Los pecados y las pasiones no son propias de la naturaleza del hombre, porque no es Dios el creador de las pasiones. Pero Él colocó en nuestra naturaleza muchas virtudes, entre las cuales podemos mencionar las siguientes: la misericordia (pues hasta los paganos son compasivos), el amor (porque sucede que hasta los animales derraman lágrimas ante la pérdida de un compañero), la fe (porque ella es propia de toda la gente), la esperanza (porque cuando damos en préstamo, cuando sembramos o trabajamos, esperamos recibir ganancia de esto, y cuando viajamos, — esperamos alcanzar la meta). Así, si el amor y las virtudes son inherentes a nuestra naturaleza, y el amor es el cumplimiento de la ley, entonces es claro que las virtudes no son extrañas a nuestra naturaleza. Y que se avergüencen aquellos que quieren justificar su indolencia con la falta de fuerzas.
San Juan Clímaco
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