Cierto monje preguntó a uno de los ancianos: ¿Por qué mis pensamientos siempre se inclinan a la impureza, de modo que no me dan descanso ni siquiera por una hora, y mi alma está afligida? El anciano le dijo: “Si los demonios inspiran pensamientos en ti, entonces no los consientas. Su naturaleza es tentar constantemente, y aunque nunca dejan de hacerlo, no te pueden obligar a pecar. Depende de tu propia voluntad el escucharles o no.” El hermano dijo al anciano: “¿Qué debo hacer? Soy débil y la pasión me conquista.” El anciano le dijo: “Defiéndete contra ellas, y cuando comiencen a hablarte, no les respondas, y ora a Dios: Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí.”
Antiguo Patericon
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