Friday, November 6, 2015

No importa que amargura te haya ocurrido, no importa qué infortunio te suceda, di: “Soportaré esto por Jesucristo,” y te será fácil hacerlo ( San Antonio de Optina )



No importa que amargura te haya ocurrido, no importa qué infortunio te suceda, di: “Soportaré esto por Jesucristo,” y te será fácil hacerlo. Pues el Nombre de Jesucristo es poderoso. Por él todo infortunio es apaciguado, y los demonios desaparecen. Tu tristeza será apaciguada con él y tu desesperación será quitada.

San Antonio de Optina

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Cristianos, ¿Hemos comprendido la gran responsabilidad que hemos asumido ante Dios por el Bautismo?.. ( San Nectario de Aegina )



Cristianos, ¿Hemos comprendido la gran responsabilidad que hemos asumido ante Dios por el Bautismo? ¿Hemos comprendido que debemos comportarnos como hijos de Dios, que debemos ajustar nuestra voluntad a la voluntad de Dios, que debemos permanecer libres de pecado, que debemos amar a Dios siempre con todo el corazón y siempre esperar pacientemente la unión con El? ¿Hemos considerado el hecho de que nuestro corazón debe estar tan rebosante de amor que lo compartamos con el prójimo? ¿Tenemos conciencia de que debemos ser santos y perfectos, como hijos de Dios y herederos del Reino de los Cielos? Debemos esforzarnos por esto, para que no seamos indignos y seamos rechazados. Que ninguno de nosotros pierda nuestra valentía, ni descuide nuestros deberes, ni se asuste de las dificultades de la lucha espiritual. Pues tenemos a Dios como nuestro auxilio, quien nos fortalece en el difícil camino de la virtud.

San Nectario de Aegina

 

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Humildad... ( San Juan Clímaco )


Que todos aquellos que son conducidos por el Espíritu de Dios, se unan a nosotros en este consejo espiritual y pleno de sabiduría, que tiene en sus manos espirituales las tablas de la ciencia grabadas por Dios mismo. Nosotros estamos reunidos; juntos buscamos y escrutamos trabajosamente el sentido de esta preciosa inscripción. Uno dijo: “Es el constante olvido de las virtudes adquiridas.” Otro: “Es estimarse como el último de los más grandes pecadores.” Y otro: “Es reconocer en su espíritu su propia debilidad y su propia impotencia.” Incluso otro: “En las disputas, es adelantarse al prójimo poniendo primero fin a la cólera.” Otro: “Es el reconocimiento de la gracia divina y de la divina misericordia.” Otro todavía: “Es el sentimiento de un alma contrita y la renuncia a su propia voluntad.” Pero yo, después de haber escuchado todo esto y después de haber reflexionado con circunspección y en calma, descubrí que no había sido posible, para mí, aprender a sentir esta virtud bienaventurada escuchando hablar de ella. Por eso, a lo último de todo, habiendo recogido lo que caía de los labios de esos padres bienaventurados y dotados de conocimientos, como un perro que recoge las migajas que caen de la mesa, di esta definición: “La humildad es una gracia inefable en el alma, cuyo nombre sólo es conocido por aquellos que lo aprendieron a través de la experiencia. Es una riqueza indecible, un nombre del mismo Dios y un don que proviene de Él, pues ha dicho: Aprended, no de un ángel, ni de un hombre, sino de mí, es decir, de mí que estoy y permanezco en vosotros con mi luz y mi gracia, pues soy manso y humilde de corazón, de pensamientos y de espíritu; así hallaréis descanso para vuestras almas” (Mt 11:29).

San Juan Clímaco 


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