Monday, September 28, 2015

Sabias palabras


“Cuando San Antonio tuvo que buscar un hombre de oración mucho más santo que él, su ángel de la guarda no le envió a un monasterio o al obispo de Alejandría, donde, sin embargo, vivía el gran san Atanasio, sino a una calle insignificante de aquella gran ciudad de perdición, en la que los hombres no distinguían ya su mano derecha de la izquierda, y allí encontró a un humilde zapatero que le convirtió por completo (…) Si deseas encontrar un auténtico hombre de oración, dirígete a los lugares en que permanecen ocultos, sobre todo en el corazón de las ciudades y de los grandes espacios desiertos. Si vas a los monasterios, fíjate en hermanos conversos de edad o en monjes silenciosos. Existen también lugares de gran soledad: los hospitales, las casas de personas ancianas. En ellos hay muchos hombres de oración; pero permanecen ocultos, invisibles. Pide a tu ángel de la guarda que te los descubra. Te bastará verlos para entenderlo todo. Existe una misteriosa red de hombres de oración ocultos como las raíces en el fondo de la tierra, y Dios permite a veces que se encuentren y se descubran en el silencio. Estos se concede gratuitamente.


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No te aterres sino persis­te en la plegaria ( Simeón, el nuevo teólogo )


Si mientras rezas te invade el miedo o escuchas estrépitos, o res­plandece una luz, o sucede alguna otra cosa, no te aterres sino persis­te en la plegaria, aún más intensamente, puesto que lo que acontece es turbación, terror y pavor por parte de los demonios, para que tú te re­lajes y abandones la oración, y luego, cuando esto se haya convertido en costumbre, ellos puedan posesionarse de ti. Si, en cambio, llevada a término la plegaria, resplandece para ti otra luz que es imposible des­cribir y el alma se llena de gozo, y sobreviene el deseo de bienes ma­yores y el correr de las lágrimas junto a compunción, debes saber que ésta es visita y ayuda divina. Y, si te detienes largamente por el hecho de que ya no sucedió nada durante el continuo correr de las lágrimas, apresa tu intelecto en alguna cosa corpórea y en esto humíllate. Pero ten cuidado de no abandonar la plegaria, por temor a los enemigos y, en cambio, como un niño que asustado por unos espantajos huye a los brazos de su madre o del padre y rechaza el temor de aquéllos, así tam­bién tú, corriendo hacia Dios, con la oración, huirás del miedo a tus enemigos.


Simeón, el nuevo teólogo


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Akathisto a San Juan Damasceno




Akathisto al Justo San Juan Damasceno cuya memoria se celebra el 4/17 de Diciembre.

Kondakio I
A ti, Oh Juan Damasceno, lámpara del Espíritu Santo, himnógrafo celestial, defensor de la correcta veneración a los iconos y maestro de la Ortodoxia, nosotros los fieles, te ofrecemos este himno de alabanza pues te estableciste como una muralla infranqueable para el Señor, Cristo nuestro Dios, preservando la enseñanza Ortodoxa de la iglesia y adornando la fe con la riqueza de los himnos y las melodías que compusiste, por lo que te clamamos: Alégrate, oh Justo Juan de Damasco, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza.

Ikos I
Habiendo nacido en tierras sarracenas, oh justo Damasceno, no fuiste privado de la fe, pues tu piadoso padre Sergio, liberó a San Cosme, monje siciliano prisionero de los árabes y gran erudito para ser tu tutor y el de tu hermano Cosme, que sería Obispo de Maiouma, en Siria, educándoos en la verdadera fe y enriqueciéndoos en las artes de la música, la astronomía y la teología, para que con erudición pudieras preservar y proclamar a Cristo crucificado por todas las generaciones cantando:

Alégrate, discípulo, que llegaste a ser maestro de la fe
Alégrate, hijo, que te convertiste en padre espiritual
Alégrate, padre espiritual, que tornaste en ser manso como un niño por la humildad
Alégrate, Elegido, pues providencialmente fuiste educado por un santo en la santidad
Alégrate, filósofo, que desdeñaste la filosofía mundana para adentrarte en la sabiduría celestial

Alégrate, muralla inexpugnable, ante la cual los iconoclastas no pudieron pasar
Alégrate, sabio, que te gloriaste en la ignorancia para hacerte docto en la fe
Alégrate, fiel a la fe ortodoxa, que nunca flaqueaste ante la adversidad
Alégrate, soldado de Cristo, que soportaste las embestidas del maligno con estoica valentía
Alégrate, perfecta unión de la sabiduría del hombre y el conocimiento divino bajo el que fueron aplastados la falsa sabiduría y fe de los sarracenos
Alégrate, Predicador de la verdad, que destruiste las mentiras del maligno
Alégrate, Gran expositor de la fe ortodoxa, que despejaste las tinieblas del error
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza

Kondakio II
Tu elocuencia y tu gran sabiduría te llevaron a ser educado en la corte del Califa y te fue dado un puesto de gran dignidad y honor como consejero para el gobernante musulmán, pero tú nunca olvidaste tu fe y al igual que los ángeles, clamaste incesantemente al Señor: ¡Aleluya!

Ikos II
Muy perturbado por el deshonor dado a los Santos Iconos de nuestro Señor, a Su Purísima Madre y a Sus santos, tú escribiste con fidelidad y pasión “tres tratados apologéticos contra quienes reprueban las imágenes” que servirían para aplastar la impiedad del Emperador iconoclasta de Bizancio, León el Isáurico, que detestando tus palabras fieles a los mandamientos de nuestro Señor, te calumnió traicioneramente ante el Califa y castigándote te cortó tu mano. Por lo que clamamos:

Alégrate, icononófilo que defendiste sin miedo la Verdad
Alégrate, tú que disipaste la herejía iconoclasta
Alégrate, maestro de la piedad y reverencia a los santos iconos
Alégrate, pues tu devoción por los iconos de nuestro Señor, Su Madre y Sus santos te llevaron a estar entre ellos
Alégrate, perfecta armonía de su correcta veneración
Alégrate, pues por tu enemistad con el impío emperador Isaurico obtuviste tu merecida gloria
Alégrate, pues soportaste el castigo por causa de la fe ortodoxa
Alégrate, pues usaste tu mano derecha para proteger la verdad
Alégrate, pues perdiste tu mano derecha por Cristo
Alégrate, pues pacientemente sufriste el castigo sin temor
Alégrate, inquebrantable, que ofreciste tu mano como testigo de la verdadera creencia
Alégrate, siervo fiel, que nunca maldijiste a tu señor terrenal, el Califa
Alégrate, icono del perdón, que nunca dejaste de rogar por los que te ofendían
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza

Kondakio III
Pronunciando mansas palabras obtuviste el permiso del Califa para que te fuera devuelta tu mano derecha cortada, Oh Justo Juan; te pusiste en oración, humildemente ante el icono de la Theotokos, le suplicaste que te fuera restaurada tu mano, y aun estando en dicha amarga angustia, desde prisión clamaste a Dios y a Su Santa Madre: Aleluya.

Ikos III
En oración debajo del icono de la Theotokos, tú Oh Damasceno, prometiste a la Siempre Virgen combatir con más fiereza el restablecimiento al culto de los iconos si te restauraba tu mano. Entonces soñaste que la Toda Santa y Siempre Virgen María te sanaba y al despertar descubriste que tu mano te había sido totalmente restaurada, y dispusiste una mano de plata en el icono como símbolo del milagro ocurrido para todas las generaciones. El Califa se sintió engañado por tan injusto castigo y quiso restituirte de todas tus funciones, mientras nosotros, sobrecogidos por tu gran piedad cantamos en alta voz:

Alégrate, Oración ferviente e incesante
Alégrate, mano de Dios que perdiste tu mano
Alégrate, fiel defensor de la Theotokos
Alégrate, Justo cumplidor de las promesas dadas a Cristo
Alégrate, Sumiso a la divina Providencia
Alégrate, angustiado que encontraste la exaltación en la humillación
Alégrate, que fuiste encontrado digno de la visita de la Theotokos
Alégrate, tú que te comprometiste a luchar cual león contra los iconoclastas
Alégrate, tú que fuiste vilmente acusado, y defendido por las obras de Dios
Alégrate, tú que aceptaste humildemente la acusación para que se hiciera la Voluntad de Dios
Alégrate, Consejero, que obtuviste el consuelo de la Thetokos
Alégrate, tú que perdiste tu mano para que Dios pudiese obrar maravillas en ti
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza

Kondakio IV
Al serte restaurada tu mano, oíste la voz de la Theotokos que te decía “Tu mano ha sido curada, cumple tu promesa”. Entonces con tu mira puesta en lo celestial y en la vida monástica, rogaste que te dejasen marchar y te liberasen de tus cargos, y el Califa a quien fielmente serviste, sólo te dejo marchar ante tu insistencia en dirigir tu vida hacia lo divino. Y tomando el hábito monástico en el monasterio de San Sabas, clamaste: ¡Aleluya!

Ikos IV
Al entrar en el monasterio y aceptar el atuendo del ascetismo, te fue dado un padre espiritual, un anciano espiritual que era sencillo y austero y que te mandó no volver a coger la pluma con la mano que te había sido restaurada e incluso no hablar sobre temas en los que fuiste educado, y tu obedeciste con humildad, por lo que nosotros los fieles te alabamos diciendo:

Alégrate, tú que abandonaste la gloria terrenal en busca de la gloria celestial
Alégrate, adorno de los monjes
Alégrate, tú que fuiste ensalzado con el atuendo de la humildad
Alégrate, obediente hijo espiritual, formado como maestro entre los hombres
Alégrate, despojado de la riqueza material que disfrutaste de grandes riquezas
Alégrate, casto, que descubriste el mayor de todos los placeres
Alégrate, paciente, a la espera de alzar la voz en cumplimiento de tu promesa
Alégrate, joven asceta, que te gloriaste en austeridad
Alégrate, joven luminaria, que aplastaste la cabeza de la serpiente
Alégrate, gran escritor, sin necesidad de pluma
Alégrate, gran orador que recibiste el apelativo de Crisorroas[1]
Alégrate, Predicador de Oro, que te contuviste por obediencia a tu padre espiritual
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza

Kondakio V
Como ejemplo de obediencia, tú guardaste fielmente los mandamientos de tu guía espiritual en el corazón y el intelecto y en la psique, aunque tuviste compasión de un hermano monje que se encontraba al filo de la muerte y que te imploró, Oh Crisorroas, que le compusieras un himno en honor a los difuntos que fuera tan maravilloso que todos los difuntos elevasen su voz y cantasen: ¡Aleluya!

Ikos V
Al liberar tu intelecto, tu boca y tu mano, te pusiste a componer el himno, pero despertaste la ira de tu anciano espiritual que te prohibió componer o hablar elocuentemente, Oh orador de Oro, y te ordenó abandonar tu celda. El anciano espiritual sólo te recibió tras humillarte y mandarte las tareas más sucias del monasterio. A causa de tu voluntaria humillación, te cantamos:

Alégrate, compasivo que perdonaste tus humillaciones
Alégrate, Compositor que compusiste la Evlogetaria por los difuntos
Alégrate, himnógrafo que no olvidaste a los que se durmieron en el Señor
Alégrate, arroyo de gracia y Orador de Oro
Alégrate, dechado de humildad y obediencia
Alégrate, tú que te lavaste y limpiaste de la inmundicia
Alégrate, compositor melódico
Alégrate, Arpa del Espíritu Santo
Alégrate, luminaria en medio de las tinieblas de la herejía y el error
Alégrate, trabajador incansable en la restauración de la Verdad
Alégrate, humillado que serías enaltecido
Alégrate, tú cuyos himnos rezaremos de generación en generación
Alégrate, Oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza

Kondakio VI
Vencido por el sueño provocado por la Toda Santa, tu anciano espiritual cayó en un profundo sueño en el que vio que la Purísima Virgen Theotokos se le acercaba, reprendiéndole y mandándole no volver nunca más a interferir sino para animar al gran lexicógrafo a componer siempre himnos y alabanzas a su Hijo, Señor y Dios nuestro. Y despertándose del sueño, abrumado de alegría, se acercó al justo Damasceno y juntos cantaron: Aleluya.

Ikos VI
Respetando la fiel regla establecida, ordenaste el Tipicón y creaste el Octoecos para que todos los fieles pudiesen cantar alabanzas al Señor Resucitado que triunfó sobre la muerte por nosotros y para nuestra salvación. Para que toda la Iglesia cante con una sola voz y un solo himno, cual Ángeles en los cielos cantando ante el temible trono de Cristo, proclamando:

Alégrate, voz igual a la de los ángeles.
Alégrate, melodía sin igual entre los hombres
Alégrate, cántico igual a los arcángeles
Alégrate, tú que estás siempre en guardia como los querubines
Alégrate, tú que estás siempre en constante alabanza a Dios como los Serafines
Alégrate, tú que embelleciste la Iglesia con himnos
Alégrate, tú que adornaste los lugares santos con alabanzas
Alégrate, tú que compusiste al tabernáculo vivo del Hijo de Dios, la Siempre Virgen.
Alégrate, tú que fuiste inspirado por las huestes celestiales
Alégrate, dulce melodía ofrecida en el santo altar
Alégrate, nuevo David, componiendo para el Mesías profetizado
Alégrate, orgullo de los compositores y azote de los herejes
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza.

Kondakio VII
Siempre que te encontraste en peligro o necesidad, ponías tu esperanza en la Theotokos, que se convirtió en tu fuente de consuelo en medio de la adversidad. Fue siempre tu protectora y tu bastón, y tú le regalaste himnos que fueran dignos de aquella que llevo en su vientre al Dador de Vida, encargando para nuestra salvación. Por eso, con la Toda Santa Theotokos, no atrevemos a elevar nuestros ojos al cielo y clamar en alta voz: Aleluya

Ikos VII
Tus himnos, Oh Justo Juan, nos llevan a la devoción y la piedad hacia aquella que fue la fuente de tu inspiración, la Soberana del Mundo, ya que ella es el templo sagrado, paraíso espiritual y orgullo de las vírgenes; pues Aquel que existía desde antes de todos los siglos, hizo de su seno un Trono y la hizo más amplia que los Cielos. Pues tomo la carne y la sangre de aquella que le llevó en su vientre. Por ello todos cantamos tu himno “En ti se alegra, Oh llena de gracia, toda la creación”. Y de esta manera, podemos todos a una cantar:

Alégrate, elogio de la virginidad
Alégrate, glorificador de la Encarnación
Alégrate, ensalzador de los dones de la castidad
Alégrate, adorador de la Toda Santa Trinidad
Alégrate, verdadero y fiel guardián del honor de nuestra Señora
Alégrate, director del coro de los ángeles y de los hombres
Alégrate, magnificador de la puerta que estaba cerrada
Alégrate, aclamador de nuestro líder en la batalla espiritual
Alégrate, protector de la condescendencia de nuestro Señor
Alégrate, defensor y digno ejemplo de humildad.
Alégrate, fuente de tesoros más valioso que el oro o la plata
Alégrate, divino himnógrafo, por quien los fieles ortodoxos nos dirigimos dignamente a Dios
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza

Kondakio VIII
Oh Crisorroas y divino teólogo, después de haber almacenado en tu interior muchas obras maravillosas y teológicamente puras, no te contentaste con permanecer en silencio sino que estableciste joyas de gloria a nuestro Señor, su Madre y sus Santos con la mano que te fue arrancada con traición, y que sin embargo ahora te servía para defender con fiereza la fe ortodoxa. Definiste claramente las herejías y demostraste su impía vanidad. Por ello tus escritos divinamente inspirados, son fuente de sabiduría para los que quieren alabar a Dios en espíritu y en verdad. Por ello, nosotros los fieles, asombrados por tu incansable batalla, clamamos a Dios y a Su Santa Madre diciendo: Aleluya

Ikos VIII
Deseando instruir a los fieles y alabar abundantemente la infinita misericordia de Dios; compusiste cánones para la continua alabanza a Dios a lo largo del año, y adornaste la Iglesia con homilías y tratados ricamente expuestos. Ardientemente defendiste el culto a los Santos, a sus reliquias y a sus imágenes. Definiste la justa veneración explicando que lo que honramos en los Santos, son los dones de Dios que han hecho de ellos los hijos del Padre celestial; los amigos y los hermanos de Cristo; y los templos del Espíritu Santo. Y así, alabando a Dios en sus Santos, cantamos junto a ellos:

Alégrate, tú que te maravillaste con la venida de la fuente de la Vida
Alégrate, tú que te estremeces a los pies de la cruz
Alégrate, tú que proclamaste la encarnación de Cristo como los profetas
Alégrate, tú que temblaste en la manifestación de la Trinidad en la Teofanía
Alégrate, tú que deseaste celebrar a Cristo como Simeón el Portador de Dios
Alégrate, tú que te llenaste de gozo cuando Gabriel anunció la Gran Dispensación
a la Madre de Dios
Alégrate, oh tú que te sobrecogiste por la pasión de nuestro Señor
Alégrate, tú que recibiste el Espíritu Santo como los Apóstoles en Pentecostés
Alégrate, tú que llevaste el Evangelio de Cristo a los que no lo habían oído a imagen de los Apóstoles
Alégrate, tú que proclamaste la resurrección de los fieles, al magnificar la Dormición de la Santa Theotokos
Alégrate, tú que lloraste con la ejecución del precursor por el impío Herodes
Alégrate, proclamador de la historia de nuestra salvación en himnos
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza

Kondakio IX
Ofreciendo panegíricos a la Gloriosa Muerte y Resurrección de Cristo para la liberación de nuestros pecados, compusiste la joya de los cánones “El día de la Resurrección” el cual cantamos con temor y estremecimiento en la mañana de Pascua, como el Sol de Justicia surge para iluminar al mundo en la oscuridad. Y cantando “Cristo ha resucitado de entre los muertos” decimos en Pascua: Aleluya.

Ikos IX
Jerjes con su vasto ejército bárbaro y sus navieros cuyas flechas bloqueaban el sol no pudieron derrotar a los Ortodoxos porque tú, Oh Instruido, usaste la sabiduría mundana aprendida y la fe cristiana en prodigiosa y divina armonía para refutar las creencias de los heréticos Ismaelitas y de cualquier otro hereje que se atreviera a alzar la voz contra la Verdad Ortodoxa. Por lo que te cantamos:

Alégrate, azote de herejes
Alégrate, guerrero de la verdad
Alégrate, proclamador de la Cruz contra los que la abominan
Alégrate, Muralla impenetrable contra los que niegan la encarnación del Logos de Dios
Alégrate, defensor del Evangelio
Alégrate, orador del sentido ortodoxo para aquellos que no son sensibles a la Verdad!
Alégrate, casto defensor del verdadero y santo matrimonio
Alégrate, sanador de las heridas causadas por la mutilación de la Verdad
Alégrate, castigador de los descendientes de Arrio
Alégrate, reprensor de los judaizantes
Alégrate, tú que aplastaste a los que aseguraban que Dios no tiene Hijo
Alégrate, victorioso soldado de Cristo que no te apiadaste de la mentira y la impiedad
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza

Kondakio X
Siendo aún joven en años, pero avanzado y experimentado en pruebas ascéticas; siendo un digno maestro de la oración constante, un divino erudito de los escritos teológicos y un docto en cantos al Señor, fuiste ordenado al sagrado sacerdocio, Oh digno Juan, por el Patriarca Juan de Jerusalén, y se te encomendó predicar en la Iglesia de la Anástasis de la ciudad. Por lo que agradecidos por tan buena dispensación de Dios hacia nosotros, cantamos junto a ti: Aleluya.

Ikos X
Y viendo en ti la perfecta alabanza, nos unimos en oración, Oh sacerdote de Dios, para ofrecer súplicas e himnos de acción de gracias a Nuestro Señor Dios y Salvador Jesús Cristo; y clamamos por los que partieron de esta vida terrenal, ofreciendo con estremecimiento oraciones por los fieles ante el temible tribunal de Cristo, por lo que clamamos con fe:

Alégrate, sacerdote de Dios según el orden de Melquisedec
Alégrate, justo celebrante de los misterios divinos
Alégrate, predicador del arrepentimiento
Alégrate, intercesor de la humanidad ante el altar de Dios
Alégrate, proclamador del Evangelio
Alégrate, concelebrante con los Ángeles y Arcángeles
Alégrate, invocador del Espíritu Santo
Alégrate, Oh padre espiritual y confesor
Alégrate, bautista de iniciados
Alégrate, maestro de los catecúmenos
Alégrate, distribuidor de los Santos Misterios para el pueblo de Dios
Alégrate, tú que bendices a la congregación con la Cruz de Cristo
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza

Kondakio XI
Sobrecogidos por tus enseñanzas y devoción entusiasta por la Verdad, el séptimo Concilio Ecuménico declaró: “¡Ay de los iconoclastas” y justificó que tus escritos eran de hecho la aclaración de las enseñanzas que la iglesia había celebrado siempre y en todas partes. Se alzó la voz diciendo “¡Ay de los Iconoclastas”, tornad en la recta dirección y cantad: Aleluya.

Ikos XI
Los Himnos de los ortodoxos son ríos de teología y miríada, pero ninguno tan glorioso como tú, oh predicador elocuente, orador de Oro y río de gracia increada, que incluso tu hermano San Cosme, criado y educado contigo, proclamó que tu canon de la Resurrección de nuestro Señor Dios y Salvador Jesús Cristo, debía ser leído en todas partes por lo que nos atrevemos a clamar:

Alégrate, Oh divina inspiración, que compusiste el Canon de Oro
Alégrate, tú que expusiste que Cristo trajo la alegría eterna para desterrar la tristeza
Alégrate, portador de la gracia increada que se extiende desde su trascendente Luz
Alégrate, tú que sepultaste tu vida para vivir en Cristo
Alégrate, tú que fuiste crucificado con Cristo para morir en el pecado y resucitar en la vida eterna
Alégrate, tú que con Habacuc te gozaste del triunfo de Cristo sobre el Hades
Alégrate, tú que con el arca del Señor te hiciste un glorioso pescador de las psiques en el error
Alégrate, portador de mirra ante la tumba vacía de Cristo
Alégrate, tú que con Cristo rompiste las cadenas de la muerte en el pecado
Alégrate, tú que con los ortodoxos te levantaste de la profunda y oscura prisión
Alégrate, tú que fuiste purificado con los tres santos jóvenes por el divino rocío refrescante en el horno de fuego
Alégrate, tú que bebiste del néctar de la resurrección de Cristo
Alégrate, oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza

Kondakio XII
La arrogancia juvenil que a todos nos acecha, fue sofocada por la sabiduría de tu ancianidad espiritual, oh arpa inspirada del Espíritu Santo, a través de las obras de teología, los himnos y las melodías. Y los fieles seguirán estudiando tus escritos, cantando tus obras y guiados por la ortodoxa exposición de fe para que sigamos alabando a Dios con temor y estremecimiento cantando: Aleluya.

Ikos XII
Tus escritos son más poderosos que guerreros con espadas, caballeros con lanza, arqueros con arcos, reyes con ejércitos y emperadores con armadas, Oh venerable Juan, pues has disipado las herejías y los errores de los enemigos de la Iglesia con tus escritos e himnos. Por lo que en alta voz te clamamos:

Alégrate, luminaria en medio de la oscuridad
Alégrate, arpa que triunfaste sobre el paganismo de Apolo y Orfeo
Alégrate, monje humilde glorificado en el ascetismo
Alégrate, justo sacerdote, digno de las alturas del cielo
Alégrate, agua viva que apagas las llamas de la herejía
Alégrate, león de la ortodoxia manso como un cordero
Alégrate, estoico guerrero en la batalla contra el pecado que te viste enaltecido por los sufrimientos
Alégrate, Oh Cántico de la Iglesia por quien los fieles ortodoxos cantan la victoria sobre la muerte en la Resurrección
Alégrate, portador de la filosofía espiritual que superaste en elocuencia a los filósofos y los más grandes sabios
Alégrate, tú que fuiste humillado para ser enaltecido
Alégrate, vencedor en la batalla que arrancaste la mala hierba del error.
Alégrate, Oh Justo Juan Damasceno, campeón de la ortodoxia y maestro de la pureza

Kondakio XIII
Ningún hombre puede cantar adecuadamente tus alabanzas, Oh Luminaria, digno sacerdote, defensor de la fe ortodoxa, azote de los herejes, aplastador de los ismaelitas, protector de los santos iconos, digno origen del icono de la Trijerusa, fuente de sabiduría espiritual, maná de la recta fe, arroyo de Agua Viva que nunca se corrompe, fiel defensor de la Theotokos, alivio de los que descansan en el Señor, Oh San Juan Damasceno, coraza contra las embestidas del maligno y terror de los ejércitos de la oscuridad, sálvanos de la muerte eterna y condúcenos por el angosto camino que lleva a la vida para que contigo, la Toda Santa Theotokos y el coro de las huestes celestiales, podamos cantar a Dios alabado en sus Tres Personas: Aleluya, Aleluya, Aleluya .


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