Thursday, December 13, 2018

La Doctrina de Nuestro Señor Jesucristo. ( Obispo Alexander Mileant )


Acerca de su doctrina Jesucristo dijo así: "Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo, para dar testimonio de la verdad. Y todo aquel que es de la verdad, escucha mi voz" (Jn. 18:37). Por eso, nosotros, debemos recibir con reverencia cada palabra de Cristo como absoluta e indiscutible verdad, y sobre basar sobre ella nuestra vida y nuestra concepción del mundo.
Jesucristo enseñó sobre sí mismo como el Salvador de la humanidad "El Hijo del hombre ha venido para salvar lo que se había perdido... vino para servir y para dar su vida en rescate por muchos" (Mt.18:11 y 20:28). El Hijo de Dios, hizo suya la misión de salvar a la gente, haciendo la voluntad de su Padre que amó de tal manera al mundo, que "ha dado a su Hijo unigénito para que todo aquel que en El cree, no se pierda, y tenga vida eterna" (Jn. 3:16).
Jesucristo enseñó que El es de la misma naturaleza con el Dios Padre. "Yo y el Padre, Somos uno" (Juan 10:30). Jesucristo también enseñó que al mismo tiempo descendió del cielo y a la vez está en el cielo. Simultáneamente permanece en la tierra como hombre y permanece en el cielo como Hijo de Dios siendo Dios hombre (Jn. 3:13). "Por eso todos deben honrar al Hijo, como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió" (Jn. 5:23). Jesucristo profesó la verdad de su naturaleza divina incluso antes de sus sufrimientos en la Cruz, y por esta razón fue condenado a muerte por el concilio. Los miembros del concilio le comunicaron a Pilato: "Nesotros tenemos una ley y según nuestra ley debe morir porque se hizo a sí mismo Hijo de Dios" (Jn. 19:7.).
Habiendo dado la espalda a Dios, la gente se confundió en sus ideas religiosas acerca del Creador, su naturaleza inmortal, el sentido de la vida, lo que está bien, lo que está mal. El Señor Jesucristo revela al hombre las bases de la fe y la vida, Jesucristo marca el rumbo de sus pensamientos y aspiraciones. Mencionando las exhortaciones del Salvador, los Apóstoles escriben que: "Jesús recorría todas las ciudades y aldeas enseñando en las sinagogas, y predicando el evangelio del Reino" (Mt. 9:35). A menudo el Señor empezaba sus enseñanzas con las palabras: "el Reino de Dios se parece a... " De esto se debe concluir que, según Jesucristo la gente está llamada a recibir salvación no individualmente, sino en conjunto, como una familia espiritual a través de todos los medios de gracia; que Él proveyó a la Iglesia. Estos medios se pueden definir con dos palabras: Gracia y Verdad. (La gracia, es una fuerza invisible dada por el Espíritu Santo, que ilumina la inteligencia del hombre, dirige su voluntad a hacer el bien, fortalece sus fuerzas del alma, le trae paz interior y alegría pura y santifica todo su ser).
Hablando de la salvación, Jesucristo, enseñó acerca de las condiciones necesarias para que el hombre entre en su Reino de gracia. Nos enseño cómo debe vivir y a qué debe aspirar el cristiano y cómo es la naturaleza y organización de su Reino. Ahora vamos a analizar los distintos aspectos de la doctrina del Salvador.


A) ¿Cómo entrar al Reino de Dios?

El primer paso en el camino de la salvación es la fe en Jesucristo, como enviado de Dios, Salvador del mundo, y reconocer que "El es el camino, la verdad y la vida que nadie puede llegar al Padre si no es a través de Él" (Jn. 14:6). A la pregunta de los judíos ¿qué hay que hacer para agradar a Dios? Jesús contestó: "La obra de Dios es ésta: creer en aquél que Dios ha enviado" (Jn. 6:29). "El que cree en el Hijo tiene vida eterna, pero el que se rehusa a creer en el Hijo, no verá la vida, sino que la ira de Dios estará sobre él" (Juan 3:36). La fe en Jesús consiste no sólo en reconocerlo a El como Hijo de Dios, sino hacerlo humildemente, como lo haría un niño, es decir, de una manera simple, confiando y con todo el corazón aceptar sus enseñanzas sin interpretaciones propias ni enmiendas. El Señor espera de nosotros una fe así de sincera, cuando dice: "De cierto os digo, que si no volvéis y os hacéis como niños no entrareis en el Reino de los cielos" (Mateo 18:3). Esta fe de corazón en el Salvador esclarece la mente del hombre, ilumina todo el camino de su vida con la promesa del Salvador: "Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn. 8:12).
El Señor cuando atraía a la gente a su Reino hacia un llamado a llevar un modo de vida piadoso, cuando dijo: "Arrepentios porque el Reino de los Cielos se ha acercado" (Mt. 4:17). Arrepentirse significa censurar todo acto propio de pecado, cambiar la manera de pensar y tomar la firme decisión, con la ayuda de Dios, de empezar un nuevo modo de vida basado en el amor a Dios y al prójimo.
Sin embargo, para empezar una vida piadosa, no es suficiente sólo desearlo sino que es indispensable, además la ayuda de Dios, que Dios brinda al creyente en el bautismo de gracia. En el bautismo al hombre se le perdonan todos los pecados, él nace para un modo de vida espiritual, y se convierte en ciudadano del Reino de Dios. El Señor dijo lo siguiente acerca del bautismo: "El que no renaciere de agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne y lo que nace del Espíritu es espíritu" (Jn. 3:5-6). Cuando mandaba a los Apóstoles a evangelizar por todo el mundo, Jesucristo los exhortó: "Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os He mandado" (Mt. 28:18). Además: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo, mas el que no creyere será condenado" (Marc. 16:10). Las palabras "Todas las cosas que os He mandado," subrayan la pureza de la doctrina del Salvador, en la cual todo es importante e indispensable para la salvacion.


B) Acerca de la vida Cristiana.


En los nueve preceptos de las Bienaventuranzas, (Mt. Cap. 5) Jesucristo definió el camino para la renovación espiritual. Este camino está compuesto de: humildad, arrepentimiento, mansedumbre, aspiración a una vida de bien, en las acciones de caridad, limpieza de corazón, hacer la paz y confesar los pecados. Con las palabras: "Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos." Jesucristo llama al ser humano a la humildad, al reconocimiento de sus pecados y de su debilidad espiritual. La humildad es el principio o fundamento para la corrección del ser humano. De la humildad proviene el arrepentimiento: pena por sus deficiencias, pero: "Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación. Recibirán perdón y pacificación de la conciencia. Una vez obtenida la paz del alma, el hombre mismo se hace apacible, manso. Bienaventurados los mansos, porque ellos recibirán la tierra heredada," recibirán lo que a ellos les quita gente saqueadora y agresiva. Después de estar limpio por el arrepentimiento, el hombre empieza a extrañar las buenas obras y la rectitud. "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de verdad porque ellos serán saciados." Es decir, con la ayuda de Dios, conseguirán la verdad. Una vez que él mismo ha sentido la gran misericordia de Dios, el hombre empieza a sentir compasión hacia otras personas. Bienaventurados los misericordiosos porque ellos alcanzaran misericordia. El misericordioso se desprende de su apego pecaminoso a las cosas materiales y la luz de Dios penetra en él como en agua limpia de un manso lago. Bienaventurados los de corazón limpio, porque ellos verán a Dios. Esta luz da al hombre la sabiduría necesaria para dirigir espiritualmente a otras personas para que estén en paz con ellos mismos, con el prójimo y con Dios. "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados Hijos de Dios',. El mundo pecador no puede soportar la auténtica rectitud y se levanta con odio contra los que la ostentan. Pero no hay que afligirse. Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la verdad porque de ellos es el Reino de los cielos."
Más adelante en el sermón de la montaña (Mt. Cap. 5 y 7) el Señor enseña no vengarse, a superar el sentimiento de rencor, a ser castos, a ser fieles a su palabra, a perdonar a los enemigos, a aspirar una auténtica rectitud, que hay en el corazón del hombre; explica como dar limosna, como orar y ayunar para que estas obras sean del agrado de Dios. Más adelante nos llama a no acaparar y a tener esperanza en Dios, nos enseña a no juzgar al prójimo y ser constantes en las buenas obras.
El Señor enseña a no atarse a los bienes materiales y terrenales porque: "¿De qué le sirve a uno si ha ganado el mundo entero, pero se ha destruido a sí mismo (perdió su propia alma)? ¿Qué podría dar para rescatarse a sí mismo?" (Marc. 8:36-37). Porque el hombre que busca enriquecerse está lejos de Dios, "Porque donde esta vuestro tesoro, ahí estará también vuestro corazón" (Luc. 12:34). Lo mejor para el hombre es encontrarse en contacto personal y estar en gracia de Dios, por eso Cristo llama: "Buscad el Reino de Dios y todas esas cosas os serán añadidas" (Mt. 6:33). Cuando habló del valor espiritual del Reino de Dios, Jesucristo en una de sus parábolas dijo que "El Reino de los Cielos es semejante a un mercader que busca buenas perlas, y que habiendo hallado una perla preciosa fue y vendió todo lo que tenía y la compró"(Mt. 13:45 46).
La salvación del alma debe ser el primordial anhelo del hombre. El camino de la renovación espiritual suele ser difícil por eso: "Entrad por la puerta estrecha, porque ancha es la puerta y espacioso el camino que lleva a la perdición y muchos son los que entran por ella porque estrecha es la puerta y angosto el camino que lleva a la vida y pocos son los que la hallan" (Mt. 7:13-14). El cristiano deber soportar las penas ineludibles sin murmurar, ya que son su cruz de todos los días. "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (Mt. 16:24). En resumen: "El Reino de Dios sufre violencia y los que usan la fuerza pretenden acabar con él" (Mt. 11:12) Para comprender todo esto mejor es indispensable pedir ayuda a Dios: "Velad y orad para que no entréis en tentación, el espíritu está dispuesto a la verdad pero la carne es débil" (Marc. 14:38). "Con vuestra paciencia ganareis vuestras almas" (Luc. 21:19).
El Hijo de Dios al venir al mundo por su infinito amor hacia nosotros les enseñó a sus discípulos a tener al amor como el fundamento de la vida cuando dijo:
"Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente." Este es el primer mandamiento, que es el más importante y el segundo, que es parecido a éste dice: "Ama a tu prójimo como a ti mismo." "Estos dos mandamientos son la base de toda la ley y de las enseñanzas de los profetas" (Mateo 22:37-39). Mi mandamiento es éste: "Que se amen unos a otros como yo los he amado" (Jn. 15:12).
El amor al prójimo se descubre a través de las obras de misericordia.
Hablando desde la cruz y del dolor y del camino estrecho, Cristo nos anima con la promesa de su ayuda: "Venid a mí todos ustedes que están cansados de sus trabajos y cargas y yo les haré descansar. Acepten el yugo que les impongo y aprendan de mí que soy paciente y de corazón humilde, así encontrarán descanso. Porque el yugo que les impongo y la carga que les doy para llevar son ligeros" (Mt. 11:28-30). Tanto los preceptos de las bienaventuranzas como toda la doctrina del Salvador están llenas de fe en la victoria del bien y tienen espíritu de alegría. "Alégrense, estén contentos porque van a recibir un gran premio en el cielo" (Mt. 5:12). "Por mi parte yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo" (Mt. 28:20); y promete que todo el que crea en El no se perderá, sino que tendrá la vida eterna (Jn. 3:15).


C) Acerca de la naturaleza del Reino de Dios

Jesucristo usaba ejemplos de la vida diaria, parábolas., para explicar su doctrina acerca del Reino de Dios. En una de esas parábolas se hizo una comparación del Reino de los cielos con un corral de ovejas donde viven seguras las ovejas obedientes cuidadas y guiadas por el buen Pastor que es Cristo.
"Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas... tengo también otras ovejas, que no son de este corral, también a ellas debo traerlas. Ellas me obedecerán y habrá un solo rebaño y un solo pastor... yo les doy (a mis ovejas) la vida eterna, jamás perecerán ni nadie me las quitará... El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a recibir. Nadie me quita la vida, sino que yo la doy por mi propia voluntad. Tengo derecho de darla y de volver a recibirla" (Jn. Cap. 10).
En esta comparación del Reino de Dios con un rebaño de ovejas se enfatiza la unidad de la iglesia: Muchas ovejas permanecen en un rebaño protegido, tienen fe y una forma de vida. Todas tienen un solo Pastor - Cristo. Jesucristo oró ante su Padre por la unidad de los creyentes antes de los sufrimientos en la cruz cuando dijo: "Te pido que estén completamente unidos, que sean una sola cosa en unión con nosotros, oh Padre, así como tu estas en mi y yo en ti que estén completamente unidos, para que el mundo crea que tu me enviaste" (Jn. 17:21). El principio de unión en el Reino de Dios es el amor del pastor a sus ovejas y el amor de las ovejas hacia el pastor. El amor a Cristo se expresa en la obediencia a Él, en la aspiración de vivir según su voluntad. "Si ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos "(Jn. 14:15). El amor mutuo de los creyentes es una señal importante de su Reino: "Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta que son Discípulos míos"(Jn. 13:35).
La gracia y la verdad son dos tesoros que Dios dio a la iglesia en calidad de las más importantes virtudes que constituyen su propia esencia. Véase Juan 1:17. El Señor prometió a sus Apóstoles que el Espíritu Santo guardará en la iglesia su legítima e inmaculada doctrina hasta el fin del mundo. "Yo pediré al Padre que les mande a otro defensor, el Espíritu Santo de la verdad, que permanecerá para siempre con ustedes. Los que son de este mundo no lo pueden recibir porque no lo ven, ni lo conocen ; pero ustedes lo conocen porque Él está con ustedes y permanecerá siempre con ustedes" (Jn. 14:16-17). "Cuando venga el Espíritu de la Verdad, Él les guiará hacia toda verdad" (Jn. 16:13). De la misma manera nosotros creemos que los dones de la gracia del Espíritu Santo van a estar activos en la iglesia dando nueva vida a sus hijos y saciando su sed espiritual, "El que beba del agua que yo le daré, nunca volverá a tener sed. Porque el agua que Yo le daré, brotará en El como manantial de vida eterna" (Jn. 4:14).
Así como a los reinos terrenales les son indispensables las leyes, gobernantes y distintas instituciones sin las cuales ningún estado puede existir, asimismo nuestro Señor Jesucristo provee a la iglesia de todo lo necesario para la salvación de sus creyentes: la doctrina del Evangelio, los misterios de la gracia y líderes espirituales, los pastores de la iglesia. Así dijo el Señor a sus discípulos al respecto: "Como el Padre me envío a mí, Yo los envío a ustedes." Y sopló sobre ellos y les dijo: "Reciban el Espíritu Santo" (Jn. 20:21-22). El Señor depositó en los pastores de la iglesia la obligación de instruir a los creyentes, limpiar sus conciencias, dar nueva vida a sus almas. Los pastores deben seguir al Pastor Supremo, en su amor por las ovejas. Las ovejas deberán respetar a sus pastores, seguir sus exhortaciones pues Cristo dijo: "El que los escucha a ustedes, me escucha a mí, y el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí." (Luc. 10:16).
El hombre no llega a ser piadoso instantáneamente. En la parábola acerca de la mala hierba entre el trigo Cristo explicó que al igual que en el campo sembrado la mala hierba crece junto al trigo. Asimismo entre los hijos justos de la iglesia se encuentran miembros indignos. Unas personas pecan por ignorancia, falta de experiencia y debilidad de sus fuerzas espirituales pero se arrepienten de sus pecados y tratan de corregirse; otros se estancan en el pecado durante mucho tiempo, desdeñando la gran tolerancia de Dios. El mayor sembrador de tentaciones y de todo mal entre la gente es el diablo. Hablando de la mala hierba en su Reino el Señor llama a todos a luchar contra las tentaciones y orar: "Perdona nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentación sino líbranos del mal." Conociendo la debilidad espiritual y la inconstancia de los creyentes el Señor otorgó a los Apóstoles el poder de perdonar los pecados: "A quien ustedes perdonen los pecados les quedarán perdonados, y a los que no se los perdonen, les quedaran sin perdonar" (Jn. 20:23). El perdón de los pecados, supone que el pecador se arrepiente sinceramente de su mala acción y quiere corregirse. Pero el mal en el Reino de Dios no va a ser soportado eternamente. "Les aseguro que todos los que pecan son esclavos del pecado. Un esclavo no pertenece para siempre a la familia, pero un hijo sí pertenece para siempre a la familia. Así que si el Hijo los hace libres, ustedes serán verdaderamente libres" (Jn. 8:34-36). Cristo indica que la gente que persiste en sus pecados o que no se somete a la doctrina de la iglesia no estará junto al pueblo de gracia: "Si no hace caso a la Iglesia, entonces habrás de considerarlo como un pagano o un publicano" (Mt. 18:17).
En el Reino de Dios, se lleva a cabo la unión real de los creyentes con Dios y entre sí. El principio de la unión en la iglesia es la naturaleza de Cristo, quien es Dios hombre con la cual los creyentes se encuentran en el sacramento de la Santa Eucaristía. En la Eucaristía la vida divina del Dios hombre sacramentalmente desciende a los creyentes, como ha sido dicho: "El que me ama, mi palabra guardará, y mi Padre lo amará y vendremos a el y haremos morada con él" (Juan 14:23). Así el Reino de Dios entra en el hombre. Jesucristo subraya la necesidad de la Eucaristía con las siguientes palabras: "Les aseguro que si ustedes no comen del cuerpo del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán vida. El que come mi cuerpo y bebe mi sangre tiene vida eterna y Yo lo resucitaré en el último día" (Juan 6:53-54). Sin unión con Cristo el hombre es como una rama quebrada, se desvanece espiritualmente y no es capaz de hacer buenas obras. "Una rama no puede dar uvas por sí misma, si no está unida a la vida, de igual manera, ustedes no pueden dar fruto si no permanecen unidos a mí. Yo soy la vida y ustedes son las ramas. El que permanece unido a Mí y Yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí no pueden hacer nada" (Jn. 15:4-5). Habiéndoles enseñado a sus Discípulos la necesidad de tener unión con El Jesucristo, la noche en la que fue entregado que fuera la víspera de sus sufrimientos en la Cruz, instituyó el Sacramento de la Santa Eucaristía ordenándoles a ellos al final: "Hagan esto en memoria mía" (Lucas 22-19).
Jesucristo contraponía Su Reino de Gracia al mundo que se revuelca en la perversidad cuando les dijo a sus Discípulos: "Yo los escogí a ustedes de entre los que son del mundo"(Jn. 15:19), 0 sea, los aparto del mundo; "Y Mi Reino no es de este mundo"(Jn. 18:36). "El príncipe de este mundo es el diablo," un lobo que mata a los hombres y es el padre de la mentira. Pero los hijos del Reino no deben temer al maligno y sus hijos. "Ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera... háganle frente al reto porque yo vencí al mundo" (Jn. 16:33). El Reino de Cristo va a perdurar hasta el fin del mundo y todos los esfuerzos del diablo y sus sirvientes de destruir el Reino de Cristo se romperán como olas en la roca. "Voy a construir mi iglesia, ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla" (Mt. 16:18). Estas palabras hablan no sólo acerca de la existencia física de la iglesia hasta el fin de los tiempos, sino también acerca de que la iglesia va a conservar su integridad espiritual, llena de gracia y verdad.
Jesucristo nos enseñó a nosotros con Su palabra y con Su ejemplo. Él, es para nosotros el más perfecto ejemplo de rectitud. "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envío a Mí y hacer Su obra," dijo Cristo. Y cada acción, palabra y pensamiento estaban llenos de deseos de hacer la voluntad de Su Padre. Conociendo más profundamente la vida del Salvador descripta en los Evangelios, vemos en Sus acciones el más alto ejemplo de virtud. Entre tanto debemos entender que nosotros podemos seguir a Cristo sólo en aquello que está a nuestro alcance. Como mortales que somos, no nos atrevemos a reproducir sus acciones individuales, como por ejemplo: Sus obras de omnipotencia y omnisapiencia, que nos son imposibles de reproducir, pero podemos y debemos seguir el espíritu general de Sus virtudes. Precisamente en Cristo el hombre encuentra la imagen viva del ideal, hacia el cual Él llamó a toda la gente cuando dijo: "Sean ustedes perfectos como su Padre que está en el cielo es perfecto" (Mateo 5:48). Y un poco después explicaba: "Si ustedes Me conocen a Mí, también conocerán a Mi Padre" (Juan 14:7).


Obispo Alexander Mileant
 
Catecismo Ortodoxo
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