Bienaventurado aquel, que provocado cada día con denuestos e injurias, sufre con paciencia, violentándose a sí mismo, porque éste con los mártires se alegrará, y con los ángeles será coronado. Bienaventurado el monje que en todas las horas del día se considera merecedor de toda humillación y de toda confusión. Bienaventurado el que mortificó su propia voluntad hasta el fin de su vida, y que abandonó su carga en manos de su maestro espiritual, porque éste será colocado a la diestra del Señor que fue obediente hasta la muerte.
San Juan Clímaco
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