El nacimiento de la Santísima Virgen María.
Cuando llegó el tiempo del nacimiento del Salvador del mundo, vivía en la ciudad de Galilea Nazaret, un descendiente del rey David, Joaquín, con su esposa Ana. Ambos eran personas devotas y conocidas por su humildad y misericordia. Alcanzaron la vejez sin tener hijos. Esto los apenaba mucho. A pesar de su avanzada edad no cesaban de pedirle a Dios que les enviara un vástago e hicieron la promesa de consagrarlo al servicio de Dios si se le concedía esa gracia. En aquel tiempo el no tener hijos era considerado un castigo de Dios por pecados cometidos. En especial, a Joaquín se le hacía muy difícil aceptar la falta de hijos, porque según las profecías, el Mesías-Cristo iba a pertenecer a la casa de David (a la que él pertenecía). Por su paciencia y por su fe, el Señor les otorgó, a Joaquín y a Ana una gran alegría: finalmente engendraron una hija. La llamaron María, que en hebreo significa: "Señora, Esperanza."
Presentación en el templo
Cuando la Virgen María cumplió tres años, sus devotos padres se prepararon a cumplir su promesa: la llevaron al templo de Jerusalén para consagrarla a Dios. María se quedó a vivir junto al templo. Allí, junto con otras niñas, estudiaba Religión y tareas manuales, rezaba y leía las Sagradas Escrituras. La Santísima Virgen María vivió allí alrededor de once años y creció signada por una profunda devoción y obediencia a Dios, extraordinariamente humilde y laboriosa. Deseando servir solamente a Dios, hizo la promesa de no contraer matrimonio y quedar para siempre Virgen.
La Santísima Virgen María en lo de José
Los ancianos Joaquín y Ana no vivieron mucho tiempo y la Virgen María quedó huérfana. Cuando cumplió catorce años y por ley no podía quedarse más junto al templo, se vio en la necesidad de casarse. El sumosacerdote conocía Su promesa y para no violar la ley de matrimonio, la desposó formalmente con un pariente lejano, José, un anciano viudo de ochenta años. Éste se comprometió a cuidarla y a preservar Su virginidad. José vivía en la ciudad de Nazaret y también pertenecía a la casa de David. No era un hombre rico y trabajaba como carpintero. De su primer matrimonio, José tenía cuatro hijos: Judas, Osías, Simón y Jacobo que se mencionan en los Evangelios como " hermanos" de Jesús. La Santísima Virgen María llevó en la casa de José la misma vida humilde y recatada que había tenido antes.
La Anunciación
Al sexto mes después de la aparición del Arcángel Gabriel a Zacarías con el anuncio del nacimiento del profeta San Juan Bautista, el mismo Arcángel fue enviado por Dios a la ciudad de Nazaret a la Santísima Virgen María para hacerle llegar la alegre noticia de que el Señor La había elegido para que se convierta en la Madre del Salvador del Mundo. El Ángel apareció y Le dijo: "Alégrate, Bienaventurada María, llena eres de gracia, el Señor está contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres." María se turbó ante estas palabras del Ángel, preguntándose qué significaría ese saludo. El Ángel continuó diciéndole: "No temas, María, pues has hallado gracia cerca de Dios. Concebirás en tu seno y parirás un hijo y lo llamarás Jesús. Este será grande y será llamado Hijo del Altísimo y su reino no tendrá fin." María, confundida, le preguntó al Ángel: "¿Cómo será esto, porque no conozco varón?"
El Ángel le respondió que esto se producirá por la fuerza del Dios Todopoderoso. "El Espíritu Santo vendrá sobre Ti y la virtud del Altísimo te hará sombra, por lo cual, también lo Santo que nacerá será llamado Hijo de Dios. Y he aquí que Elizabet, tu parienta, también ella concebirá a un hijo en su vejez porque ninguna cosa es imposible para Dios." Entonces, María dijo con humildad: "Soy sirvienta de Dios. Hágase en mí, según tu palabra." Y el Arcángel Gabriel se alejó de Ella.
Visita a la Santa Elizabet
La Santísima Virgen María habiendo oído del Ángel que su parienta Elizabet, esposa del sacerdote Zacarías, iba a engendrar a un hijo, se apresuró a visitarla. Al entrar a la casa de Zacarías saludó a Elizabet. Cuando oyó la salutación de María, Elizabet recibió al Espíritu Santo y se enteró de que María se hizo digna de convertirse en la Madre de Dios. Exclamó en voz alta y dijo: "Bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito, el fruto de tu vientre. ¿Y de dónde a mí, que la Madre de mi Señor venga a mí?"
La Santísima Virgen María, contestando a las palabras de Elizabet, glorificó a Dios de esta manera: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegró en Dios, mi Salvador, porque ha mirado a la bajeza de su esclava porque he aquí que, desde ahora, me dirán Bienaventurada todas las generaciones. Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso y santo es Su nombre, y Su misericordia, de generación a generación, le llega a los que Le temen." La Virgen María se quedó con Elizabet alrededor de tres meses y después retornó a su casa en Nazaret.
Dios le anunció también al justo anciano José, el pronto nacimiento del Salvador, de la Santísima Virgen María. El Ángel de Dios se le apareció en un sueño y le reveló que María dará a luz a un hijo por obra del Espíritu Santo, como lo había anunciado el Señor Dios por intermedio del profeta Isaías (7:14) y ordenó llamarlo Jesús porque "Él salvará al género humano de sus pecados" (Jehová en hebreo significa Salvador.).
Posteriores relatos evangélicos mencionan a la Virgen María con relación a acontecimientos vinculados a la vida de su Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Así, hay referencias a Ella en el nacimiento de Cristo en Belén y después en la circuncisión, en la adoración de los Reyes Magos de Oriente, en la presentación en el templo a los cuarenta días, en la huida a Egipto, en la radicación en Nazaret, en el viaje a Jerusalén durante la fiesta de Pascua (a los doce años de Jesús) y así sucesivamente. No vamos a referir aquí a estos acontecimientos en forma detallada. No obstante hay que destacar que, aunque los relatos evangélicos sobre la Virgen María sean breves, le dan al lector una clara noción de la gran altura moral de la Virgen María: de Su humildad, de Su profunda fe, Su paciencia, Su valentía y Su sumisión a la voluntad de Dios, Su amor y entrega a Su Hijo Divino. Nosotros nos damos cuenta por qué se hizo digna, según las palabras del Ángel, de "obtener la gracia de Dios."
El primer milagro producido por Jesucristo en las bodas de Caná de Galilea nos muestra claramente a la Virgen María como Intercesora ante Su Hijo por todos los hombres que se encuentran en dificultades. Habiendo notado la falta de vino durante la fiesta, la Santísima Virgen se lo hizo saber a Su Hijo, quien le respondió evasivamente: "¿Qué tengo yo contigo, mujer? Aún no ha venido mi hora."Ella no se turbó por esta parcial negativa ya que estaba segura de que Su Hijo no iba a desatender Su pedido y les dijo a los sirvientes: "Haced todo lo que Él os diga." Estas palabras revelan una preocupación compasiva de la Madre de Dios ya que muestran la intención de que la obra iniciada por Ella tenga una resolución favorable. En efecto, Su mediación no fue infructuosa y Jesucristo realizó aquí Su primer milagro, sacando de una situación delicada a gente pobre, después de lo cual "Sus discípulos creyeron en Él" (San Juan 2:11).
En sucesivos relatos, el Evangelio nos traza la imagen de una Virgen María siempre preocupada por Su Hijo, que Lo acompañaba en sus peregrinaciones, que venía a Él en distintas situaciones difíciles y se preocupaba por la preparación de Su tranquilidad y descanso domésticos, con los cuales Él nunca estaba de acuerdo. Finalmente, la vemos sumida en una indescriptible tristeza junto a la cruz de Su Hijo crucificado, atenta a Sus últimas palabras y recomendaciones y al encargo a San Juan Evangelista de atenderla y cuidarla. No sale de los labios de Ella ni una sola palabra de reproche o de desesperación. Ella se entrega totalmente a la voluntad de Dios.
También se La menciona brevemente en el libro de los Hechos de los Santos Apóstoles cuando, en el día de Pentecostés, descendió el Espíritu Santo en forma de lenguas de fuego sobre Ella y los Apóstoles. Cuenta la Tradición que, después de este suceso, Ella vivió 10-20 años más. El Apóstol Juan, el Evangelista, La acogió en su casa con enorme bondad y se ocupó de Ella hasta Su muerte como lo hubiera un hijo verdadero y cumplió con el mandato del Señor Jesucristo. Cuando la fe cristiana se extendió a otros países, numerosos creyentes cristianos empezaron a venir de lugares lejanos para verla y escucharla. A partir de ese momento, la Santísima Virgen María se convirtió, para todos los discípulos de Cristo, en una Madre para todos y un elevado ejemplo a ser imitado.
La Dormición
Aconteció una vez que la Santísima Virgen María se encontraba orando en el Monte de Eleón (cerca de Jerusalén) cuando se le apareció el Arcángel Gabriel con una rama de palma del Paraíso en sus manos y le comunicó que en tres días su vida terrenal iba a llegar a su fin y que el Señor se La llevará consigo. El Señor dispuso que, para ese entonces, los Apóstoles de distintos países se reunieran en Jerusalén. En el momento del deceso, una luz extraordinaria iluminó la habitación en la cual yacía la Virgen María. Apareció el propio Jesucristo, rodeado de Ángeles y tomó Su purísima alma. Los Apóstoles enterraron el purísimo cuerpo de la Madre de Dios, de acuerdo a Su voluntad, al pie de la montaña de Eleón, en el jardín de Getsemaní, en la gruta donde se encontraban los cuerpos de Sus padres y el de San José. Durante el entierro ocurrieron muchos milagros. Con sólo tocar el lecho de la Madre de Dios, los ciegos recobraban la vista, los demonios eran alejados y cualquier enfermedad se curaba.
Tres días después del entierro de la Madre de Dios, llegó a Jerusalén el Apóstol Tomás que no pudo arribar a tiempo. Se entristeció mucho por no haber podido despedirse de la Virgen María y, con toda su alma, expresó su deseo de venerar Su purísimo cuerpo. Cuando se abrió la gruta donde fue sepultada la Virgen María, Su cuerpo no fue encontrado y sólo quedaron las mantas funerarias. Los asombrados Apóstoles retornaron a su vivienda. Al anochecer, mientras rezaban, oyeron un canto angelical y al levantar la vista pudieron ver a la Virgen María suspendida en el aire, rodeada de Ángeles y envuelta en un brillo de gloria celestial. Ella les dijo a los Apóstoles: "¡Alégrense! ¡Estaré con ustedes todos los días!"
Su promesa de ser auxiliadora e intercesora de los cristianos se mantiene hasta el día de hoy y se convirtió en nuestra Madre celestial. Por Su gran amor y Su ayuda todopoderosa, los cristianos desde tiempos remotos la veneran y acuden a Ella para pedir ayuda y la llaman "Fervorosa Intercesora por el género humano," "Consuelo de todos los afligidos" y quien "no nos abandona después de Su dormición." Desde tiempos remotos, y siguiendo el ejemplo del Profeta Isaías y de Santa Elizabet, empezó a ser llamada Madre de Dios (o Deípara) y Madre de nuestro Señor Jesucristo. Este nombre surge como consecuencia de que Ella engendró a Aquél que siempre fue y será el verdadero Dios.
La Santísima Virgen María es un gran ejemplo para todos aquellos que tratan de complacer a Dios. Ella fue la primera que decidió entregar Su vidaenteramente a Dios. Demostró que la voluntaria virginidad supera a la vida familiar y matrimonial. Siguiendo Su ejemplo, ya desde el inicio de los siglos, muchos cristianos empezaron a llevar una vida casta con oraciones, ayunos y la mente orientada a Dios. Así surgió y se afirmó el monacato. Lamentablemente, el mundo contemporáneo no ortodoxo no valora en absoluto y hasta se burla de la castidad, olvidándose de las palabras del Señor:"Porque hay eunucos (vírgenes) que nacieron así del vientre de su madre; y hay eunucos que son hechos eunucos por los hombres; y hay eunucos que se hicieron a sí mismos eunucos por causa del Reino de los Cielos; el que sea capaz de recibir esto, que lo reciba" (San Mateo 19:12).
Completando esta breve visión de la vida terrenal de la Virgen María, cabe agregar que Ella, tanto en el momento de Su suprema Gloria, cuando fue elegida para convertirse en la Madre del Salvador del Mundo como también durante las horas de Su inmensa pena, cuando al pie de la cruz y según la profecía de San Simeón "un arma traspasó Su alma," demostró tener un pleno dominio de sí misma. Con esto, descubrió toda la fuerza y la belleza de Sus virtudes: la humildad, la fe inquebrantable, el valor, la paciencia, la esperanza en Dios y el amor hacia Él. Por eso nosotros, los ortodoxos, la veneramos con tanta devoción y tratamos de seguir Su ejemplo.
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