Ya hemos hablado del que miente con el pensamiento y con las palabras. Nos queda por decir quién es el que miente con su misma vida.
Miente con su vida el libertino que se precia de casto; el avaro que habla de limosnas y elogia la caridad, o también el orgulloso que admira la humildad. No la admira con intención de alabar la virtud; en ese caso comenzaría por confesar humildemente su propia debilidad diciendo: " ¡Qué desdicha la mía! Estoy vacío de todo bien". Después de confesar así su miseria, podría admirar y alabar la virtud. Pero tampoco es con la intención de evitar el escándalo por lo que hace el elogio de la virtud, porque si así fuera debería decir: " ¡Soy un miserable, lleno de pasiones! ¿Por qué voy a escandalizar a mi prójimo? ¿Por qué voy a hacer mal al alma de otro imponiéndome así una carga más? "Entonces, aun siendo él mismo pecador, podría aproximarse al bien. Porque verse a si mismo como un miserable es humildad, y cuidar del prójimo es compasión. Pero el mentiroso no admira la virtud con esos sentimientos. Para cubrir su propia vergüenza pone por delante el nombre de la virtud hablando de ella como si fuese virtuoso. Y muchas veces lo hace para hacer daño y engañar a alguien. Porque, en efecto, ninguna maldad, ninguna herejía, ni el mismo diablo podrá engañar si no es simulando virtud, según lo dice el Apóstol: El mismo diablo se transforma en ángel de luz (2 Co 11-14). No es de admirar entonces que sus servidores se disfracen de servidores de la justicia. De esta manera, sea para evitar la humillación o por vergüenza, o con el objeto de seducir y engañar a alguien, el mentiroso habla de las virtudes, las alaba y las admira, como si él mismo las hubiese adquirido con su esfuerzo. Así es el que miente con su misma vida. No es simple, tiene doblez, es uno por dentro y otro por fuera. Toda su vida no es más que duplicidad y farsa.
Hemos hablado de la mentira, que proviene del diablo. De la verdad hemos dicho: La Verdad es Dios. Huyamos por lo tanto, hermanos de la mentira, para escapar de las filas del Maligno esforzándonos en poseer la verdad y en estar unidos a Aquel que dijo: Yo soy la Verdad (Jn 14, 6). ¡Que Dios nos haga dignos de su verdad!
San Doroteo De Gaza
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