El igual a los Apóstoles Nicolás (Kazatkin) es el creador y primer jerarca de la primera iglesia de Japón, él era un eminente misionero ruso del siglo XX. Fallecido en año 1912, fue nominado santo 60 años después de su fallecimiento (el 31 de marzo del año 1970).
Toda la vida y todas sus fuerzas de misionero abnegado fueron utilizadas para la propagación del Evangelio y siembra de la Palabra de Dios en la Ciudad del Sol Naciente y su esmero apostólico trajo un abundante fruto. Naganavi Mitsio escribe: "Dejó a los descendientes la catedral, 8 iglesias, 175 templos, 276 parroquias, educó a un obispo, 34 sacerdotes, 8 diáconos, 115 predicadores. En total el número de ortodoxos creyentes llegó a 34 110 personas..."
El protopresbítero Y. Vostorgov al visitar Japón escribía: "En todo Japón no había persona más conocida que él después del Emperador. En la capital no era necesario preguntar donde estaba la misión ortodoxa rusa, era suficiente decir solo una palabra "Nicolás" e inmediatamente cada riksha ya sabía donde debía llevar al visitante de la misión. El templo ortodoxo se llamaba "Nicolai" y el lugar de la misión también "Nicolai" y la misma ortodoxia se llamaba con el nombre de "Nicolai." Viajando por el país en ropas de sacerdote ruso, siempre nos encontrábamos con miradas de cariño en las palabras de bienvenida. En la conversación relacionada a nosotros, captábamos entre las indescifrables palabras y expresiones de una lengua desconocida algo conocido y querido: "Nicolai" ... "El conocido en el este D.M. Pozdneev conociendo muy de cerca al hierarca recuerda: "Junto a una suavidad era una persona de hierro, no conocedora de ningún obstáculo, con una mente práctica y administrativa, capaz de encontrar solución ante cualquier situación difícil. Junto a su amabilidad tenía la facultad de ser gélido, inamovible e hiriente con las personas que el encontraba necesario educar a través de reglas rígidas y severas o castigar por algo o detener en algo. Junto a su gran sociabilidad tenía una muy fuerte voluntad y un gran dominio sobre sí mismo a través de una larga experiencia y amarga prueba y se debía dedicar mucho tiempo y esfuerzo para obtener su confianza y sinceridad. Junto a cierta ingenuidad infantil de alegre interlocutor tenía una amplitud de ideales de gran inteligencia, infinito amor hacia la patria, padecía con sus padecimientos ( de la patria) y sufría con sus sufrimientos... Amplios y santos ideales, férrea voluntad, e infatigable trabajador —ésta era la realidad del arzobispo Nicolai."
Hay que aceptar a A. Platonov, autora de una de las biografías del hierarca, quien escribía: "Conocerlo más detenidamente — es el deber de cada persona rusa, porque personas como el arzobispo Nicolai, — es un honor, y un adorno para la patria."
Su actividad fue acompañada con muchas aflicciones. El arzobispo Nicolai era molestado por dos lados: los japoneses — lo trataban como a un agente político ruso, espía, agitador, sembrador de traiciones en suelo japonés y simpatizante de la herética y avasalladora Rusia; los rusos — lo trataban como cuentero en Japón acerca de Rusia,sobre lo que Rusia no debía saber... Su labor se denominaba no solo inútil sino hasta lesiva, y en Rusia se lo consideraba como cierto maníaco especial y original. Al arzobispo Nicolai lo salvaron dos ideas claves que lo guiaban: primero — la idea del servicio apostólico, acción valerosa en la propagación de la ortodoxia entre los idólatras; segundo — cálida convicción de que su trabajo debía estar fuera de cualquier liga con la política." Y además: "tenía en sí mismo algo que no tenía un fin terrenal."
Toda la vida y todas sus fuerzas de misionero abnegado fueron utilizadas para la propagación del Evangelio y siembra de la Palabra de Dios en la Ciudad del Sol Naciente y su esmero apostólico trajo un abundante fruto. Naganavi Mitsio escribe: "Dejó a los descendientes la catedral, 8 iglesias, 175 templos, 276 parroquias, educó a un obispo, 34 sacerdotes, 8 diáconos, 115 predicadores. En total el número de ortodoxos creyentes llegó a 34 110 personas..."
El protopresbítero Y. Vostorgov al visitar Japón escribía: "En todo Japón no había persona más conocida que él después del Emperador. En la capital no era necesario preguntar donde estaba la misión ortodoxa rusa, era suficiente decir solo una palabra "Nicolás" e inmediatamente cada riksha ya sabía donde debía llevar al visitante de la misión. El templo ortodoxo se llamaba "Nicolai" y el lugar de la misión también "Nicolai" y la misma ortodoxia se llamaba con el nombre de "Nicolai." Viajando por el país en ropas de sacerdote ruso, siempre nos encontrábamos con miradas de cariño en las palabras de bienvenida. En la conversación relacionada a nosotros, captábamos entre las indescifrables palabras y expresiones de una lengua desconocida algo conocido y querido: "Nicolai" ... "El conocido en el este D.M. Pozdneev conociendo muy de cerca al hierarca recuerda: "Junto a una suavidad era una persona de hierro, no conocedora de ningún obstáculo, con una mente práctica y administrativa, capaz de encontrar solución ante cualquier situación difícil. Junto a su amabilidad tenía la facultad de ser gélido, inamovible e hiriente con las personas que el encontraba necesario educar a través de reglas rígidas y severas o castigar por algo o detener en algo. Junto a su gran sociabilidad tenía una muy fuerte voluntad y un gran dominio sobre sí mismo a través de una larga experiencia y amarga prueba y se debía dedicar mucho tiempo y esfuerzo para obtener su confianza y sinceridad. Junto a cierta ingenuidad infantil de alegre interlocutor tenía una amplitud de ideales de gran inteligencia, infinito amor hacia la patria, padecía con sus padecimientos ( de la patria) y sufría con sus sufrimientos... Amplios y santos ideales, férrea voluntad, e infatigable trabajador —ésta era la realidad del arzobispo Nicolai."
Hay que aceptar a A. Platonov, autora de una de las biografías del hierarca, quien escribía: "Conocerlo más detenidamente — es el deber de cada persona rusa, porque personas como el arzobispo Nicolai, — es un honor, y un adorno para la patria."
Su actividad fue acompañada con muchas aflicciones. El arzobispo Nicolai era molestado por dos lados: los japoneses — lo trataban como a un agente político ruso, espía, agitador, sembrador de traiciones en suelo japonés y simpatizante de la herética y avasalladora Rusia; los rusos — lo trataban como cuentero en Japón acerca de Rusia,sobre lo que Rusia no debía saber... Su labor se denominaba no solo inútil sino hasta lesiva, y en Rusia se lo consideraba como cierto maníaco especial y original. Al arzobispo Nicolai lo salvaron dos ideas claves que lo guiaban: primero — la idea del servicio apostólico, acción valerosa en la propagación de la ortodoxia entre los idólatras; segundo — cálida convicción de que su trabajo debía estar fuera de cualquier liga con la política." Y además: "tenía en sí mismo algo que no tenía un fin terrenal."
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