Wednesday, January 6, 2016

Akathisto a la Natividad de Nuestro Señor Dios y Salvador Jesús Cristo

 
Contaquio I

Oh Cristo nuestro Dios, que elegiste a la purísima Virgen de entre todas las generaciones y naciste de ella en la carne, nosotros, Tus siervos, te ofrecemos himnos de agradecimiento. Y como tienes una inefable misericordia, oh Maestro, libra de toda clase de desgracias a los que te clamamos: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, que te encarnaste por nosotros, gloria a Ti!

Ikos I

Una multitud de ángeles se reunió en Belén para contemplar la inaccesible Natividad, y viendo a Su Creador yaciendo como un niño, se llenaron de temor. Y así, ofreciendo homenaje con admiración, honraron la devoción de Aquel que nació y de la que Le dio a luz, cantando himnos de alabanza.

Gloria a Ti, oh Hijo de Dios, que fuiste engendrado del Padre antes de todos los tiempos.

Gloria a Ti, que con el Padre y el Espíritu Santo creaste todas las cosas.

Gloria a Ti, que viniste a salvar a los que perecen.

Gloria a Ti, que condescendiste incluso hasta a asumir la forma de siervo.

Gloria a Ti, que naciste inefablemente de la Virgen.

Gloria a Ti, que buscas a los perdidos.

Gloria a Ti, oh Salvador de los pecadores.

Gloria a ti, que destruiste el muro de la separación.

Gloria a Ti, que abriste de nuevo el paraíso, que fue cerrado a causa de la desobediencia.

Gloria a Ti, que amas inefablemente a la raza humana.

Gloria a Ti, que hiciste de la cueva el refugio del mundo.

Gloria a Ti, que mostraste a la Virgen, que te doy a luz, como el trono de los querubines.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio II

Contemplando que su Señor había recibido la carne de la purísima Virgen, los ángeles incorporales se llenaron de asombro y se dijeron: “Este es un misterio glorioso fuera de todo entendimiento”. Y maravillándose por Su inefable condescendencia, cantaron con temor: ¡Aleluya!

Ikos II

Toda la creación noética se llena con asombro, y con agradecimiento alaban el misterio de Tu Natividad, oh Maestro. Las huestes del cielo se regocijan, cantando: “¡Gloria a Dios en las alturas”, y en la tierra, los hombres se llenan de alegría, y claman incesantemente:

Gloria a Ti, oh Dios, que eres glorificado en las alturas.

Gloria a Ti, que Te revelaste en la tierra.

Gloria a Ti, que Te has reconciliado con nosotros.

Gloria a Ti, que Te nos apareciste en la tierra.

Gloria a Ti, que Te encarnaste inefablemente de la Virgen.

Gloria a Ti, que hiciste que brillara la estrella.

Gloria a Ti, pues por ella, llamaste a los Magos para que Te adoraran.

Gloria a Ti, pues aceptaste misericordiosamente sus presentes.

Gloria a Ti, pues enseñaste a toda la creación a ministrarte.

Gloria a Ti, que nos has dado el entendimiento para alabarte.

Gloria a Ti, que Te has unido con nosotros.

Gloria a Ti, pues nos has salvado.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que Te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio III

El Dios de paz y Padre de la compasión, que es poderoso en fortaleza, vino a la tierra para salvar al mundo que perece, y en Belén, nace ahora como hijo de la Virgen, a quien mostró como una Madre y Mediadora de la salvación para los que glorifican Su encarnación y cantan: ¡Aleluya!

Ikos III

Teniendo a la que Te dio a luz de una forma purísima como intercesora ferviente por nosotros, cantamos con regocijo el misterio de Tu Encarnación, oh Maestro, y glorificando Tu Natividad de la Virgen agradable a Dios, clamamos:

Gloria a Ti, oh Hijo de Dios.

Gloria a Ti, oh Hijo de la Virgen.

Gloria a Ti, que nos has mostrado el abismo de Tu amor por la humanidad.

Gloria a Ti, que nos has amado inefablemente.

Gloria a Ti, que has buscado a la oveja perdida.

Gloria a Ti, que has dicho a los ángeles que se regocijen por su hallazgo.

Gloria a Ti, que la has tomado sobre Tus hombros.

Gloria a Ti, que la has conducido al Padre.

Gloria a Ti, que has unido a los hombres y los ángeles en un único rebaño.

Gloria a Ti, que has librado al mundo del engaño.

Gloria a Ti, que nos has mostrado Tu gran e inefable misericordia.

Gloria a Ti, que nos has amado más que todas las demás criaturas.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que Te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio IV

El casto José, que antes tuvo una multitud de pensamientos dudosos, ahora contempla multitud de hechos gloriosos en la cueva divina, pues aunque contempló como hombre a Aquel que nació de la Virgen, ahora comprendía, por las cosas que le habían sido reveladas, que Él es el verdadero Dios. Por eso, rindiendo homenaje a Su divinidad, cantó con júbilo: ¡Aleluya!

Ikos IV

Los pastores escucharon al ángel proclamándoles que el Salvador del mundo había nacido en la ciudad de David, y corriendo rápidamente, Lo contemplaron acostado en el pesebre, como un cordero intachable que ha sido tendido sobre el vientre de la Virgen, mientras La que le dio a luz lo protege, y José está en pie con temor. Y contaron lo que se les había dicho, e inclinándose ante el Recién Nacido, dijeron:

Gloria a Ti, oh Cordero de Dios, Salvador del mundo.

Gloria a Ti, oh Hijo de Dios, que nos has revelado un inefable milagro.

Gloria a Ti, que has hecho que escuchemos el canto de los ángeles.

Gloria a Ti, que nos has enseñado a glorificarte con ellos.

Gloria a Ti, que has hecho que los ángeles y los hombres Te alaben.

Gloria a Ti, que has traído el júbilo al cielo y la tierra.

Gloria a Ti, pues los que moran en el cielo se regocijan con los de la tierra.

Gloria a Ti, pues por Ti los hombres se unen a los ángeles.

Gloria a Ti, pues has mostrado que el poder del maligno es impotente.

Gloria a Ti, pues nos has liberado de su tiranía.

Gloria a Ti, oh gozo inefable de los que creen en Ti.

Gloria a Ti, oh deleite inexpresable de los que Te aman.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que Te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio V

Contemplando la divina estrella que señalaba de antemano la natividad de Cristo, los Magos la observaron, y por su guía, llegaron al Inaccesible y contemplaron al que es invisible. Y por eso, se regocijaron clamándole: ¡Aleluya!

Ikos V

Los reyes persas, viendo al Rey de reyes sentado sobre los brazos de la Virgen como sobre el trono de los querubines, y comprendiendo que Él es el Señor, aunque había asumido la forma de un siervo, se apresuraron a ofrecerle presentes: oro, como Rey de todo; incienso, como Dios, y mirra, como Inmortal. Y cumpliendo con toda obediencia, cantaron:

Gloria a Ti, pues has hecho brillar la luz sobre todos.

Gloria a Ti, pues por una estrella nos has convocado a rendirte homenaje.

Gloria a Ti, pues reprobaste la malicia del cruel Herodes.

Gloria a Ti, pues mostraste que su conspiración era en vano.

Gloria a Ti, pues nos has liberado de su engaño.

Gloria a Ti, pues nos has enseñado a adorarte, oh Sol de justicia.

Gloria a Ti, pues has iluminado a todos con la luz del entendimiento.

Gloria a Ti, pues por Tu Natividad has abolido el engaño del politeísmo.

Gloria a Ti, pues has abatido totalmente el dominio del enemigo.

Gloria a Ti, pues nos has enseñado a adorarte con el Padre y el Espíritu.

Gloria a Ti, pues has aplastado la cabeza de la serpiente que nos seducía.

Gloria a Ti, pues nos has liberado de la muerte eterna.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que Te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio VI

Cumpliendo las profecías referentes a Ti, que fueron pronunciadas por los heraldos agradables a Dios, Te revelaste sobre la tierra, oh Salvador, naciendo ahora de la Virgen pura en una cueva miserable. Y aunque rico, voluntariamente Te empobreciste por nosotros, para enriquecer a los hombres, que te cantan ahora con fe: ¡Aleluya!

Ikos VI

Resplandeciste de la Virgen, Tu Madre, que no conoció varón, oh Jesús, brillando como el sol y alejando la oscuridad del engaño. Y todos los demonios temblaron, incapaces de resistir a Tu poder, y el Hades, contemplando el milagro, se llenó de terror. Y nosotros, Te clamamos con acción de gracias:

Gloria a Ti, oh Salvador de los hombres.

Gloria a Ti, oh Destructor de los demonios.

Gloria a Ti, pues por Tu nacimiento llenaste de temor al príncipe de las mentiras.

Gloria a Ti, pues has abolido el engaño de los ídolos.

Gloria a Ti, pues has iluminado a todos con la luz del conocimiento de Dios.

Gloria a Ti, pues has alejado la oscuridad de la ignorancia.

Gloria a Ti, oh Roca, que has vertido el agua de la salvación sobre todos.

Gloria a Ti, que has aplacado la sed de Adán y David.

Gloria a Ti, pues como el sol, has iluminado a todos por Tu Natividad.

Gloria a Ti, pues has hecho brillar al mundo con los rayos de la gracia.

Gloria a Ti, pues nos has mostrado la tierra prometida.

Gloria a Ti, pues nos has liberado de la maldición de nuestra raza.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que Te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio VII

Deseando revelarnos el misterio oculto desde antes de todos los tiempos, mostraste el misterio a los siervos de toda la creación, oh Salvador: a Gabriel, de entre los ángeles; a la Virgen, de entre los hombres; a la estrella, de entre los cielos, y de entre la tierra, a la cueva donde fue Tu complacencia el nacer. Por eso, maravillados por Tu inefable sabiduría, Te clamamos: ¡Aleluya!

Ikos VII

El Creador de todo mostró una nueva creación, revelándose en la carne, naciendo de un vientre sin semilla, que Él mismo preservó incorrupto, y Lo mostró como el medio de salvación para los que cantan:

Gloria a Ti, oh Hijo de Dios, pues mostraste a la que te dio a luz como Madre de la misericordia.

Gloria a Ti, pues la preservaste virgen después de dar a luz.

Gloria a Ti, pues viniste a salvar a Adán.

Gloria a Ti, pues has consolado las lágrimas de Eva.

Gloria a Ti, pues viniste a salvar a todos los hombres.

Gloria a Ti, pues has mostrado una imagen de la resurrección.

Gloria a Ti, pues has hecho pedazos el registro de nuestros pecados.

Gloria a Ti, pues nos has dado un modelo de humildad.

Gloria a Ti, pues Te empobreciste por nosotros.

Gloria a Ti, pues nos has enriquecido con Tu pobreza.

Gloria a Ti, pues nos has vestido con la vestidura de la salvación.

Gloria a Ti, pues nos has maravillado por Tu amor.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que Te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio VIII

Viendo Tu asombrosa y gloriosa Natividad, que tuvo lugar en la cueva, despreciemos aún más las vanidades del mundo, pues la Mente divina apareció en la tierra como un hombre humilde, para que pudiera conducir al cielo a los que Le claman: ¡Aleluya!

Ikos VIII

Eres todo deseo y toda delicia para los que Te aman y glorifican Tu divina condescendencia, oh Cristo Dios, pues, habiendo nacido de la Virgen purísima sobre la tierra, conduces al cielo a los que te cantan:

Gloria a Ti, oh Hijo de Dios, que naciste sobre la tierra.

Gloria a Ti, que Te encarnaste inefablemente de la Virgen.

Gloria a Ti, que Te has mostrado a nosotros.

Gloria a Ti, que convocaste a los que estaban lejos.

Gloria a Ti, nuestro Gozo inefable.

Gloria a Ti, oh Deleite de nuestros corazones.

Gloria a Ti, pues en Tu Natividad has mostrado la luz de la salvación.

Gloria a Ti, pues vertiste lágrimas por nuestra salvación.

Gloria a Ti, pues sofocaste por ellas la llama de nuestras pasiones.

Gloria a Ti, pues nos has limpiado de la deshonra del pecado.

Gloria a Ti, pues has anonadado nuestra transgresión.

Gloria a Ti, pues nos has liberado de la corrupción.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que Te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio IX

Ni la mente ni el entendimiento de los ángeles o de los hombres es capaz de comprender el misterio de Tu inaccesible Natividad, oh Señor. Sin embargo, acepta nuestro amor y fe, oh Maestro, y salva a los que Te cantan: ¡Aleluya!

Ikos IX

Vemos a los oradores más elocuentes mudos como peces cuando contemplan Tu encarnación, oh Soberano, pues de forma inaudita, se pregunta cómo siendo un Dios perfecto, Te apareciste como un hombre perfecto, y cómo naciste de la Virgen que no conoció varón. Pero nosotros, rechazando ahondar en estos misterios, Te glorificamos sólo con fe, clamando:

Gloria a Ti, oh Sabiduría Hipostática de Dios.

Gloria a Ti, oh Gozo inefable de todos.

Gloria a Ti, pues concediste a los indoctos el amor a la sabiduría.

Gloria a Ti, pues diste entendimiento incluso a los simples.

Gloria a Ti, pues avergonzaste a los que Te examinaban.

Gloria a Ti, pues rompiste las redes a los que planean mitos.

Gloria a Ti, pues mostraste la luz del conocimiento divino sobre todos.

Gloria a Ti, pues pusiste sabiduría en Tus obras.

Gloria a Ti, pues has iluminado la mente de muchos.

Gloria a Ti, pues nos has mostrado el camino de la salvación.

Gloria a Ti, oh abismo insondable de misericordia.

Gloria a Ti, oh abismo de compasión y amor por la humanidad.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que Te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio X

Deseando salvar al mundo que perece, el Embellecedor de todo nace de la Virgen como un niño. El que suelta los lazos intrincados de las transgresiones es envuelto en pañales y puesto en un pesebre, y siendo el Hijo de Dios, se hace el Hijo de la Virgen, y dispone sabiamente todas las cosas, para poder salvar a todos los que Le cantan: ¡Aleluya!

Ikos X

Herodes, el enemigo de Dios, se mostró como un pilar y muro de la maldad opuesta a Dios y una semilla de gran iniquidad, que intentó asesinar al que da la vida a todos, y por su mandato, muchos niños inocentes fueron degollados por la espada, como semillas inmaduras. Por eso, habiendo alejado toda maldad de nuestros corazones, glorifiquemos al que vino a salvarnos, clamando:

Gloria a Ti, pues hiciste vana la intención de Herodes.

Gloria a Ti, pues has contado entre los ángeles a los niños que asesinó.

Gloria a Ti, oh Destructor de la maldad.

Gloria a Ti, oh Instructor en la humildad y Amante de los mortales.

Gloria a Ti, pues has destruido la trompeta del orgullo.

Gloria a Ti, pues has mostrado la luz de la justicia sobre nosotros.

Gloria a Ti, pues nos has enseñado mansedumbre y humildad.

Gloria a Ti, pues has traído a todos al conocimiento de Ti.

Gloria a Ti, pues por Tu Natividad, santificaste el vientre de la que te dio a luz.

Gloria a Ti, pues aceptaste la admiración de los pastores y los presentes de los Magos.

Gloria a Ti, pues enseñaste incluso a las criaturas irracionales a servirte.

Gloria a Ti, pues has santificado toda la creación.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que Te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio XI

Toda alabanza a Tu encarnación por nosotros es nadería, y a los que desean ofrecerte una alabanza apropiada, el silencio les es mejor. Pues aunque te ofreciéramos himnos tan numerosos como las arenas del mar, oh Santísimo Rey, no haríamos nada como es debido. Por eso, Te cantamos con temor: ¡Aleluya!

Ikos XI

Los que estaban en la oscuridad y en la sombra de la muerte, al contemplarte a Ti, oh Luz inefable que brillaste de la Virgen, fueron iluminados por el fuego de Tu divinidad, y Te alabaron, oh Dador de la sabiduría y el entendimiento, clamando estos himnos:

Gloria a Ti, oh Hijo de Dios, Luz inefable.

Gloria a Ti, oh Sol de justicia, que nos has iluminado por Tu Natividad.

Gloria a Ti, pues nos has mostrado la más radiante iluminación.

Gloria a Ti, pues has vertido sobre nosotros los ríos torrenciales de la gracia.

Gloria a Ti, pues has provisto ricamente el agua de la salvación como bebida.

Gloria a Ti, pues a los que Te aman, les has mostrado que Tu yugo fácil y Tu carga es ligera.

Gloria a Ti, pues nos quitado el peso del pecado.

Gloria a Ti, pues nos has liberado de la esclavitud del enemigo.

Gloria a Ti, pues nos has alegrado con Tu aparición en la tierra.

Gloria a Ti, pues nos has dado consuelo por el renacimiento.

Gloria a Ti, pues Te has mostrado como nuestro mayor Deseo.

Gloria a Ti, pues nos has reconciliado con el Padre, aunque éramos Sus enemigos.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que Te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio XII

Oh Salvador nuestro, que viniste para dar la gracia a todos y para pagar las deudas de los hombres por Tu encarnación, paga también nuestras deudas y haz pedazos el registro de nuestros pecados, para que podamos glorificar Tu inefable Natividad y cantar sin cesar: ¡Aleluya!

Ikos XII


Clamando por Tu encarnación, Te alabamos, Te bendecimos y Te adoramos, oh Salvador nuestro, y creemos que eres el Señor y Dios que salva a los que esperan en Ti, que glorifican Tu inefable Natividad de la Virgen, y que te cantan así:

Gloria a Ti, oh Hijo de Dios, que eres adorado en las alturas con el Padre y el Espíritu.

Gloria a Ti, que eres adorado por las huestes del cielo y de la tierra.

Gloria a Ti, que has desvelado el misterio oculto desde el principio de los tiempos.

Gloria a Ti, que has revelado Tu insondable amor por nosotros.

Gloria a ti, oh Engalanador de toda la Creación.

Gloria a Ti, oh misericordioso Salvador.

Gloria a Ti, pues reafirmas los cetros de los que reinan con piedad sobre la tierra.

Gloria a Ti, pues adornas a los jerarcas devotos y a los sacerdotes con la sabiduría y la majestad.

Gloria a Ti, oh Fundamento y Confirmación de la Iglesia.

Gloria a Ti, oh Salvación y Adorno de todos los fieles.

Gloria a Ti, oh Médico y Curación de nuestros cuerpos.

Gloria a Ti, oh Adorno y Salvador de nuestras almas.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que Te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio XIII (Este contaquio se repite tres veces)

Dulcísimo y compasivo Jesús, nuestro Salvador, Creador y Maestro. Acepta nuestra pobre y humilde súplica, nuestra acción de gracias y glorificación, como aceptaste los presentes y la adoración de los Magos. Preserva a tus siervos de todo peligro. Concédenos el perdón de los pecados, y libra de todo tormento eterno a los que glorifican con fe Tu Natividad de la Virgen, y que Te claman sin cesar: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!

Dulcísimo y compasivo Jesús, nuestro Salvador, Creador y Maestro. Acepta nuestra pobre y humilde súplica, nuestra acción de gracias y glorificación, como aceptaste los presentes y la adoración de los Magos. Preserva a tus siervos de todo peligro. Concédenos el perdón de los pecados, y libra de todo tormento eterno a los que glorifican con fe Tu Natividad de la Virgen, y que Te claman sin cesar: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!

Dulcísimo y compasivo Jesús, nuestro Salvador, Creador y Maestro. Acepta nuestra pobre y humilde súplica, nuestra acción de gracias y glorificación, como aceptaste los presentes y la adoración de los Magos. Preserva a tus siervos de todo peligro. Concédenos el perdón de los pecados, y libra de todo tormento eterno a los que glorifican con fe Tu Natividad de la Virgen, y que Te claman sin cesar: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!



(Se repite el ikos y el contaquio I) Ikos I


Una multitud de ángeles se reunió en Belén para contemplar la inaccesible Natividad, y viendo a Su Creador yaciendo como un niño, se llenaron de temor. Y así, ofreciendo homenaje con admiración, honraron la devoción de Aquel que nació y de la que Le dio a luz, cantando himnos de alabanza.

Gloria a Ti, oh Hijo de Dios, que fuiste engendrado del Padre antes de todos los tiempos.

Gloria a Ti, que con el Padre y el Espíritu Santo creaste todas las cosas.

Gloria a Ti, que viniste a salvar a los que perecen.

Gloria a Ti, que condescendiste incluso hasta a asumir la forma de siervo.

Gloria a Ti, que naciste inefablemente de la Virgen.

Gloria a Ti, que buscas a los perdidos.

Gloria a Ti, oh Salvador de los pecadores.

Gloria a ti, que destruiste el muro de la separación.

Gloria a Ti, que abriste de nuevo el paraíso, que fue cerrado a causa de la desobediencia.

Gloria a Ti, que amas inefablemente a la raza humana.

Gloria a Ti, que hiciste de la cueva el refugio del mundo.

Gloria a Ti, que mostraste a la Virgen, que te doy a luz, como el trono de los querubines.

Oh Jesús, Hijo de Dios, que te encarnaste por nosotros, gloria a Ti.

Contaquio I

Oh Cristo nuestro Dios, que elegiste a la purísima Virgen de entre todas las generaciones y naciste de ella en la carne, nosotros, Tus siervos, te ofrecemos himnos de agradecimiento. Y como tienes una inefable misericordia, oh Maestro, libra de toda clase de desgracias a los que te clamamos: ¡Oh Jesús, Hijo de Dios, que te encarnaste por nosotros, gloria a Ti!



Oración a Nuestro Señor, Dios y Salvador Jesús Cristo en el día de Su Santa Natividad

Oh gran e inaccesible Dios, Padre sin origen, Hijo que eres igualmente sin principio, y Espíritu Santo que eres igualmente eterno, y que das el ser a los seres que no tienen existencia, que salvas a los que peligran, que das la vida a los muertos, que obras Tu voluntad sobre las huestes del cielo y en tu morada terrenal, y que lo diriges todo según Tu maravillosa providencia. Inclina Tu oído desde las alturas de Tu santidad, y acepta de nosotros, tus humildes e indignos siervos, a los que has revelado Tu gran salvación de las plagas y las desgracias, estas súplicas agradecidas, confesiones y glorificaciones, que te ofrecemos con nuestro corazón y boca. Pues no nos has tratado según nuestras iniquidades, oh Señor, ni nos has pagado según nuestros pecados. Desde la antigüedad les dijiste a los hijos de Israel que si no guardaban Tus palabras y no cumplían Tus mandamientos, harías de ellos una nación de rostro avergonzado, que los exiliarías en sus ciudades hasta que sus muros fueran quebrantados. Y sabemos que esta temible sentencia se ha dirigido también contra nosotros y nuestros padres. Pues al dejar de temer Tu amenaza y no poniendo atención a Tu misericordia, hemos abandonado el camino de Tu justicia y hemos andado según la voluntad de nuestros corazones, y no hemos hecho intento de contemplarte en nuestra mente. Además, quitando toda la importancia de la tradición de nuestros padres, Te hemos abandonado por otros dioses. Por estas razones, nos asedia la mala suerte, como a los hijos del antiguo Israel, y por eso, no hemos aprendido de sus lecciones, y los enemigos salvajes y voraces han venido contra nosotros. Pero Tú, oh Señor Dios, compasivo y misericordioso, que eres Longánime, grande en misericordia y verdad, que quitas las iniquidades, las injusticias y los pecados, habiéndonos abandonado por poco tiempo, ten misericordia de nosotros según Tu gran bondad, y habiendo visitado nuestra injusticia con Tu vara, como hace un padre compasivo con sus hijos, perdónanos. Pues has mirado nuestra tribulación, y sobre nuestras súplicas, no confiando en nuestra propia justicia, sino en Tu gran compasión, y por eso nos inclinamos a Tus pies, oh Señor. Nos has mostrado el rostro de nuestros impíos adversarios, para que, esfumándose ante el rostro de Tu Cristo, Tus enemigos se disipen como el humo, y los que Te aman, brillen como el sol en todo su esplendor. Hemos visto, oh Señor, hemos visto, y todas las naciones han visto en nosotros que Tú eres Dios y no hay otro mas que Tú. Tú quitas la vida y la das, hieres y sanas, y no hay nadie que pueda librarse de Tu mano. Por eso, nuestro corazón se ha establecido en nuestro Señor, nuestra trompeta ha resonado por nuestro Dios, y nos hemos regocijado en Tu salvación. Te damos gracias, oh Señor, pues castigándonos, nos has reprendido poco, no sea que nos perdamos hasta la muerte. Concédenos, oh Señor, que podamos guardar memoria de Tu gloriosa visita, firme y constantemente en nosotros, para que estando firmes en Ti por un temor filial, fe y amor, y protegidos por Tu poder, podamos siempre, como hoy, alabar y glorificar Tu Santo Nombre. Confirma también Tu bendición sobre nuestras autoridades civiles, para que Tu Espíritu bueno pueda estar siempre sobre ellos. En nuestra tierra, concede gran santidad a los pastores, juicio y justicia a los que gobiernan, paz y tranquilidad al pueblo, eficacia a las leyes y progreso en la Fe. Oh Señor de misericordia, extiende Tu misericordia sobre los que Te conocen, y revélate incluso a los que no Te buscan; vuelve, incluso, los corazones de nuestros enemigos hacia Ti, y hazte conocer por todas las naciones y pueblos en Tu verdadero Cristo, para que desde la salida del sol, hasta su puesta, todas las naciones puedan, con un solo corazón, clamarte con una sola voz de regocijo: “Gloria a Ti, Dios y Salvador de todos, por los siglos de los siglos”. Amén. 
 

Catecismo Ortodoxo 

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