Thursday, July 2, 2015

Una Palabra a la Juventud ( San Juan Maximovich )


Y el hijo menor dijo a su padre, "Padre dame la parte de la herencia que me corresponde" (Lucas 15:12). La parábola del hijo pródigo es una lección para la juventud.

Vemos en el hijo pródigo la verdadera personalidad de la juventud despreocupada: frívolos, desconsiderados, apasionados por la independencia, en suma, todo lo que caracteriza a la mayor parte de la juventud de uno. El hijo menor creció en el hogar de sus padres y al llegar a la adolescencia notó que la vida en casa tenía restricciones. Pensaba que vivir bajo las reglas de su padre y la mirada de su madre no era placentero. Quería imitar a sus amigos que se entregaban a los agitados placeres mundanos. Y decidió: "Soy el heredero de una tierra rica. ¿No sería mejor que yo reciba mi herencia ahora? Podría administrar mi riqueza de manera diferente de la de mi padre". Así, el joven frívolo llevado por el engañoso esplendor de los placeres mundanos decidió separarse de la opresión de la obediencia, abandonando el hogar de sus padres.

Hoy en día, muchos se inspiran en similares impulsos y aunque no dejan el hogar de sus padres, ¿acaso no se apartan de la casa del Padre Celestial, de la obediencia a la Santa Iglesia? La sujeción a Cristo y sus mandamientos resulta difícil para las mentes inmaduras. Ellos imaginan que no es enteramente necesario seguir las peticiones de Dios y de la Santa Iglesia. Creen que pueden servir a Dios y al mundo al mismo tiempo, y dicen: "ya somos suficientemente fuertes para soportar las tentaciones destructivas. Podemos por nuestros propios medios mantenernos en la verdad y en la enseñanza. Permítenos mejorar nuestras mentes por medio del conocimiento. Permite que fortalezcamos nuestra voluntad entre las tentaciones. A través de la experiencia nuestros sentidos se convencerán de la maldad del vicio". Estos deseos no son mejores que el pedido del hijo menor a su padre: " Padre dame la parte de la herencia que me corresponde."

Hoy hay jóvenes inconstantes que no ponen atención en los mandamientos y sugerencias de la Santa Iglesia. Dejan de estudiar la palabra de Dios y las enseñanzas de los santos padres. Prestan su atención a la ‘sabiduría’ de falsos maestros, malogrando así la mejor parte de sus vidas. Van muy poco a la iglesia y cuando asisten se distraen, no escuchan con atención. No tienen tiempo para ser piadosos ni para la práctica de las virtudes porque están demasiado ocupados con fiestas, películas, etc. En resumen, se abandonan cada día más y finalmente parten a remotos destinos.

¿Cuál es el resultado de semejante separación de la Santa Iglesia? Ocurre lo mismo que con el hijo pródigo que deja la casa de sus padres. La frivolidad en los jóvenes ocasiona pérdidas de excelentes energías y del talento de sus almas y cuerpos muy rápido , malogrando para esta vida y la eternidad, todo lo que hicieron. Mientras tanto aparece una gran hambruna en la tierra — vacío y descontento, resultado de placeres salvajes. Surge ambición de placer que se intensifica aún más con la satisfacción de los placeres bajos y finalmente se vuelve insaciable. Con frecuencia resulta que el desafortunado amante del mundo recurre a la búsqueda de lo bajo y vergonzoso para agradar sus pasiones, al igual que el hijo pródigo, no vuelve a la trayectoria de la salvación , sino termina su ruina, temporal y eterna.

San Juan Maximovich

"La obediencia, para el monje, es más importante que el ayuno y la plegaria." ( San Serafim de Sarov )


"La obediencia, para el monje, es más importante que el ayuno y la plegaria." El Padre Serafín lo había afirmado y actuaba en consecuencia. Por obediencia, este hombre que había pasado los cincuenta años, asceta brioso, dejaba su retiro forestal donde durante dieciséis años se había complacido en alabar a su Señor y su Dios. Sin embargo, el período de silencio que el Espíritu le había impuesto no había terminado todavía. ¿Cómo perseverar en un monasterio en plena actividad, ruidoso, lleno de visitantes y peregrinos? El pidió al higúmeno la bendición para enclaustrarse en su antigua celda y recibir allí los sacramentos.

Así pasaron cinco años. Un día, el recluso abrió su puerta, sin salir de su celda. Los que querían verlo podían entrar. Siempre mudo, se ocupaba en sus actividades cotidianas. Cinco años después comenzó a responder preguntas, a dar consejos. Al principio, sólo los monjes lo visitaban. Rápidamente fueron seguidos por los laicos. La Virgen misma había dado la orden al recluso de recibirlos. Su carisma no se agotaba más. Pero él, no dejaba su sombrío reducto. La falta de aire y de ejercicio le causaba dolores de cabeza insoportables. El salía a la noche, ocultamente. Una o dos veces se lo vio así, cerca del cementerio, transportando algo pesado y murmurando la plegaria de Jesús. "Soy yo, soy yo, el pobre Serafín... ¡Cállate, mi goce!" decía. Sintiendo que sus fuerzas se debilitaban, él pidió a Dios el permiso para terminar su reclusión. Y el permiso llegó. La noche del 25 de noviembre, fecha que conmemora a los Santos Clemente de Roma y Pedro de Alejandría, la Virgen María se le apareció mientras dormía y lo autorizó a dirigirse a su ermita. Habiendo obtenido la bendición del higúmeno, el recluso, después de dieciséis años de prisión voluntaria, salió y se dirigió hacia el bosque.

San Serafim de Sarov