bautismo papista
bautismo ortodoxo
Un extracto de El Pidalion, por San Nicodimo el Aghiorita
Toda esta teoría que hemos estado exponiendo aquí no es nada superflua; por el contrario, es algo muy necesario, para cualquier ocasión en general, pero especialmente hoy, con relación a la gran controversia y disputa generalizada que está surgiendo a causa del bautismo de los latinos, no simplemente entre nosotros y los latinos, sino también entre nosotros y los de mente latina (conocidos de otra forma como “latinistas”). Así, siguiendo lo que hemos dicho, según lo exige la forma del canon apostólico, declaramos que el bautismo de los latinos es falsamente llamado bautismo, y por esta razón no es aceptable o reconocible ya sea en la base del rigor o ya sea en la base de la ɶconomía. No es aceptable sobre la base del rigor: 1º, porque son herejes. Que los latinos son herejes, no hay necesidad de que mostremos ninguna prueba por el momento. El hecho en sí de que hayamos tenido tanto desprecio y aversión contra ellos durante tantos siglos es una prueba evidente de que los detestamos como herejes (nota del webmaster: no a ellos como personas sino a su herejía), de la misma forma, hay que señalar, que lo hacemos con los arrianos, sabelianos, o los que niegan el Espíritu, y los macedonianos. Sin embargo, si alguien quisiera conocer sus herejías en los libros, las encontraría todas en los libros del santo patriarca de Jerusalén, Dositeo el Papomastix (es decir, el Azote de los papas), junto con su afamada reputación. Sin embargo, puede obtener suficiente conocimiento incluso del librito del reputado Meniatos, titulado “Una piedra de escándalo”, [traducido al inglés del original griego “Petra Scandalou”]. Baste señalar lo mucho que dijo de ellos San Marcos de Éfeso en Florencia (en la 25ª asamblea general), comentando con franqueza: “Nos hemos separado de los latinos a causa de que no sólo son cismáticos, sino también herejes”. Razón de más para no pensar ni siquiera en unirnos con ellos. Incluso el gran eclesiástico Silvestre (Sección 9, cap. 5), dijo: “La diferencia de los latinos es una herejía, y nuestros predecesores también lo sostuvieron así”. Por eso, se admite que los latinos son herejes de toda la vida, y es evidente en primer lugar por el hecho de que no están bautizados, según las afirmaciones de San Basilio el Grande, citado anteriormente, y de los santos que le precedieron, Cipriano y Firmiliano. Pues habiéndose convertido en laicos a causa de su separación de la Iglesia Ortodoxa, ya no tienen con ellos la gracia del Espíritu Santo con la que los sacerdotes ortodoxos llevan a cabo los misterios. Este es un argumento sólido e indiscutible, así como los cánones de San Basilio el Grande son sólidos e indiscutibles, y las palabras de San Cipriano, el eclesiástico mártir, que ya recibieron y mantienen la sanción del santo 6º Concilio Ecuménico. 2º, los latinos no están bautizados porque no observan las tres inmersiones que deben ser administradas al bautizado, según las instrucciones que recibió la Iglesia Ortodoxa, de manos de los santos apóstoles desde el principio. Los antiguos latinos, siendo los primeros en innovar el bautismo apostólico, comenzaron a utilizar la infusión, que es el proceso de verter un poco de agua sobre la cabeza del niño, una práctica que aún es común en muchas regiones; pero la mayoría de ellos utiliza un manojo de cerdas de cabello y vierten unas cuantas gotas de agua, tres veces, sobre la cabeza del niño. Sin embargo, en otros lugares de la tierra, como nos ha informado quien ha regresado de allí, toman un pequeño algodón (todo el mundo sabe cuánta agua absorbe el algodón), y empapándolo en agua, lo pasan por el niño y dicen que ya está bautizado. Así, los latinos no están bautizados porque no realizan las tres inmersiones y emersiones, según la tradición apostólica. En cuanto a las tres inmersiones, no decimos cuán necesarias e indispensables son para la celebración del bautismo. Quien lo desee, puede leer sobre esto, pero para cualquier necesidad que pueda haber, permitidle leer el manual del docto y sabio Eustracio. Pero también deberíamos decir, en conexión con el canon apostólico 50, lo que se necesita sobre este punto. Sin embargo, si alguien entre los latinos o los de mentalidad latina exponen una reclamación a las tres invocaciones a la Santa Trinidad, no debe pretender olvidarse de las cosas que se le habían dicho antes por medio de los santos Firmiliano y Atanasio el Grande: a saber, que esos piadosísimos nombres son improductivos e inefectivos cuando son pronunciados por la boca de los herejes. Pues, a menos que este sea el caso, debemos creer ciertamente que esos perversos ancianos realmente obran milagros simplemente repitiendo los divinos nombres en sus encantamientos. Así, los latinos no pueden realizar un bautismo porque son herejes y han perdido la gracia requerida para celebrar los ritos de crismación, y han añadido a sus iniquidades la de destruir el bautismo apostólico de las tres inmersiones. Así, digo, los que acepten los rociados de los latinos (a menudo dignificados con el nombre de aspersión) reflejan lo que pueden decir en forma de respuesta a la autoridad del presente canon apostólico, e incluso en respuesta al siguiente (canon 47). Sé lo que argumentan los defensores inmediatos del pseudo-bautismo latino. Argumentan que nuestra Iglesia estaba acostumbrada a aceptar conversos de los latinos (“sólo”) con la crismación, y existe, de hecho, alguna formulación en la que se especifican términos por los que podrían admitirse así. Con relación a esto respondemos con simples y justas palabras: que es suficiente que admitáis que solían recibirlos “sólo” con la crismación. Por eso, son herejes. Pues, ¿porqué crismarlos si no eran herejes? Así, siendo admitidamente herejes, no es probable que la Iglesia Ortodoxa y Apostólica ignorara deliberadamente estos cánones apostólicos y los cánones de los concilios que hemos señalado en las páginas precedentes. Pero, puesto que es obvio y nos es propio creer, la Iglesia deseaba emplear alguna gran ɶconomía con respecto a los latinos, teniendo como ejemplo propicio para su propósito este gran y santo Segundo Concilio Ecuménico. El hecho es que el Segundo Concilio, como hemos dicho, empleó la ɶconomía y aceptó el bautismo de los arrianos y los macedonianos, con el fin y la esperanza de su regreso a la fe y recibir pleno entendimiento de esto, y para evitar que se convirtieran en bestias aún más salvajes contra la Iglesia, puesto que también eran muchos y fuertes con respecto a las cosas externas. Y, como cuestión de hecho, obtuvieron este fin y alcanzaron esta esperanza. Pues, gracias a esta ɶconomía, aquellos hombres fueron más gentiles con los cristianos ortodoxos y, llegaron tan lejos en la piedad, que en poco tiempo casi desaparecieron completamente o muy pocos de ellos permanecieron en el error. Por eso, los que nos precedieron también emplearon la ɶconomía y aceptaron el bautismo de los latinos, especialmente cuando se realizaba en la segunda forma, porque el papismo, o papado, estaba entonces en su apogeo y tenía todas las fuerzas y poderes de los reinos de Europa en sus manos, mientras que, por otro lado, nuestro propio reino respiraba sus últimos suspiros. Por tanto, habría sido necesario, si tal ɶconomía no se hubiera empleado, que el papa indujera a las huestes latinas contra los orientales, tomándolos como prisioneros, matándolos, e infligiéndoles otras incontables barbaridades. Pero ahora que ya no son capaces de infligir tales aflicciones sobre nosotros, como resultado del hecho de que la divina Providencia nos ha prestado un guardián que, al final, ha doblegado la frente de esos arrogantes y altivos monstruos, ahora, digo, que la furia del papismo (también conocido como catolicismo romano, o papado) ya no sirve de nada contra nosotros, ¿qué necesidad hay ya de ɶconomía? Pues hay un límite para la ɶconomía, y no es perpetuo e indefinido. Por eso, Teofilacto de Bulgaria dice: “El que hace cualquier cosa en materia de ɶconomía, lo hace, no como algo simplemente bueno, sino como algo necesario para el momento” (Comentario a Gálatas 5:11). “Hemos empleado la ɶconomía de forma suficiente”, dice San Gregorio el Teólogo en su elogio de Atanasio, “sin adoptar lo que es ajeno o corromper lo que es nuestro, lo cual nos haría realmente malos ɶcónomos (o pobres administradores de la ɶconomía)”. Por eso también digo que es realmente una pobre ɶconomía la que no sirve para convertir a los latinos y nos fuerza a transgredir el rigor de los sagrados cánones y a aceptar el pseudo-bautismo de los herejes. “Pues la ɶconomía debe ser empleada donde no hay necesidad de transgredir las leyes”, dice el divino San Juan Crisóstomo. El hecho de que tal formulación fuera hecha ɶconómicamente es claramente evidente por esto, pues hasta entonces los orientales habían estado bautizando a los occidentales que regresaban, como es testificado por el concilio local Lateranense de Roma, llevado a cabo en el año 1211. Y dice en su cuarto canon que los orientales no deberían celebrar servicios donde los occidentales han estado celebrando servicios, a menos que purifiquen primeramente el lugar por la ceremonia de santificación. Y después, dice que los orientales mismos rebauticen a los que se unan a la Iglesia Oriental, en aquellos lugares en los que no han tenido un santo bautismo apostólico a causa de la herejía del papismo. (Ver Dositeo, p. 8-24 del Dodecabiblus). Así, cuando se tiene en cuenta que hasta ese momento, según los testimonios de los mismos enemigos, los orientales habían estado bautizándolos, es evidente que era en aras de una gran ɶconomía y que empleaban luego el recurso de la crismación, simplemente porque nuestra raza no se podía permitir, en la difícil situación en la que se encontraba entonces, excitar más allá la manía del papado, y además, hay evidencia en el hecho de que abrogaran e invalidaran todo lo que se había hecho de forma incorrecta en Florencia, habiendo un gran entusiasmo entre los latinos a este respecto. Por eso, la necesidad de la ɶconomía cesó, y el rigor y los cánones apostólicos deben tomar su lugar.
De El Pidalion (Libro de los santos cánones de la Iglesia), pp. 72-74. Esta es una nota de la interpretación de San Nicodemo del canon 46, de los Cánones de los Santos Apóstoles.
Un extracto de El Pidalion, por San Nicodimo el Aghiorita
Toda esta teoría que hemos estado exponiendo aquí no es nada superflua; por el contrario, es algo muy necesario, para cualquier ocasión en general, pero especialmente hoy, con relación a la gran controversia y disputa generalizada que está surgiendo a causa del bautismo de los latinos, no simplemente entre nosotros y los latinos, sino también entre nosotros y los de mente latina (conocidos de otra forma como “latinistas”). Así, siguiendo lo que hemos dicho, según lo exige la forma del canon apostólico, declaramos que el bautismo de los latinos es falsamente llamado bautismo, y por esta razón no es aceptable o reconocible ya sea en la base del rigor o ya sea en la base de la ɶconomía. No es aceptable sobre la base del rigor: 1º, porque son herejes. Que los latinos son herejes, no hay necesidad de que mostremos ninguna prueba por el momento. El hecho en sí de que hayamos tenido tanto desprecio y aversión contra ellos durante tantos siglos es una prueba evidente de que los detestamos como herejes (nota del webmaster: no a ellos como personas sino a su herejía), de la misma forma, hay que señalar, que lo hacemos con los arrianos, sabelianos, o los que niegan el Espíritu, y los macedonianos. Sin embargo, si alguien quisiera conocer sus herejías en los libros, las encontraría todas en los libros del santo patriarca de Jerusalén, Dositeo el Papomastix (es decir, el Azote de los papas), junto con su afamada reputación. Sin embargo, puede obtener suficiente conocimiento incluso del librito del reputado Meniatos, titulado “Una piedra de escándalo”, [traducido al inglés del original griego “Petra Scandalou”]. Baste señalar lo mucho que dijo de ellos San Marcos de Éfeso en Florencia (en la 25ª asamblea general), comentando con franqueza: “Nos hemos separado de los latinos a causa de que no sólo son cismáticos, sino también herejes”. Razón de más para no pensar ni siquiera en unirnos con ellos. Incluso el gran eclesiástico Silvestre (Sección 9, cap. 5), dijo: “La diferencia de los latinos es una herejía, y nuestros predecesores también lo sostuvieron así”. Por eso, se admite que los latinos son herejes de toda la vida, y es evidente en primer lugar por el hecho de que no están bautizados, según las afirmaciones de San Basilio el Grande, citado anteriormente, y de los santos que le precedieron, Cipriano y Firmiliano. Pues habiéndose convertido en laicos a causa de su separación de la Iglesia Ortodoxa, ya no tienen con ellos la gracia del Espíritu Santo con la que los sacerdotes ortodoxos llevan a cabo los misterios. Este es un argumento sólido e indiscutible, así como los cánones de San Basilio el Grande son sólidos e indiscutibles, y las palabras de San Cipriano, el eclesiástico mártir, que ya recibieron y mantienen la sanción del santo 6º Concilio Ecuménico. 2º, los latinos no están bautizados porque no observan las tres inmersiones que deben ser administradas al bautizado, según las instrucciones que recibió la Iglesia Ortodoxa, de manos de los santos apóstoles desde el principio. Los antiguos latinos, siendo los primeros en innovar el bautismo apostólico, comenzaron a utilizar la infusión, que es el proceso de verter un poco de agua sobre la cabeza del niño, una práctica que aún es común en muchas regiones; pero la mayoría de ellos utiliza un manojo de cerdas de cabello y vierten unas cuantas gotas de agua, tres veces, sobre la cabeza del niño. Sin embargo, en otros lugares de la tierra, como nos ha informado quien ha regresado de allí, toman un pequeño algodón (todo el mundo sabe cuánta agua absorbe el algodón), y empapándolo en agua, lo pasan por el niño y dicen que ya está bautizado. Así, los latinos no están bautizados porque no realizan las tres inmersiones y emersiones, según la tradición apostólica. En cuanto a las tres inmersiones, no decimos cuán necesarias e indispensables son para la celebración del bautismo. Quien lo desee, puede leer sobre esto, pero para cualquier necesidad que pueda haber, permitidle leer el manual del docto y sabio Eustracio. Pero también deberíamos decir, en conexión con el canon apostólico 50, lo que se necesita sobre este punto. Sin embargo, si alguien entre los latinos o los de mentalidad latina exponen una reclamación a las tres invocaciones a la Santa Trinidad, no debe pretender olvidarse de las cosas que se le habían dicho antes por medio de los santos Firmiliano y Atanasio el Grande: a saber, que esos piadosísimos nombres son improductivos e inefectivos cuando son pronunciados por la boca de los herejes. Pues, a menos que este sea el caso, debemos creer ciertamente que esos perversos ancianos realmente obran milagros simplemente repitiendo los divinos nombres en sus encantamientos. Así, los latinos no pueden realizar un bautismo porque son herejes y han perdido la gracia requerida para celebrar los ritos de crismación, y han añadido a sus iniquidades la de destruir el bautismo apostólico de las tres inmersiones. Así, digo, los que acepten los rociados de los latinos (a menudo dignificados con el nombre de aspersión) reflejan lo que pueden decir en forma de respuesta a la autoridad del presente canon apostólico, e incluso en respuesta al siguiente (canon 47). Sé lo que argumentan los defensores inmediatos del pseudo-bautismo latino. Argumentan que nuestra Iglesia estaba acostumbrada a aceptar conversos de los latinos (“sólo”) con la crismación, y existe, de hecho, alguna formulación en la que se especifican términos por los que podrían admitirse así. Con relación a esto respondemos con simples y justas palabras: que es suficiente que admitáis que solían recibirlos “sólo” con la crismación. Por eso, son herejes. Pues, ¿porqué crismarlos si no eran herejes? Así, siendo admitidamente herejes, no es probable que la Iglesia Ortodoxa y Apostólica ignorara deliberadamente estos cánones apostólicos y los cánones de los concilios que hemos señalado en las páginas precedentes. Pero, puesto que es obvio y nos es propio creer, la Iglesia deseaba emplear alguna gran ɶconomía con respecto a los latinos, teniendo como ejemplo propicio para su propósito este gran y santo Segundo Concilio Ecuménico. El hecho es que el Segundo Concilio, como hemos dicho, empleó la ɶconomía y aceptó el bautismo de los arrianos y los macedonianos, con el fin y la esperanza de su regreso a la fe y recibir pleno entendimiento de esto, y para evitar que se convirtieran en bestias aún más salvajes contra la Iglesia, puesto que también eran muchos y fuertes con respecto a las cosas externas. Y, como cuestión de hecho, obtuvieron este fin y alcanzaron esta esperanza. Pues, gracias a esta ɶconomía, aquellos hombres fueron más gentiles con los cristianos ortodoxos y, llegaron tan lejos en la piedad, que en poco tiempo casi desaparecieron completamente o muy pocos de ellos permanecieron en el error. Por eso, los que nos precedieron también emplearon la ɶconomía y aceptaron el bautismo de los latinos, especialmente cuando se realizaba en la segunda forma, porque el papismo, o papado, estaba entonces en su apogeo y tenía todas las fuerzas y poderes de los reinos de Europa en sus manos, mientras que, por otro lado, nuestro propio reino respiraba sus últimos suspiros. Por tanto, habría sido necesario, si tal ɶconomía no se hubiera empleado, que el papa indujera a las huestes latinas contra los orientales, tomándolos como prisioneros, matándolos, e infligiéndoles otras incontables barbaridades. Pero ahora que ya no son capaces de infligir tales aflicciones sobre nosotros, como resultado del hecho de que la divina Providencia nos ha prestado un guardián que, al final, ha doblegado la frente de esos arrogantes y altivos monstruos, ahora, digo, que la furia del papismo (también conocido como catolicismo romano, o papado) ya no sirve de nada contra nosotros, ¿qué necesidad hay ya de ɶconomía? Pues hay un límite para la ɶconomía, y no es perpetuo e indefinido. Por eso, Teofilacto de Bulgaria dice: “El que hace cualquier cosa en materia de ɶconomía, lo hace, no como algo simplemente bueno, sino como algo necesario para el momento” (Comentario a Gálatas 5:11). “Hemos empleado la ɶconomía de forma suficiente”, dice San Gregorio el Teólogo en su elogio de Atanasio, “sin adoptar lo que es ajeno o corromper lo que es nuestro, lo cual nos haría realmente malos ɶcónomos (o pobres administradores de la ɶconomía)”. Por eso también digo que es realmente una pobre ɶconomía la que no sirve para convertir a los latinos y nos fuerza a transgredir el rigor de los sagrados cánones y a aceptar el pseudo-bautismo de los herejes. “Pues la ɶconomía debe ser empleada donde no hay necesidad de transgredir las leyes”, dice el divino San Juan Crisóstomo. El hecho de que tal formulación fuera hecha ɶconómicamente es claramente evidente por esto, pues hasta entonces los orientales habían estado bautizando a los occidentales que regresaban, como es testificado por el concilio local Lateranense de Roma, llevado a cabo en el año 1211. Y dice en su cuarto canon que los orientales no deberían celebrar servicios donde los occidentales han estado celebrando servicios, a menos que purifiquen primeramente el lugar por la ceremonia de santificación. Y después, dice que los orientales mismos rebauticen a los que se unan a la Iglesia Oriental, en aquellos lugares en los que no han tenido un santo bautismo apostólico a causa de la herejía del papismo. (Ver Dositeo, p. 8-24 del Dodecabiblus). Así, cuando se tiene en cuenta que hasta ese momento, según los testimonios de los mismos enemigos, los orientales habían estado bautizándolos, es evidente que era en aras de una gran ɶconomía y que empleaban luego el recurso de la crismación, simplemente porque nuestra raza no se podía permitir, en la difícil situación en la que se encontraba entonces, excitar más allá la manía del papado, y además, hay evidencia en el hecho de que abrogaran e invalidaran todo lo que se había hecho de forma incorrecta en Florencia, habiendo un gran entusiasmo entre los latinos a este respecto. Por eso, la necesidad de la ɶconomía cesó, y el rigor y los cánones apostólicos deben tomar su lugar.
De El Pidalion (Libro de los santos cánones de la Iglesia), pp. 72-74. Esta es una nota de la interpretación de San Nicodemo del canon 46, de los Cánones de los Santos Apóstoles.
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