Thursday, August 29, 2019

Santo Mártir Andrés Stratelatos y los otros con el (2,593 Soldados) en Cilicia. Septiembre 1.

El Mártir Andrés Stratelatos fue un comandante militar en el ejército romano durante el reinado del emperador Maximiano (284-305). Ellos lo querían en el ejército romano a causa de su valentía, por ser vencedor y por su sentido de la justicia. Cuando un gran ejército persa invadió los territorios de Siria, el gobernador Antíoco encargo a San Andrés como el jefe del ejército romano, dándole el título de "Stratelatos" ("Comandante"). San Andrés seleccionando un pequeño destacamento de soldados valientes se fue contra el adversario.

Sus soldados eran paganos, y San Andrés aún no había aceptado el bautismo, pero él creía en Jesucristo. Antes del conflicto convenció a los soldados que los dioses paganos eran demonios y no podían ayudar en la batalla. Proclamó a Jesús Cristo, el Dios omnipotente de los cielos y la tierra, dando ayuda a todos los que creen en él.

Los soldados iban a la batalla, invocando la ayuda del Salvador. El pequeño destacamento derrotó a las numerosas huestes de los persas. San Andrés regreso de la campaña en la gloria, tras haber obtenido una victoria total. Pero unos hombres envidiosos lo denunciaron al gobernador Antíoco, diciendo que el era un cristiano que había convertido a los soldados bajo su autoridad a su fe.

San Andrés fue llamado a juicio, y allí declaró su fe en Cristo. Por esto, lo sometieron a torturas. Le pusieron sobre una cama de cobre encendido, pero tan pronto como él buscó la ayuda del Señor, la cama se enfrió. Ellos crucificaron a sus soldados en los árboles, pero ninguno de ellos renunció a Cristo. Encerrando al mártir de nuevo en la prisión, Antíoco envió un informe al emperador, incapaz de decidir si se debe imponer la pena de muerte sobre el campeón elogiado. El emperador sabía que el ejército amaba a San Andrés, y temiéndose de una rebelión, dio órdenes para liberar a los mártires. En secreto, sin embargo, ordenó que cada uno de ellos sea ejecutado por cualquier pretexto.

Después de ser liberado, San Andrés se fue a la ciudad de Tarso, con sus soldados compañeros. Allí, el Obispo local Pedro y el Obispo Nonos de Berea los Bautizaron. Entonces los soldados se fueron a la vecindad de Taxanata. Antíoco escribió una carta a Seleuco, gobernador de la región de Cilicia, le ordenó capturar a San Andrés y a sus compañeros para matarlos, bajo el pretexto de que habían abandonado sus normas militares.

Seleuco vino contra a los mártires en los desfiladeros del Monte Tauro, donde evidentemente iban a sufrir. San Andrés, llamando a los soldados como sus hermanos y sus niños, los exhortó a no temer a la muerte. Él oró por todos los que quieran honrar su memoria, y pidió al Señor para crear un manantial curativo en el lugar donde su sangre iba a derramarse.

En el momento de esta oración los valientes mártires fueron decapitados con la espada. Durante este tiempo, una fuente de agua broto de la tierra. Los Obispos Pedro y Nonos, con su clero, en secreto, siguieron la compañía de San Andrés, y enterraron sus cuerpos. Uno de los clérigos, sufriendo un largo tiempo por causa de un espíritu maligno, bebió de la fuente de agua, y rápidamente se sano. Las noticias de este evento se extendió entre la población local y empezaron a llegar al manantial. A través de las oraciones de San Andrés y del sufrimiento de los 2593 Santo Mártires con él, ellos recibieron gran ayuda de Dios.
 
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Sunday, August 25, 2019

El aborto es un Pecado terrible, Por San Paisios de Monte Athos

Imagen instructiva: Cristo, la Santa Theotokos y San Estilianos bendiciendo y protegiendo a los que cargan la bendita cruz de la vida familiar en Cristo. Una mujer arrepentida carga sobre ella el pecado de su aborto. A la derecha, el Nuevo Herodes del Aborto se presenta personificado, con el médico que le ayuda, y unas mujeres, que llevan sus hijos ante ellos ávidas de amor por el placer, con el corazón enardecido por el pecado y la indiferencia.

Nota: Aquí, el Padre Paisios, con la iluminación divina que posee, muestra cuán terrible es este pecado e intenta convencer al mundo entero sobre cuán grave es el pecado del aborto. Él no usa esto como una astucia para apoyar a ningún partido político. Y no apoyaría a los que usaran la violencia para hacer apología contra los que practican el aborto o contra sus pacientes. Que sus palabras nos concedan la contrición de aprender cuán gran pecado es el aborto, y cómo podemos regresar a Cristo y su arrepentimiento, reconociendo la sagrada imagen de Dios en cada ser humano, incluso en el vientre de una madre.

–Padre, una mujer de cuarenta años, que había criado muchos hijos, estaba embarazada de tres meses. Su marido la había amenazado con que, si no abortaba, la abandonaría.

Si aborta, sus otros hijos lo pagarán con sufrimientos y accidentes. Hoy en día, los padres asesinan a sus hijos con el aborto y no tienen la bendición de Dios. En los tiempos antiguos, si un niño pequeño nacía muy enfermo, se le bautizaba, y moría como un ángel, y era más seguro.

Los padres tenían otros hijos mayores, pero también tenían la bendición de Dios. Hoy, matan a sus hijos por medio del aborto, así como se esfuerzan por mantenerlos vivos cuando están enfermos. Acuden a Inglaterra, a América para sanarlos. Y siguen dando a luz hijos, incluso más enfermos, porque, si quieren tener una familia, pueden dar a luz de nuevo a hijos enfermos, y en ese momento, ¿qué pasaría? Si tuvieran unos cuantos hijos, no podrían acudir tanto al que estuviera enfermo. Moriría y se convertiría en un angelito.

–Padre, leí una vez que cada año, hay un total de 50 millones de abortos y 200.000 mujeres mueren por complicaciones.

Matan a los niños porque dicen que, si la población se incrementara, no habría suficiente alimento para todos, con el fin de preservar a la humanidad. Hay muchas zonas sin cultivar, muchos bosques, para que, con las herramientas de hoy en día, por ejemplo, se pudieran plantar olivares para darlos a los pobres. No es que cortaran los árboles y así no hubiera oxígeno, porque estos árboles serían reemplazados por otros.

En América, arrasan el trigo, y aquí en Grecia, tiran los alimentos a la basura, etc., mientras que en África, la gente se muere de hambre. Cuando la gente estaba muriendo de hambre en Abisinia, porque tenían una gran sequía, le dije a un conocido mío, propietario de barco, que ayudara, en estas circunstancias, yendo a los vertederos de basura y cargando su barco para llevar (los alimentos sobrantes) de forma gratuita. No le permitieron hacer esto bajo ningún concepto.

–¡Cuántos miles de embriones son asesinados cada día!

El aborto es un terrible pecado. Es un asesinato, y por supuesto, un gran asesinato, el matar a niños no bautizados. Los padres deben entender que la vida empieza en el instante de la concepción.

Una noche, Dios me permitió ver una terrible visión, informándome de este asunto. Era la tarde del martes de la Semana Luminosa de 1984. Encendí dos velas en candeleros, como hago siempre cuando voy a dormir, por aquellos que sufren corporal o espiritualmente. En aquellos incluyo a los vivos y a los muertos. A media noche, mientras recitaba la oración de Jesús, vi un gran campo rodeado por una valla, cubierto por el trigo que había empezado a crecer. Permanecí fuera del campo, y encendí velas por los difuntos y las coloqué en el muro de la valla.

A la izquierda había un lugar vacío, lleno de rocas y acantilados, que temblaba constantemente por el clamoroso sonido de miles de voces que te rompían el corazón y te hacían estremecer. E incluso, el hombre más duro que lo escuchara, sería incapaz de permanecer impasible. Mientras escuchaba estos gritos desgarradores, me pregunté de donde venían esas voces, y qué estaba pasando con todo lo que veía, y escuché una voz que me decía: “El campo cubierto por el trigo que acaba de germinar, es el cementerio de las almas de los muertos que podrían resucitar. En el lugar que estaba temblando por los desgarradores clamores se encuentran las almas de los niños asesinados por los abortos”.

Recordando esta visión, he sido incapaz de descansar por la gran pena que experimenté por las almas de los niños. Ni siquiera pude tumbarme para descansar, aunque estuve ocupado todo el día.

–Padre, ¿se puede hacer algo para derogar la ley del aborto?

Si, pero la nación, la Iglesia, etc., debe estar dispuesta a informar a la gente sobre las consecuencias del descenso de la natalidad. El sacerdote debe explicar al mundo que la ley del aborto está en contra de los mandamientos del Evangelio. Los médicos, desde sus posiciones, deberían hablar sobre los riesgos que corren las mujeres que abortan. Mira, los europeos tenían realezas, y las dejaban como herencia a sus hijos. Teníamos temor de Dios, pero lo perdimos y no lo dejamos en herencia a nuestras generaciones, y por eso legalizamos el aborto, los matrimonios civiles, etc. Cuando el hombre desobedece un mandamiento del Evangelio, sólo él es responsable. Sin embargo, cuando algo que choca con los mandamientos del Evangelio se convierte en una ley de la tierra, entonces la ira de Dios cae sobre toda la nación, para que sea castigada.


(San Paisios de Monté Athos)


Ahora Es San Paisios de Monté Athos.
 
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Tuesday, August 20, 2019

El Papismo y el Protestantismo han Distorsionado el Evangelio. ( Protopresbítero Theodoros Zisis )

Protopresbítero Theodoros Zisis Profesor emérito de la Universidad Aristóteles de Tesalónica El Papismo y el Protestantismo han Distorsionado el Evangelio .


Los Ecumenistas son Co-Responsables del abuso del Evangelio y de la perdición de los heterodoxos.

Protopresbítero Theodoros Zisis
 
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Sunday, August 18, 2019

Dormición de la Santísima Virgen María ( Obispo Alejandro Mileant )

Después de la ascensión de Nuestro Señor Jesucristo a los Cielos, la Santísima Virgen habitualmente vivía en los dominios de Jerusalén, visitando los lugares donde predicaba y hacía milagros Su Hijo. Especialmente gustaba visitar el jardín de Getsemaní en la ladera del monte de los Olivos, el que anteriormente había pertenecido a sus ancestros y cerca del cual se encontraba la casa de Sus padres. Largamente rezaba allí, donde el Señor Jesucristo frecuentemente pasaba las noches rezando y desde donde Lo llevaron al juicio y a los sufrimientos en la Cruz. Rezaba la Santísima Virgen por la conversión a la fe del obstinado pueblo hebreo, y por las nuevas iglesias, organizadas por los apóstoles en varios países.
Y así pues en el final de una de estas oraciones se le presentó el Arcángel Gabriel, quien no era la primera vez que se le aparecía, anunciando la voluntad Divina. Iluminado de alegría, le comunicó, que dentro de tres días iba a finalizar el camino de Su peregrinaje terrenal, y Dios La llevaría a Sus eternas moradas. Después de decir esto, Le entregó una rama celestial, que brillaba con luz no terrenal. La Madre de Dios Se alegró por esta noticia, ya que ello le abría la oportunidad de reencontrarse con su Hijo.
De regreso del monte Olivos, comenzó a prepararse para partir de esta vida. Ante todo le comunicó a su hijo adoptivo, el apóstol Juan, que pronto dejaría este mundo, y después lo hizo saber también a sus cercanos.
Su pariente el apóstol Santiago (hijo de José del primer matrimonio, nombrado en el Evangelio "hermano de Jesucristo"), siendo obispo de la ciudad de Jerusalén, se ocupó de que la despedida con la Santísima Virgen, así como Su entierro se realizaran dignamente.
Al inicio del tercer día la casa de la Virgen María se colmó de parientes y conocidos, que no pudieron ocultar sus lágrimas, previendo la pronta separación. Para ese día, por la Providencia Divina, desde diferentes países llegaron los apóstoles, quienes desearon despedirse de Ella. La Madre de Dios, para consuelo de los que lloraban, prometió que, estando ante el trono de Dios, Ella permanecerá rezando por ellos, y por todos los que tengan fe, y estén diseminados por todos los países del mundo. Despidiéndose de todos, pidió que se repartieran entre los necesitados sus pequeños bienes, y que su cuerpo fuera sepultado en la cueva de Getsemaní, donde estaban sepultados sus padres, los justos Joaquín y Ana.
Llegó la hora finalmente, cuando la Madre de Dios debía presentarse ante el Señor. Ardían velas en la habitación, y sobre el lecho adornado yacía la Madre de Dios, rodeada de la gente que La amaba. De pronto, una luz inusual iluminó la habitación con la gloria Divina, y la parte superior quedó translúcida. Y he aquí, que en una luz extraordinaria, descendió del cielo el Mismo Señor Jesucristo, rodeado de Ángeles y de las almas de justos del Antiguo Testamento.
La Madre de Dios, contemplando a su Hijo, como adormeciéndose dulcemente, sin ningún tipo de sufrimientos corporales, entregó en Sus manos Su alma pura. Los apóstoles, viendo esta ascensión del alma de la Purísima Madre de Dios al cielo, siguieron con la vista largamente esto, de manera semejante a como siguieron la Ascensión del Salvador desde el monte de los Olivos. Mas tarde, recordando este acontecimiento, la Iglesia en uno de sus cánticos (acompañamiento al Zadostoinik) dice: "Los ángeles, viendo la Dormición de la Purísima, se extrañaron ¡Cómo la Virgen se arrebataba de la tierra al Cielo!"
Según relata la tradición, durante la sepultura de la Madre de Dios los apóstoles portaban el lecho, sobre el cual yacía Su Purísimo cuerpo, y una enorme cantidad de creyentes, rodeando la procesión, cantaban cánticos sagrados.
Los habitantes no creyentes de Jerusalén, perturbados por la solemne sepultura y enfurecidos por los honores, ofrecidos a la Madre de Aquel, a Quien ellos rechazaron y crucificaron, denunciaron lo que sucedía a los principales de los judíos. Estos últimos, ardiendo de furia contra todo lo que les recordaba a Jesucristo, enviaron siervos y soldados para deshacer esta procesión, y ultrajar el cuerpo de la Madre de Dios. Llegados los siervos y soldados, juntamente con los inservibles de la turba de la ciudad, se abalanzaron sobre la procesión fúnebre de los cristianos. Pero de repente sucedió un milagro inesperado: una nube con forma de corona, que había estado flotando en el cielo sobre el cuerpo de la Madre de Dios, bajó hacia la tierra y como una pared, protegió la marcha funeraria. A pesar de esto, uno de los sacerdotes hebreos de nombre Afonio, exclamando: "He aquí los honores que se le prodigan al cuerpo, que dio a luz al mentiroso, destructor de la ley de nuestros padres," — se lanzó hacia el lecho de la Madre de Dios para volcarlo. Mas apenas hubo tocado el lecho, un Ángel con espada inmaterial le cortó ambas manos. Horrorizado, Afonio cayó al suelo, lamentándose: "¡Desgraciado de mí! ¡Desgraciado de mí!" .
Entonces el apóstol Pedro, deteniendo la procesión, le dijo: "¡Afonio! Has recibido, lo que te merecías. Convéncete pues, ahora, que el Señor es Dios de Venganza, Quien no tarda." Viendo la desesperación en el rostro de Afonio agregó: "¡Tus heridas nosotros no las podemos sanar, a menos que a ello condescendiera nuestro Señor Jesucristo, contra Quien ustedes se levantaron y mataron! Mas ni siquiera Él te sanará, hasta que no creas en Él con todo tu corazón y no confieses con tus labios, que Él es el verdadero Mesías-Cristo, Hijo de Dios."
Afonio, viendo en todo lo sucedido la acción del Mismo Dios, exclamó: "Creo que Jesús es el profetizado por los profetas, Cristo Salvador del Mundo."
Los santos apóstoles, escuchado esta confesión pública y viendo el sincero arrepentimiento de Afonio, se alegraron por su conversión a la fe. Entonces el apóstol Pedro le ordenó que se dirigiera a la Santísima Virgen en oración para pedirle perdón, y después de lo cual colocar los bordes de sus manos a sus correspondientes partes cortadas. Apenas Afonio hubo hecho esto, sus manos se unieron. Solo una delgada cicatriz en el lugar del corte recordaba lo sucedido. Luego, colmado de sentimiento de gratitud, se prosternó ante el lecho de la Purísima y en voz alta comenzó a agradecerle. Agregándose a la procesión funeraria, él la siguió, entonando himnos de alabanza.
Durante la procesión fúnebre, muchos enfermos de toda clase se acercaban al lecho de la Madre de Dios y, tocándolo, sanaban. Llegando a Getsemaní, se detuvieron y comenzaron a despedirse del cuerpo de la Madre de Dios. Era la tarde ya entrada, cuando los apóstoles pudieron colocar el cuerpo en la gruta-sepultura, y la ocluyeron con una gran piedra.
Entre el número de los apóstoles que se habían reunido no se encontraba uno de ellos, y era el apóstol Tomás. Llegando tres días después a Jerusalén, fue a Getsemaní para despedirse, aunque fuera con atraso, del cuerpo de la Santísima. Los apóstoles, que lo acompañaron hasta la gruta, se compadecieron de él y apartaron la piedra que ocluía su entrada, para que el apóstol Tomás pudiera reverenciar los santos restos mortales. Pero, entrando en la gruta, se encontraron solo con las telas de Su sepultura que exhalaban un agradable aroma, mas allí no se encontraba el cuerpo de la Madre de Dios. Consternados por tan inexplicable desaparición de Su cuerpo, decidieron, que seguramente, el Mismo Señor Dios deseó llevarse al cielo Su Santísimo Cuerpo antes de la resurrección universal.
El apóstol Tomás y otros apóstoles, besando el sudario que aún permanecía en el sepulcro, rogaron a Dios les abriera Su voluntad acerca del cuerpo de la Purísima Madre de Dios.
Después de la resurrección del Salvador, los Apóstoles tenían la costumbre de que durante las refecciones, dejaban un lugar libre en la mesa y delante de él colocaban pan en honor del Resucitado Jesucristo, para, al finalizar, levantándose, rezar y elevar ese pan, que llamaban la parte del Señor, exclamando "Grande es el nombre de la Santísima Trinidad, Señor Jesucristo, ayúdanos." Cuando al tercer día después de la Dormición de la Madre de Dios los apóstoles comenzaron a elevar el pan en nombre del Señor Jesucristo, apenas pronunciaron: "Grande es el nombre..." cuando inesperadamente la Santísima Virgen se presentó en el aire "entre nubes y Ángeles relucientes que estaban ante Ella," diciendo: "Alegraos porque con ustedes estaré por siempre." En respuesta a esto los Apóstoles exclamaron: "¡Santísima Madre de Dios, ayúdanos!" Luego de tan milagroso suceso los apóstoles comenzaron a realizar la elevación del pan en honor de la aparición de la Santísima Madre de Dios. Comían una parte del pan dejado por ellos antes del refectorio, en nombre del Señor, y la otra parte — al finalizar el refectorio — en nombre de la Madre de Dios. Esta glorificación y alabanza se conoce con el nombre de elevación de panaguia (del griego todo-santa.)
Mirándolos dulcemente Ella dijo: "¡Alegráos! ¡Desde ahora en adelante Yo estaré siempre con ustedes!" Alegrados con Su promesa, Le replicaron: "¡Santísima Madre de Dios, ayúdanos!"
La desaparición de Su cuerpo y Su subsiguiente aparición a los apóstoles les dio a entender que la Madre de Dios fue resucitada al tercer día por su Hijo el Señor Dios Jesucristo y ascendida con su Purísimo cuerpo a la gloria de los cielos. Así, por la expresión del canto eclesiástico, el sepulcro de la Madre de Dios se convirtió en la "escalera hacia los cielos."
Todos los acontecimientos milagrosos sucedidos en la Dormición de la Purísima Madre de Dios, entre ellos Su resurrección y ascenso a los Cielos, San Damasceno los refiere a la antigua tradición de la Iglesia de Jerusalén. En su palabra sobre esta festividad él dice, que el emperador Marciano y la emperatriz Pulkeria les pidieron al obispo de Jerusalén Juvenal y a los padres del cuarto concilio Universal de Jalkidon, que les comunicaran los datos acerca de los hechos acaecidos en la honorable Dormición de la Purísima y Siempre Virgen María. La Iglesia tiene fe que el cuerpo de la Madre de Dios fue llevado al cielo, y así La glorifica en sus cánticos: "Vencidas las leyes de la tierra fueron en Ti, Purísima Virgen, después de dar a luz permaneciste Virgen, la muerte uniste a la vida: permaneciendo desde el nacimiento Virgen y después de la muerte viva, Madre de Dios, salvas siempre a Tu heredad.
Troparion Tono 1: 
Oh Madre de Dios en el alumbramiento conservaste la virginidad, en Tu Dormición no abandonaste al mundo, siendo Madre de la Vida, Te trasladaste a la vida (eterna) y por Tus oraciones salvas de la muerte a nuestras almas.

Kondaquion Tono 2:  
Incansable en Sus oraciones, Madre de Dios, y en su intercesión esperanza inquebrantable; no ha sido retenida por el sepulcro ni la muerte, porque siendo la Madre de la Vida fue trasladada a la vida por Aquel que se encarnó de su vientre virginal.
¿Cuantos años de vida terrenal vivió la Madre de Dios? Algunos padres de la Iglesia aseveran que Ella vivió hasta una edad muy avanzada. Los historiadores de la Iglesia Epifanio (monje del siglo X, quien compuso la vida de la Purísima Virgen María, sobre la base de los datos de la tradición antigua), Jorge Quedrin, (monje del siglo II, compuso la crónica desde el comienzo del mundo hasta el año 1059) consideran que la Santísima Madre de Dios vivió setenta y dos años.
Esta presuposición se basa en los hechos siguientes: San Dionisio Areopagita, obispo de Atenas, estuvo presente, entre otros, en la sepultura de la Madre de Dios. Él fue convertido a Cristo por el apóstol Pablo en el año 52, D.C. Durante cerca de tres años él acompañó al apóstol Pablo, luego de lo cual viajó a Jerusalén para visitar a la Madre de Dios. Después de esto el apóstol Pablo lo nombró obispo de Atenas, y pudo llegar a Jerusalén para la sepultura de la Madre de Dios recién en el año 57 después de Cristo. Y como Nuestro Señor Jesucristo nació cuando la Virgen María tenía 15 años, en consecuencia, los años de vida sobre la tierra de la Madre de Dios serían aproximadamente unos 72 años. Esta edad la confirma también el famoso profesor Porfirio, de acuerdo a datos encontrados en Atenas en manuscritos antiguos.
La festividad de la Asunción de la Madre de Dios se conmemora desde los tiempos antiguos del cristianismo, y ya en el siglo IV era una celebración universal, como lo testifica Gregorio de Tursk, y especialmente por el hecho, de que ya se la cita en todos los calendarios antiguos. En el siglo V fueron escritos "stijiri" (canción de alabanza para la festividad) por Anatolio, patriarca de Constantinopla y en el siglo VIII — dos cánones, atribuidos a Cosme Sviatograd y Juan Damasceno. Al principio se festejaba el 18 de Agosto. Su festejo universal el día 15 de Agosto fue establecido por voluntad del emperador Mauricio (Desde el Año 582). El ayuno en honor de la Madre de Dios se estableció en el siglo XII en el concilio de Constantinopla, durante el Patriarcado de Lucas, desde el 1 al 15 de Agosto, y la fiesta de la Asunción continúa durante nueve días.
La emperatriz Santa Pulkeria, esposa de Mauricio, colocó las telas sepulcrales de la Madre de Dios en el magnifico templo de Vlagerna, construido por ella en la ciudad de Constantinopla. El cinto de la Madre de Dios lo dejó en el templo de Jalcoprad, también ubicado en Constantinopla. En el templo de la Odigitria la santa Pulkjeria colocó la imagen de la Madre de Dios, que fue pintada, según la tradición, por el Apóstol San Lucas.
La Iglesia glorifica a la Madre de Dios, como mas honorabilísima que los querubines e inigualablemente mas gloriosa que los serafines, Quien ahora, como Reina, comparece a la derecha del Hijo, y, tomando bajo Su protección al género humano, intercede por él clemencia ante el Señor. Junto con esto, con el acontecimiento de la dormición de la Madre de Dios la Iglesia nos enseña, que la muerte no significa la aniquilación de nuestra existencia, sino, solamente nuestro pasaje de la tierra hacia el cielo, de lo perecedero — a la eterna inmortalidad. A este propósito fundamental, desde el siglo IV, se le agrega otra intención — la de descubrir el extravío de los herejes, que negaban la naturaleza humana de la Santísima Madre de Dios y aseguraban por eso, que no se podía hablar de una muerte de la Madre de Dios. Así era el extravío de los "coliridianos," herejes del siglo VI.
La santa Iglesia llama la terminación de la vida terrenal de la Madre de Dios, como "Dormición" y no como muerte, ya que la muerte como destructora del cuerpo no La tocó. Ella (la Virgen) sólo "se adormeció" para despertarse inmediatamente a la gloriosa vida eterna y después de tres días, con el cuerpo incorruptible, establecerse en la morada celestial. En los cánticos de este día la Iglesia invita a los creyentes a alegrarse; inculcando que en el admirable fallecimiento de la Madre de Dios, para consuelo de todos, se manifestó con especial solemnidad la fuerza del Señor, Quien con Su muerte y resurrección quebró el aguijón de la muerte y para Sus fieles, de espantosa la convirtió en alegre y feliz; porque la Santísima Madre de Dios "se adormeció en la muerte como en un sueño corto, despertando rápidamente de ella y se despojó de los ojos, como de una somnolencia, de la muerte sepulcral, percibiendo en la luz del rostro del Señor la vida y gloria eternas." Además, nosotros debemos alegrarnos que la Santísima Virgen, luego de Sus crueles aflicciones y sufrimientos sobre la tierra, recibió en el mundo superior la recompensa por Sus virtudes. Con esto se nos enseña un nuevo significado de la muerte, proporcionado por El resucitado del sepulcro: siendo hasta entonces un castigo por el pecado, la muerte se hizo ahora testigo de la virtud y de la recompensa de las hazañas realizadas durante la vida (Apocal. 14:13).
Debemos regocijarnos, de que la Santísima Virgen allá, en los cielos, con Todo Su Ser compareció ante el Trono de la vivificante Trinidad. Siendo aquí, en la tierra, humilde, ella se presentó en el cielo incomparablemente mas honorable que los querubines, más gloriosa que los serafines, la más luminosa entre todos los justos, no sólo sierva del Señor Dios, sino también Reina de la tierra y del cielo, Señora de las fuerzas superiores y de la gente, colmada de todos los dones Divinos, mar de gracias Divinas, manantial de todos los dones espirituales y corporales, gozo para todos los afligidos, Intercesora de los ofendidos, Saciadora para los hambrientos, visitadora para los enfermos, consuelo y cobertura de los débiles, apoyo de la vejez, protectora de las viudas y huérfanos... A Su Madre, cuando ella implora ante el Señor, Él no puede negarle nada. Ella es la única esperanza de los pecadores, socorro de los desesperados, intercesora inmutable ante el Creador, pronta defensora, amparo del mundo, manantial de misericordia, puerta de clemencia Divina. Observad la historia de la Iglesia, la historia de nuestros antepasados, recorred los templos consagrados en honor de Su nombre, enumerad Sus iconos milagrosos, recorred todo el mundo — siempre encontraréis incontable cantidad de pruebas de Su potestad e ilimitada misericordia. Es por ello que en la Iglesia Ortodoxa, no hay servicios divinos, ni oficios, ni oraciones en las cuales la Iglesia no refuerce sus pedidos con el nombre y las plegarias hacia la Santísima Soberana Nuestra, la Madre de Dios, donde no agradeciera, no exaltara con cánticos a la invencible Generala, nuestra diligente Intercesora y Madre Bienaventurada, siempre Virgen María.


Obispo Alejandro Mileant
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Tuesday, August 13, 2019

Dormición de la Santísima Virgen María.

Aconteció una vez que la Santísima Virgen María se encontraba orando en el Monte de Eleón (Cerca de Jerusalén) cuando se le apareció el Arcángel Gabriel con una rama de palma del Paraíso en sus manos y le comunicó que en tres días su vida terrenal iba a llegar a su fin y que el Señor se La llevará consigo. El Señor dispuso que, para ese entonces, los Apóstoles de distintos países se reunieran en Jerusalén. En el momento del deceso, una luz extraordinaria iluminó la habitación en la cual yacía la Virgen María. Apareció el propio Jesucristo, rodeado de Ángeles y tomó Su purísima alma. Los Apóstoles enterraron el purísimo cuerpo de la Madre de Dios, de acuerdo a Su voluntad, al pie de la montaña de Eleón, en el jardín de Getsemaní, en la gruta donde se encontraban los cuerpos de Sus padres y el de San José. Durante el entierro ocurrieron muchos milagros. Con sólo tocar el lecho de la Madre de Dios, los ciegos recobraban la vista, los demonios eran alejados y cualquier enfermedad se curaba.

Tres días después del entierro de la Madre de Dios, llegó a Jerusalén el Apóstol Tomás que no pudo arribar a tiempo. Se entristeció mucho por no haber podido despedirse de la Virgen María y, con toda su alma, expresó su deseo de venerar Su purísimo cuerpo. Cuando se abrió la gruta donde fue sepultada la Virgen María, Su cuerpo no fue encontrado y sólo quedaron las mantas funerarias. Los asombrados Apóstoles retornaron a su vivienda. Al anochecer, mientras rezaban, oyeron un canto angelical y al levantar la vista pudieron ver a la Virgen María suspendida en el aire, rodeada de Ángeles y envuelta en un brillo de gloria celestial. Ella les dijo a los Apóstoles: "¡Alégrense! ¡Estaré con ustedes todos los días!"

Su promesa de ser auxiliadora e intercesora de los cristianos se mantiene hasta el día de hoy y se convirtió en nuestra Madre celestial. Por Su gran amor y Su ayuda todopoderosa, los cristianos desde tiempos remotos la veneran y acuden a Ella para pedir ayuda y la llaman "Fervorosa Intercesora por el género humano," "Consuelo de todos los afligidos" y quien "no nos abandona después de Su dormición." Desde tiempos remotos, y siguiendo el ejemplo del Profeta Isaías y de Santa Elizabet, empezó a ser llamada Madre de Dios (o Deípara) y Madre de nuestro Señor Jesucristo. Este nombre surge como consecuencia de que Ella engendró a Aquél que siempre fue y será el verdadero Dios.

La Santísima Virgen María es un gran ejemplo para todos aquellos que tratan de complacer a Dios. Ella fue la primera que decidió entregar Su vida enteramente a Dios. Demostró que la voluntaria virginidad supera a la vida familiar y matrimonial. Siguiendo Su ejemplo, ya desde el inicio de los siglos, muchos cristianos empezaron a llevar una vida casta con oraciones, ayunos y la mente orientada a Dios. Así surgió y se afirmó el monacato. Lamentablemente, el mundo contemporáneo no ortodoxo no valora en absoluto y hasta se burla de la castidad, olvidándose de las palabras del Señor: "Porque hay eunucos (vírgenes) que nacieron así del vientre de su madre; y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres; y hay eunucos que se hicieron a sí mismos eunucos por causa del Reino de los Cielos; el que sea capaz de recibir esto, que lo reciba" (San Mateo 19:12).

Completando esta breve visión de la vida terrenal de la Virgen María, cabe agregar que Ella, tanto en el momento de Su suprema Gloria, cuando fue elegida para convertirse en la Madre del Salvador del Mundo como también durante las horas de Su inmensa pena, cuando al pie de la cruz y según la profecía de San Simeón "un arma traspasó Su alma," demostró tener un pleno dominio de sí misma. Con esto, descubrió toda la fuerza y la belleza de Sus virtudes: la humildad, la fe inquebrantable, el valor, la paciencia, la esperanza en Dios y el amor hacia Él. Por eso nosotros, los Ortodoxos, La Veneramos con Tanta Devoción y Tratamos de Seguir Su ejemplo.
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Thursday, August 8, 2019

El hombre no tiene nada propio: todo empieza y termina en Dios. ( GERONDA JOSÉ EL HESICASTA DE MONTE ATHOS. )


El hombre no tiene nada propio: todo empieza y termina en Dios.

¡Nuestro Señor Dios vive!

Todo está bien en ti, mi querido hijo. Por eso es que Cristo te ama tanto. Y una señal de ese amor es la Gracia Divina que recibiste siendo aún niño y que te guía.

Cuídate, no sea que con una pizca de la acritud del placer termines amargando a nuestro Buen Dios. En todo esto se esconde la envida del maligno, que odia a quienes Cristo les ha abierto los ojos del alma.

Permanece atento, entonces, mi querido hijo. Cuídate mucho.

Él ve lo que tú no puedes ver. Cristo, el Misericordioso, intenta abrirte los ojos del alma.

¡Oh, qué bueno es Él!

Y el astuto, viendo esto, intenta cerrarte los ojos, por medio del amargo placer.

No dejes de llamar el Nombre de Cristo. Hazlo con cada respiración tuya, aunque tu mente se disperse. No te intranquilices.

Este cuidado y preocupación permanentes de buscarlo harán que venga a ti, haciendo que de tu corazón brote una fuente de agua fresca que clamará sin cesar: “¡Señor Jesucristo, ten piedad de mí!”. Entonces te gozarás permanentemente de la voz y dulzura del Señor..

Solamente debes temerle al pecado y huir de él, porque todo lo destruye.

Las cosas que me escribes son señales de que Dios viene a ti. Se trata del primer acercamiento de Dios a cualquier pecador que se arrepiente y que vuelve a Él. Procura purificarte por medio de una confesión profunda. No permitas que tu interior quede la más mínima impureza del pecado, para que el maligno no tenga motivos para vencerte.

El hombre, hijo mío, no puede hacer nada solo. No tuvo, no tiene y no tendrá, jamás, la capacidad de hacer algo bueno sin la ayuda de Dios. Cualquier pensamiento bueno, cualquier acción buena del pensamiento es obra de la Gracia de Dios. Si pudieras hacer algo sin utilizar tu cuerpo, entonces sí que estarías haciéndolo con lo que te pertenece. Pero, al hacer las cosas con tu cuerpo, recuerda que ese cuerpo fue creado por Dios. Si pudieras pensar algo, sin utilizar tu mente, ese pensamiento sería exclusivamente tuyo. Pero recuerda que tu mente también es creación de Dios.

En consecuencia, el hombre no tiene nada propio: todo empieza y termina en Dios.

GERONDA JOSÉ EL HESICASTA
DE MONTE ATHOS.
Catecismo Ortodoxo
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