Thursday, March 5, 2015

La abeja y la mosca. ( San Paisio )

Sé por experiencia propia, que en esta vida la gente se divide en dos categorías. No hay una tercera: cada hombre pertenece a una categoría o a la otra. Una categoría se parece a la de la mosca. La mosca tiene esta particularidad, que siempre se posa sobre algo sucio. P. ej., si en el jardín hay muchas flores perfumadas y en un rincón del jardín un animal hizo sus necesidades, la mosca cruza todo el hermoso jardín sin posarse en ninguna flor. Solo cuando ve la suciedad, baja y se posa, comienza a removerla, deleitándose con el hedor, y no puede separarse.

Si ella pudiera hablar, y uno, agarrándola, le preguntara si sabe donde están las rosas en el jardín, ella contestaría que no sabe de que se trata. Diría — "yo se donde hay basura, baños, suciedad de animales, lodo..." De manera semejante, en la vida, hay gente parecida a la mosca. Esta categoría de gente aprendió a pensar negativamente y en todo ve lo malo, no viendo e ignorando todo lo bueno.

Otra categoría de gente se parece a la abeja. La particularidad de la abeja es encontrar y posarse sobre lo hermoso y dulce. Digamos, p. ej., que en un ambiente sucio, en un rincón, alguien puso un jarrón con una flor. Si la abeja entra volando ahí, dejará de lado todo lo sucio sin posarse, y encontrando la flor se posará en ella..

Si tomas a esta abeja y le preguntas donde está el lugar de la basura, ella contestará que no notó nada, pero ahí están las dalias, y ahí las rosas, mas lejos — las violetas, allí la miel y mas allá el azúcar... ella resultará una conocedora de todo lo bueno y no tendrá ni idea de lo malo. Las buenos reflexiones piensan y ven lo bueno.

Así que el hombre se encuentra en la categoría o de moscas, o de abejas.

Y el Starez concluyó: — "Cuando vienen a mi y comienzan a acusar a otros, les relato ese ejemplo y propongo elegir en que categoría quieren ubicarse, y de acuerdo a esto definir también a los que los acusan.

Como vencer nuestra pasión ( San Paisio )


Una vez, al Monte Athos, vino a ver al Starez el padre de una niña, enferma de cáncer. Los médicos le dieron un lapso de vida de pocos meses. Su padre trajo algunas cosas de la niña para que el Starez las bendigera, y pidió que rogara por su hija.

El Starez le dijo: Rogaré, pero tu, como padre, también debes ofrecer a Dios algún sacrificio, ya que el sacrificio con amor "predispone" a Dios a ayudar.

El padre preguntó: ¿Que puedo sacrificar, Geronta?

El Starez dice: ¿Que pasiones tienes? Sacrifica una de ellas.

Siendo poco espiritual, el padre contestó: — No me conozco ni una pasión... Entonces el Starez preguntó: ¿Fumas cigarrillos?

¡Así, deja de fumar por amor a tu hija, y entonces Dios la sanará.!

Aquel prometió hacer así y realmente dejó de fumar. Después de esto la niña empezó a mejorar, hasta que sanó completamente. Mas tarde los médicos confirmaron su total recuperación.

Pasado un cierto tiempo, el padre, olvidando su promesa, de nuevo comenzó a fumar. Simultáneamente con esto el cáncer empezó a volver a su niña, de manera que llegó de nuevo al estado critico. Entonces el padre de nuevo fue al Monte Santo al Starez. Mirándolo con severidad, el Starez le dice:

— Si tú, siendo padre, no posees suficiente devoción para sacrificar tu pasión y salvar la vida de tu hija, yo en nada te puedo ayudar.

El Starez insistía en subrayar, que el hombre no tiene derecho a decir "no puedo," a lo sumo puede decir: "no me gusta" o "no quiero."

Cuando las personas, están bajo el poder de alguna pasión, dicen que una fuerza les impide hacer el bien. Deben saber, que esta fuerza no es otra cosa que su propia fuerza, que les fue dada para amar, pero que ella comenzó a actuar en dirección errónea. Y como ellos aman a sus pasiones, es natural, que no quieren rechazarlas, ya que lo que amas — no lo quieres perder. Por consiguiente, al comenzar a odiar su pasión, es necesario encontrar algo mejor y más elevado para sustituirla. Ya que el hombre, si no puede encontrar algo mejor para sí, no sabrá hacia donde dirigir su amor y sus fuerzas, y por ello va a sufrir.

A menudo, la gente viene a mí y dice:

— Geronta, fumo y no puedo dejar el cigarrillo. ¿Que debo hacer?

El Starez pregunta: — ¿Quieres dejar?

Recibo la respuesta: — Si, Geronta, hice muchos intentos sin resultados.

Entonces digo: — Si, ¡ocurre!... Desde este momento no fumes más y Dios te ayudará. El hombre en poder de la pasión, mayormente, responde:

— ¡De ninguna manera, Geronta, no puedo!

Aquí, el Starez, interrumpiéndolo, dice en forma de mando:

— No existe "no me es posible," ¡cumple y nada mas! No te rindas a pensamientos que te sugieren, que no podrás ante ese hábito.

Con esto el Starez inculcaba a cada uno de nosotros que somos dueños de nosotros mismos. Si nos hicimos esclavos de alguna pasión, es por nuestro propio deseo. Y si vamos a quedar sus esclavos, es solo por cariño a ella, porque nos agrada vivir en esclavitud.

Pero, cuando amemos nuestra libertad, y al estar con Cristo, desde ese momento, cuando nosotros lo queramos, nos liberaremos de la pasión, y nos transformaremos en hijos de Dios. Esto demuestra que somos dueños de nosotros mismos. Además, Cristo daba Sus mandamientos a pecadores comunes, o sea a esclavos del pecado. A ellos El les ordenaba liberarse del yugo del pecado y acercarse a El. Al lujurioso le decía no fornicar. Al ladrón: "no robar." Al mal pensado: "no juzgar."

Si nosotros fuéramos esclavos contra nuestra voluntad, Dios no nos ordenaría:"Salgan de allí y

vengan hacia Mi," Ya que no podríamos cumplirlo. Por eso, si Él nos dice que nos retiremos solos, esto significa que nosotros nos sometimos voluntariamente a nuestras pasiones — las amamos y las deseamos. Pero, desde el momento en que las empezamos a odiar y dirigimos nuestro amor a Dios — inmediatamente nos liberamos de ellas.

Entonces es necesario:

Tener conciencia de que voluntariamente nos sometemos a las pasiones y por ello estamos enfermos por ellas.

Hay que odiar a nuestra pasión, pues ella nos destruye.

Hay que amar a Dios y a la virtud.