Wednesday, June 8, 2016

Oración a San Juan (Maximovich), Arzobispo de Shanghai y San Francisco.



¡Oh amado Jerarca Juan! Mientras vivías entre nosotros Tú viste el futuro como presente, cosas distantes como cercanas, los corazones y mentes de los hombres como si fueran tuyos propios. Nosotros sabemos que en esto tú estabas iluminado por Dios, con Quien Tú estabas siempre en la mística comunión de oración, y con Quien Tú ahora moras eternamente. Así como Tú una vez escuchaste las peticiones mentales de tu rebaño disperso incluso antes de que ellos pudieran hablarte, así escucha ahora nuestras plegarias y llévalas ante el Señor. Tú has cambiado de sitio a la vida sin dolor, al otro mundo, aún Tú estás, en verdad, no lejos de nosotros, por lo que el cielo está más cerca nuestro que nuestras propias almas. Muéstranos a quienes sentimos temor y soledad, la misma compasión que Tú mostraste a una vez los temblorosos huérfanos. Danos a nosotros que caímos en el pecado, confusión y desesperación la misma austera amada instrucción que Tú diste una vez al rebaño elegido. En Ti vemos la semejanza viviente de nuestro Hacedor, el espíritu viviente del Evangelio y el fundamento de nuestra Fe.

En la vida pura que Tú has conducido durante nuestro tiempo pecaminoso, nosotros vemos un modelo de virtud, una fuente de instrucción e inspiración. Contemplando la gracia otorgada a Ti, sabemos que Dios no ha abandonado a Su gente. Más bien nosotros caímos lejos de Él, y debemos recuperar la semejanza de Divinidad como Tú lo has hecho. A través de Tu intercesión ¡oh Bendito! Concédenos que podamos incrementar nuestro esfuerzo hacia nuestro hogar celestial, poniendo nuestros afectos en cosas elevadas, perfeccionando en oración y virtud, sosteniendo guerra contra los ataques de nuestra naturaleza caída.

Invoca la misericordia de Dios, que podamos un día encontrarte en Su Reino. Porque nuestro más profundo deseo es vivir por siempre con El, con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Tropario.

Tu cuidado por tu rebaño en su morada / ha prefigurado las súplicas que Tú siempre presentaste por todo el mundo. / Así nosotros creemos, habiendo conocido tu amor ¡oh Santo Jerarca y Milagroso Juan! / Totalmente santificado por Dios a través del ministerio de los puros Misterios, / y Tú mismo fortalecido por lo cual, / Tú te has apresurado al sufrimiento ¡oh sumo gozoso sanador! // Apresúrate ahora también a la ayuda de nosotros quienes te honramos con todo nuestro corazón.

Catecismo Ortodoxo

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El Bautismo ( San Serafín de Sarov )



Esa gracia resplandeciente del Espíritu Santo nos fue concedido a todos nosotros, fieles de Cristo, en el sacramento del bautismo. Ella ha sido sellada a través de la unción efectuada con el santo aceite sobre las diversas partes de nuestro cuerpo según lo prescripto por la Santa Iglesia, depositaria eterna de esta gracia. Se dice: "El sello del don del Espíritu Santo." 

Ahora bien ¿sobre qué depositamos nuestros sellos si no sobre aquellos recipientes cuyo contenido nos es particularmente precioso? ¿Y qué hay más precioso en el mundo y más sagrado que los dones del Espíritu Santo enviados desde lo alto por el sacramento del bautismo? 
 
Esta gracia bautismal es tan excelsa, tan importante, tan vivificante para el hombre que incluso, si él se torna herético, ella no le es quitada hasta su muerte, es decir hasta el término de su vida temporal fijada por la Providencia, a fin de darle una oportunidad de corregirse. Si no pecáramos, permaneceríamos siempre como los servidores de Dios, santos e inmaculados, extraños a toda impureza del cuerpo y del espíritu. Lo desgraciado es que, avanzando en edad, no crecemos en sabiduría y gracia como lo hacía Nuestro Señor Jesucristo (Lc. 2:52), sino que, al contrario, nos pervertimos más y más y nos tornamos, privados del Espíritu Santo, en grandes y abominables pecadores.

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