Wednesday, June 24, 2015

Oración ( San Basilio Magno )


San Basilio, que nació en Cesarea de Turquía en el año 329, dejó un precioso legado para la vida monástica, pues fue el primer en redactar unas “Constituciones”, en las que se especificaban las actividades de los monjes. En estas Constituciones, San Basilio establecía tres sólidas columnas sobre las cuales todo monje debía construir su edificio espiritual: oración, trabajo y estudio. Si bien es cierto que estas tres columnas fueron dadas por San Basilio para sus monjes, no es menos cierto que no son, de manera alguna, privativas para ellos, puesto que todo cristiano está llamado a santificar su vida ordinaria por medio de la oración, el trabajo y el estudio. Veamos por qué.
Todo cristiano, y no solo los monjes, está llamado a la oración, porque la oración es al alma lo que la alimentación al cuerpo, lo que la respiración a la vida del organismo, lo que el flujo de sangre con oxígeno y nutrientes para los órganos corporales. Si nadie puede pasarse la vida sin alimentarse, llama la atención que existan personas –cristianos- que pasan la vida sin rezar; si nadie puede vivir sin respirar, es causa de asombro el comprobar que muchísimos cristianos, la gran mayoría, vive años y años, y muchos toda la vida, sin hacer oración, o si hacen oración, esta es tan escuálida como un suspiro; si nadie puede vivir sin los nutrientes y el oxígeno que la sangre, bombeada por el corazón, proporciona a los órganos, deja pasmados el comprobar la enorme cantidad de cristianos que nunca, o casi nunca, dedican el más mínimo tiempo a la oración. Muchísimos cristianos viven en la acedia o pereza espiritual y sin hacer oración, y no por falta de tiempo, porque prefieren ver televisión o internet antes que rezar, sin darse cuenta que sus almas languidecen y mueren.
La condición de la oración como elemento esencial para la vida del alma radica en que por la oración, el alma se une a Dios y obtiene de Él todo lo que Dios es y tiene para darle, puesto que Dios es Amor, Alegría infinita, Paz, Fortaleza, Luz, el alma que reza, obtiene de Él su Amor, su Alegría infinita, su Paz, su Fortaleza, su Luz. Pero lo contrario también es cierto: quien no reza, se aleja de Dios y por lo tanto se sumerge en el odio, en la tristeza, en la discordia, en la debilidad ante el pecado, y en las tinieblas más densas.
La otra columna de la vida espiritual, según San Basilio, es el trabajo, porque y si bien el trabajo quedó como una maldición luego del pecado original, no fue por el trabajo en sí mismo, sino por la pérdida de la gracia que abarcó a todos los aspectos y estados del hombre y su vida, comprendido el trabajo. En sí mismo, el trabajo no solo no es malo ni una maldición, sino que es una bendición, porque con el trabajo, el hombre imita a su Dios, que “trabajó” en la Creación, e imita al Hombre-Dios que, siendo Dios, trabajó como carpintero hasta los comienzos de la Predicación de la Buena Noticia y que sigue trabajando por la salvación de las almas. Quien no trabaja, no solo comete el pecado mortal de la pereza, sino que además contraría la imagen divina impresa en su alma, imagen que resplandece en el trabajo, porque Dios mismo trabaja. Es tan importante el trabajo, que San Pablo exhorta a “no comer” si alguien “no trabaja”: “El que no trabaja, que no coma” (2 Tes 3, 10-12). De esto se sigue cuán funesto es el no trabajar y el inducir a otros a no trabajar por medio de la corrupción política. Por el contrario, el que trabaja y ofrece su trabajo, sin importar el brillo social que este posea, se santifica y obtiene méritos para ganar el Reino de los cielos.
La última columna de la vida espiritual, según San Basilio, es el estudio, porque por medio de este no solo se disipan las tinieblas del error y de la ignorancia, sino que se consigue el acceso a la verdad en el campo que se estudia que, como toda verdad, participa de la Verdad Absoluta, Jesucristo. En otras palabras, el estudio –no necesariamente se refiere al estudio sistemático universitario y científico, sino también a la profundización en la fe que un alma sencilla puede y debe hacer según sus posibilidades- no solo libera de las tinieblas del error, sino que ilumina al alma con luz de la Verdad, que es Jesucristo, y así se dispone el alma, en el tiempo, para el encuentro con Cristo, cara a cara, en la eternidad.
Por último, a la oración, al trabajo y al estudio, podemos agregarle la sana diversión, porque la diversión –sana y ganada con sacrificio, luego de orar, trabajar y estudiar- procura alegría y la alegría, la alegría buena y sana, es participación de Dios Uno y Trino, que es “Alegría infinita”, como dice Santa Teresa de los Andes.

Oración, trabajo, estudio, son las columnas de la vida espiritual según San Basilio, a lo cual le agregamos, según las indicaciones de los santos, la sana alegría. Éste es el camino para llegar al cielo.

Dios y el Hombre


El desarrollo de las doctrinas sobre la Trinidad y la Encarnación, que tuvo lugar durante los primeros ocho siglos de historia cristiana, se relacionó con el concepto de participación del hombre en la vida divina.

Los Padres griegos de la iglesia siempre a entender que la frase se encuentra en la historia bíblica de la creación del hombre (Génesis 1:26), de acuerdo con "la imagen y semejanza de Dios," significa que el hombre no es un ser autónomo y que su naturaleza última se define por su relación con Dios, su "prototipo". En el paraíso Adán y Eva fueron llamados a participar en la vida de Dios y encontrar en él el crecimiento natural de su humanidad "de gloria en gloria." Para ser "en Dios" es, por lo tanto, el estado natural del hombre. Esta doctrina es particularmente importante en relación con la opinión de los Padres de la libertad humana. Para los teólogos, como Gregorio de Nisa (siglo cuarto) y Máximo el Confesor (siglo 7) el hombre es verdaderamente libre sólo cuando está en comunión con Dios, de lo contrario no es más que un esclavo de su cuerpo o con "el mundo", sobre el que , originalmente y por mandato de Dios, que estaba destinado a gobernar.

Así, el concepto de pecado implica la separación de Dios y la reducción del hombre a una existencia separada y autónoma, en los que se le priva tanto de su gloria natural y su libertad. Se convierte en un elemento sujeto a un determinismo cósmico, y la imagen de Dios es, pues, borrosa en su interior.

La libertad en Dios, de que gocen los Adam, implica la posibilidad de alejamiento de Dios. Esta es la desafortunada elección hecha por el hombre, lo que llevó a Adán a una existencia infrahumana y antinatural. El aspecto más natural de su nuevo estado era la muerte. En esta perspectiva, el "pecado original" no se entiende tanto como un estado de culpabilidad heredada de Adán, sino como una condición natural de la vida humana que termina en muerte. La mortalidad es lo que cada hombre ahora hereda a su nacimiento y esto es lo que le lleva a la lucha por la existencia, a la auto-afirmación, a expensas de los demás, y en última instancia a la sujeción a las leyes de la vida animal. El "príncipe de este mundo" (es decir, Satanás), que también es el "asesino desde el principio", tiene dominio sobre el hombre. De este círculo vicioso de la muerte y el pecado, el hombre se entiende que ser liberados por la muerte y resurrección de Cristo, que se actualiza en el Bautismo y la vida sacramental en la iglesia.

El marco general de esta comprensión de la relación Dios-hombre es claramente diferente de la opinión de que llegó a ser dominante en el Occidente cristiano - es decir, la opinión de que concibió la "naturaleza" a diferencia de la "gracia" y que entiende el pecado original como una la culpa heredada y no como una privación de la libertad. En Oriente, el hombre es considerado como plenamente hombre cuando participa en Dios, en Occidente, la naturaleza del hombre se cree que es autónoma, el pecado es visto como un delito punible, y la gracia se entiende de conceder el perdón. Por lo tanto, en Occidente, el objetivo del cristiano es la justificación, pero en el Oriente, es más bien la comunión con Dios y la deificación. En Occidente, la iglesia es vista en términos de la mediación (para el otorgamiento de la gracia) y autoridad (para garantizar la seguridad en la doctrina), en el Este, la iglesia es considerada como una comunión en la que Dios y el hombre se encuentran una vez más, y un la experiencia personal de la vida divina se hace posible.