Friday, January 30, 2015

Antigua Literatura Monástica (3)


Continuación de la (2)

Tal vez, eres un poco negligente, pero tus enemigos no acostumbran a dormir, ni son negligentes en tenderte trampas noche y día. Por eso no busques cosas grandes para no ser humillado y alegrar así a tus enemigos. Busca la humildad, porque quien se ensalza será humillado y quien se humilla será ensalzado (Mt 23:12; Lc 18:14). Y si no estás en condiciones de bastarte a ti mismo, únete a otro que trabaje según el evangelio de Cristo y avanzarás con él. Escucha o bien sométete a quien escucha; sé fuerte, para ser llamado Elías, o bien obedece a quienes son fuertes, a fin de ser llamado Eliseo, quien por haber obedecido a Elías recibió doble parte de su espíritu.

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Si quieres vivir en medio de los hombres, imita a Abraham, Lot, Moisés y Samuel. Si deseas vivir en el desierto, he aquí todos los profetas que te han precedido. Imita a aquellos que vagaron por el desierto, por los valles y las cavernas de la tierra (Hb ll:38.37), pobres, atribulados y afligidos. Está escrito también: La sombra de quien está sediento y el Espíritu de los hombres que han soportado la violencia te bendecirán (Is 25:4). Además, el ladrón sobre la cruz profirió una palabra, el Señor perdonó sus pecados y lo recibió en el paraíso. Entonces, qué gran honor recibirás si eres paciente en la prueba, o ante el espíritu de fornicación, o ante el espíritu de orgullo, o bien frente a cualquier otra pasión! Tú luchas contra las pasiones diabólicas, no para seguirlas, y Jesús te dará lo que te ha prometido. Cuídate de la negligencia, porque ella es la madre de todos los vicios.

Hijo mío, huye de la concupiscencia, porque entenebrece la mente y no permite conocer el misterio de Dios; te hace extraño al lenguaje del espíritu; te impide llevar la cruz de Cristo, y no deja que tu corazón esté sobrio para alabar a Dios. Cuídate de los apetitos del vientre, que te hacen ajeno a los bienes del paraíso. Cuídate de la impureza, ella provoca la ira de Dios y de sus ángeles.

Hijo mío, vuélvete hacia Dios y ámalo; huye del enemigo, y ódialo; así las bendiciones de Dios descenderán sobre ti, y podrás heredar la bendición de Judá, hijo de Jacob. Está escrito, en efecto: Judá, tus hermanos te bendecir n, tus manos estarán sobre la espalda de tus enemigos, y los hijos de tu padre te servirán (Gn 49:8). Cuídate del orgullo, porque es el principio de todo mal. El comienzo del orgullo es alejarse de Dios y lo que le sigue es el endurecimiento del corazón. Si te cuidas de esto, tu lugar de reposo será la Jerusalén celestial. Si el Señor te ama y te da gloria, cuídate de exaltar tu corazón; antes bien, persevera en la humildad y habitarás en la gloria que Dios te ha dado. Vigila sobre ti, porque: Dichoso quien sea encontrado velando; será constituido sobre los bienes de su Señor (Mt 24:46-47), y entrará lleno de alegría en el Reino. Los amigos del esposo lo amar n, porque lo encontraron cuidando la viña.

Hijo mío, sé misericordioso en todas las cosas, porque está escrito: Esfuérzate por presentarte ante Dios como un hombre probado, un trabajador irreprensible (2 Tm 2:15). Vuélvete hacia Dios como el que siembra y cosecha, y almacenarás en tu granero los bienes de Dios. No ores ostensiblemente como aquellos hipócritas, sino renuncia a tus deseos, obra para Dios obrando así por tu propia salvación. Si te aguijonea una pasión: amor por el dinero, envidia, odio y otras pasiones, vela sobre ti, ten un corazón de león, un corazón valiente, combate las pasiones, destrúyelas como a Sijón, Hog y todos los reyes de los Amorreos. El Hijo amado, el Unigénito, el rey Jesús, combate por ti para que puedas heredar las ciudades enemigas. Rechaza todo orgullo lejos de ti y sé valiente. Mira: cuando Jesús, el hijo de Navé, fue valeroso, Dios le entregó en sus manos a sus enemigos. Si eres pusilánime, te haces extraño a la ley de Dios; la pusilanimidad te colma de pretextos para ceder a la pereza, a la incredulidad y a la negligencia, hasta que perezcas. Ten un corazón de león, grita también tú: ¿Quién nos separará del amor de Dios? (Rm 8:35), y di: Aunque mi hombre exterior se desmorone, el interior se renueva día a día (2 Co 4:16).

Si habitas en el desierto, lucha con oraciones, ayunos y mortificaciones. Si vives en medio de los hombres: Sé prudente como las serpientes y sencillo como las palomas (Mt 10:16). Si alguien te maldice, sopórtalo de buen ánimo, espera en Dios que realizará lo que es bueno para ti. Tú no maldigas a la imagen de Dios, pues Dios te ha dicho: A quien me glorifique, yo lo glorificaré, a quien me maldiga yo lo maldeciré (1 S 2:30). Y si te alaban, no te alegres, porque está escrito: Pobres de ustedes si todos los hombres los alaban (Lc 6:26). También está dicho: Dichosos ustedes cuando los insulten, los persigan, y rechacen su nombre como maldito (Lc 6:22). Del mismo modo nuestros padres Bernabé y Pablo, después de ser alabados, rasgaron sus vestiduras y se entristecieron, porque aborrecían la gloria de los hombres. También Pedro y Juan, después de haber sufrido ultrajes en el Sanedrín, salieron llenos de alegría porque habían merecido ser ultrajados por el santo nombre del Señor. Tenían su esperanza en la gloria de los cielos.

Pero tú, hijo mío, huye de los comodidades de este mundo, para estar en la alegría del mundo futuro; no seas negligente dejando pasar día tras día, no sea que te vengan a buscar antes de que tú lo adviertas y conozcas la angustia; y los servidores del ángel de la muerte te rodeen, te rapten cruelmente y te lleven a sus moradas de tinieblas, llenas de terror y angustia. No te aflijas cuando seas ultrajado por los hombres, sino aflígete y suspira cuando peques – este es el verdadero ultraje – y cuando seas doblegado por tus pecados.

Te ruego insistentemente odiar la vanagloria. La vanagloria es el arma del diablo. De este modo fue engañada Eva. (El diablo) le dijo: Coman del fruto del árbol, se abrirán sus ojos y serán como dioses (Gn 3:5). Ella escuchó pensando que era verdad, buscó tener la gloria de la divinidad y le fue quitada incluso aquella gloria humana. Lo mismo tú, si sigues la vanagloria, ella te hará ajeno a la gloria divina. Pero para Eva no había nada escrito a fin de advertirla sobre esta guerra, antes que el diablo la tentase; para esto vino el Verbo de Dios y tomó carne de la Virgen María: para liberar a la estirpe de Eva. Tú, en cambio, respecto a esta guerra, te has instruido en las santas Escrituras, por los santos que te han precedido. Por eso, hermano mío, no digas: “No había oído hablar, no me habían informado ni ayer ni antes de ayer.” Pues está escrito, en efecto: El clamor de su voz se ha difundido por toda la tierra, y sus palabras han llegado hasta los confines del mundo (Sal 18:15; Rm 10:18). Ahora, pues, si eres alabado, refrena tu corazón y da gloria Dios. Y si, en cambio, te insultan, da gloria a Dios y agradécele de ser digno de la suerte de su Hijo y de sus santos. Si han llamado “impostor” a tu Señor, “locos” a los profetas, y “tontos” a otros, cuanto más nosotros, (que somos) tierra y ceniza, no debemos entristecernos cuando somos calumniados. Este es el camino para que tengas vida. Si, en cambio, es tu negligencia la que te precipita, entonces llora y gime. En efecto: Aquellos que se criaban entre púrpura, ahora están cubiertos de basura (Lam 4:5), porque han descuidado la ley de Dios y han seguido sus caprichos. Ahora, hijo mío, llora delante de Dios en todo tiempo, porque esta escrito: Dichoso el que has elegido y has tomado contigo! (Sal 64:5). Has puesto en su corazón tus pensamientos en el valle del llanto, lugar que tú has preparado (Sal 83:6-7).

Adquiere la inocencia, sé como esas ovejas inocentes, que si se les quita la lana no dicen ni una palabra. No vayas de un lugar a otro diciendo: “Aquí o allá encontraré a Dios.” Dios ha dicho: Yo lleno el cielo, Yo lleno la tierra (Jr 23:24). Y de nuevo: Si pasaras a través del agua, Yo estoy contigo (Is 43:2). Y: Los ríos no te sumergirán (Is 43:2). Debes saber, hijo mío, que Dios vive dentro de ti, para que permanezcas en su ley y en sus mandamientos. El ladrón estaba en la cruz y entró en el paraíso. Judas, en cambio, era uno de los apóstoles y traicionó a su Señor. Rajab yacía en la prostitución y fue contada entre los santos; Eva, en cambio, en el paraíso fue engañada. Job sobre la basura fue comparado a su Señor, Adán en el paraíso se desvió del precepto. Los ángeles estaban en el cielo y fueron precipitados al abismo; Elías y Henoc fueron conducidos al reino de los cielos. En todo lugar, por tanto, busquen a Dios, busquen en todo tiempo su fuerza (1 Cro 16:11; Sal 104:4). Búsquenlo como Abraham que obedeció a Dios, ofreció en sacrificio a su hijo y por esto fue llamado “mi amigo.” Búsquenlo como José, que luchó contra la impureza hasta reinar sobre sus enemigos. Búsquenlo como Moisés, que siguió a su Señor; él lo constituyó legislador y le hizo conocer su imagen. Lo buscó Daniel y (Dios) le dio a conocer grandes misterios y lo salvó de las fauces de los leones. Lo buscaron los tres santos y lo encontraron en el horno ardiente. Job se refugió en él, y él le curó sus heridas. Lo buscó Susana, y (Dios) la salvó de las manos de los impíos. Lo buscó Judit, y lo encontró en la carpa de Holofernes. Todos estos lo buscaron, y él los salvó, y también salvó a los otros.

En cuanto a ti, hijo mío, ¿hasta cuándo serás negligente? ¿cual es el límite de tu negligencia? Este año es como el año pasado y hoy es como ayer. Mientras seas negligente, no habrá ningún progreso para ti. Sé sobrio, eleva tu corazón. Deberás comparecer delante del tribunal de Dios y rendir cuentas de lo que has hecho en lo secreto y de lo que has hecho públicamente. Si vas a un lugar donde se combate la guerra, la guerra de Dios, y si el Espíritu de Dios te exhorta: “No te duermas en este lugar, porque hay insidias,” y el diablo por su parte te susurra: “Cualquier cosa que te suceda, es la primera vez, o si has visto esto o aquello, no te aflijas”; no escuches sus astutos discursos. No sea que el Espíritu de Dios se retire de ti y te desanimes, que pierdas la fuerza como Sansón, que los extranjeros te aten con cadenas y te lleven a la rueda de moler; es decir, al rechinar de dientes y te conviertas para ellos en un objeto de irrisión, es decir que se burlen de ti y que ya no conozcas más el camino hacia tu ciudad, porque te han sacado los ojos por haberle abierto tu corazón a Dalila, es decir al diablo que te ha capturado con el engaño, porque no has escuchado los consejos del Espíritu. Has visto también lo que le sucedió a un hombre valiente como David; felizmente en seguida se arrepintió respecto de la mujer de Urías. Está escrito asimismo: Han visto mi herida, teman (Job 6:21).

He aquí que has aprendido que Dios no les ha ahorrado (pruebas) a los santos. Vigila, entonces, sabes las promesas que has hecho, huye de la arrogancia, arranca de ti mismo al diablo para que él no te arranque los ojos de tu inteligencia y te deje ciego, de modo que no conozcas más el camino de la ciudad, el lugar donde vives. Reconoce de nuevo la ciudad de Cristo, dale gloria porque ha muerto por ti.

¿Por qué cuándo un hermano te hiere con una palabra, te enojas, te comportas como una fiera? ¿Acaso no recuerdas que Cristo murió por ti? Y cuando tu enemigo, esto es el diablo, te susurra alguna cosa, inclinas tu oído hacia él para que te derrame su maldad, le abres tu corazón y absorbes el veneno que te ha dado. Desdichado! Éste es el momento de transformarte en una fiera o ser como el fuego, para quemar toda su maldad! Debiste tener náuseas y vomitar la maloliente iniquidad; que el veneno no penetre dentro de ti y perezcas! Oh hombre, no has soportado una pequeña palabra dicha por tu hermano. Pero cuando el enemigo busca devorar tu alma, ¿entonces, qué has hecho? ¿Con él sí tuviste paciencia?

No, querido mío, no se deberá lamentar tu situación, puesto que en vez de un ornamento de oro sobre la cabeza, se te rapará la cabeza a causa de tus obras (Is 3:24). Vigila más bien sobre ti, soporta alegremente a quien te desprecia, sé misericordioso con tu hermano, no temas los sufrimientos del cuerpo.

Hijo mío, presta atención a las palabras del sabio Pablo cuando dice: Me esperan cadenas y tribulaciones en Jerusalén, pero no justifico mi alma con ninguna palabra sobre el modo de acabar mi carrera (Hch 20:23-24); y: Estoy dispuesto a morir en Jerusalén por el nombre de mi Señor Jesucristo (Hch 21:13). Ni el sufrimiento, en efecto, ni la prueba, impedirán a los santos alcanzar al Señor. Ten confianza! Sé valiente! Acaba con la cobardía diabólica! Corre más bien en pos del coraje de los santos. Hijo mío, ¿por qué huyes de Adonai, el Señor Sabaoth y recaes en la esclavitud de los Caldeos? ¿Por qué das de comer a tu corazón en compañía de los demonios?

Hijo mío, cuídate de la fornicación, no corrompas los miembros de Cristo. No obedezcas a los demonios. No hagas de los miembros de Cristo, miembros de una prostituta (1 Co 6:15). Piensa en la angustia del castigo, pon delante de ti el juicio de Dios, huye toda concupiscencia, despójate del hombre viejo y de sus obras y revístete del hombre nuevo (Col 3:9). Piensa en la angustia (que experimentarás) en el momento de salir de este cuerpo.

Hijo mío, refúgiate a los pies de Dios! Es él quien te ha creado y por ti ha padecido estos sufrimientos. Ha dicho, en efecto: Ofrecí mi espalda a los latigazos y mis mejillas a los golpes, no retiré mi cara a la ignominia de los salivazos (Is 50:6). Oh hombre, ¿de qué te sirve hacer el camino hacia Egipto para beber el agua de Geón, que está contaminada? (Jr 2:18). ¿En qué te benefician estos pensamientos turbulentos, hasta el extremo de sufrir tales penas? Conviértete, más bien, y llora sobre tus pecados. Está escrito, en efecto: Si hacen una oferta por sus pecados, sus almas tendrán una descendencia que vivirá por mucho tiempo (Is 53:10).

Oh hombre, has visto que la transgresión es una cosa mala, y cuánto sufrimiento y angustia engendra el pecado. Pronto, huye, oh hombre, del pecado, piensa en seguida en la muerte. Está escrito: El hombre sensato trata duramente al pecado (Pr 29:8), y: El rostro de los ascetas resplandecerá como el sol (Mt 13:43; Dan 12,3). Acuérdate también de Moisés: Prefirió sufrir con el pueblo de Dios, antes que gozar de las delicias momentáneas del pecado (Hb 11:25). Si amas el sufrimiento de los santos, ellos serán tus amigos e intercesores ante Dios y el te concederá todas tus justas peticiones, pues has llevado tu cruz y has seguido a tu Señor.


http://www.diakonima.gr/2009/08/31/antigua-literatura3/

Guardad vuestra fe eterna e indudable. ( San Lucas de Crimea )

El mundo espiritual no se investiga con los métodos que investigamos el mundo material. Estos métodos son totalmente inadecuados para investigar el mundo espiritual… Hay fenómenos que la ciencia nunca podrá explicar porque no utiliza los métodos adecuados…

¿Puede la ciencia explicarnos cómo el gran Profeta Isaías 700 años antes del nacimiento de Cristo, predijo los acontecimientos más grandes de la vida de Cristo? ¿Pueden explicarnos la jaris (gracia, energía increada) clarividente que tienen los santos y decirnos, con qué métodos naturales estos santos adquirieron esta jaris y cómo podían apenas ver un hombre desconocido, inmediatamente comprender su corazón y leer sus pensamientos? Sin esperar del visitante alguna pregunta, daban la respuesta a los problemas que les inquietaban. Que nos expliquen de qué manera los santos predecían los grandes acontecimientos, los cuales con el tiempo se realizaban exactamente tal como habían profetizado…

… No os escandalicéis, cuando escuchéis lo que dicen contra la fe. Puesto que los que lo dicen, no entienden la esencia de la fe… Vosotros siempre recordad el principio básico que conocían muy bien los primeros cristianos. Ellos consideraban desgraciado al hombre que conocía todas las ciencias, en cambio desconocía a Dios. Y al contrario, consideraban feliz al que conoce a Dios, aunque no conociera absolutamente nada de las cosas humanas…

Guardad esta verdad como el mayor tesoro de vuestro corazón, caminad recto y no miréis a izquierda o derecha. Que no nos sirvan para nada las cosas que escuchamos y que hacen contra la Religión y perdamos nuestra orientación. Guardemos nuestra fe que es verdad, eterna e indudable. Amen.


Enseñanzas del médico y Santo, Luca de Krimea.



http://cristoesortodoxo.com/2012/09/21/guardad-vuestra-fe-eterna-e-indudable-san-lucas-de-crimea/

Tuesday, January 27, 2015

Profecía de San Ambrosio de Óptina




INSTRUCCIONES DEL FINAL DE LOS TIEMPOS por San Ambrosio de Óptina(+1891)


San Ambrosio (también conocido como staretz Ambrosio) es uno de los starets más conocidos de Optina. La Iglesia Ortodoxa Rusa le declaró santo en 1988 y su memoria se celebra el 10 de octubre.



Hijo mío, sé que en los últimos días llegarán tiempos difíciles; y como dice el Apóstol, he aquí, debido a la falta de piedad, aparecerán en la iglesia distintas herejías y cismas; y tal como predijeron los Santos Padres, en ese tiempo en el trono de los Jerarcas y en los monasterios no habrá ningún hombre probado y experimentado en la vida espiritual. Por lo cual, las herejías se extenderán por todas partes y engañarán a muchos. El enemigo de la humanidad actuará con habilidad, y en la medida de lo posible, intentará conducir a la herejía incluso a los elegidos. No comenzará por destruir los dogmas de la Santísima Trinidad, la divinidad de Jesucristo, o de la Theotokos, sino que imperceptiblemente comenzará a distorsionar las enseñanzas de los Santos Padres, a introducir otras palabras en las enseñanzas de la Iglesia misma. La astucia del enemigo y sus “vaivenes” (idas y vueltas) son observados por muy pocos, sólo por aquellos que son más experimentados en la vida espiritual. Los herejes se harán cargo de la Iglesia, en todas partes, y elegirán a sus siervos, y la espiritualidad se abandonará. Pero el Señor no dejará a sus siervos sin protección. En verdad, su labor principal es la persecución de los verdaderos pastores y sus prisiones; porque si no hacen eso, el rebaño espiritual no caería jamás en las garras de la herejía. Por lo tanto, hijo mío, cuando veas en las Iglesias que se burlan del acto Divino, de las enseñanzas de los Santos Padres, y del orden establecido por Dios, debes saber que los herejes ya están presentes. Ten en cuenta también que, durante algún tiempo, podrían ocultar sus demoniacas intenciones, o podrían deformar la fe divina encubiertamente, de modo que triunfaran mejor al engañar y embaucar a los inexpertos.



Ellos perseguirán a pastores y siervos de Dios por igual, pues el diablo que está dirigiendo la herejía no puede soportar el orden Divino. Como lobos en piel de oveja, serán reconocidos por su naturaleza jactanciosa (de vanagloria), por el amor al deseo/avaricia y la codicia por el poder. Todos ellos serán traidores, causando el odio y la maldad en todas partes; es por ello que el Señor dijo que podríamos reconocerlos fácilmente por sus frutos. Los verdaderos siervos de Dios son mansos, amantes de sus hermanos y obedientes a la Iglesia (orden, tradiciones).



En aquel tiempo los monjes soportarán grandes presiones de los herejes, y se mofarán de la vida monástica. Las familias monásticas se empobrecerán, el número de monjes se reducirá. Los restantes sufrirán violencia. Estos enemigos de la vida monástica, que simplemente tienen apariencia de piadosos, se esforzarán por atraer (y preparar) monjes a su lado, con la promesa de protección y de bienes materiales (comodidades), y sin embargo amenazarán con el exilio a aquellos que no se sometan. A causa de estas intimidaciones (amenazas), los débiles de corazón serán muy humillados (atormentados).



Si vives para ver ese momento, alégrate, pues en ese momento los fieles que no posean otras virtudes, recibirán coronas por el solo hecho de permanecer firmes en su fe, conforme a las Palabras del Señor: “A todo aquel que me confiese delante de los hombres, Yo también lo confesaré delante de mi Padre celestial”(Mateo 10:32). Teme al Señor, hijo mío, y no pierdas esta corona para no ser rechazado por Cristo en la oscuridad total y el sufrimiento eterno. (de acuerdo a las Palabras del Señor: “mas a quien me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre celestial” (Mateo 10:33). Permanecer valientemente en la fe, y si es necesario, soportar con alegría persecuciones y otros problemas, pues sólo el Señor permanecerá por ti … y los santos Mártires y Confesores vigilarán con alegría vuestra lucha.



Pero, en esos días, ¡ay de los monjes atados a las posesiones y a la riqueza, y que, por el bien del amor a la comodidad, aceptan someterse a los herejes. Ellos tranquilizarán sus conciencias diciéndose: Vamos a salvar al monasterio, y por eso el Señor nos perdonará. Desgraciados y cegados, no piensan en ningún momento que a través de las herejías y de los herejes, el demonio entrará en el monasterio, y entonces, ya no será más un santo monasterio, sino paredes desnudas de las cuales la Gracia partirá para siempre.



Pero Dios es más poderoso que el diablo, y nunca abandonará a Sus siervos. Siempre habrá verdaderos cristianos, hasta el fin del tiempo, pero elegirán lugares solitarios y desérticos (deshabitados). No temas las dificultades, sino que teme la perniciosa herejía, ya que expulsa la Gracia, y nos separa de Cristo, razón por lo cual Cristo nos mandó sopesar al hereje y tenerle por gentil y publicano.



Así pues, Fortalécete, hijo mío, en la Gracia de Cristo Jesús. Con alegría, apresúrate a confesar y a soportar el sufrimiento como al buen soldado de Jesús Cristo al que se le dijo: “Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la corona de la vida.”(Apoc. 2:10)

Recurso: : St. Ambrosy, Elder of Optina, “End Times and Now Collection of Writings”

Traducido por hipodiácono Miguel P. (H.M.P)

http://cristoesortodoxo.com/2014/07/23/profecia-de-san-ambrosio-de-optina/

Antigua Literatura Monástica (2)


 

Continuación de la (1)

C) Breves noticias sobre los primeros representantes de la literatura monástica.

La literatura hagiográfica que nace en el siglo IV está estrechamente relacionada con el monaquismo. Hasta entonces en la Iglesia se había venerado sólo como santos a los mártires, y se habían transmitido sus testimonios en panegíricos, vidas y actas de mártires. Con los monjes apareció en escena un segundo grupo de cristianos ejemplares a los que se peregrinaba como a “santos vivientes,” al tiempo que se acudía también a los santos lugares de la vida de Cristo en Palestina y a las tumbas de los santos (principalmente de los apóstoles y mártires en Roma). Y se escribían y divulgaban sus vidas.

Entre la literatura monástica están las siguientes obras:

la Regla de San Pacomio, que fue escrita ya en vida de él (9 de mayo de 347). Se ha conservado íntegra sólo en la traducción latina de San Jerónimo. Se divide en cuatro partes con un total de 193 instrucciones breves. El original fue escrito en copto. La base espiritual de la regla de San Pacomio y la medida para todo es la Sagrada Escritura. Sus dos características supremas son la funcionalidad de todas sus instrucciones para promover la vida cenobítica y la moderación que ella mantiene en todo. La virtud fundamental es la obediencia como función creadora y conservadora de la comunidad.
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Las Reglas de San Basilio el Grande. San Basilio conoció los centros monásticos de Siria, Mesopotamia, Palestina y Egipto. Para sus reglas también se inspira en la Regla de San Pacomio, pero sus reglas son totalmente nuevas, de acuerdo con el tiempo que se vivía. San Basilio moderó el afán de ascetismo que había en su época en su Corpus asceticum. Las Reglas de San Basilio representan una colección de normas concretas nacidas de la experiencia y que obedecen a unos principios básicos comunes. El primer principios es el de San Pacomio: la Sagrada Escritura. El segundo es el integrar el monacato en la Iglesia total. Basilio fundamenta sus Reglas en el mandamiento del amor recíproco.

Los escritos monásticos de San Agustín: tiene reglas masculinas y femeninas, y su De opere monachorum,.

El opus de Evagrio Póntico (nacido en 345 en Ibora, en el Ponto) consta fundamentalmente de dos géneros: comentarios bíblicos (según el método exegético alegórico origenista) y escritos ascéticos y monásticos (que se cimientan en la mística origenista pero sin limitarse a repetirla).

Los escritos de Simeón de Mesopotamia (Macario), de la misma época de Evagrio. Se atribuyeron a San Macario, uno de los padres del monacato egipcio. Fue un griego culto que vivió con su comunidad monástica en la parte superior del Éufrates. Escribió cartas, homilías y logia (dichos).

Los escritos de Juan Casiano, que es el tercer gran escritor del siglo IV. Nació hacia el año 360 y murió después del 432. Entre otros escritos suyos están las Institutiones y las Collationes.

Las vidas e historias de santos: Vita Antonii de Atanasio, Vita Macrinae y la Vita Gregorii Thaumaturgi de Gregorio de Nisa, la Vita Ambrosii de Paulino de Nola y la Via Augustinii de Posidio.

Los itinerarios, como el Itinerarium Egeriae.

San Pacomio.

San Pacomio es contemporáneo de Constantino III el Grande y coincide por tanto con la época en que el cristianismo se convierte en la religión oficial del imperio Romano. Pacomio era precisamente uno de los soldados que luchó en el bando de Majencio. En un viaje a Alejandría, lo que más le admiró fue la caridad cristiana. Tanto que se convirtió al cristianismo, y a continuación, deseoso de llevar una vida lo más santa y austera posible, se retiró a hacer vida de ermitaño junto a uno de los templos de Serapis (el dios médico), ya en ruinas. Quizá se inspiró en los monjes egipcios de Serapis, o quizá quiso ofrecer una fórmula alternativa a la vida solitaria, el caso es que creó un nuevo concepto de vida religiosa en comunidad, basada en el trabajo. Los monasterios que creó eran auténticos centros fabriles.

Su primer monasterio lo fundó en Tabennisi, junto a Denderath. Al morir dirigía nueve monasterios de monjes y dos de monjas. Un monasterio pacomiano era una pequeña ciudad, que contaba incluso con naves en el Nilo para acarrear la materia prima y llevar a los mercados los productos manufacturados por los monjes y monjas. Tuvo una gran aceptación la propuesta monástica de san Pacomio, porque era mucho más flexible que la vida eremítica en cuanto a austeridad y mortificación. Existían unos mínimos para todos los monjes, a partir de los cuales cada uno podía añadir lo que quisiera. El monasterio era un conjunto de construcciones rodeado por un muro. En un monasterio de estas características podían vivir más de mil monjes. En cada edificio vivían y trabajaban y hacían la oración de cada día 40 monjes. Los monjes de cada cuatro edificios, formaban una tribu (160 monjes). Y en un monasterio podía llegar a haber hasta 10 tribus. En cada casa había un prepósito (un monje que estaba al frente de todos) y el conjunto del monasterio era gobernado por un abad. Los sábados y los domingos, los oficios divinos revestían especial solemnidad y se celebraban en la iglesia del monasterio.

El monasterio producía libros, calzado, muebles, tejidos, productos agrícolas, etc. Una institución que se hizo célebre y que mantuvo su nombre en la Edad Media fueron la “pacomias,” que así se llamaron durante siglos las reuniones de los frailes para tratar temas religiosos, filosóficos, ascéticos, morales, etc. Esta práctica fue imitada por muchas otras órdenes religiosas, que así han venido denominándolas, en honor de su fundador. La aportación de san Pacomio a la evolución integral de la sociedad cristiana salida ya de las catacumbas, fue muy importante.

Tras su muerte en 351 llegaron a ser 2000 monjes sólo en Alejandría.

La comunidad como camino de encuentro con Dios: El anacoretismo había alejado el servicio Divino de los hombres. Pacomio lo une en la vida comunitaria. Quiso una koinonía al estilo de vida de la primera comunidad de Jerusalén. La vida comunitaria tenía tres pilares:

Ponían en común todos los bienes

Tenían una misión mutua

Fidelidad a la Regla

Vida en el monasterio de Pacomio:

Solo había una puerta que era vigilada por el portero designado por el superior. Celebraban la eucaristía con los laicos. La obediencia es el principio fundamental de la orden. El trabajo era fundamental así como la oración. Todo lo que debía hacer el monje estaba escrito en la regla.

Catecismo de San Pacomio.

Catequesis pronunciada por nuestro muy venerable santo padre Pacomio, el santo archimandrita con motivo de un hermano que guardaba rencor contra otro; en tiempos del abad Ebonh, que había llevado a aquel hermano a Tabennesi. (Pacomio) le dirigió estas palabras en presencia de otros padres ancianos, para su gran alegría. En la paz de Dios! Desciendan sobre nosotros sus santas bendiciones y las de todos los santos! Que todos podamos ser salvados! Amén!

Hijo mío, escucha y sé sabio (Pr 23:19), recibe la verdadera doctrina hay, en efecto, dos caminos.

Sé obediente a Dios como Abraham, que dejó su tierra, marchó al exilio y vivió bajo una carpa con Isaac en la tierra prometida, como en tierra extranjera; obedeció, se humilló a sí mismo, recibió una heredad, incluso fue puesto a prueba con respecto a Isaac, fue valiente en la prueba y ofreció a Isaac en sacrificio a Dios. Por eso Dios lo llamó: “Mi amigo” (St 2:23).

Recibe aquel ejemplo de bondad de Isaac, cuando escuchó a su padre, y le estuvo sometido hasta el sacrificio, como cordero inocente.

Recibe asimismo el ejemplo de la humildad de Jacob, su obediencia, su perseverancia, hasta convertirse en luz que ve al Padre del universo; fue llamado Israel.

Recibe aquel ejemplo de la sabiduría de José y su sumisión. Lucha en la castidad y en el servicio hasta reinar.

Hijo mío, imita la vida de los santos y practica sus virtudes. Despierta, no seas negligente, incita a tus conciudadanos, de los cuales te has constituido el garante (Pr 6:3), levántate de entre los muertos; y Cristo te iluminará (Ef 5:14), y la gracia se infundirá dentro de ti.

La paciencia, en efecto, te revela todas las gracias. Los santos fueron pacientes y consiguieron las promesas. El orgullo de los santos es la paciencia. Sé paciente para ser contado en las filas de los santos, confiando que recibirás una corona incorruptible.

¿Un mal pensamiento? Sopórtalo con paciencia, hasta que Dios te dé la calma. ¿El ayuno? Persevera con firmeza. ¿La oración? Sin descanso, en tu habitación entre tú y Dios. Un solo corazón con tu hermano; la virginidad en todos los miembros, virginidad en tus pensamientos, pureza de cuerpo y pureza de corazón; la cabeza inclinada y el corazón humilde, bondad en el momento de la cólera.

Si un pensamiento te oprime, no te desalientes sopórtalo con valor diciendo: Todos me rodearon, pero yo en el nombre del Señor los rechacé (Sal 117:11). De improviso te llega el auxilio de Dios, los alejas de ti, Dios te protege y la gloria divina camina contigo, porque el coraje camina con el que es humilde y tú serás saciado como lo desea tu alma (Is 58:11). Los caminos de Dios son la humildad de corazón y la bondad. Pues está escrito: ¿A quién cuidaré sino al humilde y al pacífico? (Is 66:2). Si caminas por las sendas del Señor, él te custodiar, te dará fuerza, te colmará de ciencia y de sabiduría, pensara en ti en todo tiempo, te liberará del diablo y en tu muerte te dará la gracia en su paz.

Hijo mío, te ruego: vigila, sé sobrio, para conocer a aquellos que tienden trampas contra ti. El espíritu de la maldad y el de incredulidad suelen caminar juntos; el espíritu de la mentira y del fraude caminan juntos; el espíritu de la avaricia, el de la codicia y el del perjurio, aquel de la deshonestidad y el de la envidia caminan juntos; el espíritu de la vanagloria y el de la glotonería caminan juntos; el espíritu de la fornicación y el de la impureza caminan juntos; el espíritu de la enemistad y el de la tristeza caminan juntos. Desgraciada la pobre alma en la que habiten (estos vicios) y la dominen! A esa alma, la apartan de Dios, porque ella está en su poder, va de aquí para allí hasta que cae en el abismo del infierno.

Hijo mío, obedéceme, no seas negligente, no concedas el sueño a tus ojos, ni reposo a tus párpados, para que puedas escapar de las trampas como una gacela (Pr 6:4-5). Hijo mío, muchas veces, desde mi juventud, cuando estaba en el desierto, todos los espíritus me han molestado, me afligían a tal punto que mi corazón se deprimía, al extremo de pensar que no podía resistir las amenazas del dragón. Me atormentaba de todas las formas. Si yo progresaba, excitaba contra mí a (sus espíritus) que me hacían la guerra; si me retiraba, me afligía con su insolencia; muchas veces mi corazón se turbó, iba de un lado a otro y no encontraba quietud. Si, en cambio, huía cerca de Dios derramando l grimas con humildad, con ayunos y noches de vigilias, entonces el adversario y todos sus espíritus quedaban impotentes frente a mí, el ardor divino venía a mí y de repente reconocía el auxilio de Dios, porque en su clemencia da a conocer a los hijos de los hombres su fuerza y su bondad.

Hijo mío, no condenes a ningún hombre, si ves que alguno es alabado, no digas: “Este ya ha recibido su recompensa.” Cuídate de este pensamiento pues es muy malvado. Dios no ama a quien se alaba a sí mismo y odia a su hermano. Pues quien se dice a sí mismo: “yo soy,” cuando no es nadie, se engaña a sí mismo (Ga 6:3). ¿Quién podrá ayudarlo si es orgulloso, si se presenta del mismo modo en que se presenta Dios diciendo: Nadie es como yo (Ex 9:14)? Oirá en seguida su propio reproche: Descenderás a los infiernos, serás arrojado con los muertos, debajo tuyo estará la podredumbre, te cubrirán los gusanos (Is 14:ll-19). En cuanto al hombre que ha adquirido la humildad, se juzga solo a sí mismo, diciendo: “Mis pecados sobrepasan los de los demás,” no juzga a nadie, no condena a nadie. ¿Quién eres tú para juzgar a un siervo que no es tuyo? Al que esta caído, en efecto, su Señor tiene el poder de hacerlo levantar (Rm 14:4). Vigila sobre ti mismo, hijo mío, no condenes a ningún hombre, gusta de todas las virtudes y custódialas.

Si eres extranjero, permanece aparte, no busques refugio cerca de alguien y no te mezcles en sus asuntos. Si eres pobre, no te desanimes por ninguna cosa, para que no te sea dirigido el reproche: La pobreza es mala en la boca del impío (Sl 13:24-30) ni debas oír que se te dice: Si padecen hambre se entristecerán y maldecirán al jefe y a los ancianos (Is 8:21). Cuida para que no se te haga la guerra porque te falta cualquier cosa respecto de las necesidades del cuerpo, con motivo de la comida. No te desanimes, sé paciente. Ciertamente Dios obra en lo secreto. Piensa en Habacuc en Judea y Daniel en Caldea. La distancia que los separaba era de cuarenta y cinco estadios; y además Daniel, entregado como alimento a las fieras, estaba en lo hondo de la fosa, y con todo (el profeta) le proveyó la comida. Piensa en Elías en el desierto y en la viuda de Sarepta; ésta estaba oprimida por el flagelo de la carestía y el tormento del hambre, y en tal indigencia no fue pusilánime, sino que luchó, venció y obtuvo lo que Dios le había prometido; su casa disfrutó de abundancia en tiempo de carestía. No es ciertamente prodigalidad dar pan en tiempo de abundancia y no es pobreza estar desalentado en la indigencia. Está escrito, en efecto, sobre los santos: Estaban necesitados, atribulados y afligidos (Hb 11:37), pero se gloriaban en sus tribulaciones. Si eres perseverante en la lucha según las Escrituras, no sufrirás ninguna esclavitud, como está escrito: Que nadie los engañe en cuestión de comida y de bebida o respecto de las fiestas, novilunios o sábados. Estas cosas son las sombras de aquellas futuras (Col 2:16-17).

Medita en todo momento las palabras de Dios, persevera en la fatiga, da gracia en todas las cosas, huye de las alabanzas de los hombres, ama a quien te corrige en el temor de Dios. Que todos te sean de provecho, para que tú seas de provecho a todos. Persevera en tu obra y en palabras de bondad. No des un paso adelante y otro atrás, a fin de que Dios no deje de amarte. La corona, en efecto, será para quien haya perseverado. Obedece siempre más a Dios, y él te salvar .

Cuando te encuentres en medio de tus hermanos no provoques las bromas. Sadrac, Mesac y Abed-Negó rechazaron las diversiones de Nabucodonosor; por eso éste no pudo convencerlos con las melodías de sus instrumentos, ni engañarlos con las comidas de su mesa. Y así ellos sofocaron aquella llama que se elevaba a una altura de cuarenta y nueve codos; no fueron disolutos con quien era disoluto, sino que fueron rectos con quien era recto, es decir con Dios. Por eso Dios los constituyó señores de sus enemigos. También Daniel, por su parte, no obedeció al malvado pensamiento de los Caldeos, por esto se convirtió en un gran elegido y fue hallado vigilante y sabio, y cerró las fauces de los leones salvajes (Hb 11:33).

Ahora hijo mío, si pones a Dios como tu esperanza, él será tu auxilio en la hora de la angustia; Quien se acerca a Dios debe creer que él existe y que recompensa a aquellos que lo buscan (Hb 11:6). Estas palabras han sido escritas para nosotros, para que creamos en Dios, para que jóvenes y ancianos, luchemos con ayunos, oraciones y otras obras religiosas. Ni siquiera la saliva que se seca en tu boca durante el ayuno, la olvidará Dios, sino que encontrarás todo esto en la hora de la angustia. Sólo humíllate en todo, contrólate en el hablar, incluso si has comprendido todas las cosas; no te acostumbres a insultar, sino soporta con alegría toda prueba. Si conocieras el honor que resulta de las pruebas no rezarías para ser librado, porque es bueno para ti orar, llorar, suspirar, hasta ser salvado, antes que relajar tu corazón y caer prisionero. ¿Oh hombre, qué haces en Babilonia? Has envejecido en tierra extranjera (Ba 3:10), porque no te has sometido a la prueba y no obras con rectitud delante de Dios. Por esto, hermano, no relajes tu corazón.


http://www.diakonima.gr/2009/08/28/antigua-literatura2/

Monday, January 26, 2015

Antigua Literatura Monástica (1)




A) El comienzo del monaquismo.

La espiritualidad del monaquismo está basada en el contemptus saeculi. Las primeras noticias que tenemos de esta forma de vida nos las proporcionan San Atanasio y San Jerónimo en sus escritos sobre los monjes de los desiertos de Egipto. El monacato cristiano nació en la segunda mitad del siglo III en Egipto como anacoretismo. Llevadas por el deseo de observar de modo radical el evangelio, algunas personas se desprendían de todos sus bienes e incluso abandonaban la comunidad social a fin de vivir en adelante sólo para Cristo.

En la primera mitad del siglo IV aparece San Antonio Abad (251-356), en los desiertos de Nitria y Scete (Bajo Egipto). Lleva una vida anacorética de soledad y silencio. En el Alto Egipto vivía San Pablo de Tebas por aquella misma época.

Después de veinte años de soledad, San Antonio reúne a sus discípulos y se forma la primera comunidad de anacoretas sin regla. Así aparece la primera forma de vida común.

En el Alto Egipto (Tebaida), San Pacomio (286-346) inaugura la vida cenobítica que es también una forma de vida común, pero con obediencia a un superior religioso mediante una “Regla.” Los monjes viven en un claustro (casa con celdas para muchos monjes rodeada de un muro). Al frente del monasterio o cenobio está un abad. A la muerte de San Pacomio había ya nueve cenobios en la Tebaida con millares de monjes. Había también dos cenobios de mujeres. La abadesa era María, una hermana de San Pacomio.

Además de este ejemplo de monacato femenino, tenemos en el siglo IV el suceso de las damas romanas que, dirigidas por San Jerónimo, se trasladaron a Belén y fundaron un cenobio para mujeres.

Otras formas primitivas de monacato son las de:

San Sabes: vida anacorética y eremítica en los desiertos de Judea y Siria; aparecen las lauras en Jerusalén, que son una fusión de la vida eremítica y cenobítica;

San Efrén: en la segunda mitad del siglo IV, vida anacorética y eremítica en Edesa (Siria nororiental); ahí estuvieron San Juan Crisóstomo y San Jerónimo;

En Asia Menor Eustacio, obispo de Sebaste (380) promueve la vida cenobítica. San Basilio fue discípulos suyo y propiamente se le considera el fundador del monaquismo en Oriente. En los monasterios fundados por él se vivía en común, se practicaba el amor al prójimo y se cultivaba una forma de cultura elevada. San Basilio escribió reglas monásticas.

Más tarde aparecen otros tipos de vida monacal:

los sarabaitas: vivían dos o tres en la misma celda;

los giróvagos: iban vagando de una comunidad a otra;

los reclusos: se hacían emparedar vivos en celdas muy estrechas, de por vida;

los estilitas: como San Simón, que vivió treinta años, cerca de Antioquía, en una columna.

Entre los siglo IV y VIII se desarrolla el monaquismo urbano. Por ejemplo, en Constantinopla había ochenta monasterios en tiempo de Justiniano (siglo VI) que escribió sobre los monjes y a quienes dedicó las “novelas” 5 y 139.

Son dignos de mención, dentro del monacato urbano, los acemetas (“akoimetoi”): los insomnes. Su fundador fue San Alejandro. Se dedicaban a la “oración perpetua.” El monasterio de Studion fue un monasterio de acemetas muy famoso en la antigüedad, fundado por el cónsul Studios. Los monjes “estuditas” fueron firmes defensores del Primado romano contra los monofisitas, en el siglo VI).

Los monjes solían ser laicos (legos). Vestían hábito (túnica negra, cinturón de cuero, piel de cordero o cabra, capuchón), ejercían un trabajo manual y hacían oración. Había algunos pocos sacerdotes entre ellos.

Entre los monjes orientales no parece haber habido dependencias con esenios, neoplatónicos, pitagóricos, budistas, etc.

Bibliografía: Historia Universal, EUNSA, Pamplona, II, 327 y ss.

B) Importancia e influjo.

San Atanasio de Alejandría dio a conocer estas formas de vida en Treveris (Alemania), durante uno de sus exilios. Escribió una biografía sobre San Antonio.

Los primeros monjes de Occidente aparecen bajo la forma de vida cenobítica en las islas del mediterráneo (la isla de Lerins, frente a Marsella). Practican el monaquismo San Ambrosio, San Agustín y San Paulino de Nola.

El monacato se extendió por el África latina. San Agustín fundó un monasterio en su casa de Hipona. Se vivía “vida apostólica” que consistía en que el clero vivía en la casa del obispo. Es el antecedente de los “Canónigos regulares” de la Edad media. Escribió una regla para varones y mujeres. Durante la reconquista bizantina del África del Norte (siglo VI) seguían muchos monasterios organizados según esta regla de San Agustín.

En el centro de las Galias también se extiende el monaquismo a través de San Martín de Tours que funda el monasterio de Ligugé (Poitiers) y el de Marmoutier (Tours, año 370).

En el sudeste de las Galias (Provenza) aparecen formas de vida monacal en Marsella y Lerins. Juan Casiano funda en Marsella la Abadía de San Víctor. Honorato funda en Lerins “lauras” como las de Palestina (vida cenobítica y eremítica combinadas). Otros promotores insignes del monaquismo occidental fueron Salviano de Marsella y San Vicente de Lerins. De esos monasterios salieron obispos famosos como Hilario y Cesareo de Arles, Máximo y Fausto de Riez, y Euquerio de Lyon.

Un siglo más tarde San Benito (480-547), patriarca del cenobismo occidental, propaga la vida monacal. San Benito nació en Nursia (Sabina del norte) y muere en Montecasino en plena guerra gótica. Estudia en Roma, va a Subiaco (Sublacum, en los montes sabinos: lago artificial construido por el emperador Claudio junto a las ruinas de un palacio campestre de Nerón). Ahí funda una comunidad según el modelo de los monasterios de San Pacomio.

La segunda fundación es Montecasino (529), en Campania, entre Roma y Nápoles. Ahí se instaura la vida cenobítica completa con el “ora et labora” (oración litúrgica, lectio divina y trabajo).

San Benito escribe su “regla” el año 540. San Gregorio Magno, que fue monje benedictino, dice que se trata de un “código notable por su discreción y claro en su lenguaje.” Está inspirada en la “Regula Magistri” del siglo VI también.

La Orden benedictina fue la única que, hasta el siglo XII, rigió el monaquismo occidental. Uno de los benedictinos ilustres fue Casiodoro, hombre público que bajo el dominio de los ostrogodos (540) funda “Vivarium” un monasterio en Calabria, donde se copiaban manuscritos antiguos. Este saber pasaría a los anglosajones y luego los monjes ingleses lo llevaría a toda Europa.

La hermana de San Benito, Santa Escolástica (+547) funda un monasterio para mujeres.

Bibliografía: Historia Universal, EUNSA, Pamplona, III, 222 y ss.


http://www.diakonima.gr/2009/08/25/antigua-literatura-monastica-1/

Saturday, January 24, 2015

La providencia de Dios ( San Germán de Alaska )

Un terrible accidente tiene el poder de despertar nuestra conciencia a la existencia de las calamidades y a los diversos peligros que nos rodean y de los cuales la providencia de Dios nos preserva. Al mismo tiempo eso nos convence de reconocer nuestra propia debilidad e imperfecciones y de buscar la protección del Padre y su defensa más poderosa que nos confirma la sabiduría y el Verbo de Dios, el cual descendió de lo alto por la voluntad de nuestro Padre celestial bajo un manto de carne como la nuestra, tejido por la Potencia Divina en la más pura Virgen para nuestra salvación. Él se hizo hombre y se dignó enseñarnos a rogar para que no seamos conducidos a la tentación. Eso nos recuerda a qué Padre le debemos nuestra existencia, esto a su vez debería hacernos buscar nuestra patria celeste y nuestra herencia eterna.


San Germán de Alaska

Santa Xenia de Roma

Santa Xenia era la hija única del famoso senador de Roma, Eusebio. Siendo todavía muy joven, ella decidió quedarse virgen y para evitar el matrimonio partió rumbo a Alejandría, junto con dos esclavas. Una vez allí, convenció a sus acompañantes de llamarla Xenia, lo que en griego significa "peregrina," para que sea más difícil encontrarla.

Cuando se encontró con el abad del convento del apóstol Andrés, quien estaba en la ciudad Mileto (en Caria) ella le pidió que la lleve junto con sus acompañantes a la ciudad de Milass. Allí ella compró un terreno y construyó una Iglesia consagrada a San Esteban y organizo un monasterio de mujeres. Dentro de poco, por su vida ejemplar, el obispo de Milass la elevó a la dignidad de diaconisa. Verdaderamente ella llevaba la vida de un ángel. Amaba a todos, prestaba ayuda a todos, lo que estaba a su alcance. Era la benefactora de los pobres, la consoladora para los doloridos y la preceptora para los pecadores. Por su profunda humildad, ella se consideraba a sí misma como la peor de todas y la más pecadora de todos. Santa Xenia salvó a muchas almas. Falleció en la segunda mitad del siglo V. Durante su fallecimiento ocurrieron milagrosos signos.

Thursday, January 22, 2015

La lucha con las pasiones ( San Juan de Kronstadt )

Desde que el hombre se alejo de Dios, se volvió como un animal, que era antes domestico y después se volvió salvaje. Prefiere la oscuridad del bosque, o sea de este mundo, que el lugar luminoso anterior — el Reino Divino. Se le hizo difícil unirse con Dios, le cuesta de creer en Dios y lo que Él le ha revelado.

Observando el universo, veo por doquier una extraordinaria amplitud y alegría de la vida en el mundo animal, entre los cuadrúpedos, aves, reptiles y peces. Surge una pregunta: porque entre la gente, que tratan de vivir piadosamente, existen opresión y aflicciones? Si Dios en todas partes difundió vida, abundancia y mucho espacio. Todas las criaturas, al excepción del hombre, glorifican al Creador con satisfacción y alegría. No somos acaso, también criaturas de Dios? La respuesta es fácil; nuestra vida esta envenenada por nuestros pecados y por el enemigo invisible. Sobre todo ataca a la gente que lleva la vida piadosa. Por eso la verdadera vida la vamos a tener mas adelante, en el futuro siglo. Ahí se abrirá toda la felicidad y bienaventuranza. En esta tierra el hombre es expatriado, exilado y castigado. A veces parece que toda la naturaleza se arma contra él por sus pecados. Entonces no hay que estar confundido, que por todas partes hay alegría, y dentro del hombre muchas veces — aflicción. Tenemos un verdugo, que nos castiga siempre por nuestros pecados. La alegría vendrá, pero no acá, sino en el mundo venidero.

Acordase, que tenéis personalidad doble: una es corporal, enferma con pasiones, vieja. Hay que ignorar sus exigencias pecaminosas, extraerlas. Otra — es espiritual, nueva, la que busca a Cristo, y en El encuentra la vida y paz. Como hay que despreciar los pedidos de la carne pecadora, porque su satisfacción es la muerte para el alma; así los pedidos espirituales hay que practicarlos porque llevan a la vida eterna.

El hombre debe percibir la desventura de su alma y suplicar con celo al Salvador, que salve a el también. No digas: "Estoy seguro y no hay razón para preocuparse." He aquí la desgracia, que tu no vez el peligro. Tu desgracia — son tus pecados. El pecado penetro profundamente en mi ser. Algo malo e impuro fácilmente viene en la mente y recibe respuesta en el corazón, y lo bueno y santo solamente se piensa, pero no se siente. Lo que es malo, es mas cerca al corazón, y si no se hace, es por temor a Dios o por las circunstancias contrarias. "Yo se que en mi, no mora el bien; porque el querer el bien esta en mi, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien, que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago" (Rom. 7:18-19). Pasa, que el bien planeado se tarda mucho en cumplir.

La mayoría de la gente voluntariamente lleva en su corazón la pesadez satánica, pero tanto se acostumbro a ella, que no lo siente. Sucede además, que el enemigo malvado multiplica esta pesadez, entonces ellos se sienten abatidos, protestan y hasta blasfeman el nombre de Dios. La gente moderna tiene un medio para disipar esa pesadez interna: recurre a los espectáculos, fiestas, cartas, bailes, pero el aburrimiento y la angustia vuelven después con fuerza mayor. "Me dejaron a mi, fuente de agua viva, y cavaron para si cisternas rotas, que no retienen agua" (Jerem. 2:13). Solamente, cuando la gente se vuelve a Dios, de sus corazones se cae la pesadez del pecado y ellos comienzan a comprender las causas de su insatisfacción y como luchar contra ella.

Que nadie piensa, que el pecado es algo de poca importancia. No, el pecado es un terrible mal, que mata el alma! El Salvador dijo: "Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mt. 22:13), es lo que va a suceder al pecador en el futuro siglo. De ahí se ve, que los pecadores van a perder totalmente la libertad de fuerzas espirituales. Sintiendo la posesión de capacidades espirituales, ellos van a sentirse atados por fuertes cadenas y incapaces para cualquier bien. Serán prisioneros de sus propios pecados (Prov. 5:22). A esto hay que añadir los sufrimientos por entender tarde, como fueron irrazonables para enojar al Creador, pues todavía en la vida terrenal el pecado ata y mata el alma. El verdadero fiel conoce el dolor que oprime su alma después de haber cometido cualquier pecado, y como su conciencia lo atormenta hasta que no se arrepienta sinceramente de lo cometido. De mi propia experiencia puedo testimoniar que si una persona va a dormir sin haberse arrepentido de algo malo hecho durante el día, su conciencia lo va a molestar en el sueno, hasta que no se levanta y no lava el pecado con sus lagrimas. Ahora suponemos, que esta persona, atormentada en el sueno por su pecado, morirá inesperadamente. Es claro, que el alma ira atormentada en el otro mundo. Y como después de la muerte no hay arrepentimiento, su alma va a sufrir eternamente, conforme a sus hechos. De esto testifica la Sagrada Escritura (Mat.25:46; Rom. 2:6, 9; 2 Cor. 5:10 y otros).

Las preocupaciones de nuestra vida, como una neblina cubren el horizonte para la visualizad del alma. Por eso hay que aprender no preocuparse de las cosas, depositando todas las esperanzas en las manos de Dios. Con alegría hay que ayudar a los necesitados, sabiendo que nuestro Señor va a ser todavía mas generoso con los misericordiosos.


San Juan de Kronstadt 

Wednesday, January 21, 2015

A menudo Le pedimos a Dios distintas cosas ( Santo Paisio del Monte Athos )


"... A menudo Le pedimos a Dios distintas cosas, pero El no nos contesta. Para que El conteste nuestros pedidos y nos de lo que le pedimos, debemos, en primer lugar, tener humildad. Todos nosotros, tanto niños, como adultos, tenemos mucho egoísmo y no aceptamos ni indicaciones, ni observaciones. Todo lo sabemos, y todos somos sabios. Cuando en nosotros reina el egoísmo, alcanza un mínimo pretexto para una gran disputa. Abrimos la puerta a Satanás, y él entra en nuestro hogar y lo destruye. No presten atención a lo que ven o escuchen en aquel momento. Su consejo no nos ayudará y todavía más avivara el fuego. Solo aguanten un poco, oren, y cuando el otro se calme, será posible la comprensión mutua. El pescador no pesca durante la tormenta, espera que se calme el mar."


Monday, January 12, 2015

El Humanismo Humanista ( San Justin Popovic )

El Ecumenismo es el nombre común para los pseudo-cristianismos, para las pseudo-iglesias de Europa Occidental. Dentro del Ecumenismo se encuentra el corazón de todos los humanismos, y como cabeza de todos ellos, el Papismo. Todos estos pseudo-cristianismos, todas estas pseudo-iglesias, no son otra cosa que una herejía al lado de otra. El nombre común evangélico de todas ellas es PANHEREJÍA. ¿Por qué? Porque a lo largo de la historia, las diferentes herejías negaban o desfiguraban determinadas particularidades del Dios-Hombre y Señor Jesús, mientras que estas herejías europeas alejan, desplazan al Dios-Hombre en su totalidad, y en su lugar colocan al hombre Europeo. Aquí no existe diferencia sustancial entre Papismo, Protestantismo, Ecumenismo y otras herejías, todas comparten el nombre de “Legión”.

El dogma ortodoxo, o más bien, el pan-dogma sobre la Iglesia, fue rechazado y sustituído por el dogma pan-herético latino de la Primacía y la Infabilidad del Papa, es decir, del hombre. De esta pan-herejía nacieron y nacen contínuamente otras herejías: el Filioque, la eliminación de la Epíclesis, la introducción de la Gracia Creada, el Purgatorio, el Depósito de Buenas Obras Sobrantes, la enseñanza mecanizada de la salvación y del mismo modo la enseñanza mecanizada sobre la vida, el Césaro-papismo, la Santa Inquisición, las Indulgencias, el odio al pecador por su pecado, el jesuitiïsmo, la escolástica, la casuística, el monarquismo, el individualismo social de diferentes tipos, etc…

¿El protestantismo? Es el hijo más fiel del papismo, el cual, mediante el racionalismo escolástico, va cayendo a través de los siglos, de herejía en herejía, ahogándose contínuamente en el herético veneno de sus diferentes errores. Incluso así, la grandeza papística y la locura “infalible” reinan despótica y desgraciadamente en las almas de sus fieles. Para empezar, cada protestante es un papa independiente en todo lo referente a la fe.

Todo esto, conduce siempre a una muerte espiritual tras otra, y final de este ”morir” no existe, ya que el número de muertes espirituales del hombre es incontable. Puesto que así son las cosas, para el ecumenismo papista-protestante no existe otra escapatoria de su callejón sin salida, que el arrepentimento con toda el alma delante del Dios-Hombre Cristo y de Su Iglesia Católica Ortodoxa. El arrepentimiento es el medicamento para todo pecado, medicamento dado al hombre por el único Filántropo. Sin el arrepentimiento y la entrada en la auténtica Iglesia de Cristo, es antinatural e inconcebible hablar sobre la unión “de las Iglesias”, sobre el diálogo del amor, sobre la intercomunión.


http://cristoesortodoxo.com/2012/04/11/el-humanismo-humanista/

¿Qué escribió Cristo en el suelo? ( San Nicolás Velimirovich )





El obispo Nicolás, dotado teólogo que combinó un alto nivel de erudición con la simplicidad de un alma llena de amor por Cristo y de humildad, es a menudo llamado como el “nuevo Crisóstomo” por su inspirada predicación. Como padre espiritual del pueblo serbio, constantemente los exhortó a cumplir su llamamiento como nación: servir a Cristo. Durante la Segunda Guerra Mundial, fue encarcelado en el campo de concentración de Dachau. Más tarde sirvió como jerarca en América, donde murió.

Una vez, el amante Señor estaba sentado en frente del templo en Jerusalén, alimentando los corazones hambrientos con sus dulces enseñanzas. “Y todo el pueblo vino a Él” (Juan 8:2). El Señor hablaba al pueblo sobre la felicidad eterna, sobre la alegría sin fin de los justos en la patria eterna, el cielo. Y el pueblo se deleitaba en sus palabras. La amargura de muchas almas frustradas y la hostilidad de muchos de los ofendidos se desvanecía como la nieve bajo los brillantes rayos del sol. Quién sabe cuánto tiempo habría continuado esta maravillosa escena de paz y amor entre el cielo y la tierra, si algo inesperado no hubiera ocurrido en ese momento. El Mesías, amante de la humanidad, nunca se cansaba de enseñar a la gente, y la gente piadosa nunca se cansaba de escuchar esta sanadora y maravillosa sabiduría.

Pero algo aterrador, salvaje y cruel sucedió. Se originó como incluso hoy en día sucede, con los escribas y fariseos. Como todos sabemos, los escribas y los fariseos aparentemente guardaban la ley, pero normalmente la transgredían. Nuestro Señor los reprendía con frecuencia. Por ejemplo, les dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! Porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera tienen bella apariencia, pero por dentro están llenos de osamentas de muertos y de toda inmundicia. Lo mismo vosotros, por fuera parecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad” (Mateo 23:27-28).

¿Qué hicieron? ¿Habían atrapado, quizá, al líder de una banda de malhechores? Nada de eso. Trajeron a la fuerza a una desgraciada mujer pecadora, sorprendida en el acto del adulterio; la trajeron con triunfante jactancia y grotesco y estrepitoso estruendo. Habiéndola puesto ante Cristo, clamaron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante delito de adulterio. Ahora bien, en la Ley, Moisés nos ordenó apedrear a tales mujeres. ¿Y Tú, qué dices?” (Juan 8:4-5).

El caso fue expuesto de esta forma por pecadores, que denunciaban los pecados de otros y eran expertos en ocultar sus propios defectos. La asustada multitud se apartó, dejando paso a los ancianos. Algunos huyeron atemorizados, porque el Señor estaba hablando de la vida y la felicidad, mientras que las clamorosas voces pedían su muerte.

Habría sido apropiado preguntar: ¿por qué estos ancianos y guardianes de la ley no apedreaban a la mujer pecadora por sí mismos? ¿Por qué la llevaron ante Jesús? La ley de Moisés les daba el derecho a apedrearla. Nadie habría objetado. ¿Quién protesta, en nuestros días, cuando la sentencia de muerte es pronunciada sobre un criminal? ¿Por qué los ancianos judíos trajeron a esta mujer pecadora ante el Señor? No para obtener una conmutación de su sentencia o su clemencia. ¡Nada de eso! Se la trajeron con un plan premeditado y diabólico de coger al Señor con palabras contrarias a la ley, pues también querían acusarlo. Tenían la esperanza de acabar de un solo golpe con dos vidas, la de la mujer pecadora y la de Cristo. “¿Y Tú, qué dices?”.

¿Por qué le preguntaron a Él, cuando la ley de Moisés era tan clara? El evangelista explica su intención con las siguientes palabras: “Esto decían para ponerlo en apuros, para tener de qué acusarlo” (Juan 8:6). Levantaron sus manos contra Él una vez, anteriormente, para apedrearlo, pero los eludió. Pero ahora han encontrado una oportunidad para llevar a cabo su deseo. Y era allí, frente al Templo de Salomón, donde las tablas de los mandamiento habían sido guardadas en el Arca de la Alianza, era allí donde Él, Cristo, iba a decir algo contrario a la ley de Moisés; así pues, su fin sería alcanzado. Querían apedrear hasta la muerte a Cristo y a la mujer pecadora. Mucho más ansiosos iban a apedrearlo a Él que a ella, así como más tarde le increpaban con celo a Pilatos que liberara al bandido Barrabás en lugar de a Cristo.

Todos los presentes esperaban que sucediera una de las dos cosas: o bien, que el Señor, en su misericordia liberara a la mujer pecadora, violando con esto la ley, o que cumpliera la ley, diciendo: ‘haced lo que está escrito en la ley’, y romper así su propio mandato de misericordia y bondad. En el primer caso sería condenado a muerte, y en el segundo, se convertiría en un objeto de burla y escarnio.

Cuando los tentadores hicieron la pregunta: “¿Y Tú, qué dices?”, sobrevino un silencio sepulcral: el silencio entre la multitud que estaba allí congregada, el silencio entre los jueces acusadores de la mujer pecadora, y el silencio y la respiración contenida en el alma de la mujer acusada. La misma clase de silencio se produce en el circo cuando los domadores de fieras conducen a mansos leones y tigres y les ordenan realizar diferentes movimientos, asumiendo varias posiciones y haciendo trucos por mandato suyo. Pero vemos ante nosotros, no a un domador de animales salvajes, sino al Domador de los hombres, una tarea mucho más difícil que la primera. Pues a menudo es más difícil domar a los que se han convertido en salvajes a causa del pecado, que domar a los que son salvajes por naturaleza. “¿Y Tú, qué dices?”, se le presiona una vez más, ardiendo con malicia, y con sus rostros retorcidos.

Así pues, el legislador de la moralidad y de la conducta humana, “inclinándose, se puso a escribir en el suelo, con el dedo” (Juan 8:6). ¿Qué escribía el Señor en el suelo? El evangelista mantiene silencio sobre esto y no escribe nada al respecto. Era demasiado repugnante y vil para ser escrito en el Libro del Júbilo. Sin embargo, esto se ha preservado en nuestra santa Tradición Ortodoxa, y es horrible. El Señor escribió algo inesperado y sorprendente para los ancianos, aquellos que acusaban a la mujer pecadora. Con el dedo reveló sus secretos pecados, para aquellos que señalan los pecados de otros, mientras que eran expertos en ocultar sus propios pecados. Pero no tiene sentido tratar de ocultar nada ante los ojos de Aquel que lo ve todo.

“M(eshulam), ha robado los tesoros del templo”, escribió el dedo del Señor en el polvo.

“A(sher), ha cometido adulterio con la mujer de su hermano”.

“S(halum), ha cometido perjurio”.

“E(led), ha golpeado a su propio padre”.

“A(marich), ha cometido sodomía”.

“J(oel), ha adorado a los ídolos”.

Y así, una afirmación tras otra fue escrita en el suelo por el impresionante dedo del justo Juez. Y aquellos a los que se referían estas palabras, inclinándose, leían lo que estaba escrito, con indecible horror. Temblaban de miedo y no se atrevían a mirarse a los ojos. No tenían ya el pensamiento de la mujer pecadora. Pensaban solo en sí mismos y en su propia muerte, que estaba escrita en el suelo. Ninguna lengua era capaz de moverse, de pronunciar esa pregunta molesta y mala, “¿Y Tú, qué dices?”. El Señor no dijo nada. Aquello que es tan sucio solo tiene condición para ser escrito únicamente en el polvo del suelo. Otra razón por la que el Señor escribió en el suelo es aún mayor y más maravillosa. Lo que estaba escrito en el suelo era fácil de borrar. Cristo no quería que sus pecados fueran conocidos por todos. Si hubiera deseado esto, los habría anunciado ante el pueblo, y los habría acusado y apedreado hasta la muerte, según la ley. Pero Él, el inocente Cordero de Dios, no contemplaba la venganza o la muerte para aquellos que le habían preparado mil muertes, que deseaban su muerte más que cualquier otra cosa en sus vidas. El Señor sólo quería corregirlos, hacerlos pensar en sí mismos y en sus propios pecados. Quería recordarles que mientras llevaban el peso de sus propias transgresiones, no podían ser jueces estrictos de las transgresiones de otros. Solo esto deseaba el Señor. Y cuando lo hizo, movió la arena para borrarlo, y lo que había escrito desapareció.

Después de esto nuestro gran Señor se levantó y les dijo amorosamente: “Aquel que de vosotros esté sin pecado, tire el primero la piedra contra ella” (Juan 8:7). Esto fue como si alguien les quitaras las armas a sus enemigos y les dijera: ¡Ahora, disparad! Los jueces que ahora se disponen contra la mujer pecadora, están desarmados, como los criminales ante el juez, sin palabras y prendidos. Pero el benevolente Salvador “inclinándose de nuevo, se puso otra vez a escribir en el suelo” (Juan 8:8). ¿Qué escribía esta vez? Quizá sus otras transgresiones secretas, para que no pudieran abrir sus labios sellados durante mucho tiempo. O quizá escribía qué clase de personas eran los ancianos y líderes del pueblo. Esto no es necesario que lo sepamos. Lo más importante aquí es que por su escritura en el suelo consiguió tres cosas: en primer lugar, detuvo y aniquiló la tormenta que los ancianos de los judíos habían levantado contra Él; en segundo lugar, despertó su conciencia adormecida en sus endurecidas almas, aunque solo durante un corto tiempo; y tercero, salvó a la mujer pecadora de la muerte. Así se desprende de las palabras del Evangelio: “Pero ellos, después de oír aquello, se fueron uno por uno, comenzando por los más viejos, hasta los postreros, y quedó Él solo, con la mujer que estaba en medio” (Juan 8:9).

La plaza de delante del templo quedó repentinamente vacía. No quedó nadie, a excepción de los dos ancianos que la habían sentenciado a muerte, la mujer pecadora y el Único sin pecado. La mujer estaba en pie, mientras Cristo permanecía agachado en el suelo. Reinaba un profundo silencio. De repente el Señor se levantó de nuevo, miró alrededor y, no viendo a nadie más que a la mujer, le dijo: “Mujer, ¿dónde están ellos? ¿Ninguno te condenó?” (Juan 8:10). El Señor sabía que ninguno la condenaría; pero con esta pregunta esperaba darle confianza para que fuera capaz de escuchar y entender mejor lo que quería decirle. Actuó como un experimentado doctor, que primero alienta a su paciente y solo entonces le da su medicina. “¿Ninguno te condenó?”. La mujer recuperó la capacidad de hablar y respondió: “Ninguno, Señor” (Juan 8:11). Estas palabras fueron pronunciadas por una criatura deplorable, que justo antes no tenía la esperanza de volver a pronunciar otra palabra; una criatura que, muy probablemente, sentía el aliento de la verdadera alegría por primera vez en su vida.

Finalmente, el buen Señor dijo a la mujer: “Yo no te condeno tampoco. Vete, desde ahora no peques más” (Juan 8:11). Cuando los lobos dejan a su presa, así pues, tampoco el pastor desea la muerte de su oveja. Pero es esencial tener en cuenta que la “no acusación” de Cristo significa mucho más que la “no acusación” de los seres humanos. Cuando la gente no nos juzga por nuestros pecados, significa que no asignan un castigo por el pecado, sino que dejan el pecado con y en nosotros. Cuando Dios no acusa, sin embargo, esto significa que perdona nuestros pecados, los saca fuera como la podredumbre y hace nuestra alma limpia. Por esta razón, las palabras: “Yo no te condeno tampoco”, significan lo mismo que “Tus pecados son perdonados; vete, hija, y no peques más”.

¡Qué inesperado júbilo! ¡Qué gozo de verdad! Pues el Señor reveló la verdad a los que estaban perdidos. ¡Qué gozo en la justicia! Pues el Señor creó la justicia. ¡Qué júbilo en la misericordia! Pues el Señor mostró misericordia. ¡Qué gozo de vida! Pues el Señor preservó la vida. Este es el Evangelio de Cristo, que significa Buena Noticia; esta es la Noticia jubilosa, la Enseñanza de la alegría; esta es una página del Libro del Júbilo.



http://cristoesortodoxo.com/2013/12/03/que-escribio-cristo-en-el-suelo/

Saturday, January 10, 2015

Sobre el divino amor ( San Porfirios del Monte Athos )


“Aquél que ama poco, da poco.

Aquél que ama más, da más

y aquél que ama muchísimo, ¿qué tiene digno de dar?

¡Se da a si mismo!”

Cristo es nuestra vida, nuestro amor

Cristo es la alegría, la luz, lo verdadero, la felicidad. Cristo es nuestra esperanza. La relación con Cristo es cariño, es amor, es entusiasmo, es anhelo de lo divino. Cristo es el todo. Él es nuestra vida, Él es nuestro amor. Es amor inalienable el amor de Cristo. Desde allí nace la alegría.

La alegría es el mismo Cristo. Es un alegría que te hace un nuevo hombre. Es un locura espiritual, pero en Cristo. Te emborracha como el vino más puro, este vino espiritual. Cómo dice David:”Me preparas una mesa ante mis enemigos, perfumas con ungüento mi cabeza y me llenas la copa a rebosar”.(Salmo 22, 5) El vino espiritual no está mezclado, no está adulterado, es muy fuerte y cuando lo bebes, te emborracha. Esta divina ebriedad es regalo de Dios, que se da a los “limpios de corazón”(Mat. 5, 8)

Ayunad tanto como podáis, haced todas las metanias que podáis, disfrutad de todas las agripnías que queráis; pero que estéis alegres. Que tengáis la alegría de Cristo. Es la alegría que dura eternamente, que tiene eterno regocijo. Es la alegría de nuestro Señor, que da el sosiego seguro, el placer sereno y la felicidad más agradable. La alegría, la máxima alegría, que supera cualquier alegría. Cristo quiere también alegrarse de esparcir la alegría, de enriquecer a Sus creyentes con la alegría. Deseo, “que nuestra alegría sea completa”(1ª Jn. 1, 4)

Ésta es nuestra religión. Allí tenemos que ir. Cristo es el Paraíso, mis niños. Qué es el Paraíso? Es Cristo. Desde aquí empieza el Paraíso. Es exactamente lo mismo; todos los que aquí en la tierra viven a Cristo, viven el paraíso. Es así ésto que os digo. Es correcto, es verdadero ésto, creedme! Es tarea nuestra el intentar encontrar la manera de entrar dentro de la luz de Cristo. No se trata de que haga uno lo formal, lo superficial. La esencia es que estemos junto a Cristo. Que se despierte tu alma y que ame a Cristo, que se vuelva santa. Que se entregue al amor divino. Así nos amará también Él. Será entonces la alegría inalienable. Ésto lo quiere muchísimo Cristo, llenarnos de alegría, porqué Él es la fuente de la alegría. Esta alegría es regalo de Cristo. Dentro de esta alegría conoceremos a Cristo. No podemos conocerle, si el no nos conoce. Cómo lo dice David? “Si el Señor no construye la casa, en vano trabajan los que la construyen; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigila el centinela”.(Salmo 126, 1)

Esto quiere conseguir nuestra psique. Si nos preparamos en función de esto, la gracia nos lo dará. No es difícil. Si cogemos la gracia, todo es fácil, alegre y bendición de Dios. La divina gracia llama continuamente la puerta de nuestra psique y espera a que abramos, para entrar en el corazón sediento y llenarlo. La culminación es Cristo, nuestra Panaguía, la Santa Trinidad. Qué cosa más bonita!

Si amas, vives en la plaza Omonia (plaza del centro de Atenas) y no sabes que te encuentras en la plaza Omonia. No ves coches, ni gente, ni nada. Estás dentro de ti con la persona que amas. Lo vives, te alegras con ello, te inspira. ¿No es verdad ésto? Pensad que esta persona que amáis sea Cristo. Cristo en tu espíritu, Cristo en tu corazón, Cristo en todo tu ser, Cristo en todas partes.

Cristo es la vida, la fuente de la vida, la fuente de la alegría, la fuente de la luz, de lo verdadero, el todo. El que ama a Cristo y a los otros, éste vive la vida. Vida sin Cristo es muerte, es infierno, no es vida. Éste es el infierno, el no amor. Vida es Cristo. El amor es la vida de Cristo. O estarás en la vida o en la muerte. De ti depende el escoger.

Que uno sea nuestro objetivo, el amor a Cristo, a la Iglesia, al prójimo. El amor, la adoración a Dios, el anhelo, la unión con Cristo y con la Iglesia es el Paraíso sobre la tierra. El amor a Cristo es el amor al prójimo, a todos, también a los enemigos. El cristiano sufre por todos, quiere que se salven todos, que todos saboreen la Realeza de Dios. Ésto es el cristianismo. A través del amor hacia el hermano, lograremos amar a Dios. Cuando lo deseamos, cuando lo queremos, cuando somos dignos, la divina gracia viene a través del hermano. Cuando amamos al hermano, amamos a la Iglesia, por lo tanto a Cristo. Dentro de la Iglesia estamos también nosotros. Entonces, cuando amamos a la Iglesia, nos amamos a nosotros mismos.



(del libro “Vida y dichos”, editado por el santo monasterio de Ζωοδόχου Πιγής- Χρυσοπηγής, Junio 2006)

http://cristoesortodoxo.com/2012/04/09/sobre-el-divino-amor/

Los hijos y la obediencia por el Padre Tadej de Vitovnica


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La obediencia construye y la voluntad propia destruye. Un hijo tiene que aprender a obedecer a sus padres y a Dios. Recordará las palabras de sus padres toda su vida y siempre respetará a los ancianos, y no sólo a estos, sino también a las personas que son más jóvenes. Será educado y cuidadoso con todo el mundo. Desafortunadamente, hay muy pocas familias que eduquen a sus hijos de esta forma.

Los espíritus del mal proveen una distracción en las mentes de nuestros hijos y tratan de molestarlos. Los hijos tienen que aprender la obediencia, especialmente antes de los cinco años, porque a esa edad es cuando se forman sus caracteres. Así pues, los indicios de la forma en que se hayan moldeado sus caracteres, permanecerá con ellos el resto de sus vidas. Los padres deben educar a sus hijos en total obediencia en este momento de sus vidas. Cuando uno de los padres diga algo, la respuesta debe ser: “Lo que tú digas”. Desafortunadamente, hoy en día, los padres no saben esto y enseñan a sus hijos exactamente lo opuesto. Y entonces los educan…

Si los padres dicen: “Quédate aquí”, entonces el niño debe permanecer allí donde se le ha dicho. Pero el niño es un niño; no puede estar quieto en ningún lugar. Lo que normalmente sucede es que los padres abofetean al niño por su desobediencia. Esta es una forma incorrecta de enseñar a un niño a obedecer. Puede que, algunas veces, tal reacción sea necesaria, pero no debería hacerse así sino con amor y el niño debería sentir este amor. Los padres nunca deberían expresar su ira abofeteando a sus hijos. Porque si se empieza a castigar a alguien cuando se está enojado, no se llegará a ninguna parte. Dañarás a la persona que tienes frente a ti y también a ti mismo. Si deseas conducir a alguien por el buen camino, debes enseñarle y aconsejarle. En primer lugar debes humillarte y hablar con ellos con mucho amor. Ellos aceptarán tu consejo si se da con amor. Pero si quieres que tu propia voluntad se imponga a toda costa, no conseguirás nada en absoluto. Esto es lo que hace que los niños reaccionen mal. Cuando un niño es desobediente, la respuesta no es abofetearlo.

Los padres reprenden a sus hijos por las cosas más insignificantes. Es como si no supieran cómo hablarles calmada y cuidadosamente. Cuando un padre tiene que establecer límites para un hijo, debe sentir que, tras la rigurosidad, hay amor. Es un gran error castigar a los hijos en el momento en que están haciendo algo malo, porque esto no les hará ningún bien. Debéis esperar a que se calmen y entonces, con mucho amor, decirle al niño que lo que ha hecho está mal y que tiene que aceptar alguna forma de castigo. Si otra vez sucede lo mismo, entonces se le da al niño un castigo más severo y, de esta forma, aprende.

La santa voluntad de Dios obra en nosotros por nuestros padres, o mediante nuestros maestros o nuestros jefes. Si necesitamos corregir el comportamiento de un niño, tenemos que hacerlo con gran amor y cuidado. Si lo único que tenemos en mente es cambiar la vida de un niño, ya le hemos dado una bofetada con nuestro pensamiento. He notado esto durante mi tiempo de higumeno: a menudo he visto a alguno de los hermanos no actuando correctamente, pero en el momento en que iba a decirle algo, sentí que ya le había abofeteado.

Nuestros pensamientos pueden ser muy instructivos y tener un gran poder. Esto es particularmente cierto en el caso de los pensamientos de los padres. Un padre tiene que soportar mucho y perdonarlo todo. Podemos perdonar a otros sólo si tenemos pensamientos buenos y bondadosos. Si nuestros pensamientos se dirigen a corregir los errores de los demás, es como si los estuviéramos abofeteando. Independientemente de cuán cerca esté alguien de nosotros, estos se alejarán, porque les habremos abofeteado con nuestros pensamientos. ¡Y somos de la opinión de que los pensamientos no son nada!.

Castigamos a nuestros hijos pero, de hecho, no tenemos derecho a hacer eso, porque hemos fallado en enseñarles la forma correcta. Una doctora me dijo hace tiempo en una carta: “Tengo un hijo con mi marido, que también es doctor. Nuestro hijo se ha estrellado con tres coches, pero gracias a Dios aún está vivo. Ahora quiere que le compremos otro coche, pero no podemos permitírnoslo. Cuando volvemos a casa del trabajo, intenta pedirnos dinero, incluso a la fuerza. ¿Qué podemos hacer para resolver este problema?”. Le dije que los únicos culpables eran ellos. Tenían un hijo y le habían permitido hacer todo lo que quería, incluso cuando era pequeño. Cuando era niño, sus peticiones eran proporcionalmente menores, pero ahora que es mayor, sus peticiones se han vuelto mayores. Lo único que podían hacer ahora sería darle a su hijo mucho amor y cuidado para que pudiera entrar en razón y darse cuenta de que lo único por lo que se preocupaban sus padres era por su propio bien. No hay otra forma excepto el camino del amor. ¿Veis por este ejemplo cómo podemos mejorar nuestras propias vidas y las de nuestro prójimo con nuestros pensamientos? Esperamos que vuestro esfuerzo en esta dirección dé fruto.


http://cristoesortodoxo.com/2015/01/08/los-hijos-y-la-obediencia-por-el-staretz-tadej-de-vitovnica/

Friday, January 9, 2015

La Confesión ( San Juan de Kronstadt )






Al obispo Inocencio de Cherson, se le preguntó si los que se acercaban a la Santa Comunión sin suficiente arrepentimiento y fe, les eran perdonados sus pecados, contestó: Sin ellos (fe y contrición) el alma no recibirá absolución de Dios, no importa cuántas veces el sacerdote repita: "perdonados, absueltos." La absolución y remisión de los pecados se concede por Dios según la medida de nuestro arrepentimiento y nuestra fe.

San Juan de Kronstadt

Santa Mártir Tatiana - 12 de enero

La Santa Tatiana era la hija de un rico romano y fue educada en la Fe Cristiana. No le interesaban las riquezas y los bienes materiales y cuando llegó a la mayoría de la edad no quiso casarse. Por su virtuosa vida fue asignada al puesto de la diaconisa de la Iglesia de Roma. En este puesto ella cuidaba con diligencia a los enfermos, visitaba a los presos, ayudaba a los pobres, tratando con sus oraciones y buenas obras complacer al Dios.

En los tiempos del emperador Alejandro Severo (años 222-235), Santa Tatiana fue martirizada por su Fe en Jesús Cristo (cerca del año 225). Según al antiguo relato, después de varias torturas ella fue tirada a la arena del circo (Coliseo), para que un león muy feroz la destroce para la diversión del público. Pero en vez de destrozarla el león comenzó a acariciarla (lamerla). Entonces Santa Tatiana fue sometidas a nuevas torturas y junto con su padre fue decapitada con una espada. Los siete servidores del gobernador, los cuales habían torturado a Santa Tatiana se convirtieron en cristianos, viendo la fuerza de Dios sobre ella y también fueron decapitados con una espada. Según el testimonio del diácono Zósimo, la cabeza de Santa Tatiana se encontraba hasta el año 1420 en Perivlepto, en Constantinopla.

Thursday, January 8, 2015

Como vencer nuestra pasión ( Padre Paisio del Monte Athos )

Una vez, al Monte Athos, vino a ver al Starez el padre de una niña, enferma de cáncer. Los médicos le dieron un lapso de vida de pocos meses. Su padre trajo algunas cosas de la niña para que el Starez las bendigera, y pidió que rogara por su hija.

El Starez le dijo: Rogaré, pero tu, como padre, también debes ofrecer a Dios algún sacrificio, ya que el sacrificio con amor "predispone" a Dios a ayudar.

El padre preguntó: ¿Que puedo sacrificar, Geronta?

El Starez dice: ¿Que pasiones tienes? Sacrifica una de ellas.

Siendo poco espiritual, el padre contestó: — No me conozco ni una pasión... Entonces el Starez preguntó: ¿Fumas cigarrillos?

¡Así, deja de fumar por amor a tu hija, y entonces Dios la sanará.!

Aquel prometió hacer así y realmente dejó de fumar. Después de esto la niña empezó a mejorar, hasta que sanó completamente. Mas tarde los médicos confirmaron su total recuperación.

Pasado un cierto tiempo, el padre, olvidando su promesa, de nuevo comenzó a fumar. Simultáneamente con esto el cáncer empezó a volver a su niña, de manera que llegó de nuevo al estado critico. Entonces el padre de nuevo fue al Monte Santo al Starez. Mirándolo con severidad, el Starez le dice:

— Si tú, siendo padre, no posees suficiente devoción para sacrificar tu pasión y salvar la vida de tu hija, yo en nada te puedo ayudar.

El Starez insistía en subrayar, que el hombre no tiene derecho a decir "no puedo," a lo sumo puede decir: "no me gusta" o "no quiero."

Cuando las personas, están bajo el poder de alguna pasión, dicen que una fuerza les impide hacer el bien. Deben saber, que esta fuerza no es otra cosa que su propia fuerza, que les fue dada para amar, pero que ella comenzó a actuar en dirección errónea. Y como ellos aman a sus pasiones, es natural, que no quieren rechazarlas, ya que lo que amas — no lo quieres perder. Por consiguiente, al comenzar a odiar su pasión, es necesario encontrar algo mejor y más elevado para sustituirla. Ya que el hombre, si no puede encontrar algo mejor para sí, no sabrá hacia donde dirigir su amor y sus fuerzas, y por ello va a sufrir.

A menudo, la gente viene a mí y dice:

— Geronta, fumo y no puedo dejar el cigarrillo. ¿Que debo hacer?

El Starez pregunta: — ¿Quieres dejar?

Recibo la respuesta: — Si, Geronta, hice muchos intentos sin resultados.

Entonces digo: — Si, ¡ocurre!... Desde este momento no fumes más y Dios te ayudará. El hombre en poder de la pasión, mayormente, responde:

— ¡De ninguna manera, Geronta, no puedo!

Aquí, el Starez, interrumpiéndolo, dice en forma de mando:

— No existe "no me es posible," ¡cumple y nada mas! No te rindas a pensamientos que te sugieren, que no podrás ante ese hábito.

Con esto el Starez inculcaba a cada uno de nosotros que somos dueños de nosotros mismos. Si nos hicimos esclavos de alguna pasión, es por nuestro propio deseo. Y si vamos a quedar sus esclavos, es solo por cariño a ella, porque nos agrada vivir en esclavitud.

Pero, cuando amemos nuestra libertad, y al estar con Cristo, desde ese momento, cuando nosotros lo queramos, nos liberaremos de la pasión, y nos transformaremos en hijos de Dios. Esto demuestra que somos dueños de nosotros mismos. Además, Cristo daba Sus mandamientos a pecadores comunes, o sea a esclavos del pecado. A ellos El les ordenaba liberarse del yugo del pecado y acercarse a El. Al lujurioso le decía no fornicar. Al ladrón: "no robar." Al mal pensado: "no juzgar."

Si nosotros fuéramos esclavos contra nuestra voluntad, Dios no nos ordenaría:"Salgan de allí y

vengan hacia Mi," Ya que no podríamos cumplirlo. Por eso, si Él nos dice que nos retiremos solos, esto significa que nosotros nos sometimos voluntariamente a nuestras pasiones — las amamos y las deseamos. Pero, desde el momento en que las empezamos a odiar y dirigimos nuestro amor a Dios — inmediatamente nos liberamos de ellas.

Entonces es necesario:

Tener conciencia de que voluntariamente nos sometemos a las pasiones y por ello estamos enfermos por ellas.

Hay que odiar a nuestra pasión, pues ella nos destruye.

Hay que amar a Dios y a la virtud.

Amor ( Padre Ambrosio de Optina )


El amor, sin duda, es superior a todo. Si tú sientes que en tí no hay amor y quieres tenerlo, haz acciones de amor, aunque al principio sean sin sentimientos de amor. Dios verá tu deseo y tus esfuerzos y pondrá amor en tu corazón. "Quien posee un corazón malicioso no debe desesperarse porque con la ayuda de Dios el hombre puede corregirlo. Sólo es necesario ocuparse con atención de sí mismo y no perder la ocasión de serle útil a los prójimos, "abrirse" frecuentemente ante el padre y hacer caridad. Todo esto no se puede hacer enseguida pero Dios es muy paciente. Él solamente le pone fin a la vida de un hombre cuando lo ve listo para el paso a la eternidad o cuando ve que no hay ninguna esperanza para su corrección.



Padre Ambrosio de Optina

Monday, January 5, 2015

Aristóteles y el Padre Simeón


 

La aldea de Ouranoupolis, en el norte de Grecia, está cerca de las ruinas de Stagira, donde nació Aristóteles y, además, es el puerto obligado para quienes peregrinan al vecino Monte Athos, centro espiritual de la Ortodoxia. El hotel donde me alojo lleva el nombre del filósofo que fue preceptor de Alejandro y el encuentro al que asisto se titula: «La tragedia, entonces y ahora: de Aristóteles al tercer milenio». Nada más bajar del autobús que me trajo desde Salónica, zangoloteando entre olivares, cipreses y enjambres de turistas alemanes, me presentan al pope que me había propuesto conocer aunque fuera filtrándome de contrabando en la montaña sagrada de las iglesias orientales: el Padre Simeón.

Mario Vargas Llosa

Me habló de él hace un par de noches, en Atenas, mi amigo Stavros, mientras cenábamos en una terraza impregnada de aromas, bajo un cielo lleno de estrellas parpadeantes: «Si vas al Monte Athos, tienes que conocerlo. Es un monje-sacerdote, ermitaño, pintor, poeta, místico, reverenciado en toda Grecia, una de las figuras más destacadas de la Iglesia Ortodoxa. Y, cáete de espaldas, el Padre Simeón no es griego sino peruano». Desde entonces, este compatriota no se ha apartado de mi mente ni un solo momento. Y aquí me lo encuentro, entre los congresistas, invitado para hablar de la Poética de Aristóteles, la tradición mística y su propia poesía.

Es un hombre de cincuenta y dos años, de luengas barbas y plateada cabellera, ojos claros y largas manos que mueve al hablar con la misma elegancia con que lleva el imponente hábito que, a su paso, concentra todas las miradas. Es verdad: todos los griegos presentes lo rodean, lo siguen, lo acosan con una curiosidad efusiva a la que él parece consentir no sin dificultad. Es afable, cortés y habla despacio, como luchando contra el aturdimiento que deben producirle tantas voces, tanta gente, tanto trajín, comparados con el silencio y la quietud de la ermita erigida en una ladera cercana al monasterio de Stavronikita, donde ora, medita, escribe y pinta, solo con su fe, desde que en 1987 abandonó su clausura en el monasterio de Agios Grigorios para hacer vida de anacoreta.

Todo es griego en él, salvo su español, limeñísimo a más no poder. Un español muy suavecito, perezoso con las sílabas finales de las palabras, y musicalizado, de alta clase social, procedente de Miraflores o San Isidro, y forjado en un colegio de curas para niños bien: ¿el Santa María o la Inmaculada? Él se ríe: «Frío, frío. Estudié en el Claretiano». Su apellido es de la Jara, una familia que ha dado al Perú juristas y políticos destacados, una célebre promotora de la música criolla y la bohemia, y una pareja, los padres de Simeón, excepcionalmente comprensiva, pues, cuando en los años sesenta, su hijo, alumno destacado en el colegio, les anunció que «para no hacer concesiones al establishment» había decidido no presentarse a los exámenes de fin de año y por lo tanto cerrarse las puertas de una profesión liberal, en vez de hacer un dramón griego, se resignaron. Para entonces, Miguel Ángel, el futuro Padre Simeón, un muchacho rebelde y soñador, se había convertido en el primer peruano. Leía a los surrealistas y a Rimbaud, sobre budismo y taoísmo, y se había dejado el cabello hasta los hombros. Su apariencia indignó a una patota de jóvenes sanisidrinos, que le dio una tremenda paliza, a resultas de la cual estuvo varios días en el hospital, con amnesia. Cuando salió, sus prudentes padres optaron por enviarlo al extranjero.

Estuvo en el swinging London de finales de los sesenta, y después en París, y luego -naturalmente- en la India y en Nepal, haciendo yoga y estudiando budismo e hinduismo, pero no se quedó allí, dice, porque el espectáculo callejero de la miseria multitudinaria y eterna llegó a alterarle el sistema nervioso. Regresó a París, se instaló en el Barrio Latino y estaba aprendiendo chino cuando un buen día, en un restaurancito modesto, lo intrigó un religioso de hábitos ampulosos que comía solo. Era un sacerdote ortodoxo griego, de origen suizo, cuya amistad cambiaría su vida de raíz. «Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera ser dios». Dice que esa frase, que escuchó a aquel pope en la primera conversación que celebraron, todavía le resuena en la memoria, treinta años después.

La primera consecuencia de esa nueva amistad fue que Miguel Ángel reemplazó el chino por la hagiografía y se puso a aprender a pintar íconos, en el taller de Leonide Ouspensky, a la vez que empezaba leer a los teólogos y místicos de la Iglesia Ortodoxa. En 1972, luego de un viaje recorriendo iglesias ortodoxas de Serbia y Grecia, se convirtió formalmente y al año siguiente decidió hacerse religioso. Fue aceptado como novicio en el monasterio de Agios Georgios (San Jorge), en la isla de Evia o Euboia, a la que llegó, a sus veintidós años, sin hablar una palabra de griego. Pero me asegura que, a los seis meses, ya podía entenderse con los otros monjes, y que, en todo caso, su maestro de novicios chapurreaba algo de inglés.

El Padre Simeón tiene una manera de contar los episodios de su extraordinaria vida, que, se diría, no hay en ellos nada de insólito ni excepcional, sino una sucesión de ocurrencias de una bostezante banalidad. Cuando yo, malogrado por mi vocación truculenta, le replico que no pudo ser tan fácil ni tan simple, que cambiar de la noche a la mañana de lengua, de régimen de vida, de cultura, de estado, tener que levantarse a medianoche y pronunciar un millar de veces al día el nombre de Jesús y cumplir con las agobiantes jornadas de trabajo físico y espiritual en aquel monasterio en el que fue, por un buen tiempo, un total extranjero, debió costarle esfuerzos y sacrificios desmedidos, dudas atroces, sufrimientos, él niega con la cabeza y adopta una expresión de disculpas, como apenado de decepcionarme. «Fue una experiencia muy hermosa», insiste. «Desde el primer momento en el monasterio, comprendí que había encontrado por fin lo que andaba buscando».

No sólo lo encontró en la religión; también en la cultura y la lengua de Grecia, que se fueron haciendo cuerpo de su espíritu y recreando su personalidad. Cuando, a mediados de los años setenta, toda la comunidad de monjes de Agios Georgios se trasladó al Monte Athos, el Padre Simeón ya leía y hablaba el griego y hasta había empezado a garabatear sus primeros poemas en esa lengua. En los trece años que permaneció en el monasterio de San Gregorio, en el Monte Athos, se ordenó sacerdote, y su trabajo intelectual y teológico debió dejar una huella en su comunidad pues desde 1983 sale de Grecia a dar conferencias sobre la Ortodoxia y el Monte Athos (Una de ellas en la sede de la OTAN!) y en esa década se publican sus primeros ensayos religiosos y sus libros de poemas. El último, Me Imation Melan (Con Manto Negro) contiene, además, reproducciones de sus grabados y pinturas, un arte que había practicado de joven, en Lima, y que retomó al retirarse del monasterio de Agios Georgios en 1987 a la ermita donde hasta ahora vive.

En su conferencia, dicha en griego, y de la que los intérpretes nos dan una versión probablemente muy rudimentaria, el Padre Simeón explica que para él escribir es una manera de vivir más profundamente la naturaleza que lo rodea en la montaña, y otro modo de orar y de encontrar momentánea redención y consuelo, y hace sutiles aproximaciones entre el ejercicio de su vocación y la descripción aristotélica de la catarsis. Son razonamientos que sigo con dificultad, pero quien habla no es un pedante ni un farsante, sino alguien que, a ojos vista, hace denodados esfuerzos para comunicar con total sinceridad una experiencia que, por lo demás, sabe muy bien no es totalmente racionalizable. Es la misma impresión que me da en las charlas que celebramos estos días, paseando por las calles de Ouranoupolis -a las que el turismo ha vuelto idénticas a las de la Costa del Sol o a las de los balnearios de la República Dominicana- o escabulléndonos de los psicoanalistas, filólogos y filósofos del congreso: un hombre sencillo, que no parece medir en toda su dimensión la notable aventura de la que ha sido protagonista. Cuando se lo insinúo, rehuye la respuesta con risueñas evasivas: «Y las aventuras que espero vivir todavía».

Como estuvo cerca de 24 años sin hablar español, de pronto tiene un blanco, una duda lo asalta y se resiste a continuar hasta que, del fondo de la memoria, rescata la palabra perdida. Entonces, se le iluminan los ojos y dilata su cara una sonrisa de alivio. Su vida de monje y de ermitaño no lo ha aislado del siglo: recibe una correspondencia diluviana -le escriben muchos presos, por ejemplo-, numerosas personas lo vienen a visitar, y, cada cierto número de años, obtiene permiso de su comunidad para hacer un largo viaje. El último, por China y Asia del Sur, le llenó la cabeza de imágenes que ha volcado en poemas, pequeños como haikús, y en dibujos. Ahora se dispone a partir a Etiopía, en un largo periplo que lo hará recorrer todo Egipto. Cuando le bromeo que, tal vez, de esa peregrinación resulte que la Iglesia Etíope, de monjes cenicientos maravillosamente enturbantados, gane un nuevo adepto, no se ríe. Se encoge de hombros y, la mirada perdida en una súbita ensoñación, murmura: «Quién sabe».

La verdad es que, pensándolo bien, el Padre Simeón parece una de esas raras excepciones de la especie humana capaz de cambiar de vida todas las veces que haga falta, incluso ahora. Para qué lo haría? Para no apolillarse en la rutina ni convertirse en una estatua; para seguir explorando las infinitas posibilidades del mundo y de la vida hasta el último aliento con esa curiosidad regocijada con la que me interroga sobre todo lo que sé y no sé. Cuando le digo que su historia me recuerda mucho a la de Thomas Merton, el poeta norteamericano que se hizo cartujo y que narró su peripecia en una hermosa autobiografía, me dice que no la ha leído y no parece interesarse mucho por hacerlo. (En efecto, comparada a su propia historia, la de Merton es bastante menos original). Pero sí conoce algunos de sus poemas y su libro sobre los padres del desierto.

Por qué me ha impresionado tanto conocer al Padre Simeón que, cuando nos despedimos, tengo la impresión de separarme de un viejo y querido amigo? Por su rica calidad humana, desde luego. Pero también, sin duda, porque su caso es una ejemplar demostración de la manera como la libertad cabalmente asumida puede emancipar a un ser humano de todos los condicionamientos gregarios -religión, patria, cultura, lengua, costumbres- que, para los ciudadanos del común, funcionan en la práctica como otros tantos campos de concentración, y reemplazarlos por otros, libremente escogidos, de acuerdo a sus deseos y a sus sueños. Siendo agnóstico, las conversiones religiosas me suelen dejar bastante frío. Pero reducir la historia del Padre Simeón a un mero cambio de fe, sería desnaturalizarla. Su historia es la de un desconcertado joven hippy que a fuerza de valentía, sensibilidad y testarudez fue capaz de rechazar todos los destinos que su tiempo, su familia y su país le tenían asignados, y construirse uno a su propia medida y vocación, un destino que lo enriqueció personalmente y que ha enriquecido -¡todavía más¡- a la tierra de Aristóteles.



http://www.diakonima.gr/2009/06/23/aristoteles-y-el-padre-simeon-spanish-%CE%B9%CF%83%CF%80%CE%B1%CE%BD%CE%B9%CE%BA%CE%AC/