Friday, June 26, 2015

SALMOS DE MAITINES


¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz y buena voluntad para los hombres! (3 veces)
Abre, Señor, mis labios, y proclamará mi boca tu alabanza. (2 veces)
Salmo 3 2
Señor, ¿por qué se han multiplicado los que me afligen? Muchos se levantan contra mí.
 Todos los Salmos en el Devocionario son una
traducción propia del texto griego de la versión de la Septuaginta, usada en la Iglesia Ortodoxa.

Muchos dicen a mi alma: «No hay salvación para él en su Dios.»
Pero Tú, Señor, eres mi protector, mi gloria y el que exalta mi cabeza.
Con mi voz he clamado al Señor, y Él me ha escuchado desde su monte santo.
Yo me acosté y me dormí, y desperté, porque el Señor me ampara.
No temeré ante miríadas de pueblos, los que en contorno me asedian. Levántate, oh Señor: sálvame, Dios mío; pues Tú has golpeado a todos los que sin causa me aborrecen; has quebrantado
los dientes de los pecadores.
Del Señor es la salvación, y sobre tu pueblo esté tu bendición.

Nuevamente:
Yo me acosté y me dormí, y desperté, porque el Señor me ampara.
Salmo 37
Señor, no me increpes en tu furor, ni me
corrijas en tu ira.
Porque tus saetas se han clavado en mí, y has afirmado sobre mí tu mano; no hay sanidad en mi carne ante tu ira; no hay paz para mis huesos ante mis, pecados.
Porque mis iniquidades han sobrepasado mi cabeza; cual carga agobiante han pesado sobre mí.
Mis heridas han hedido y se han corrompido ante mi insensatez; me he fatigado y encorvado hasta el fin, todo el día andaba contristado; porque mis lomos se han llenado de mofas y no hay sanidad en mi carne.
Maltratado y humillado he sido sobremanera, rugía por el gemido de mi corazón.
Delante de Ti está todo mi deseo, y mi gemido no está oculto a Ti.
Mi corazón se conturbó; me abandonó mi fuerza; ni la luz de mis ojos estaba conmigo.
Mis amigos y parientes se han acercado y se han colocado contra mí; y los más allegados se han puesto a distancia; me violentaron los que buscaban mi alma, y los que procuran mal para mí han hablado vanidades y han tramado
engaños todo el día.
Yo, empero, cual si sordo, no oía; y cual si mudo que no abre su boca; me he vuelto cual si un hombre que no oye y no tiene réplicas en su boca.
Porque en Ti he esperado, Señor: Tú escucharás, Señor, Dios mío.
Porque dije: «No sea que se regocijen por mí mis enemigos.» Y, al vacilar mis pies, se jactaron sobre mí.
Porque yo para la flagelación estoy presto y mi dolor está siempre ante mí.
Porque yo anunciaré mi iniquidad, y me cuidaré de mi pecado.
Pero mis enemigos viven y se han fortalecido sobre mí; se han multiplicado los que injustamente me aborrecen; los que me devolvieron mal por bien me calumniaban, porque yo aspiraba la
bondad.
No me abandones, Señor, Dios mío, no te apartes de mí: ven en mi ayuda, Señor de mi salvación.
Nuevamente:
No me abandones, Señor, Dios mío, no te apartes de mí: ven en mi ayuda, Señor de mi salvación.
 

Salmo 62
Oh Dios, Dios mío, a Ti madrugo:
mi alma ha tenido sed de Ti. ¡Cuántas veces también mi carne!, en tierra desierta, intransitable y sin agua, así en el santuario me he presentado
ante Ti, para ver tu poderío y tu gloria.
Porque mejor es tu misericordia que los sacrificios, mis labios te alabarán.
Así te bendeciré en mi vida, en tu Nombre elevaré mis manos; se saciará mi alma como de médula y
grosura, y con labios de júbilo te alabará mi boca.
Cuando me acordaba de Ti sobre mi lecho, por las mañanas meditaba en Ti, porque te has hecho mi auxiliador, y bajo la sombra de tus alas me regocijaré.
Mi alma se adhirió a Ti; tu diestra me
acogió.
En cambio, ellos en vano han buscado mi alma; entrarán en lo más profundo de la tierra, serán entregados bajo poder de la espada y quedarán cual presas de los chacales.
Pero el rey en Dios se alegrará, y todo el que jura por él será alabado, porque ha sido obstruida la boca de los que hablan injusticias.
Nuevamente:
por las mañanas meditaba en Ti; porque te has hecho mi auxiliador; y bajo la sombra de tus alas me regocijaré.
Mi alma se adhirió a Ti; tu diestra me
acogió.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios.
Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios.
Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios.
Señor, ten piedad. (3 veces)
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
 

Salmo 87
Señor, Dios de mi salvación, día y noche he clamado ante Ti; entre a tu Presencia mi oración, inclina tu oído a mi súplica.

Porque mi alma está hastiada de males, y mi vida se ha aproximado al Hades.
He sido contado entre los que descienden a la fosa; he venido a ser como un hombre desamparado, libre entre los muertos; como los heridos que yacen en el sepulcro, de los que no te acuerdas ya,
que han sido apartados de tu mano; me han puesto en una fosa profunda, en las tinieblas y en la sombra de la muerte.
Sobre mí se ha establecido tu furor, has traído en mi contra todas tus tormentas.
Has alejado de mí a mis conocidos, me han puesto por abominación para ellos; fui entregado y no salía, mis ojos languidecieron de miseria.

He clamado a Ti, Señor, todo el día a Ti he extendido mis manos:
¿acaso a los muertos harás maravillas?,
¿o los resucitarán los médicos, y te confesarán?
¿Acaso narrará alguno en el sepulcro tu
misericordia, y tu verdad en el lugar de la perdición?
¿Acaso se conocerán en las tinieblas tus maravillas, y tu justicia en la tierra olvidada?
Mas yo a Ti he clamado, Señor; al despuntar el alba, te llegará mi oración.
¿Por qué, Señor, rechazas a mi alma, y apartas de mí tu Rostro?
Pobre soy yo, y he estado en fatigas desde mi juventud; y una vez exaltado, he sido humillado y confundido.

Sobre mí han pasado tus iras, y tus terrores me han turbado; me han cercado cual agua, todo el día
me han rodeado a una.
Has alejado de mí al amigo y al prójimo y a mis conocidos por mi miseria.
Nuevamente:
Señor, Dios de mi salvación, día y noche
he clamado ante Ti; entre a tu Presencia mi oración, inclina tu oído a mi súplica.
 

Salmo 102
Bendice, alma mía, al Señor, y todo dentro de mí su santo Nombre.
Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides todos sus beneficios; el que perdona todas tus iniquidades; el que sana todas tus dolencias; el que redime a tu alma de la corrupción; el que te corona con misericordia y compasión; el que colma de bienes tu deseo, que tu juventud se renueva como la del águila.
El Señor hace misericordia y juicio a todos los agraviados.
Manifestó sus caminos a Moisés, y su voluntad a los hijos de Israel.
Compasivo y misericordioso es el Señor, tardo para la ira y de mucha piedad; no hasta el fin se airará, ni para siempre se enfurecerá.
No ha hecho con nosotros según nuestras iniquidades ni según nuestros pecados nos ha retribuido.

Cuanto se alza el cielo de la tierra, tanto ha fortalecido el Señor su misericordia sobre los que le temen.
Cuanto dista el oriente del occidente, tanto ha alejado de nosotros nuestras iniquidades.
Como se conmisera el padre de los hijos, así se ha compadecido el Señor de los que le temen; porque Él conoció nuestra hechura, se acordó de que somos polvo; el hombre, como heno son sus días,
como flor del campo florecerá; que si un viento pase por ella, ya no existirá ni volverá a conocer su lugar.
Pero la misericordia del Señor es desde siempre y para siempre sobre los que le temen, y su justicia sobre los hijos de los hijos, los que guardan su Alianza y se acuerdan de sus mandamientos para cumplirlos.
El Señor en el cielo ha dispuesto su Trono, y su Reino sobre todos señorea.
Bendecid al Señor, todos sus ángeles, poderosos en fuerza, que ejecutan su palabra al oír la voz de su mandato.
Bendecid al Señor, todas sus potestades, servidores suyos que hacen su voluntad.
Bendecid al Señor, todas sus obras, en todo lugar de su dominio: bendice, alma mía, al Señor.
Nuevamente:
En todo lugar de su dominio: bendice, alma mía, al Señor.

Salmo 142
Señor, escucha mi oración: advierte mi súplica en tu verdad, atiéndeme con tu justicia.
Y no entres en juicio con tu siervo porque no será justificado ante Ti ningún viviente.
Porque el enemigo ha perseguido a mi alma, ha humillado hasta el suelo mi vida; me ha sentado en tinieblas como a muertos desde hace siglos; se ha desalentado mi espíritu; mi corazón se ha turbado dentro de mí.
Recordé los días de antaño, medité en todas tus obras, las hechuras de tus manos contemplé.

Extendí mis manos hacia Ti, mi alma es como tierra sedienta de Ti.
Escúchame pronto, Señor: ha desfallecido mi espíritu.
No apartes de mí tu rostro, pues me asemejaría a los que descienden a la fosa.
Hazme oír al despuntar el alba tu misericordia, porque en Ti he esperado. Hazme conocer el camino en que he de andar porque hacia Ti he levantado mi alma.
Arráncame de mis enemigos, Señor, que en Ti me he refugiado; enséñame a cumplir tu voluntad porque Tú eres mi Dios.

Tu Espíritu, que es bondadoso, me guía en tierra recta. Por tu Nombre, Señor, me vivificarás.
Con tu justicia sacarás a mi alma de la
tribulación y con tu misericordia exterminarás a mis enemigos.
Y perderás a todos los que atribulan a mi alma porque yo soy tu siervo.
Nuevamente:
Atiéndeme en tu justicia y no entres en juicio con tu siervo (2 veces).
Tu Espíritu, que es bondadoso, me guía en tierra recta.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios.
Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios.
Aleluya, aleluya, aleluya. Gloria a Ti, oh Dios nuestro y Esperanza nuestra:
¡Gloria a Ti!
Por las oraciones de nuestros santos padres, oh Señor Jesucristo, Dios nuestro: ten piedad de nosotros y sálvanos. Amén.

PARÁCLESIS - Canon de súplicas A la Virgen Madre de Dios


Salmo 142
Señor, escucha mi oración: advierte mi súplica en tu verdad, atiéndeme con tu justicia.
Y no entres en juicio con tu siervo porque no será justificado ante Ti ningún viviente.

Porque el enemigo ha perseguido a mi alma, ha humillado hasta el suelo mi vida;
me ha sentado en tinieblas como a muertos desde hace siglos; se ha desalentado mi espíritu; mi corazón se ha turbado dentro de mí. Recordé los días de antaño, medité en todas tus obras, las hechuras de tus manos contemplé.
Extendí mis manos hacia Ti, mi alma es como tierra sedienta de Ti.
Escúchame pronto, Señor: ha desfallecido mi espíritu.
No apartes de mí tu rostro, pues me asemejaría a los que descienden a la fosa.

Hazme oír al despuntar el alba tu misericordia, porque en Ti he esperado.
Hazme conocer el camino en que he de andar porque hacia Ti he levantado mi alma.
Arráncame de mis enemigos, Señor, que en Ti me he refugiado; enséñame a cumplir tu voluntad porque Tú eres mi Dios.
Tu Espíritu, que es bondadoso, me guía en tierra recta. Por tu Nombre, Señor, me vivificarás.
Con tu justicia sacarás a mi alma de la tribulación y con tu misericordia exterminarás a mis enemigos.
Y perderás a todos los que atribulan a mi alma porque yo soy tu siervo.

Dios, el Señor
Tono 4

Dios, el Señor, se nos ha manifestado.
¡Bendito el que viene en el Nombre del Señor!
Verso 1: Confesad al Señor e invocad su nombre santo.
Verso 2: Todas las generaciones me cercaron y en el nombre del Señor las vencí.
Verso 3: Fue el Señor quien lo hizo y eso es maravilloso a nuestros ojos.
 

Troparios
A la Purísima acudamos con ánimo, oh
miserables pecadores, postrémonos con contrición clamándole desde el fondo del ser: Señora, auxílianos con tu dulce ternura; no tardes ya, pues las culpas nos están acabando. No dejes ir
frustrados a tus siervos, pues tú eres su esperanza única.
 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Oh Madre de Dios, jamás dejaremos los indignos de exaltar tus grandezas, pues si tú no rogaras por nosotros, ¿quién, de los profusos males, nos libraría? o ¿quién, hasta ahora, libres nos
conservaría? No nos apartaremos de ti, Señora que rescatas a tus siervos de toda adversidad.

Salmo 50
Ten piedad de mí, oh Dios, según tu gran misericordia; y según la abundancia de tu compasión, borra mi iniquidad.
Lávame aún más de mi injusticia y de mi pecado purifícame.
Porque yo reconozco mi trasgresión y mi pecado está siempre ante mí.
Contra Ti solo he pecado y lo malo he hecho ante Ti, para que seas justificado en tus palabras y venzas cuando se te juzgue.
He aquí, fui concebido en iniquidades y en pecado me dio a luz mi madre.
He aquí, Tú has amado la verdad, y lo desconocido y oculto de tu sabiduría me has manifestado.

Me rociarás con hisopo y seré purificado; me lavarás y quedaré más blanco que la nieve.
Me enseñarás gozo y alegría, y mis huesos humillados se regocijarán.
Aparta tu faz de mis pecados y borra todas mis iniquidades.
Crea en mí, oh Dios, un corazón puro; y un espíritu recto renueva en mis entrañas.
No me arrojes de tu faz ni quites de mí tu Santo Espíritu.
Devuélveme el gozo de tu salvación, y con espíritu conducente afiánzame.
Enseñaré a los transgresores tus sendas y los impíos se convertirán a Ti.

Líbrame de sangres, oh Dios, Dios de mi
salvación, y gozará mi lengua de tu justicia.
Abre, Señor, mis labios y publicará mi boca tu alabanza.
Porque si hubieras deseado sacrificio, te lo daría; pero en holocaustos no te complacerás.
El sacrificio a Dios es un espíritu contrito; a un corazón contrito y humillado Dios no despreciará.
Favorece, Señor, en tu beneplácito a Sión, y sean edificados los muros de Jerusalén.
Entonces te complacerás en sacrificio de justicia, oblación y holocaustos.
Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.

CANON
Tono 8
Oda I

 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
Por muchas tentaciones que me asedian, en ti me refugio, procurando la salvación. Oh Virgen Madre del Verbo, de los apuros y desgracias, libérame.
 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
Pasiones me atacan con avidez llenando mi alma con hondísima aflicción; pacifícame, Doncella Intachable, con la quietud de tu Hijo y tu Dios.
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
A ti, que engendraste al Salvador, te imploro, oh Virgen: de las penas, libérame, pues recurriendo a ti ahora, elevo el alma y la mente.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Enfermo del cuerpo y del alma estoy; tu santo amparo y cuidado, concédeme, oh única Madre de Dios, Virgen y bienhechora que al Bondadoso
alumbraste.
Oda III
 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
Amparo de mi vida y protección sólida, Virgen, a ti me dirijo: Pura, dirígeme hacia tu puerto, Manantial de los bienes, Apoyo de los fieles, oh Alabadísima.
 ¡Santísima Madre de Dios sálvanos!
La tormenta del alma y el viento de la aflicción, te ruego, oh Virgen Madre de Dios: arráncalos. Tú, que engendraste a Cristo, el Príncipe de Paz, oh Novia de Dios, única Alabadísima.
 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Ya que al Bienhechor nos trajiste, al que es el Manantial del bien, haz que nos brote a todos en abundancia bondad.
Todo lo puedes tú que engendraste a Cristo, al Todopoderoso, oh Bendita de Dios.
 Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Tan severos dolores y enfermizas pasiones estoy padeciendo: Purísima, ven, ayúdame. He constatado, pues, tu curación, oh Tesoro que no se agota, oh Alabadísima.

Sálvanos de los peligros a tus siervos, oh Theotokos, porque todos, después que a Dios, a ti acudimos, Refugio y Baluarte inquebrantable.
Asómate con tu bondad, Alabadísima Theotokos, hacia el triste malestar de mi cuerpo y cúrame los dolores del alma.
El sacerdote dice la letanía, y el coro contesta
«Señor, ten piedad» (tres veces). Catisma
Ferviente Intercesión y baluarte invencible, fuente de compasión y refugio del mundo, te clamamos
intensamente, oh Madre de Dios: apresúrate y líbranos de los peligros, oh pronta y única Protectora.

Oda IV

¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Tú que a Cristo, el Timonel, diste a luz, oh Novia de Dios, aquieta el huracán de mis pasiones y la tempestad de mis pecados.
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Te imploro: concédeme tu inagotable y profunda compasión, tú que engendraste al Compasivo, al Salvador de quienes te alabamos.
 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Al gozarnos, Purísima, de tus beneficios, te ofrecemos con gratitud un cántico, los que te confesamos, Madre del Señor.

 Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Infalible Esperanza, sólida Muralla y de salvación Pilar: al tenerte, Loadísima, todos nos libramos del peligro.
 

Oda V
¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Llena el corazón de alegría, oh Purísima, al otorgarme tu casto júbilo, tú que al Causante de la alegría alumbraste.
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Oh Madre de Dios, del peligro redímenos, tú que engendraste a la eterna Redención y a la Paz que a toda mente sobrepasa.

 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
La oscuridad de mis faltas desvanécela con tu esplendor, oh Virgen Novia de Dios, que diste a luz a la Luz eterna y divina.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Cúrame a mí, el enfermo, oh Purísima; hazme digno de tu visitación; y la salud, por tus intercesiones, otórgame.
 

Oda VI
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Suplícale a tu Señor y tu Hijo, quien a nuestra naturaleza corrupta ha salvado de la corrupción y de la muerte por entregarse a la muerte, oh Virgen, que salve nuestras almas de los engaños y maldades del enemigo.
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Te conozco como guarda segura, protectora de mi vida, oh Virgen, pues destruyes mis duras tentaciones y me quitas las trampas de Satanás. Te he rogado con tesón: de las corruptas pasiones rescátame.
 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Te tenemos como Muralla protectora, el consuelo en las profundas tristezas, y salvación de las almas, oh Virgen, con cuya luz nos gozamos por siempre.
Doncella, oye nuestra voz: de los peligros y pasiones, libéranos.

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
En cama de enfermedad padezco, curación no ha encontrado mi cuerpo; pero, a ti que engendraste a Cristo, al Salvador que nos otorga la curación, a ti
dirijo mi clamor: de la corrupción de los males, levántame.
Sálvanos de los peligros a tus siervos, oh Theotokos, porque todos, después que a Dios, a ti acudimos, Refugio y baluarte inquebrantable.
Purísima, que por palabra engendraste a la Palabra inefablemente en el tiempo, suplícale con rezos maternos siempre escuchados.

El sacerdote dice la letanía, y el coro contesta
«Señor, ten piedad» (tres veces).
 

Condaquio
Tono 4

Oh Protectora de los cristianos indesairable, Mediadora ante el Creador, irrechazable: no desprecies las súplicas de nosotros, pecadores, sino acude a auxiliarnos como bondadosa a los que te invocamos con fe. Sé presta en intervenir y apresúrate con la súplica, oh Madre de Dios, que siempre proteges a los que te honran.

Cuando el servicio es llevado a cabo sin la
participación sacerdotal, el siguiente bloque
–desde la Antífona hasta el final de la oración
«Salva, oh Dios»– es omitido, y se continua con
la Oda VII, Pág. 195.
 

Antífona
Tono 4

Desde mi juventud, cuantiosas pasiones me combaten, pero Tú, oh Salvador, ampárame y sálvame. (2 veces)
Los que odian a Sión apártense ante el Señor porque, como hierba en el fuego, se secarán. (2 veces)
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Por el Espíritu Santo toda alma se vivifica y purifica, se eleva y glorifica en la Trinitaria Unidad, mística y sagradamente.
Ahora y siempre, y por los siglos de
los siglos. Amén.
Por el Espíritu Santo brotan los ríos de la Gracia que irrigan vivificadoramente toda la creación.
Proquímeno
Me acordaré de tu nombre, de generación en generación. (2 veces)
Verso: Escucha, Hija, mira y pon atento oído, olvida tu pueblo y la casa de tu padre, y el Rey se prendará de tu belleza.
Me acordaré de tu nombre, de generación en generación.

Lectura Evangélica
S. Para que seamos dignos de escuchar
el santo Evangelio, roguemos al Señor.
C. Señor ten piedad (3 veces).
S. ¡Sabiduría! Levantémonos y escuchemos el Santo Evangelio. La paz sea con vosotros.
C. Y con tu espíritu.
S. Lectura del Santo Evangelio según San Lucas. (1: 39- 49, 56)
C. ¡Gloria a Ti, oh Señor, Gloria a Ti!
S. Estemos atentos.
En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo:
«Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí?
Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!»
Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me
llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre.»
María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.
C. ¡Gloria a Ti, oh Señor, gloria a Ti!
 

Troparios
Tono 2

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
¡Padre, Verbo, Espíritu, Trinidad
Unitaria!, oh Piadoso, borra la multitud de mis pecados.
 

Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Por las intercesiones de la Madre de Dios, oh Piadoso, borra la multitud de mis pecados.
Verso: Oh Piadoso, ten piedad de mí,
oh Dios, conforme a tu gran misericordia, y según la abundancia de tu compasión borra mis transgresiones.
El que recurre a ti, oh Virgen Madre de Dios, nunca se marcha malogrado; mas al pedirte gracia, se le hará la donación según convenga a su petición.
Salva, Oh Dios 

S. Salva, oh Dios, a tu pueblo y bendice tu heredad, mira a tu mundo con piedad y compasión, acrecienta la fortaleza de los cristianos ortodoxos, y envía sobre nosotros tu abundante piedad. Por la intercesión de la purísima Madre de Dios y Siempre Virgen María; por el poder de
la preciosa y vivificadora Cruz; por las súplicas de las honorables Potestades Celestiales; del honorable y glorioso Profeta y Precursor Juan Bautista; de los santos, gloriosos y alabadísimos
Apóstoles; de nuestros santos padres, doctores
ecuménicos y jerarcas, Basilio Magno,
Gregorio el Teólogo y Juan Crisóstomo;
de los santos padres Melecio y Pedro,
Patriarcas de Antioquía; de los santos milagrosos Nicolás, Arzobispo de Miralicia y Espiridión, obispo de Trimito; de los santos y gloriosos mártires Jorge, el Triunfador, Demetrio, el Emanador de mirra, Teodoro de Tiro y Teodoro el jefe militar; de los obispos mártires Ignacio de Antioquía y Policarpo de Esmirna y del mártir entre los sacerdotes, José Damasceno; de los santos justos Efrén e Isaac, los Sirios, y Juan Damasceno; de San (.....) titular de este santo templo; de los justos Abuelos del Señor, Joaquín
y Ana; de San (.....) cuya memoria celebramos hoy, y de todos los Santos:
te suplicamos, Señor, todo misericordia, que nos escuches y que tengas piedad. Señor, ten piedad. (12 veces)
Por la misericordia, la compasión y el amor a la humanidad, de tu Hijo unigénito, con Quien eres bendito, juntamente con tu Santísimo Espíritu
bueno y vivificador, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.

C. Amén.
Continuamos con las Odas:
ODA VII

 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Al haber deseado, oh Salvador, efectuar nuestra salvación, hiciste tu morada del vientre de la Virgen, Protectora del mundo. ¡Bendito eres, oh Señor, Dios de nuestros padres!
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Al Misericordioso que engendraste, oh Virgen Pura, suplícale que libre de las manchas y de las transgresiones a los que claman con fe: ¡Bendito eres, oh Señor, Dios de nuestros padres!

 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
Tesoro de salvación, inamovible baluarte de protección y Puerta de contrición, mostraste a tu Madre a los que te clamamos: ¡Bendito eres, oh Señor, Dios de nuestros padres!
Ahora y siempre, y por los siglos de
los siglos. Amén.
Los dolores del cuerpo y las dolencias del alma, oh Virgen, cúrales a los que se refugian en tu santo amparo y con fervor te alaban, oh Tú que al Salvador, a Cristo, engendraste.

Oda VIII
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Virgen, Doncella, no menosprecies los ruegos de los que te piden auxilio, de los que te alaban y ensalzan por los siglos.
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Virgen, derramas la curación con abundancia a los que, con fe, te alaban y tu inenarrable alumbramiento glorifican.
 Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo.
Virgen, me sanas de los dolores del cuerpo y de los malestares del alma, y yo te glorifico, plenísima de Gracia.

 Ahora y siempre, y por los siglos de
los siglos. Amén.
Virgen, ahuyentas las tentaciones que nos sitian y las arduas pasiones que atacan, por eso te alabamos por todos los siglos.
Oda IX
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Mis lágrimas derramo; no las menosprecies, Tú que engendraste a Cristo, oh Purísima, el que enjuga en cada rostro toda lágrima.
 ¡Santísima Madre de Dios, sálvanos!
Inunda de alegría mi corazón, oh Virgen que recibiste la plena alegría, eliminando la tristeza del pecado.

Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu
Santo.
Tus rayos luminosos, Virgen, que fulguren; y los que, con fe, te aclaman
«Madre de Dios» sean librados de la oscura ignorancia.
 Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Yaciendo en el sitio de los sufrimientos, me humillé, oh Purísima, cúrame y condúceme de la dolencia a la salud.
E inmediatamente se cantan los siguientes
Megalinarios, mientras el sacerdote inciensa:
Megalinarios
Es justo en verdad magnificarte, Oh Theotokos, siempre bienaventurada e inmaculada Madre de Dios nuestro, más honorable que los querubines e incomparablemente más gloriosa que los serafines; tú que sin mancilla diste a luz al Verbo Dios, verdaderamente eres la Madre de Dios, te
engrandecemos.
 A la que es más alta que las alturas y más transparente que el brillante rayo del sol, a quien nos ha quitado la maldición antigua, a la Reina del
mundo, con himnos honrémosla.
 Por causa de mis muchas iniquidades, se enferma mi cuerpo y padece mi alma; en ti me refugio, Plenísima de Gracia, Aliento de los tristes: Virgen,
auxíliame.
Reina y Madre del Redentor, acepta los ruegos del indigno y pecador, para que intercedas ante el que a luz has dado;
oh Reina del mundo, sé mi mediadora.
Cantémosle con júbilo y con tesón a la alabadísima Virgen Madre del Salvador: que, con todos los santos y el Precursor de Cristo, implores,
Theotokos, piedad por nosotros.
 Cállense los labios de los impíos, quienes no veneran tu icono que apreciamos, y que fue ilustrado por el Apóstol Lucas, icono que llamamos «la Conductora».
 Que todo el ejército angelical, el Precursor de Cristo, los Apóstoles del Señor y Santos gloriosos, contigo, Theotokos, ofrezcan oraciones por
nuestra salvación.

Trisagio
Santo Dios, Santo Poderoso, Santo Inmortal: ten piedad de nosotros. (3 veces)
Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Santísima Trinidad, ten piedad de nosotros. Señor, purifícanos de nuestros pecados. Maestro, perdona nuestras transgresiones. Santo, visítanos y cura
nuestras dolencias por tu Nombre.
Señor, ten piedad. (3 veces) Gloria al
Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
Amén.
Padre nuestro, que estás en los cielos,
santificado sea tu Nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. El pan nuestro de cada día dánosle hoy, perdónanos
nuestras deudas así como nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, mas líbranos del mal.
S. Porque tuyo es el Reino, el poder y la gloria: oh Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos.
C. Amén.
Troparios
Tono 6

Ten piedad de nosotros, oh Señor, ten piedad de nosotros, porque somos incapaces de defendernos. Nosotros, pecadores, te ofrecemos, oh Maestro,
esta súplica: Ten piedad de nosotros.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Oh Señor, ten piedad de nosotros, porque en Ti hemos puesto nuestra confianza, no estés sobremanera airado contra nosotros, ni te acuerdes de nuestras iniquidades; mas vuelva la mirada hacia nosotros, oh Compasivo, y líbranos de nuestros enemigos, porque eres nuestro Dios y somos tu pueblo:
todos, obra de tus manos, invocamos tu Nombre Santo.
Ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.
Ábrenos las puertas de la compasión, oh Bendita Madre de Dios, porque poniendo nuestra confianza en ti no seremos defraudados, y por ti nos libraremos de las adversidades porque Tú eres la salvación de los cristianos.
El sacerdote dice la letanía, y el coro contesta
«Señor, ten piedad» (tres veces). Luego se
concluye con el Dismisal y los siguientes
Troparios finales:
Troparios finales
Tono 6
Bondadosa, que proteges con amor a los que en tu brazo poderoso se refugian con fe: no tenemos otra intercesión ante Dios en tristezas y pruebas, nosotros pecadores, siempre encorvados por tanta
iniquidad. Madre del Altísimo Dios, Virgen, ante ti nos postramos: salva de las penas a tus siervos.
Gozo de los afligidos, protección de los oprimidos, de los hambrientos sostén, consuelo de los exiliados, y del ciego Bastón, el asilo del huérfano, abrigo y amparo de los doloridos, y tierna Visitación. Madre del Altísimo Dios, te
rogamos, oh Intachable: Apresúrate y rescata a tus siervos.
En ti he dejado mi entera confianza, oh Madre de Dios, bajo tu amparo consérvame.
S. Por las oraciones de nuestros santos
padres, oh Señor Jesucristo, Dios nuestro: ten piedad de nosotros y sálvanos.
C. Amén.