Oh Señor eterno y Creador de todas las cosas
Quien a esta vida de tu inefable bondad me llamaste;
Quien me otorgaste la gracia del Bautismo y el sello del Espíritu Santo,
Quien has instigado en mí el deseo de buscarte; único Dios verdadero,
escucha mi oración.
Vida no tengo, ni luz, ni gozo, ni sabiduría
Ni fuerza, sino solo en ti, oh Dios.
Por causa de mi indignidad no me atrevo a alzar mis ojos hacia ti.
Mas has dicho a tus discípulos:
“Cualquier cosa que pidiereis en oración creyendo, recibiréis.
Y Cualquier cosa que pidiereis en mi nombre, lo haré.”
Por tanto, me atrevo a invocarte:
Purifícame de toda mancha de carne y de espíritu,
Enséñame a orar correctamente.
Bendice este día que has dado a mí, tu siervo indigno;
por el poder de tu bendición, capacítame para hablar
y obrar en todo tiempo según tu gloria
con espíritu puro, con humildad, paciencia, amor,
gentileza, paz, valentía y sabiduría:
siempre sabedor de tu presencia.
Por tu inmensa bondad, Señor y Dios mío,
Muéstrame el camino de tu voluntad.
Y concédeme caminar ante tus ojos sin pecado.
Oh Señor, ante quien todos los corazones se abren,
Tú sabes de cuales cosas tengo necesidad,
mi ceguera y mi ignorancia tu sabes,
Tu conoces mi enfermedad y la corrupción de mi alma,
Y tampoco de ti se esconden mi dolor y angustia.
Por tanto te suplico, escucha mi oración.
Y por tu Espíritu Santo enséñame el camino por donde deba andar,
Y cuando por otros senderos mi débil voluntad me lleve,
No me abandones, Señor, y vuélveme de nuevo a ti.
Por el poder de tu amor, concédeme perseverar en lo que es bueno.
Presérvame de toda obra o palabra que corrompe el alma.
Y de todo impulso desagradable a tu vista, y dañoso a mí prójimo.
Enséñame lo que deba decir y lo que deba hablar,
Y si es tu voluntad que no responda a veces,
Inspírame a guardar silencio en un espíritu de paz,
Para que no cause pena o dolor a mi prójimo.
Establéceme en el camino de tus mandamientos,
Y hasta mi último aliento no dejes que me aparte de la luz de tus mandamientos,
Y que tus preceptos puedan ser la única ley de mi ser en esta tierra
Y en toda la eternidad.
Sí Señor, te ruego, ten piedad de mí.
Compadece mi aflicción y mi pobreza,
Y no escondas a tu siervo el camino de salvación.
En mi extravío, oh Dios, te pido muchas y grandes cosas,
Aunque conozco siempre mí flaqueza, bajeza y vilezas.
Ten piedad de mí.
De tu presencia no me quites por causa de mi presunción.
Mas bien aumenta en mí este celo,
Y concédeme a mí, el peor de todos,
Amarte como tú lo has ordenado,
Con todo mi corazón y toda mi alma,
Y con toda mi mente y con toda mi fuerza,
Y con todo mi ser.
Sí Señor, por tu Espíritu Santo,
Enséñame buen juicio y sabiduría.
Concédeme conocer tu verdad antes de descender a la tumba.
Conserva mi vida en este mundo hasta que pueda ofrecerte un arrepentimiento digno.
No me quites en medio de mis días,
Ni cuando aún mi mente esté ciega.
Cuando te plazca traer mi vida a su fin, prevén me
para que prepare mi alma a venir ante ti.
En esa hora temible está conmigo, oh Señor,
Y concédeme el gozo de tu salvación.
Purifícame de toda falta secreta, de toda iniquidad que en mí se esconda,
Y dame una respuesta propicia delante del juicio de tu trono.
Sí Señor, por tu gran misericordia
E infinito amor por la humanidad,
Escucha mi oración.
Archimandrita Sajarov Sophrony
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