La planta crece hacia arriba.
La idea del crecimiento orgánico es inseparable del espíritu de Ortodoxia. Ella se expresa en la comprensión ortodoxa de la salvación del hombre. En el centro de atención del cristiano se encuentra no "la conformación a la verdad Divina," no "la adquisición, de méritos," sino la posibilidad y la necesidad del crecimiento espiritual personal, en alcanzar de la pureza y de la santidad. La redención del hombre, su injerto al Cuerpo de Cristo, son condiciones para poder comenzar ese crecimiento. Las fuerzas de Gracia del Espíritu Santo, como el sol, la lluvia y el aire para la planta, hacen crecer a esta siembra espiritual. Pero el mismo crecimiento es la "acción," el trabajo, un proceso largo, el trabajo interno sobre si mismo: continuo, humilde, tenaz. Renacimiento — no es la momentánea transformación de un pecador en un salvado, sino un cambio real de la naturaleza espiritual del hombre, cambio del contenido de lo más recóndito del alma, de los pensamientos, conceptos y deseos, direcciones de los sentidos. Ese trabajo se refleja, también sobre el estado corpóreo del cristiano, cuando el cuerpo deja de ser el señor del alma y vuelve al papel de servicio cumplidor de las ordenes del espíritu, un humilde portador del alma inmortal.
El árbol vivo, indefectiblemente crece. Alimentándose a través de las raíces, se ramifica ampliamente y forma la copa dispuesta armónicamente, aunque carece de un punto único en su alto. Así es el orden externo de la Iglesia ortodoxa sobre la tierra. Así también es la estructura de Ortodoxia: las Iglesias parroquiales, Iglesias locales, Patriarcados y una serie de Iglesias autocefalas. Todo el orden administrativo de la Iglesia terrenal, corresponde a su crecimiento orgánico: cada rama crece lateralmente, no separándose del tronco. Así se forman las relaciones mutuas de las Iglesias locales: Iglesias-madres, hijas-Iglesias, hermanas-Iglesias: la familia Divina de Cristo.
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