El abad Arsenio, cuando todavía estaba en palacio, oró al Señor diciendo: «Señor, condúceme a la salvación». Y escuchó una voz que le dijo: «Arsenio, huye de los hombres y te salvarás». Una vez incorporado a la vida monástica, oró de nuevo con las mismas palabras. Y escuchó a la voz que decía: «Arsenio, huye, calla y practica la hesyquia; éstas son las raíces para no pecar».
los Padres del Desierto
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