La penitencia es el sacramento en el cual el fiel confiesa (oralmente) sus pecados a Dios en presencia del sacerdote y recibe a través del mismo el perdón de los pecados del Mismo Señor Jesucristo.
Jesucristo dio a los santos apóstoles y a través de ellos a todos los sacerdotes el poder de perdonar los pecados: "Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les son perdonados, a quienes se los retengáis, les serán retenidos" (Juan 20:22-23).
Aún San Juan el Bautista, preparando a la gente para recibir al Salvador, predicaba: "un bautismo de penitencia para perdón de los pecados. Y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados" (Marcos 1:4-5).
Los santos apóstoles, recibiendo para ello el poder del Señor, administraban el sacramento de la penitencia: "Muchos de los que habían creído venían a confesar y manifestar sus prácticas" (Hechos 19:18).
Para recibir el perdón de los pecados, de los que se confiesan se requiere: reconciliarse con el prójimo, verdadera angustia por haber pecado y confesión oral de ellos, firme propósito de corregir su vida, fe en Jesucristo y esperanza en Su misericordia.
En casos especiales sobre los penitentes se impone la "epitimia" (palabra griega: prohibición), que consiste de obras piadosas y ciertas privaciones, orientadas a alejar costumbres pecaminosas.
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