ha hecho de la mariología un tema dogmático independiente: ella permanece inherente al conjunto de la enseñanza cristiana, como un leitmotiv antropológico. Fundado sobre la cristología, el dogma de la Madre de Dios recibe un fuerte acento pneumatológico y, por la doble economía del Hijo y del Espíritu Santo, se encuentra indisolublemente ligado a la realidad eclesiológica.
...A decir verdad, si fuera necesario hablar de la Madre fundándose exclusivamente sobre los datos dogmáticos en el sentido más estricto de este término, es decir, sobre las definiciones de los concilios, no encontraríamos, finalmente, más que el nombre de Theotokos, por el cual la Iglesia ha confirmado solemnemente la maternidad divina de la Virgen (el término “siempre Virgen” (aei parthenos), que se encuentra en las actas conciliares a partir del Quinto Concilio, no ha sido especialmente explicitado por los concilios que lo han utilizado).
...El argumento dogmático de la Theotokos, afirmado contra los nestorianos, es, ante todo, cristológico: lo que se defiende aquí contra aquellos que niegan la maternidad divina es la unión hipostática del Hijo de Dios devenido Hijo del Hombre. Es, pues, la cristología la que es apuntada directamente. Pero, al mismo tiempo, indirectamente, la devoción de la Iglesia hacia aquella que dio a luz a Dios según la carne encuentra una confirmación dogmática, de modo que todos aquellos que se levantan contra el epíteto de Theotokos, todos aquellos que niegan a María dicha cualidad que la piedad le atribuye, no son verdaderos cristianos, porque se oponen por ello al dogma de la Encarnación del Verbo. Esto debería mostrar el vínculo estrecho que une el dogma y el culto, inseparables en la conciencia de la Iglesia.
...Sin embargo, conocemos casos en que los cristianos, aunque reconociendo la maternidad divina de la Virgen por razones puramente cristológicas, se abstienen, por las mismas razones, de toda devoción particular a la Madre de Dios, no queriendo conocer otro Mediador entre Dios y los hombres que el Dios-Hombres, Jesucristo. Esta constatación es suficiente para ponernos en presencia de un hecho innegable: el dogma cristológico de la Theotokos, tomado in abstracto, fuera del vínculo vivo con la devoción que la Iglesia ha consagrado a la Madre de Dios, no sería suficiente para justificar el lugar único –más allá de todo ser creado- reservado a la Reina del Cielo, a la cual la liturgia ortodoxa le atribuye “la gloria que conviene a Dios” (theopretis doxa).
Es imposible, por consiguiente, separar los bases estrictamente dogmáticas y las de la devoción en una exposición teológica sobre la Madre de Dios. Aquí el dogma deberá aclarar la vida, poniéndola en relación con las verdades fundamentales de nuestra fe, mientras que ella alimentará al dogma por la experiencia viva de la Iglesia.
...Hacemos la misma constatación remitiéndonos a los datos escriturarios. Si quisiéramos considerar los testimonios de las Escrituras haciendo abstracción de la devoción de la Iglesia hacia la Madre de Dios, estaríamos reducidos a algunos pasajes del Nuevo Testamento relativos a María, la Madre de Jesús, con una sola referencia directa al Antiguo Testamento: la profecía de Isaías sobre el nacimiento virginal del Mesías. En cambio, si consideramos las Escrituras a través de dicha devoción o, por utilizar el término exacto, en la Tradición de la Iglesia, los libros sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento nos proporcionan textos innumerables que la Iglesia utiliza para glorificar a la Madre de Dios.
...Algunos pasajes de los Evangelios, considerados con los ojos externos, fuera de la Tradición de la Iglesia, parecen contradecir de una manera flagrante dicha glorificación extrema, dicha veneración que no tiene límites. Citamos dos ejemplos. Cristo, rindiendo testimonio de san Juan Bautista, lo llama el más grande entre los que han nacido de mujer (Mt. 11, 11; Lc. 7, 28). Es, pues, a él, y no a María, que convendría el primer lugar entre los seres humanos. En efecto, encontramos al Bautista con la Madre de Dios, al lado del Señor, en los iconos bizantinos de la deixis. Sin embargo, es necesario remarcar que jamás la Iglesia ha exaltado a san Juan el Precursor más allá de los serafines, ni colocado su icono en el mismo rango que el de Cristo, a los dos costados del altar, como lo hace con el icono de la Madre de Dios.
...Otro pasaje del Evangelio nos muestra a Cristo oponiéndose públicamente a la glorificación de su Madre. En efecto, a la exclamación de una mujer en la multitud: ¡Feliz el seno que te ha llevado y los pechos que te han amamantado! Él respondió: Felices más bien aquellos que escuchan la palabra de Dios y la guardan (Lc. 11, 27-28). Sin embargo, es justamente este pasaje de san Lucas, que parece rebajar el hecho de la maternidad divina de la Virgen ante la calidad de aquellos que reciben y guardan la Revelación, es este texto del Evangelio el que es leído solemnemente durante las fiestas de la Madre de Dios, como si, bajo una forma aparentemente negativa, encerrara una glorificación tanto más grande.
...A decir verdad, si fuera necesario hablar de la Madre fundándose exclusivamente sobre los datos dogmáticos en el sentido más estricto de este término, es decir, sobre las definiciones de los concilios, no encontraríamos, finalmente, más que el nombre de Theotokos, por el cual la Iglesia ha confirmado solemnemente la maternidad divina de la Virgen (el término “siempre Virgen” (aei parthenos), que se encuentra en las actas conciliares a partir del Quinto Concilio, no ha sido especialmente explicitado por los concilios que lo han utilizado).
...El argumento dogmático de la Theotokos, afirmado contra los nestorianos, es, ante todo, cristológico: lo que se defiende aquí contra aquellos que niegan la maternidad divina es la unión hipostática del Hijo de Dios devenido Hijo del Hombre. Es, pues, la cristología la que es apuntada directamente. Pero, al mismo tiempo, indirectamente, la devoción de la Iglesia hacia aquella que dio a luz a Dios según la carne encuentra una confirmación dogmática, de modo que todos aquellos que se levantan contra el epíteto de Theotokos, todos aquellos que niegan a María dicha cualidad que la piedad le atribuye, no son verdaderos cristianos, porque se oponen por ello al dogma de la Encarnación del Verbo. Esto debería mostrar el vínculo estrecho que une el dogma y el culto, inseparables en la conciencia de la Iglesia.
...Sin embargo, conocemos casos en que los cristianos, aunque reconociendo la maternidad divina de la Virgen por razones puramente cristológicas, se abstienen, por las mismas razones, de toda devoción particular a la Madre de Dios, no queriendo conocer otro Mediador entre Dios y los hombres que el Dios-Hombres, Jesucristo. Esta constatación es suficiente para ponernos en presencia de un hecho innegable: el dogma cristológico de la Theotokos, tomado in abstracto, fuera del vínculo vivo con la devoción que la Iglesia ha consagrado a la Madre de Dios, no sería suficiente para justificar el lugar único –más allá de todo ser creado- reservado a la Reina del Cielo, a la cual la liturgia ortodoxa le atribuye “la gloria que conviene a Dios” (theopretis doxa).
Es imposible, por consiguiente, separar los bases estrictamente dogmáticas y las de la devoción en una exposición teológica sobre la Madre de Dios. Aquí el dogma deberá aclarar la vida, poniéndola en relación con las verdades fundamentales de nuestra fe, mientras que ella alimentará al dogma por la experiencia viva de la Iglesia.
...Hacemos la misma constatación remitiéndonos a los datos escriturarios. Si quisiéramos considerar los testimonios de las Escrituras haciendo abstracción de la devoción de la Iglesia hacia la Madre de Dios, estaríamos reducidos a algunos pasajes del Nuevo Testamento relativos a María, la Madre de Jesús, con una sola referencia directa al Antiguo Testamento: la profecía de Isaías sobre el nacimiento virginal del Mesías. En cambio, si consideramos las Escrituras a través de dicha devoción o, por utilizar el término exacto, en la Tradición de la Iglesia, los libros sagrados del Antiguo y Nuevo Testamento nos proporcionan textos innumerables que la Iglesia utiliza para glorificar a la Madre de Dios.
...Algunos pasajes de los Evangelios, considerados con los ojos externos, fuera de la Tradición de la Iglesia, parecen contradecir de una manera flagrante dicha glorificación extrema, dicha veneración que no tiene límites. Citamos dos ejemplos. Cristo, rindiendo testimonio de san Juan Bautista, lo llama el más grande entre los que han nacido de mujer (Mt. 11, 11; Lc. 7, 28). Es, pues, a él, y no a María, que convendría el primer lugar entre los seres humanos. En efecto, encontramos al Bautista con la Madre de Dios, al lado del Señor, en los iconos bizantinos de la deixis. Sin embargo, es necesario remarcar que jamás la Iglesia ha exaltado a san Juan el Precursor más allá de los serafines, ni colocado su icono en el mismo rango que el de Cristo, a los dos costados del altar, como lo hace con el icono de la Madre de Dios.
...Otro pasaje del Evangelio nos muestra a Cristo oponiéndose públicamente a la glorificación de su Madre. En efecto, a la exclamación de una mujer en la multitud: ¡Feliz el seno que te ha llevado y los pechos que te han amamantado! Él respondió: Felices más bien aquellos que escuchan la palabra de Dios y la guardan (Lc. 11, 27-28). Sin embargo, es justamente este pasaje de san Lucas, que parece rebajar el hecho de la maternidad divina de la Virgen ante la calidad de aquellos que reciben y guardan la Revelación, es este texto del Evangelio el que es leído solemnemente durante las fiestas de la Madre de Dios, como si, bajo una forma aparentemente negativa, encerrara una glorificación tanto más grande.
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