Cuando se habla sobre la existencia de la psique (alma) después de la muerte, para la vida eterna, para el Juicio de los hombres en la Segunda Presencia de Cristo y tantas otras verdades que conectan con estas, se formulan muchas contradicciones y rechazos por los hombres contemporáneos, mundanizados, racionalistas y consumistas. El rechazo más previsible es el siguiente: “¿Quién ha visto estas cosas, quién ha venido de allí para decírnoslas?”. Es un pensamiento sin fundamento, una pregunta previsible y superficial. Sin ningún otro pensamiento, borramos toda una enseñanza entera de la Iglesia para estos temas. ¿En serio no ha venido nadie? Pues Cristo ha venido de allí, exclusivamente aquí, para enseñar a los de aquí qué pasa allí. Hizo milagros, resucitó muertos, sanó enfermos, etc., se sacrificó voluntariamente en La Cruz por nosotros y Resucitó…
Sin embargo, no pensamos lo mismo sobre otros temas que conectan con nuestra vida. Muchas cosas las creemos no porque las hemos visto personalmente, sino porque nos las han transmitido otros. Esto también es un tipo de fe. Si no tenemos certeza personal, pero tenemos certeza en varias personas de las que tenemos confianza. Historiadores de la antigüedad nos describen acontecimientos y nos las creemos. También los que visitan otros países nos transmiten sus impresiones y por regla general, las aceptamos, porque tenemos confianza en ellos. Lo mismo se tiene que hacer también sobre los temas de la fe cristiana. Si no tenemos percepción personal, por lo menos que admitamos los que nos transmiten estas verdades.
En la Iglesia tenemos conocimientos de todos los temas que conectan con la otra vida, porque nos lo ha revelado el Mismo Cristo. Él vino, se humanizó y nos ha revelado toda la verdad sobre Dios y el hombre. Aparte de Cristo, hay billones de personas santas, que con su vida personal certificaron estas verdades y dan su testimonio. ¿Por qué tenemos que creer en unos historiadores cuando certifican un hecho y nosotros no creer en billones de santos que certificaron las verdades de la otra vida? Principalmente los Santos, que lo certificaron y confesaron con su sangre. ¿Derrama uno la sangre y se sacrifica por cosas que no acepta y son más que la verdad?
Podemos sostener también las siguientes cosas. Nosotros consideramos la religión que simplemente traspasa el problema del hombre al futuro y habla de la vida post-muerte, en la que el hombre disfrutará de los bienes de Dios y será compensado por los esfuerzos que ha hecho. Realmente esta parte existe también. Pero principalmente debemos de ver la Ortodoxia por la perspectiva de la instrucción terapéutica. Si en el presente no queremos admitir sobre la otra vida, pues vivamos el carácter terapéutico de la Ortodoxia.
Cuanto más pasa el tiempo, tanto más comprobamos que estamos enfermos psíquicamente. Nos infestan, plagan, varios pazos (padecimientos, emociones, malos hábitos físicos, psíquicos y espirituales) y nos tienen cautivados muchas situaciones enfermizas. Esta enfermedad interior hace que no funcionemos regularmente. Las relaciones interpersonales se encuentran en una tensión continua. Las enfermedades somáticas, la mayoría de las veces, tienen la causa en las enfermedades espirituales. La Ortodoxia sana esta enfermedad interior. Toda la instrucción de la Santa Escritura y de la enseñanza de los Padres es terapéutica. Así que, hoy necesitamos la Iglesia, primero para sanarnos de las enfermedades espirituales, para sentir la comunión, la hermandad en Cristo, la paternidad de Dios, de manera que, nos serenemos y tranquilicemos interiormente y liberarnos de la ansiedad, angustia, fatiga y la inseguridad interior.
El primer fin no debe ser conversar sobre el futuro. Es cierto que el Cristiano ortodoxo correcto, cree absolutamente en Cristo y en todo lo que Él dijo. Pero nosotros, si tenemos una pequeña duda por estas cosas, debemos de empezar por el punto de terapia, concienciar a nuestro desorden interior que empecemos la instrucción terapéutica que tiene la Iglesia y entonces adquiriremos la certeza de la vida eterna. Porque al negar la vida después de la muerte y generalmente al negar las verdades de Cristo es porque estamos enfermos espiritualmente. Creo que dentro de la instrucción terapéutica eclesiástica, obtendremos la certeza sobre toda la enseñanza de la Iglesia.
Metropolita Ierotheos Vlajos
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