¿Has notado cómo, con tan sólo entrar en la iglesia, tus sentimientos se sosiegan, mucho más que si simplemente oraras durante una hora en tu habitación? Porque aquí, en la iglesia, no sólo tu oración se eleva, sino que también el Espíritu Santo desciende a los corazones de todos.
Una sólo cosa le pedí al Señor: habitar en Su casa todos los días de mi vida. Esta es la respuesta. Pero que cada uno obre de acuerdo a sus posibilidades.
El alma que ama al Señor desea estar, todos los días de su vida, en Su casa. No existe una bendición más grande para ella. Pero no todos consiguen hacerlo. Por eso, al menos cuando haya oficios litúrgicos hay que asistir. Precisamente por eso fue que la Iglesia fijó las grandes fiestas para los domingos. Pero si tenemos un poco de amor —y tiempo libre— al menos un día, podemos asistir también entre semana.
Si la iglesia queda cerca de tu casa, puedes pasar con más frecuencia, al menos a venerar los íconos. Es de gran bendición el pasar antes de ir al trabajo o antes de hacer cualquier otra actividad importante, con tal de recibir la bendición de Dios, por medio de la gracia que allí habita.
¿Has notado cómo, con tan sólo entrar en la iglesia, tus sentimientos se sosiegan, mucho más que si simplemente oraras durante una hora en tu habitación? Porque aquí, en la iglesia, no sólo tu oración se eleva, sino que también el Espíritu Santo desciende en los corazones de todos.
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