Wednesday, August 30, 2017

Colocación de la Preciosa Faja de la Madre de Dios en Constantinopla. ( Agosto 31 )

El traslado de la Preciosa faja de la Madre de Dios y siempre Virgen Maria, existen dos referencias del mismo pudiendo haber sido o por del Reyes Arcadio o por Teodosio II, este se realizo desde Jerusalén a Constantinopla y fue depositada el un cofre de oro. Luego de transcurridos 410 años, el Rey León el Sabio abrió este cofre buscando una curación para la Reina, debido a que poseía un espíritu impuro, y encontró la Preciosa Faja de la Madre de Dios y comenzó a irradiar una luz no creada, tambien tenia un sello de oro donde indicaba día y año en que fue trasladada a Constantinopla. Luego de prosternarse con mucha devoción el Patriarca tomo en sus manos la Preciosa Faja, y la extendió en el cuerpo de la Reina quedando liberada al instante. Y comenzaron todos a glorificar a Nuestro Señor y Salvador Jesucristo y agradecer a su Madre quién es para todos los Cristianos la protectora fiel, nuestra ayuda e intercesora para cada instante de Nuestra vida.

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Monday, August 28, 2017

San Moisés el Etiope ( Agosto 28 )

 San Moisés, que era originario de Etiopía, fue el más Pintoresco de Los Padres del Desierto. En sus primeros años era criado o esclavo de un cortesano egipcio. Su amo se vio obligado a despedirle (es raro que no le haya matado, dada la barbarie de la época) a causa de la inmoralidad de su vida y de los robos que había cometido. Entonces, Moisés se hizo bandolero. Era un hombre de estatura gigantesca y de ferocidad no menos grande. Pronto organizó una banda y se convirtió en el terror de la región. En cierta ocasión, cuando se hallaba a punto de cometer un robo, ladró el perro de un pastor. Entonces Moisés juró matar al pastor. Para llegar a donde éste estaba, tuvo que cruzar a nado el Nilo con el cuchillo entre los dientes, pero entretanto el pastor tuvo tiempo de esconderse entre las dunas. Como no consiguiese hallarle, Moisés mató cuatro carneros, los ató por las patas y los condujo al otro lado del río. En seguida descuartizó a las bestias, asó y comió las mejores porciones, vendió las pellejas y fue a reunirse con sus compañeros, a ochenta kilómetros de ahí. Esto nos da una idea de la clase de coloso que era Moisés.
Desgraciadamente no sabemos cómo se convirtió. Tal vez fue a refugiarse entre los solitarios del desierto cuando huía de la justicia, y el ejemplo de éstos acabó por conquistarle. El hecho es que se hizo monje en el monasterio de Petra, en el desierto de Esquela. Un día, cuatro bandoleros asaltaron su celda. Moisés luchó con ellos y los venció. En seguida los ató, se los echó a la espalda, los llevó a la iglesia, los echó por tierra y dijo a los monjes, que no cabían en sí de sorpresa: "La regla no me permite hacer daño a nadie. ¿Qué vamos a hacer de estos hombres?" Según se cuenta, los bandoleros se arrepintieron y tomaron el hábito. Pero el pobre Moisés no conseguía vencer sus violentas pasiones y, para lograrlo, fue un día a consultar a San Isidoro. El abad le condujo al amanecer a la terraza del monasterio y le dijo: "Mira: la luz vence muy lentamente a las tinieblas. Lo mismo sucede en el alma." Moisés fue venciéndose poco a poco, a fuerza del rudo trabajo manual, de caridad fraterna, de severa mortificación y de perseverante oración. Llegó a ser tan dueño de sí mismo, que Teófilo, arzobispo de Alejandría, le ordenó sacerdote. Después de la ordenación, cuando se hallaba todavía revestido del alba, el arzobispo le dijo: "Ya lo veis, padre Moisés, el hombre negro se ha trasformado en blanco." San Moisés replicó sonriendo: "Sólo exteriormente. Dios sabe cuan negra tengo el alma todavía."
Cuando los berberiscos se aproximaban a atacar el monasterio, San Moisés prohibió a sus monjes que se defendiesen y les mandó huir, diciendo: "El que a hierro mata a hierro muere." El Santo se quedó en el Monasterio con otros siete monjes. Sólo uno de ellos escapó con vida. San Moisés tenía entonces setenta y cinco años. Fue sepultado en el monasterio llamado Dair al-Baramus, que todavía existe. 

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La Decapitación de San Juan Bautista ( Agosto 29 )

  El Santo empezó a desempeñarla en el desierto de Judea, sobre las riberas del Jordán, a la altura de Jericó. Cubierto con pieles, predicó a todos los hombres la obligación de lavar sus pecados con las lágrimas de la penitencia y proclamó la próxima venida del Mesías. Igualmente exhortó a las multitudes a la caridad y la reforma de vida y Bautizaba en el Jordán. Los judíos solían lavarse como símbolo de la purificación interior, pero hasta entonces, el bautismo no había tenido la alta significación mística que le atribuía San Juan. El bautismo representaba para él la purificación del pecado, la preparación para que los hombres participaran en el Reino del Mesías. En otras palabras, era un símbolo sensible de la purificación interior y un tipo del sacramento que Cristo iba a instituir. Ese rito ocupaba un sitio tan prominente en la predicación de Juan, que las gentes empezaron a llamarle "el Bautista", es decir, "el que bautiza." Cuando Juan llevaba ya algún tiempo de predicar y bautizar, el Salvador fue de Nazaret al Jordán y se presentó para ser bautizado. Juan le reconoció por divina revelación y trató de excusarse, pero al fin accedió a bautizarle, por obediencia.
La ardiente predicación del Bautista y su santidad y milagros, atrajeron la atención de los judíos sobre él y algunos empezaron a considerarle como el Mesías prometido. Pero Juan declaró que él no hacía más que bautizar en el agua a los pecadores para confirmarlos en el arrepentimiento y prepararlos a una nueva vida, pero que había Otro, que pronto se manifestaría entre ellos, que los bautizaría en la virtud del Espíritu Santo y cuya dignidad era tan grande, que él no era digno de desatar las correas de sus sandalias. No obstante eso, el Bautista había causado tal impresión entre los judíos, que los sacerdotes y levitas de Jerusalén fueron a preguntarle si él era el Mesías esperado. Y San Juan confesó y no negó y dijo: "Yo no soy el Cristo", ni Elías, ni uno de los profetas. Aunque no era Elías, poseía el espíritu de Elías, pues el profeta había sido el tipo del Bautista. Juan era un profeta y más que un profeta, puesto que su oficio consistía no en anunciar a Cristo a distancia, sino en señalarle a sus contemporáneos. Así pues, como no era Elías en persona, ni un profeta en el sentido estricto de la palabra, respondió negativamente a las preguntas de los judíos y se proclamó simplemente "la voz del que clama en el desierto." En vez de atraer sobre sí las miradas de los hombres, las desviaba hacia las palabras que Dios pronunciaba por su boca. Juan proclamó la mesianidad de Cristo en el bautismo y, precisamente al día siguiente de aquél en que los judíos habían ido a interrogarle, llamó a Jesús "el Cordero de Dios." El Bautista, "como un ángel del Señor, permanecía indiferente a las alabanzas y detracciones", atento únicamente a la voluntad de Dios. No se predicaba a sí mismo sino a Cristo. Y Cristo declaró que Juan era más grande que todos los santos de la antigua ley y el más grande de los nacidos de mujer. Heredes Antipas, el tetrarca de Galilea, había repudiado a su esposa y vivía con Herodías, quien era juntamente su sobrina y la esposa de su medio hermano Filipo. San Juan Bautista reprendió valientemente al tetrarca y a su cómplice por su conducta escandalosa y dijo a Herodes: "No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano." Herodes temía y respetaba a Juan, pues sabía que era un hombre de Dios, pero se sintió muy ofendido por sus palabras. Aunque le respetaba como santo, le odiaba como censor y fue presa de una violenta lucha entre su respeto por la santidad del profeta y su odio por la libertad con que le había reprendido. Finalmente, la cólera del tetrarca, azuzada por Herodías, triunfó sobre el respeto. Para satisfacer a Herodías y tal vez también por temor de la influencia que Juan ejercía sobre el pueblo, Herodes le encarceló en la fortaleza de Maqueronte, cerca del Mar Muerto. Cuando el Bautista se hallaba en la prisión, Cristo dijo de él: "¿A quién fuisteis a ver? ¿A un profeta? En verdad os digo, a un profeta y más que un profeta. De él es de quien está escrito: He aquí que envío a mi ángel delante de ti para que te prepare el camino. En verdad os digo, no hay entre los nacidos de mujer ninguno más grande que Juan el Bautista."
Pero Herodías no perdía la ocasión de azuzar a Herodes contra Juan y de buscar la oportunidad de perderle. La ocasión se presentó con motivo de una fiesta que dio Herodes el día de su cumpleaños a los principales señores de Galilea. Salomé la hija de Herodías y de Filipo, danzó ante los comensales con tal arte, que Herodes juró concederle cuanto le pidiera, aunque fuese la mitad de sus dominios. Herodías aconsejó a su hija que pidiese la cabeza del Bautista y, para impedir que el tetrarca tuviese tiempo de arrepentirse, sugirió a Salomé que exigiese que la cabeza del santo fuese inmediatamente traída en una fuente, el tirano dio inmediatamente la orden de que le decapitasen en la prisión y de que trajesen en una fuente su cabeza a Salóme. La joven no tuvo reparo en tomar el plato en sus manos y ofrecérselo a su madre. Así murió el gran precursor del Salvador, el profeta más grande "de cuantos han nacido de mujer." En cuanto se enteraron de la noticia, los discípulos del Bautista recogieron su cuerpo, le dieron sepultura y fueron a contarlo a Jesús. "Y habiéndolo oído, Jesús se retiró... a un sitio del desierto." 

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Saturday, August 26, 2017

12ª Domingo de Mateo

Nos relata hoy, el evangelista Mateo, el diálogo entre Cristo y un jovencito. De este diálogo nos informamos qué es lo que le pide Cristo al ser humano de todas las...

...épocas. Cristo, pues, no pide sólo el cumplimiento de los mandamientos básicos, requiere el desapego completo del ser humano de todo aquello que lo mantiene pegado al suelo y su entrega total a Dios.
Los bienes materiales fueron creados por Dios al servicio del ser humano y para gloria del Creador. En consecuencia la posición del cristianismo frente a ellos, es positiva. No obstante, esta posición no acarrea una posición favorable a la riqueza, que está ligada generalmente con la injusticia y la avaricia.
En la Biblia y particularmente en el Nuevo Testamento, la clasificación en ricos y pobres aparece sobre una base no tanto económica o de estatus social, sino más bien según su posición frente a Dios y Su voluntad. Son pobres aquellos que no tienen recursos económicos suficientes, son los que apoyan sus esperanzas en Dios y vivencian de manera inmediata su dependencia de Él. Contrariamente, son ricos aquellos que disponen de medios económicos abundantes. Estos confían a sus riquezas y se olvidan de Dios. Además, los ricos tienen la falsa sensación de autarquía, mientras son cautivos del mundo y siervos del miedo a la corrupción y a la muerte. Es por eso que los pobres son ensalzados por Cristo, como herederos del reino de Dios, mientras los ricos son deplorados (Lc. 6,20 y 24). En el cristianismo la riqueza espiritual desplaza en efecto, a los bienes materiales.
Ninguna otra maldad fue tan criticada por Cristo, con tanta severidad, como el amor a la riqueza. Esta crítica no apunta tan sólo a la eliminación de la injusticia social y el restablecimiento de la justicia social, apunta principalmente a la liberación de la persona de la esclavitud del mundo y del dominio del maligno.
La vida cristiana, como vida en libertad, exige la liberación del imperio de la riqueza, que subyuga a la persona y la somete a la tiranía del dinero. La posesión de riquezas materiales somete a cautiverio a la persona y obstaculiza su entrada al reino de Dios, tal como lo expresa Cristo en el último versículo de la lectura evangélica de hoy. Contrariamente, el deseo de la riqueza del reino de Dios conduce a la liberación de la carga, que significa la riqueza material, y al abandono de toda preocupación por el bienestar.
En otras lecturas evangélicas, el hallazgo del reino de Dios se presenta como una fuerza que impulsa a la persona a desprenderse de sus riquezas para conquistarlo (Mt. 13,44-46). De esta manera la persona se libera del peso de la riqueza material, al mismo tiempo que puede utilizarla como medio para adquirir bienes espirituales.
San Simeón el Nuevo Teólogo dice que la propiedad privada es un fenómeno producto de la avaricia. Todas las cosas, dice, son comunes para todas las personas, como la luz y el aire que respiramos. Los poseídos por su propia avaricia no son en realidad dueños de sus propiedades, sino siervos y guardianes de las mismas. Aunque ofrezcan una parte de lo que poseen o, incluso, todo lo que poseen a los necesitados, no podrían ser considerados por eso dignos de elogios; igualmente son deudores de arrepentimiento de por vida por todo lo que han retenido tanto tiempo, impidiendo su uso a sus hermanos.
Los ricos que dan limosna no son por eso justificados ni dejan de ser responsables por las penurias y la desgracia de las personas que podrían haber ayudado y no lo hicieron. Dios perdona esta injusticia y promete recompensar a las personas que entregan sus bienes con agrado a sus hermanos necesitados. Lo hace para ayudarles a curarse de la enfermedad de la avaricia, para que dejen de apoyar sus esperanzas en sus posesiones, para que vuelvan a Él libres y para que sigan el camino de sus mandamientos.
Para la doctrina cristiana, el ser humano es administrador, no dueño, de los bienes materiales que se encuentran a su disposición. De otro modo, el deseo y el mantenimiento de la riqueza producen en la persona problemas morales y espirituales. Este deseo no le permite a la persona progresar y fructificar en la fe y lo conduce a la muerte espiritual, como nos advierte hoy el evangelista Mateo. Es por ello que el creyente debe bastarse en lo indispensable para sus necesidades básicas. Todo lo que no es indispensable está por demás. Por su parte, Clemente de Alejandría escribe que “no es rico quien posee, sino quien da “y la dación revela al bienaventurado no la posesión”. 

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San Fanurio ( 27 de agosto )

 Con relación a la biografía del glorioso Santo Gran Mártir Fanurio el de reciente aparición, nadie puede dar una respuesta concreta acerca de su origen, quiénes eran sus padres, en qué período vivió, en qué lugares predicó la palabra de Dios y por último, en el reinado de qué emperador dio testimonio de su fe entregando su cuerpo y su vida al martirio. No se ha conservado ningún testimonio con relación a su vida, ni escrito ni oral, y tal vez no conoceríamos siquiera el nombre del Santo ni acaso que haya existido, si no fuera por el siguiente acontecimiento:
Cuando la hermosa isla de Rodas fue conquistada por los turcos, uno de sus Gobernadores quiso reconstruir la muralla de la ciudad que había sido destruida por la guerra. Para reconstruir la muralla había que demoler algunas chozas en ruinas, que se encontraban fuera de la misma.
Cuando demolieron esas chozas y excavaron la zona circundante, descubrieron enterrada entre los escombros, una hermosa iglesia que tenía destruido uno sólo de sus lados. En las ruinas de esta iglesia olvidada hasta ese momento, encontraron muchas imágenes de Santos que estaban todas arruinadas por el tiempo, tanto que no se podía distinguir nada en ellas, ni letras ni rostros ni figuras.
Sin embargo, entre todas esas imágenes destruidas había una sola en buen estado, como recién hecha, a tal punto que parecía haber sido pintada ese mismo día en que fue descubierta en la iglesia enterrada. Esta maravillosa imagen, que no había sido afectada por el transcurso del tiempo y el entierro, era la imagen del hasta ese momento desconocido San Fanurio.

Las doce representaciones de la imagen.

Apenas descubierta aquella santa iglesia, acudió enseguida al lugar el muy respetado Obispo de la zona, llamado Nilo, hombre muy creyente y de vida santa, que leyó con facilidad las palabras escritas sobre aquella imagen, que decían: “San Fanurio”.
La imagen de San Fanurio estaba rodeada por doce imágenes más pequeñas referidas a diferentes circunstancias de la vida del Santo. En el medio estaba pintado el santo siendo joven con uniforme militar. En su mano izquierda tenía la cruz y en la derecha una vela encendida. Las doce pequeñas imágenes situadas alrededor de esta imagen central del santo, mostraban las siguientes circunstancias de su vida y en particular las torturas y suplicios que sufrió a causa de su fe en Cristo y su martirio final.
La primera representa al Santo frente a un magistrado que le interroga. Fanurio está en medio de sus custodios, de pie frente al magistrado y parece hacer su apología con valentía defendiendo su fe cristiana.
La segunda representa al Santo entre los soldados que lo han llevado para torturarlo y le pegan con piedras en la boca y en la cabeza.
En la tercera escena se muestra al Santo acostado en el suelo mientras los soldados le pegan despiadadamente con palos.
La cuarta escena muestra una tortura más terrible aún. El Santo está desnudo en la celda de la cárcel mientras sus torturadores le desgarran el cuerpo con herramientas de hierro. Sin embargo por la postura, San Fanurio parece soportar sereno este horrible tormento. Tiene las manos cruzadas, la mirada dirigida al cielo con devoción y está rezando al Señor, en quien ha depositado todas sus esperanzas.
La quinta imagen lo muestra solo, encerrado en la celda de la cárcel y reza a Dios con devoción, que le dé fuerzas para soportar las siguientes torturas a las que iba a ser sometido por los brutales y despiadados torturadores.
En la sexta representación, aparece de nuevo frente al tirano haciendo su apología con valentía y a pesar de las amenazas de nuevas y peores torturas se niega a renegar de su fe en Cristo.
En la séptima imagen, lo han prendido de nuevo sus torturadores en otra celda cerrada y le queman el cuerpo con antorchas encendidas.
En la octava imagen, el Santo sufre una nueva tortura más horrible aún. Los verdugos de corazón duro, despiadados y enardecidos por su persistente negación a rendir culto a sus falsos ídolos, le han colocado en una prensa y le trituran los huesos, mientras él, tranquilo frente a este terrible tormento, sufre los dolores con paciencia y valentía, y en su hermoso rostro se ha derramado un regocijo divino, porque el Señor lo hizo digno de ser uno de los selectos testigos de la fe Cristiana.
En la novena figura, se encuentra tirado en una gran fosa, entre animales salvajes para devorarlo, mientras desde arriba lo vigilan sus verdugos. Pero los animales no le molestan para nada, contrariamente lo rodean mansos, mientras el Santo con las manos cruzadas sobre el pecho, reza a Dios con devoción, agradeciéndole por su salvación de este terrible tormento.
La décima escena muestra un nuevo, igualmente terrible tormento, que inventaron sus torturadores para aniquilarlo. Han acostado a San Fanurio en el suelo y le han aplastado con una enorme placa de mármol, que le fractura el tórax y no le permite respirar.
En la undécima figura, el Santo aparece de pie frente a los ídolos de los infieles. Sostiene en sus manos brasas encendidas y está custodiado por sus verdugos armados. En el aire, encima del altar de los ídolos, sobrevuela un demonio, en la figura de un dragón con alas, que parece llorar y flagelarse por los exorcismos del Santo.
Por último, la duodécima y última imagen nos muestra a San Fanurio de pie dentro de un gran horno, sobre leños encendidos y mientras le han abrazado las llamas y el humo del fuego, está rezando serenamente, con las manos levantadas hacia el cielo y dedica con calma sus últimos pensamientos al Señor, en este su martirio final.

Un milagro de la imagen del Santo

Observando pues las doce escenas tan descriptivas de la vida de San Fanurio en esta imagen, el piadoso Obispo Nilo comprendió enseguida que San Fanurio había sido uno de los mártires más importantes de la fe cristiana. Inmediatamente envió gente al Gobernante del lugar pidiéndole que le ceda aquella iglesia para reconstruirla. Pero él se negó concederle ese favor. Sin perder tiempo, aquel piadoso Obispo se trasladó personalmente a la Capital y logró allí obtener el permiso pertinente. Volvió luego a Rodas y reconstruyó la iglesia de San Fanurio, fuera de la muralla de la ciudad, en el lugar mismo donde la habían descubierto. Esta nueva iglesia, que aún existe, resultó milagrosa. Muchos milagros se verificaron entre las multitudes de fieles que concurrían desde todas partes para rendir culto a Dios y honrar la memoria de San Fanurio. De todos ellos relataremos el siguiente, que es de los más admirables y muestra el gran y milagroso poder de la imagen del Santo.
En aquella época la isla de Creta no tenía un Obispo Ortodoxo sino uno latino, porque estaba bajo el dominio de los Vénetos que, por malicia, no permitían que se establezca un nuevo Obispo en la sede vacante que dejaba un Obispo al fallecer. El objetivo era lograr con el transcurso del tiempo convertir a los cristianos ortodoxos al culto del Papa de Roma.
Así pues, los griegos que querían ser sacerdotes en Creta, se trasladaban a Cirigo para recibir la ordenación. En cierto momento partieron de Creta tres Diáconos y se dirigieron al Obispo de Cirigo que los ordenó sacerdotes. Volviendo a su patria Creta, fueron apresados por piratas árabes que los llevaron a Rodas, donde los vendieron a otros agarenos.
Aquellos desafortunados sacerdotes recién ordenados, lloraban día y noche por la desgracia que habían tenido. Escucharon entonces los relatos de los grandes milagros de la imagen de San Fanurio y empezaron enseguida a rezar al Santo con lágrimas, pidiéndole que los libere de aquel amargo cautiverio. Finalmente lograron el permiso de sus amos para ir a rendir culto a Dios en la iglesia de San Fanurio. Al llegar frente a la imagen milagrosa, se arrodillaron y regando la tierra con sus lágrimas, le suplicaban al Santo que se apiade de ellos y les libere de las manos de los agarenos.
Luego volvieron a sus amos un tanto consolados. Pero el Santo se compadeció de sus lágrimas de desesperación y escuchó su ferviente súplica. Esa misma noche se presentó a sus amos y les ordenó que dejaran en libertad a los siervos de Dios, que retenían como esclavos, advirtiéndoles que, en caso de desobedecer, les castigaría duramente. Ellos sin embargo, pensaron que se trataba de algún truco mágico, pusieron cadenas a sus esclavos y los sometieron a trabajos y tormentos más pesados.
Pero esa noche se presentó el Santo, les soltó las cadenas y les dijo que al día siguiente serían liberados sin falta. Al mismo tiempo se presentó a sus amos agarenos y después de reprenderlos severamente, les dijo que si no liberaran a sus esclavos al día siguiente, les haría conocer el poder de Dios.
Esa misma noche sucedió algo sorprendente. Todos los que vivían en las tres casas que retenían como esclavos a los tres desafortunados sacerdotes quedaron de pronto ciegos y cayeron paralizados con dolores muy fuertes. A la mañana siguiente, después de consultar con sus parientes, que llegaron para verlos, acerca de qué tenían que hacer para recobrar la salud, decidieron llamar a sus tres esclavos. Cuando ellos se presentaron, les preguntaron si podían curarlos. Ellos entonces les contestaron que suplicarían por ello a Dios y Él haría Su voluntad.
La noche siguiente se presentó de nuevo el Santo a los agarenos y les dijo:
- Si no envían a mi iglesia una carta prometiendo dejar libres a sus esclavos, no recobrarán la salud ni la visión.
Ellos entonces, aconsejados por sus parientes y amigos, enviaron esas cartas con personas de confianza, que las depositaron frente a la imagen del Santo. ¡He aquí el milagro! Antes que los enviados volvieran, los agarenos ciegos y paralíticos volvieron a estar salvos y sanos. Muy contentos por el milagro pusieron enseguida en libertad a los sacerdotes, dándoles además los gastos para su viaje y despidiéndoles con alegría para que volvieran a su patria.
Los sacerdotes liberados pintaron la imagen de San Fanurio, como la habían visto en su iglesia, y se la llevaron consigo a Creta, donde año tras año festejaban con devoción la memoria del Santo y milagroso Mártir Fanurio, cuya bendición y protección les acompañó toda la vida.
Así pues, gracias a aquel hecho fortuito, por voluntad divina, se conoció el nombre de San Fanurio, que como se conoce por su imagen, fue uno de los más valientes mártires de la Iglesia, habiendo soportado las torturas más horribles por el nombre del Señor.
Que Su gracia y Su intercesión al Señor sean para cuantos leen su biografía y para quienes invocan Su Santo Nombre. Amén.


El himno de despedida.
Modo 4º.

Un himno celestial se canta en la tierra.
Una fiesta terrenal celebran los ángeles con alegría.
Arriba con himnos anuncian las hazañas,
Abajo la Iglesia, la gloria celestial;
La que hallaste con tus esfuerzos y hazañas,
glorioso Fanurio.


El 27 de agosto festejamos la memoria y el hallazgo de la Imagen del Gran Mártir Fanurio de reciente aparición, conocida en la isla Rodas en el año 1369. 

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Tuesday, August 22, 2017

El Santo Pañuelo ( Agosto 16 )


Según la tradición, el primer Icono de Jesucristo Apareció durante su vida terrenal. Se refiere a esta imagen como la “Santa Faz,” o bien, “El Icono no hecho por manos humanas”.
La tradición relata, que durante el tiempo del Salvador, Abgar gobernante de Edessa sufría lepra. Aunque jamás había visto al Salvador, Abgar creyó en Jesús como el Hijo de Dios, por haber escuchado acerca de los grandes milagros hechos por Él. Le escribió una carta pidiendo que fuera a sanarlo, la cual envió a Palestina con su propio retratista y pintor Ananias, habiéndolo comisionado hacer una pintura del Maestro Divino. No obstante, cuando Ananias llegó a Jerusalén y vio al Señor, le era imposible acercarse a Él debido a la gran multitud que lo rodeaba. Al verlo Jesucristo, le llamó por su nombre y le entregó una carta para Abgar en que le alabó por su gran fe y le prometió enviarle Su discípulo para sanarlo de la lepra y guiarlo a la salvación. El Señor luego pidió un lienzo y agua. Él lavó Su rostro, y lo seco con el lienzo, y Su Semblante Divino se plasmo en él. Ananias llevó el lienzo y la carta del Salvador de vuelta a Edessa. Con reverencia Abgar recibió lo que Jesucristo le había mandado y la curación fue inmediata; sólo una parte pequeña de rastros de la terrible aflicción permanecía en su cara hasta la llegada del discípulo prometida por el Señor. Él era el Discípulo de los Setenta San Tadeo (21 agosto), quién predicó el Evangelio y bautizó al creyente Abgar y a todas las personas de Edessa.
Esta es la tradición tras la imagen que hoy se venera como “la Imagen hecha no por manos humanas,” la “Santa Faz.” 

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Santo Mártir Agathoniko y sus Compañeros (Agosto 22)

El Mártir Agathoniko era de Nikomidia, fue arrestado por el noble Evtolmios quien volvía de su viaje de Ponto, donde había ido a perseguir cristianos, en Karpi encontró a Zotico a quien mato juntamente con sus discípulos, estando en esa zona se entero de que el príncipe se había bautizado cristiano, influenciado por Agathoniko. Entonces, arrestó al Principe y Agathoniko, después de castigarlos con otros cristianos, los condujo al rey, que se encontraba en Tracia. Pero en el camino, cerca de un pueblo llamado Potamos, murieron Zinona, Theoprepio, Akindyno y Sebiriano, por las graves heridas que tenían en sus pies, no pudiendo caminar más. Cuando llegaron cerca del pueblo Silybria, Agathoniko, prigkipa y los otros cristianos, así como estaban atados fueron decapitaron por orden real. Quedando escrito en el libro de la vida eterna de Dios, los Santos Martires Agathoniko y junto con este Zotico, Zinon, Theoprepios, Akindynos, Sebirianos y Prigkipas. 

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Friday, August 18, 2017

Santa Marina la Mártir


Santa Marina nació en Antioquía (en Asia Menor, hoy Turquía). Su padre era un sacerdote pagano. Por su ama de leche, Santa Marina conoció la fe cristiana. Fue el tiempo en que el emperador Diocleciano (284 — 305) desató una persecución contra los cristianos. Debido a eso muchos cristianos debieron esconderse en cuevas o en desiertos. Al cumplir 12 años, Marina se bautizó. Cuando lo supo su padre, renegó de ella.
Un día, cuando Marina ya tenía 15 años, estaba cuidando a unas ovejas que pastoreaban. Pasó por el lugar el gobernador de la región, quedó fascinado por la belleza de la joven y le propuso matrimonio. Marina no ocultó que era cristiana. Entonces, el gobernador la entregó al cuidado de una noble mujer. Tenía la esperanza que ésta iba a convencer a la joven a renegar de Cristo. Pero Marina fue firme y se negó a ofrecer un sacrificio a los ídolos.
Entonces la sometieron a las más terribles torturas: la azotaron con varillas, cortaron su cuerpo con tridentes, le clavaron clavos, la quemaron con fuego. Al presenciar tales sufrimientos de la joven, el pueblo lloraba de compasión. La gracia de Dios sanó a Marina de sus heridas, pero los torturadores, pese al milagro, no entraron en razón. Al día siguiente, otra vez le quemaban el cuerpo y luego comenzaron a ahogarla en un gran barril. Durante esas torturas la tierra tembló. De las muñecas de Marina se cayeron las cadenas, sobre su cabeza empezó a irradiarse una extraordinaria luz, dentro de esa luz volaba girando una paloma sosteniendo en su pico una corona de oro. El pueblo asombrado comenzó a glorificar a Dios. El gobernador ordenó ajusticiar a Marina y a todos aquellos quienes creyeron en Cristo. Ese día, junto a Marina, fueron decapitadas 15000 personas. Feotim, un testigo, relató los martirios de Marina. Sus reliquias se encontraban en Constantinopla hasta la conquista de la ciudad por los cruzados en el año 1204. El brazo de Santa Marina se encuentra en el Monte Athos en el Monasterio de Vatopedi.

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Wednesday, August 9, 2017

El Amor a Dios .... ( San Serafín de Sarov )


Aquel que logra un perfecto amor a Dios vive esta existencia como si no perteneciera a este mundo. Ya que él se siente extraño para lo visible y espera con paciencia lo invisible. El se cambió por entero en el amor a Dios y dejo todos sus vínculos mundanos.
El que ama realmente a Dios con todo su ser, se considera como peregrino y extranjero en esta tierra ya que ve sólo a Dios debido a su tendencia a buscarlo.
La preocupación por el alma. El cuerpo del hombre se parece a una vela prendida. La vela debe quemarse y el hombre debe morir. Pero su alma es inmortal y por esto nuestra preocupación debe ser mayor por el alma que por el cuerpo: "¿Qué aprovechara al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiera su alma? O ¿qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Mt. 16:26), por la cual nada en el mundo puede servir de recompensa. Si un alma, por sí sola, es más preciosa que todo el mundo y el reino terrenal, entonces, es sin duda más precioso el Reino de los Cielos. Consideramos el alma como lo más valioso porque - como dice san Macario el Grande - Dios no se dignó a comunicarse ni a unirse con Su naturaleza espiritual a ninguna criatura visible, a excepción del hombre, al cual ama más que a todas Sus criaturas.


San Serafín de Sarov

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Sunday, August 6, 2017

El acontecimiento de la Transfiguración.


Los Evangelistas Mateo, Marco y Lucas relatan la Transfiguración de Jesucristo sobre el monte Tabor, cuando Su aspecto exterior cambió y se hizo luminoso. La transfiguración aconteció seis días después que el Salvador predijo Sus sufrimientos en la cruz. La Crucifixión siguió unos cuarenta días después. He aquí, como relata el Evangelista Mateo la Transfiguración del Salvador:
"Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd. Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. Entonces Jesús se acercó y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis. Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista" (Mat. 17:1-12).
La montaña, sobre la cual pasó la transfiguración, no es nombrada por los Evangelistas, paro la antigua tradición, unánimemente indica el monte Tabor, que se encuentra en Galilea, a 6 Km. hacia SE de Nazaret. Cerca de esta montaña Jesucristo pasó Su adolescencia, y posiblemente la subió varias veces y oraba sobre ella. Con su altura de casi 1 Km. el monte Tabor se eleva majestuosamente sobre las planicies circundantes, atrayendo miradas de los viajeros de todos lados. Desde su cima se abre la vista sobre el mar de Galilea y el río Jordán, que se encuentran al Este de él. Desde su base y hasta la mitad el monte esta cubierto por imponentes robles y pistachos.
El Salvador llevó Consigo no a todos Sus discípulos, sino solo a tres: Pedro, Jacobo y Juan el Teólogo, dejando al resto de ellos a la base del monte. La subida al monte era fatigosa, y por eso, los apóstoles, que acompañaban a Cristo, se recostaron para descansar y se durmieron. El Salvador comenzó a orar y durante la oración Su aspecto externo cambió. Su rostro se iluminó como el sol y Su vestimenta se hizo blanca como la luz. Por la fuerte luz, los apóstoles se despertaron y vieron a su Maestro en Su Gloria celestial del Hijo de Dios. Su Divinidad resplandecía a través del cuerpo y los vestidos.
Con sorpresa, mirando al Salvador, los apóstoles vieron al lado de El a dos personajes desconocidos, que luego se aclaró que eran los antiguos profetas Moisés y Elías, que vinieron a Cristo desde el mundo invisible. Porque vinieron justamente estos profetas, los evangelistas no explican. Se puede suponer, que para los apóstoles y para todo el pueblo hebreo la aparición de los dos mas importantes hombres justos del Antiguo testamento era el testimonio de la dignidad Divina de Cristo. En primer termino, hasta este momento, entre el pueblo simple se hablaba que Jesucristo es el profeta Elías o algún otro profeta resucitado. La aparición de Moisés y Elías mostraba la incongruencia de esta opinión popular. En realidad, los profetas aparecidas hablaban con Cristo justamente como con Mesías, el Hijo de Dios. Además, como muchos judíos acusaban a Cristo de quebrar la ley de Moisés y de blasfemia — como si Él, sin ningún derecho, se apropiaba del nombre de Hijo de Dios (Jn. 9:16; 10:33), entonces la aparición de dos mas celosos defensores de la gloria de Jehová, debía convencer a todos que Cristo es, en realidad, el prometido Mesías y que todos Sus afirmaciones son verdad.
Es evidente, que Moisés, quien escribió el libro de la ley no soportaría la vulneración de esta ley y no quedaría en forma reverente ante su detractor. De misma manera, el profeta Elías, quien antiguamente quemó con un rayo a los enemigos de Jehová, no estaría parado y sumiso ante Aquel, Quien se declaraba igual al Dios Padre, — si esto no fuera verdad. (Dijo Jesús: "Yo y el Padre uno somos" (Jn. 10:30; sobre el profeta Elías ver 2 Reyes 1:10).
A nosotros, los cristianos, esta aparición de los antiguos profetas, que se fueron al otro mundo, nos convence que la vida del hombre no termina con su muerte física y las almas de los difuntos no duermen, como falsamente enseñan algunas sectas, sino viven con una plena vida espiritual. Jesucristo tiene el poder sobre la vida y la muerte y es el Señor del cielo y la tierra, tal como el dijo: "Tengo las llaves de la muerte y del Hades" (Apoc. o Revelación 1:18).
La conversación de los profetas Moisés y Elías con Cristo debía dar fuerzas a los apóstoles y fortalecer su fe en Cristo ante futuros sufrimientos en la cruz del Salvador. En realidad, los apóstoles tomaban los sufrimientos de su Maestro, como Su humillación y oprobio, en cambio, los profetas los llamaban "Gloria," que El va a revelar en Jerusalén. Y antes de Su crucifixión el Salvador miraba a la futura humillación y muerte vergonzosa como el comienzo de la glorificación de Su Padre y de Si Mismo, como Salvador de la humanidad, diciendo: "Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu Hijo, para que también Tu Hijo glorifique a Ti" (Jn. 17:1).
El estado especialmente bendito que experimentaron los apóstoles durante la Transfiguración del Salvador lo expresó el apóstol Pedro diciendo: "Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí!" Alegrado por la visión Divina, Pedro deseaba que continuara, si es posible, para siempre. Con esto Pedro propuso al Salvador de hacer tres enramadas ahí mismo sobre la cima del monte. (Estas carpas se hacían entre los judíos y en general entre los pueblos orientales de tal manera: desde la punta del poste, clavado en la tierra, se tendían sogas hacia varias estacas clavadas a cierta distancia del poste, luego se cubrían de lienzo. A veces en lugar de tela se usaban cueros, hojas de árboles o corteza). Apóstol Pedro no tenia deseo de volver al mundo de ira y traición, que amenazaba a su Maestro con sufrimientos y muerte.
Los Evangelistas relatan, que este momento a todos que se encontraban sobre el monte, los cubrió una nube luminosa, que indicaba la presencia de Dios Padre. (Nube oscura es símbolo y signo de Dios-Justo, ver Éxodo;, en cambio la nube luminosa, llamada en Biblia: "shekina," a veces se veía sobre el Santo-Santorum, o sea la parte principal del templo hebreo, ver 1 Reyes 8:10-11; Ezeq. 1:4; 10:4). Desde la nube se escuchó voz misteriosa, tal como en el Bautismo de Cristo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" con agregado de palabras: "a Él oíd." Estas ultimas palabras debían recordar a los apóstoles la antigua profecía de Moisés sobre el Gran Profeta que vendrá para anunciar la voluntad Divina. "Mas a cualquiera que no oyere mis palabras que El hablare en mi nombre, yo le pediré cuenta" (Deut. 18:19). Así, aquí, sobre el monte Tabor, años después, con el testimonio de Dios-Padre, se afirmó la profecía de Moisés sobre el Mesías como Profeta mas grande.
Al escuchar la voz, que salía de la nube, los discípulos asustados cayeron a la tierra. Aquí, sobre el monte, todo resultó para ellos extraordinario: la soledad y altura del lugar, el profundo silencio de la naturaleza, la aparición de antiguos profetas, la fuerte luz, la misteriosa nube, y al final, la voz del Mismo Dios Padre.
Cuando comenzaron el descenso del monte, Jesús prohibió a los apóstoles de contar a nadie lo que pasó sobre el monte, hasta Su resurrección de los muertos. El Señor se transfiguró para asegurar completamente a Sus apostolados de confianza, que El es realmente el Mesías. Pero para la amplia masa hebrea relatar la Transfiguración era demasiado temprano. Despertaría en ellos una imagen real de Mesías como un poderoso rey-conquistador. Mas adelante, uno de los testigos de este acontecimiento milagroso, el apóstol Pedro, recordaba esto como un hecho indudable y lo mencionaba como demostración de la naturaleza Divina de Cristo (2 Ped. 1:16-18).

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Canon de la Transfiguración


Kántico 1.
Irmos: Masas de Israelíes, cruzando con pies secos la profundidad húmeda del Mar Rojo, y viendo ahogados a los jinetes enemigos y sus jefes, en alegría cantaban: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorificó.
Anunciando a Sus amigos palabras de vida sobre el Reino de Dios, Cristo dijo: Cuando verán el brillo de la luz inalcanzable, conocerán a Padre en Mi y en alegría exclamarán: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorifico (Jn. 6:68; 14:7-9; 15:5).
Vosotros amigos-discípulos destruyan la fuerza de los paganos y enaltézcanse con su riqueza, ya que cuando apareceré brillando mas claro que el sol, vosotros os glorificareis en alegría, clamando: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorificó (Is. 61:6; Rom. 11:12).
Ahora Cristo, brillando sobre el monte Tabor, reveló a discípulos la visión de la Divina luz oculta, como prometió. Ellos plenos de iluminación Divina en alegría clamaban: Cantemos a Dios nuestro ya que El se glorificó (Mat. 16:28).

Kántico 3.

Irmos: Arcos de fuertes se debilitaron y los débiles se revistieron de fuerza, por eso mi corazón se afirmó en el Señor.
Revestido con el ser de Adán, Tu Cristo a este ser oscurecido en antigüedad, de nuevo iluminaste y divinizaste con la transfiguración de Tu rostro (Luc. 9:29).
Cristo, que en antigüedad conducías con pilar de fuego y nube a los israelíes en el desierto, ahora inexpresablemente has brillado sobre el monte Tabor (Ex. 13:21; Mat. 17:2).

Kántico 4.
Irmos: Escuche sobre Tu gloriosa edificación Cristo Dios, — que has nacido de la Virgen para salvar de error a los que llaman: Gloria a Tu fuerza, Señor.
Escribiendo la ley en Sinaí, Tu Cristo Dios apareciste en nube, fuego, tinieblas y tornado. Gloria a Tu fuerza Señor (Ex. 19:16-18; Deut. 4:11).
Para asegurar a discípulos de Tu gloriosa edificación Cristo Dios, Tu existente antes de siglos y Tu Mismo realizando sobre la nube Tu elevación, inexpresablemente brillaste en Tabor (Sal. 104:3).
Se presentaron, y sumisos conversaban Contigo, Señor Cristo, aquellos con quienes Tu antes conversabas entre fuego y humo, tinieblas y tornado. Gloria a Tu fuerza, Señor (Mat. 17:3; Deut. 4:11; Ex. 19:3; Reyes 19:11).
Sobre Tu futura muerte en la cruz predecían los presentados en Tabor, Moisés, que antaño Te previó Cristo en el fuego de la zarza, y también Elías, elevado en un carro de fuego (Luc. 9:30).

Kántico 5.
Irmos: Tu separaste la luz del caos primordial, para que Tus criaturas canten a Ti, Creador. Ahora, Cristo, en Tu luz dirige nuestros caminos (Gen. 1:4; Sal. 5:9).
Ante Ti se postraron las temporadas del año, ya que el sol puso a Tus pies su luz y rayos que cortan el cielo, cuando Tu, Cristo deseaste cambiar Tu imagen humana (Mar. 3:9).
He aquí el Salvador — exclamaban en voz alta Moisés y Elías a los discípulos sobre el santo monte Tabor, — Cristo que nosotros, en antigüedad, predecimos como Dios verdadero (Mar. 9:4).
El inmutable ser, al unirse con el mortal, reveló abundante luz de Divinidad e inmaterial e inexpresablemente brilló ante apóstoles (Heb. 12;29).
Viendo a Ti, luz eterna — Cristo, brillando en la gloria del Padre, los discípulos clamaban a Ti: En Tu luz dirige nuestros caminos (Heb. 1:3; Sal. 5:9, 119:133).

Kántico 6.
Irmos: En mi congoja, llamé al Señor y me escuchó Dios de mi salvación.
El Salvador, brillando en Tabor con luz mas brillante que la solar, iluminó, también, a nosotros (Luc. 1:79).
Al subir al monte Tabor, Te transfiguraste, Cristo, y oscureciendo todo error, brillaste con luz para nosotros (2 Tim. 1:10).
Gloriosos apóstoles en Tabor conocieron en Ti, Cristo, a Dios y asombrados hincaron las rodillas.

Kántico 7.
Irmos: Los hijos de Adán en Babilonia vencieron antaño a la llama del horno, en cánticos, clamando: Bendito seas Tu, Dios de nuestros padres.
Apóstoles, iluminados sobre el monte Tabor, con luz de inalcanzable gloria, exclamaban a Cristo: bendito seas Tu, Dios de nuestros padres (1 Tim. 6:16).
Apóstoles maravilladas por palabras de voz Divina, nube de roció y Tu resplandor, Cristo, cantaban: Bendito seas Tu Dios de nuestros padres (Mat. 17:5; Luc. 9:54).
Cuando Pedro sobre monte Tabor vio resplandeciendo con inexpresable luz Cristo, exclamó: Bendito sea Tu, Dios de nuestros padres (Mat. 17:1).
Hijos de Zabedeo, encontrándose con el Jefe de la vida, Cristo, cuando Su rostro irradió la luz, exclamaron: Bendito seas Tu, Dios de nuestros padres (Mar. 3:17).

Kántico 8.
Irmos: Los mancebos en Babilonia, ardiendo con celo Divino, vencieron con valor la amenaza del verdugo y las llamas, y arrojados en medio del fuego, bañados de rocío, cantaban: bendigan todas las criaturas de Dios, al Señor.
Cristo, que todo lo sostiene con Su poder, subió con Sus purísimos pies al monte Tabor, donde resplandeció Su rostro mas claro que el sol, y a los servidores superiores de la ley y gracia instó a cantar: bendigan todos las criaturas del Señor a Dios (Is. 40:22-26).
Luz inmensa y sin ocaso brillo del Padre, que apareció inexpresablemente en la gloria inalcanzable sobre el monte Tabor, iluminando a la creación, divinizó a los hombres que cantaban: Bendigan todas las criaturas del Señor, a Dios (Heb. 1:3).
Presentados con veneración sobre el monte Tabor, Moisés y Elías, claramente viendo la imagen Divina Persona-Cristo, resplandeciendo con gloria del Padre, cantaban: Bendigan todas las criaturas del Señor, a Dios (Ex. 34:35; Sal. 104:2).
Los discípulos, viendo a Cristo sobre Tabor, rodeado de nube luminosa, y cayendo de bruces a la tierra, se iluminaron con su mente y cantaban a El con Padre y Espíritu Santo: Bendigan todas las criaturas del Señor a Dios (Mat. 17:5).

Kántico 9.
Irmos: Ti diste a luz a Cristo, invulnerada; Dios provino de Tu seno apareció portador de la carne sobre la Tierra, y vivió con la gente, por eso Te llamamos madre de Dios.
Temblando, los discípulos iluminados de repente con la milagrosa luz, se miraban con asombro y, cayendo a tierra Te saludaron a Ti, Señor de todos (Mat. 17:1-5).
De la nube se escuchó la voz Divina, que aseguraba al milagro; ya que Padre de las luces (del mundo) proclamó a los apóstoles: Este es Mi Hijo amado. A El oíd (Sant. 1:17; Mat. 17:5).
Servidores de la Palabra, viendo lo extraordinario y asombroso, y escuchando la voz del Padre sobre Tabor, exclamaban: Ese Salvador nuestro es la imagen de la Protoimagen (Heb. 1:3).
Tu — verdadera imagen del Existente, sello fiel e invariable, Hijo, Logos, Sabiduría, músculo, mano y fuerza del Altísimo, Te cantamos con el Padre y el Espíritu Santo (1 Cor. 1:24. Is. 53:1).
Durante la Liturgia, en lugar de habituales salmos, se cantan antifones de la festividad. Antes de la lectura de Epístola, se canta el prokimenon: "Cuan numerosas son Tus obras, Señor, todo lo has hecho con sabiduría." En la Epístola (2 Ped. 1:10-19) se habla que la aparición en Tabor de gloria del Señor es la demostración de la Divinidad de Cristo. El Evangelio (Mat. 17:1-9) relata la Transfiguración del Salvador.
En lugar del Habitual cántico a la Virgen, se canta el cántico — 9-o del canon con esta frase introductora:
"Honra, alma mis, al Señor, transfigurado sobre el monte Tabor."
Antes de la Comunión se canta: "caminaremos en la luz de Tu rostro, Señor y sobre Tu nombre nos alegraremos todo el día."
La particularidad externa del oficio de la festividad de Transfiguración es la bendición de frutos y verduras, como un agradecimiento de la naturaleza, el aire puro y el pan de cada día para nosotros.
La costumbre de bendecir a la uva y otros frutos.
Se usa en la festividad de Transfiguración, después de la Liturgia, bendecir la uva, manzanas y otros frutos. La costumbre de traer frutas al templo se remonta a los tiempos de Antiguo Testamento (Gen. 4:2-4; Ex. 13:12; Num. 15:19-231; Deut. 8:10-14). De los apóstoles la costumbre pasó a la Iglesia de Nuevo Testamento (1 Cor. 16:1-2). Las indicaciones sobre frutas traídas al templo se puede encontrar en la 3-a reglamentación de los apóstoles ("Reglamentos Apostólicos" son en compendio mas antiguo de leyes eclesiásticas, [cánones], conocidos ya desde el siglo 2-o). En Grecia en agosto maduran los frutos los mas importantes son espigas y uva. Desde antigüedad, la gente traía al templo para su bendición a estos frutos, como un agradecimiento a Dios. De esto escribía san Juan Crisóstomo: "El agricultor recibe los frutos de la tierra, no tanto por sus esfuerzos y dedicación, como por la benignidad Divina, que se los devuelve, ya que él que planta y riega — es nada — todo es Dios que provee."
La uva se trae al templo por su relación directa con la Eucaristía, por eso, en la oración de bendición de uva el sacerdote dice: "bendice Dios este nuevo fruto de la vid, que Tu permitiste con aire propicio, gotas de lluvia y calma del tiempo llegar a la madurez. Que sirva la comunión de estos frutos de la vid para nuestra alegría y nos permite traer los a Ti, como don, para la purificación de los pecados, junto con el bendito Cuerpo de Cristo Tuyo."
En los primeros tiempos de cristianismo los creyentes traían al templo los frutos de la nueva cosecha — pan, vino, aceite, incienso, cera y miel, y otros. De estos dones al altar llagaban solo: pan, vino, incienso, aceite y cera. Todo lo otro se usaba para las necesidades del clero y de los pobres, a quienes ayudaba la iglesia. Con estos dones se expresaba el agradecimiento a Dios, por los bienes otorgados, y también, se ayudaba a la gente consagrada al servicio de Dios y a los pobres. Actualmente, la bendición del pan, vino, huevos, leche y otras comidas se conserva en el templo con la bendición del Artos y las comidas pascuales en las casas. Las flores y hojas de palmeras se bendicen el Domingo de Ramos, S-ta Trinidad, Elevación de la Cruz del Señor, y en Domingo de la 3-ra semana de Cuaresma. Se traen miel y trigo hervido (kutia) durante los responsos de los difuntos y comidas posteriores en honor a los mismos. La presentación de los Panecillos especiales (Prosforas) para la proscomidia se sigue usando en todas partes y siempre.

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La Transfiguración del Señor


La Transfiguración de Cristo representa uno de los acontecimientos centrales en su vida terrenal que se encuentra relatado en los Evangelios. Inmediatamente después de que el Señor fue reconocido por sus apóstoles como “el Cristo (Mesías)”, “el Hijo del Dios Viviente”, les dijo que “le era necesario ir a Jerusalén y Padecer mucho de los ancianos, de los Principales Sacerdotes y de los escribas; y ser Muerto, y Resucitar al tercer día.” (Mateo 16,21) La reacción de los Apóstoles a este anuncio de Cristo acerca de su próxima pasión y muerte fue de indignación. Y luego, después de reprocharles, el Señor tomó a Pedro, a Santiago y a Juan “aparte a un monte Alto”, de acuerdo a la tradición el Monte de Tabor, y “se transfiguró delante de ellos.”

«Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz. De pronto se les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Jesús. Pedro dijo a Jesús: “Señor, ¡qué bien estamos aquí! Si quieres, levantaré aquí mismo tres carpas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y se oyó una voz que decía desde la nube: “Este es mi Hijo muy querido, en quien tengo puesta mi predilección: escúchenlo”. Al oír esto, los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos, y tocándolos, les dijo: “Levántense, no tengan miedo”. Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo. Mientras bajaban del monte, Jesús les ordenó: “No hablen a nadie de esta visión, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos”.» (Mateo 17,1-9; ver también Marcos 9,1-9; Lucas 9,28-36; II Pedro 1,16-18)

La fiesta judía de las Tiendas era una celebración de la morada de Dios con los seres humanos, y la transfiguración de Cristo revela que Dios “habita” en el Mesías y se manifiesta por él, hombre de carne y huesos. No hay dudas de que la transfiguración de Cristo sucedió en el tiempo de la Fiesta de las Tiendas, y que la celebración del acontecimiento en la Iglesia Cristiana llegó a ser el cumplimiento neotestamentario de esta fiesta del Antiguo Testamento, de manera muy similar a las fiestas de la Pascua y Pentecostés.

En la Transfiguración, los apóstoles se dieron cuenta que en Cristo verdaderamente “habita corporalmente toda la plenitud de la Divinidad”, que “agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (Colosenses 1,19; 2,9). Jesús les permite ver todo esto antes de la Crucifixión, a fin de que ellos sepan quién es el que sufrirá por ellos, y qué es lo que Él, que es Dios, ha preparado para aquellos que le aman. Esto es lo que la Iglesia celebra en la fiesta de la Transfiguración.

Cuando te transfiguraste, oh Cristo Dios, en el Monte Tabor, revelaste tu gloria a tus discípulos según la pudieron captar. Haz resplandecer sobre nosotros pecadores Tu Luz Eterna, por la Intercesión de la Madre de Dios. Tú que concedes la Luz, gloria a Ti. (Tropario)

Te transfiguraste en el Monte, oh Cristo Dios, y tus discípulos vieron tu gloria en cuanto pudieron; para que cuando Te vieran crucificado, comprenderían que Tu sufrimiento era voluntario, y proclamarían al mundo que Tú en verdad Eres el Esplendor del Padre. (Kontakion)

Además del significado fundamental que el acontecimiento de la Transfiguración posee dentro del contexto de la vida y misión de Cristo, del tema de la gloria de Dios que es revelada en todo su esplendor en el rostro de Cristo el Salvador, la presencia de Moisés y Elías es también de gran importancia para la comprensión y celebración de esta fiesta. Muchos de los himnos hacen referencia a estas dos figuras centrales de la Antigua Alianza, tal como lo hacen las tres lecturas de las Escrituras designadas para el oficio de Vísperas, que hablan de la manifestación de la gloria de Dios a estos santos varones de antaño. (24,12-18; 33,11-34,8; I Reyes 19,3-16)

Moisés y Elías, según los versos litúrgicos, no son solamente las más grandes figuras del Antiguo Testamento quienes vienen ahora para adorar al Hijo de Dios en gloria, ni tampoco son meramente dos de los varones santos a quienes Dios se reveló en las teofanías prefigurativas de la Antigua Alianza de Israel. Estas dos figuras en verdad representan el Antiguo Testamento mismo: Moisés representa a la Ley, y Elías a los Profetas. Y Cristo es el cumplimiento de la Ley y de los Profetas (Mateo 5,17)

Ellos también representan a los vivos y a los muertos, pues Moisés falleció y se conoce su lugar de sepultura, mientras Elías fue llevado al cielo vivo para aparecer nuevamente a anunciar el tiempo de la salvación de Dios en Cristo.

Entonces, apareciendo juntos a Jesús en el Monte de la Transfiguración, Moisés y Elías confirman que el Mesías-Salvador está aquí, y que Él es el Hijo de Dios de quien el Padre mismo da testimonio, el Señor de la Creación, del Antiguo Testamento y del Nuevo, de los vivos y de los muertos. La Transfiguración de Cristo en sí es el cumplimiento de todas las teofanías y manifestaciones de Dios, una consumación perfeccionada y completada en la persona de Jesucristo. La Transfiguración de Cristo nos revela nuestro propio destino como cristianos, el destino final de todos los seres humanos y de la creación entera, el de la transformación radical del ser y su glorificación por el majestuoso esplendor de Dios.

Lo más probable es, que originalmente la fiesta de la Transfiguración de Cristo pertenecía al periodo pre-pascual de la Iglesia. Tal vez se celebraba en uno de los domingos anteriores a la Pascua de Resurrección. Existe cierta evidencia histórica que lo indica; además, tenemos el hecho de que hoy en día San Gregorio Palamás, el gran maestro de la Transfiguración de Cristo, es conmemorado durante la Gran Cuaresma (en el cuarto domingo). Además, el acontecimiento propiamente tal está definitivamente relacionado con la muerte y resurrección del Salvador que se aproximan:

«… para que cuando Te vieran crucificado, comprenderían que Tu sufrimiento era voluntario…» (Kontakion)

Hoy en día, la fiesta de la Transfiguración de Cristo se celebra en el día 6 de agosto, probablemente debido a alguna razón histórica. En algunas iglesias, se acostumbra a bendecir uvas y otras frutas y verduras en este día. Esto simboliza la transfiguración de toda la creación en Cristo. Significa la fructificación de la creación entera en el paraíso del eterno Reino de Vida de Dios, cuando todo será transformado por la gloria del Señor.

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Friday, August 4, 2017

A San Cipriano, oración para protección de enemigos, magias, hechizos y mal de ojo.


 En tu Santo nombre,
Glorioso San Cipriano,
hoy, te rezo con toda mi devoción.

A ti recurro para líbrame
de todo peligro y daño de los prójimos,
que me quieran atacar,
líbrame de lo malo de mi vida:
de todo animal rabioso y venenoso,
líbrame de la mala lengua
de algún malqueriente mío,
líbrame del maleficio
y ensalmos malignos,
de las envidias y males de ojo
y de hechizos y brujería enviados.

Dirígeme con toda felicidad
y seguridad en mis viajes,
aclárame el camino,
aleja de mi los peligros y malhechores.

También de toda tentación
de mis enemigos, ocultos y visibles,
aléjalos de mi y de mi camino,
que aunque tengan lengua,
no me hablen ni de mi hablen,
y quede callado el mentiroso,
que aunque tengan ojos,
no me vean, no me miren,
y que si una mala mirada me echaran,
quede yo protegido por tu gran poder.

Líbrame de las envidias, glorioso santo,
de los que envidian mis logros,
mis bienes, mi amor, mi bienestar,
mi familia, mis posesiones,
y si con malas artes buscaran
arrebatarme lo que con tanto esfuerzo
he logrado conseguir,
que no me envíen males,
que yo a no hago mal a nadie
y no merezco males y daños.

Esta gracia te la pido por tu santidad
y por lo que en tu vida juraste
ser defensor contra los daños y peligros
que rodean al hombre.

Te ruego Santo mío,
que así alcances para mí
la protección y ayuda necesaria
contra todo mal,
por intercesión gloriosa para Dios.

Amén.

Catecismo Ortodoxo 

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