
«Que ores en general y digas el “Kirie (Señor) Jesús Cristo, eleison los que padecen física y psíquicamente”
Yéronta, ¿qué es mejor, pedir la misericordia de Dios generalmente o referirme también en peticione concretas de acuerdo con “Pedir y se os dará”?
Que ores en general y decir el “Kirie (Señor) Jesús Cristo, eleison los que padecen física y psíquicamente”. En esta bendición u oración están incluidos también los dormidos (difuntos). Si te viene en tu memoria una persona familiar, que digas una oración para esta persona, “… eleison Tu siervo tal” e inmediatamente pasa en la bendición u oración o oración del corazón o de Jesús: “Kirie (Señor) Jesús Cristo, eleison todo Tu mundo”
Puedes traer en la memoria de tu nus una persona concreta que tiene necesidad, orar un poco por ella y después “Kirie (Señor) Jesús Cristo, eleison nos” y si sufres por todos, para que no se vaya…el tren con un viajante en los vagones. No nos peguemos en una persona y después no podemos ayudar con la oración a nosotros mismos ni a los demás.
Por ejemplo, cuando oras por un enfermo del cáncer, orar para todos los pacientes de cáncer y también una oración para los difuntos. O cuando ves un desgraciado, que la memoria de tu nus vaya inmediatamente en todos los desgraciados y orar por ellos.
Santo Paisio del Monte Athos
Catecismo Ortodoxo
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El Bienaventurado Juan (1896-1966) es considerado por los Cristianos Ortodoxos de todos los países del mundo como el Santo más grande del siglo. Abarcando con su persona muchas y diferentes expresiones de Santidad, él era al mismo tiempo un teólogo con inspiración Divina y un pobre de espíritu; un misionero, celoso servidor de Dios y sincero servidor de los pobres; un severo asceta y el cariñoso Padre de los huérfanos. Supo, lo mismo que Moisés, salvar a sus feligreses de atropellos y persecuciones acompañándolos siempre en su estadía en la China comunista y también en su éxodo, en busca de un mundo libre donde ellos pudiesen vivir en paz. Lo mismo que a los primeros apóstoles, le fue concedido a San Juan de San Francisco el don Divino de curar las almas heridas y los cuerpos enfermos. El rezo riguroso y constante lo afirmaba en su condición del Bienaventurado Padre espiritual, representante de la gran tradición rusa de Monjes Beatos, dotados de una sabiduría y bondad excepcionales. Al penetrar a través de la cortina del tiempo Sr. del espacio, él sabia leer los pensamientos de los humanos y solía responderles antes que fuesen formuladas sus preguntas. Encontrándose ahora en el mundo de Dios, él sigue rezando por todos los que lo invocan y hasta vuelve a visitarlos, como demuestran los milagros y las curaciones que se registran ahora en todo el mundo.
En esta traducción parcial del libro El Bienaventurado San Juan de San Francisco, el Milagroso" se incluirán los datos sobre la vida del Santo y algunos testimonios de su ayuda milagrosa. A través del estudio de su vida extraordinaria y de las experiencias de ese Santo Varón, todos aquellos que no pueden permanecer indiferentes ante semejante muestra de la bendición de Dios tendrán la posibilidad de acercársele y honrarlo.
Prologo
La hermandad del Reverendo Germán de Alaska durante más de veinte años y desde la muerte de nuestro amado fundador e inspirador Bienaventurado San Juan (Maksimovich), , trabaja incansablemente para difundir la buena nueva sobre su indudable santidad. La veneración, la devoción y los milagros de San Juan de San Francisco se extienden por doquier. Él sigue realzando milagros en aquellos que piden su ayuda y protección. Hace poco hemos publicado los recuerdos de uno de sus hijos espirituales y en los comentarios que hemos recibido se repetía siempre el mismo testimonio: ninguno de nuestros piadosos lectores pudo contener las lágrimas, al leer la vida del Bienaventurado San Juan. ¿Pero no han sido las mismas lágrimas que bañaban los rostros de aquellas personas que conocieron a San Juan durante su vida y su peregrinaje por este mundo, que escucharon sus oraciones, sus súplicas a Dios por todos los que sufren? - "Si" - Durante sus visitas a las cárceles, exacerbado criminales, que jamás lo habían conocido o escuchado, de pronto rompían a llorar. De Él emanaba tal fuerza, que seducía a la gente, quizás más, que sus innumerables milagros. Aquella era la fuerza del amor a Cristo, magnífico milagro, que atraía irresistiblemente, a pesar de ser inaccesible a la comprensión mundana. Nada es capaz de vencerla, porque proviene del propio Creador. Comunicándose misteriosamente con el mismo Dios, San Juan, lleno de esa fuerza del amor y la derramaba generosamente por el mundo, esto es lo que hace movilizar las almas de los creyentes, veinte años después de la muerte del Bienaventurado.
Canonizado por la Santa Iglesia Ortodoxa en 1994, su santidad, realmente, no se discutió jamás, y uno de sus hijos espirituales el Obispo Mitrofan anunciaba insistentemente la Gloria del Bienaventurado Juan, como genuino Santo de los últimos tiempos.
La Vida del San Juan
El Arzobispo Juan nació el 4 de junio de 1896 en la aldea de Adamovka de la provincia de Kharkov. Pertenecía a la familia de Maksimovich y recibió en el bautismo el nombre de Mijail. En su temprana niñez era enfermizo y de poco comer. Después de los estudios secundarios se inscribió en la Facultad de Derecho de la Universidad de Kharkov y se recibió de abogado en 1918. Durante sus estudios universitarios el futuro Arzobispo se dedicaba quizá más a leer sobre de la vida de los Santos, que asistir a las clases, y sin embargo fue un estudiante ejemplar. Evidentemente su aspiración de imitar a los Santos se había manifestado ya en aquellos tiempos tan claramente, que el arzobispo de Kharkov, Antonio, futuro Mitropolita y primer candidato a la cátedra del Patriarca de Moscú, más tarde Primer Jerarca de la Iglesia Ortodoxa rusa en el exilio, se preocupó especialmente en acercársele para reconocerlo luego como su alumno espiritual.
En 1921, durante la guerra civil en Rusia, el futuro Santo con sus padres y sus hermanos emigró a Yugoslavia y en Belgrado en 1925 se graduó en la Facultad de Teología. En 1926 se hizo monje recibiendo el nombre de Juan y trabajó desde 1929 hasta 1934 como profesor en el Seminario Académico de Serbia "San Juan Crisóstomo" en la ciudad de Bitol. Allí, oficiaba la Santa Misa en idioma griego para las congregaciones macedonias y griegas del lugar que lo veneraban extraordinariamente.
La ciudad de Bitol pertenece a la diócesis de Okhrid que estaba dirigida en aquellos tiempos por el obispo Nikolai Velimirovich, magnífico predicador, poeta, organizador e inspirador del Movimiento Religioso Popular Serbio. Tuvo una influencia muy benigna sobre el monje Juan y le tuvo mucho aprecio y cariño. Ya entonces se escuchó decir a menudo al Obispo Nikolai: "Si quieren conocer a un santo viviente, vayan a ver al Padre Juan de Bitol."
Indudablemente uno se daba cuenta cada vez más que el padre Juan era un ser extraordinario. Los estudiantes del seminario fueron los primeros que descubrieron aquello, fue quizá uno de los logros ascéticos más grandes del futuro arzobispo Juan: primero se supo que se quedaba despierto hasta la madrugada recorriendo los pasillos de la residencia estudiantil, luego se descubrió que no dormía prácticamente más que dos o tres horas acurrucado e incomodo en un sillón o acostado en el piso frente a los Iconos.
El mismo, más tarde, confesó que desde que se hizo monje no quiso acostarse a dormir en una cama. Ese tipo de práctica ascética es poco frecuente aunque es reconocida por la tradición ortodoxa cristiana. El fundador de la vida monástica, el Santo del siglo IV, Paisio el Grande, recibió según la leyenda de las manos del ángel el estatuto de la vida monacal comunitaria, escuchó las siguientes palabras referentes al sueño de los monjes: "Y ellos (los monjes) no deben dormir acostados, pero tu debes hacerles unos asientos, que tengan un apoyo para la cabeza" (regla 4).
Algunos seminaristas hablaban mucho del Padre Juan, de su profesor excepcional, que rezaba siempre, oficiaba todos los días la Santa Misa o por lo menos comulgaba diariamente, ayunaba rigurosamente, jamás dormía acostado y con el auténtico amor paternal los conducía hacia los elevados ideales de la Cristiandad.
En 1934 el Padre Juan recibió el título de Obispo, a pesar de su resistencia; el argumento que él presentó como la causa de su negativa era su defecto de habla, pero al futuro arzobispo le contestaron solamente, que el profeta Moisés tuvo el mismo defecto. La Quirotonía Episcopal se celebró el 28 de Mayo de 1934.
El Metropolita Antonio escribió así al Arzobispo Demetrio de la diócesis de Shanghai en el lejano oriente... "Les envío mi lugar - como mi propia alma, como mi corazón - al obispo Juan. Este pequeño hombre enfermizo, de apariencia casi infantil, es el ejemplo de la severidad y el rigor ascético, en estos tiempos de total debilidad espiritual."
A fines de noviembre el Obispo Juan llegó a Shanghai justo para la celebración de la fiesta de la Virgen María y encontró la catedral levantada a medias y muchas discusiones entre las jurisdicciones eclesiásticas. Lo primero que hizo fue unir a los fieles, también contactarse con los griegos, los serbios y los ucranianos para coordinar la instrucción catequista en todas las escuelas ortodoxas de Shanghai y también para organizar la ayuda activa a las múltiples necesidades de los refugiados rusos que habían huido de la U. R. S. S.
Jamás aceptaba invitaciones mundanas, pero siempre se le podía encontrar en los lugares más inhóspitos donde recogía a los enfermos y a los niños huérfanos para llevárselos al asilo que él mismos había instaurado, primero con sólo ocho niños de distintas edades, para llegar a tener después centenares de niños muy bien atendidos. Durante su estadía en Shanghai más de 3500 niños pasaron por su asilo y con la llegada de los comunistas organizó la evacuación de sus niños y de todos sus fieles, en general, primero hacia las Islas Filipinas y luego hacia los Estados Unidos.
Muy pronto los feligreses tuvieron la plena evidencia del extraño ascetismo de su Buen Pastor. Su vida se basaba en el ayuno y en la oración. Comía una sola vez por día - a las 11 de la noche - durante la cuaresma aceptaba solamente panecillos del altar. Rezaba toda la noche y cuando el sueño lo vencía, apoyaba su cabeza en el piso y dormitaba unas pocas horas. Todas las mañanas, fuese cual fuese la temperatura del ambiente, tomaba una ducha fría antes de oficiar la misa más temprana, luego oficiaba la Liturgia completa y a la noche las vísperas, otro oficio divino.
Muchas veces estando enfermo sus fieles trataban de disuadirlo para que se quedara en reposo; así sucedió cuando se le hinchó mucho una pierna y los médicos temían que se formara una gangrena, si el Obispo Juan no se internaba en el hospital Se internó por fin, pero a la tarde apareció otra vez en la catedral para oficiar la misa en vísperas de un día festivo. Durante la jornada siguiente se deshinchó totalmente la pierna y el peligro pasó.
Las sotanas que llevaba el Obispo estaban hechas de una tela china, la más barata: en verano o invierno, calzaba zapatillas o sandalias, siempre sin medias. Muchas veces andaba simplemente descalzo, porque le había regalado sus sandalias a algún mendigo. A veces oficiaba la misa descalzo y fue severamente reprendido por ello.
Ya se sabia entonces que el Obispo Juan además de ser un asceta justo y bienaventurado se encontraba tan cerca de Dios, que poseía el don de clarividencia y sus oraciones le permitían hacer milagros.
He aquí el testimonio de una parroquiana, Lidia Lew, que habla de la grandeza espiritual del Obispo Juan. "Escribí una carta al Obispo, sin conocerlo, pidiendo ayuda para una viuda con hijos y también consejos para mis problemas. No recibí ninguna contestación. Pasó un año. De pronto, llega el Obispo Juan a la ciudad de Hong Kong, donde yo vivía en aquellos tiempos y lo recibimos todos en el templo con mucho júbilo. Yo estaba entre la muchedumbre: de pronto el Obispo buscando con la mirada, me encuentra y me dice : " Es usted, la que me había escrito una carta. Quede muy, sorprendida, porque él no me había conocido antes. Durante el sermón que el Obispo Juan pronunció después de la misa, mi madre y yo observamos durante un rato largo la aureola de luz que envolvía la figura del Obispo; al comentarlo, nos dimos cuenta que muchos fieles vieron lo mismo. Mi marido, que estaba más lejos del altar, también lo vio."
Al Obispo le agradaba visitar a los enfermos y lo hacia diariamente, confesándolos y haciéndolos comulgar. Sí el estado del enfermo se tornaba critico, el Obispo Juan se acercaba a cualquier hora, de día o de noche, para rezar al lado de su cama. He aquí uno de los milagros que sus oraciones han hecho posible: Ludmila Dimitrievna Sadkovskaia como muy buena deportista practicaba equitación con muchoentusiasmo. Una vez se cayó mal del caballo, golpeándose fuerte la cabeza. La encontraron sin conocimiento y en el hospital un concilio de médicos declaró que su estado era critico, que no podría pasar la noche; casi no tenia pulso, tenía graves heridas en la cabeza y unos pedacitos de huesos de cráneo rotos se incrustaron en el cerebro. Moriría durante la operación, o si sobreviviría a la intervención quirúrgica, quedaría ciega, sorda y muda.
La hermana de esta mujer, después de haber escuchado todo eso, lloró amargamente, pero corrió a buscar al Obispo Juan suplicándole que hiciera todo lo posible para salvar a su hermana. El Obispo llegó al hospital, pidió que lo dejasen sólo con la enferma y rezó durante más de dos horas al lado de su lecho. Luego llamó al médico jefe del hospital y pidió que se hiciera una revisación completa de la enferma. Los médicos se asombraron al comprobar que el pulso de la enferma se había normalizado totalmente y permitía que se cumpliera la intervención quirúrgica. La única exigencia del cirujano era que la intervención se hiciera en presencia del Obispo Juan. La operación tuvo éxito y al despertar la enferma sorprendió a todos los que la rodeaban, pidiendo agua para beber. Ella además oía y veía todo, y sigue viviendo hasta ahora, sana y salva. La testigo la conoce desde hace 30 años.
El Obispo visitaba las cárceles, oficiaba la misa utilizando solamente una pequeña mesa común. Pero lo que era más difícil para el Pastor - era visitar a los alienados y a los poseídos (el Obispo los distinguía inmediatamente) - no le preocupaba al Obispo Juan porque su fuerza espiritual le daba una gran seguridad y los enfermos mentales comulgaban muy pacíficos, escuchaban sus sermón y esperaban sus visitas con gran impaciencia y alegría.
El Obispo fue un hombre de gran temple. Durante la ocupación Japonesa las autoridades niponas ejercían grandes presiones sobre la emigración rusa a través de los representantes del comité ruso. Dos presidentes del comité lucharon contra la influencia japonesa y los dos fueron asesinados. La colonia rusa tuvo mucho miedo y en ese momento el Obispo Juan a pesar de las amenazas de algunos partidarios de los japoneses, se proclamó presidente de la colonia rusa.
Era peligroso en aquellos tiempos andar de noche y durante la ocupación japonesa la gente prefería quedar en casa cuando oscurecía. Sin embargo, el Obispo Juan siguió como siempre visitando a sus enfermos; aliviando a los necesitado a cualquier hora, de día o de noche, y nunca tuvo dificultades.
Terminaba la Segunda Guerra Mundial y cada vez más se trataba de presionar a los Obispos Rusos en el exilio para que se sometiesen a las autoridades eclesiásticas recién elegidas en la Unión Soviética. La elección del patriarca en la U.R.S.S. era un acto paradójico, la falsedad del hecho saltaba a la vista, pero la situación era difícil y en el Lejano Oriente de los seis rusos en exilio, cinco se sometieron a las autoridades soviéticas y solamente el sexto, el Obispo Juan, (quien desde el año 1946 tenía el rango de Arzobispo) permaneció fiel a la Iglesia Rusa en Exilio.
A los emigrados rusos no les quedaba otra solución más que irse de Shanghai y del extremo oriente en general y el Arzobispo Juan tomó a su cargo el cuidado de su rebaño y llevó a buen fin el traslado de más de diez mil personas a los Estados Unidos de América.
En 1949 en la isla de Tubabao, en las Filipinas, en el Campamento Internacional para los Refugiados se encontraban cerca de cinco mil refugiados rusos de China. La isla se encuentra en la ruta de los tifones de esta época del año que azotan ese sector del Océano Pacifico. Durante los 27 meses de la existencia de dicho campamento una sola vez apareció la amenaza del tifón y tampoco llegó a desencadenarse, porque se había desviado a tiempo. Cuando uno de los refugiados habló de su miedo a los tifones con las autoridades Filipinas, ellos le contestaron: "vuestro hombre Santo bendice el campamento por tos cuatro costados y todas las noches del año." Hablaban del Arzobispo Juan, porque mientras el estaba allí, ningún tifón se había acercado a la isla. Pero cuando el campamento casi dejo de existir y la mayoría de los refugiados se trasladaron a Estados Unidos y a Australia, quedando solamente cerca de 200 personas, un tifón muy fuerte azoto a la isla de Tubabao.
Al terminar la misión de ayudar a sus feligreses a salir de la China, en 1951, se le ofreció al Arzobispo Juan un nuevo campo de acción. El Sinodo de los Obispos de la Iglesia Ortodoxa Rusa en exilio lo designa primero para la catedral de París y luego para Bruselas, Bélgica. Estando en Europa Occidental, el Arzobispo demuestra el profundo interés no sólo en la diáspora rusa, también en toda la población del lugar. Incluyedo en su jurisdicción a las Iglesias Ortodoxas Holandesa y Francesa, defendiéndolas y ayudándolas a crecer. Oficia en ese entonces la Santa Misa Ortodoxa en francés y en holandés, como antes decía la misa en griego y en chino, (como más tarde lo hará en inglés).
Toda su vida el Bienaventurado Arzobispo Juan se interesó y respetó profundamente la vida de los Santos, sus conocimientos en esta materia parecían ilimitados. Estando en Europa, él puso su atención en los Santos europeos que se honraron antes de la separación de las iglesias Ortodoxa y Católica y cuyos nombres, en muchos casos no habían sido incluidos en los calendarios ortodoxos, a pesar de ser muy respetados por la población lugareña. El Arzobispo Juan buscó sus imágenes, anotó sus biografías y presentó toda una lista con descripciones detalladas al Sinodo de la Iglesia Ortodoxa.
Lo mismo que en China, en la Europa Occidental la gente comenzó poco a poco a darse cuenta de que del Arzobispo se podía esperar siempre cualquier sorpresa. Esto pasaba porque él fundaba su vida sobre la base de la Ley Divina, sin pensar hasta que punto sus actos pudiesen parecer impredecibles, incluso sorprendentes a los ojos de las personas que se dejaban guiar por los criterios puramente mundanos
Su reconocimiento como Santo comenzaba a extenderse tanto entre los fieles ortodoxos, como entre la gente perteneciente a otras religiones. En una de las iglesias católicas muy importantes de la ciudad de París el párroco trataba de convencer a los jovenes feligreses con estas palabras: "Ustedes exigen pruebas, dicen que no existen ahora ni milagros ni santos en el mundo. Para qué voy a buscar demostraciones teóricas, cuando hoy mismo, en estos días, ustedes pueden ver caminando por las calles de París a un Santo - Saint Jean Pieds-Nus - (San Juan Pies Descalzos) - un Santo de la Iglesia Ortodoxa Cristiana."
Muchos testimonios demuestran la real existencia de los milagros producidos por los rezos del Bienaventurado San Juan: él como "instrumento de Dios," según sus palabras, elevaba las oraciones con tanta insistencia y fuerza, que siempre tuvo - y sigue teniendo también hoy a través de sus fieles - "la respuesta Divina."
Al Bienaventurado Arzobispo Juan no se le recuerda como a una persona severa, sino todo los contrario muy dulce, cordial y alegre, hasta un poco así, como llamaban a los Santos más queridos en la antigua Rusia - un ser que no teme parecer ridículo ante los demás, en su amor y alegría hacia la humanidad, y a través de su amor a Jesús, hacia todos los seres vivientes.
En el Bienaventurado San Juan, esa especial alegría en Cristo se manifestaba especialmente cuando se trataba de los niños. El Arzobispo Juan siempre estaba dispuesto a prestar su ayuda a todos los niños más carenciados, sea quien sea, lo que a la gente le afectadamente gravemente y muchas veces los hipócrita no aceptaban este proceder y lo criticaban severamente. Aparentes excentricidades y extravagancias se explicaban a la larga, siempre estaban Justificadas por algunas reales exigencias del espíritu piadoso del futuro Santo. Se necesitaba sólo un poco de amor y de bondad - imitando la gran bondad del propio San Juan de San Francisco para comprenderlo y venerarlo como se lo merecía.
La vida del Arzobispo Juan era básicamente espiritual y si por su causa se perturbaba de alguna forma el orden establecido de las cosas, era sólo para que la gente despertara de su inercia espiritual, para que recordara que existe la "Justicia más elevada que la de este mundo."
Se recuerda un episodio especial, que aconteció durante la estadía del Arzobispo Juan en San Francisco; California (1963) y que refleja varios aspectos de su Santidad: su intrepidez espiritual basada en la Fe absoluta; su capacidad de ver el futuro y poder atravesar con su mirada los límites del espacio; la fuerza de su oración que indudablemente hacía milagros. El caso fue contado por la señora L. Lew y las palabras exactas del Arzobispo Juan fueron ratificadas por el señor T., que se menciona mas abajo. "En San Francisco mi marido, tuvo un accidente automovilístico, se encontraba muy enfermo y sufría muchísimo. Yo conocía muy bien la fuerza de las oraciones del Arzobispo Juan y pensaba: "Si pudiera invitar al Arzobispo para que rezara por mi marido, seguro que mi marido se aliviaría.". Pero no me atrevía a hacerlo, porque sabía cuantos problemas tenía el Arzobispo en este momento. Habían pasado dos días y de pronto aparece en nuestra casa el propio Arzobispo Juan acompañado por el señor B.T., quien lo traía en su auto. El Bienaventurado Arzobispo Juan permaneció en nuestra casa muy poco tiempo, pero yo creía firmemente que mi marido mejoraría. Era justo el momento más difícil de su crisis y al día siguiente hubo un cambio brusco y su salud comenzó a mejorar. Mas tarde me encontré en una reunión con el señor B.T. quien me contó que estaba llevando al Arzobispo Juan en su auto camino al aeropuerto, cuando de pronto el Arzobispo le dijo: "Vamos en seguida a la casa de la familia Lew." El señor T. le contestó, que llegarían tarde al avión. Entonces el Arzobispo le dijo "Usted quiere responsabilizarse por la vida de un hombre" No quedaba otra cosa que llevar al Arzobispo Juan a donde el quería ir.
La autoridad del Bienaventurado San Juan no se basaba en sus características exteriores, su aspecto era enclenque, frágil, caminaba encorvado, no era ambicioso, no poseía ni agudeza mental ni don de la palabra. Fue gracias a la elevada y pura espiritualidad, a la enorme Fe y a la Bondad sublime, que él se destacó entre los importantes Jerarcas de la Iglesia Ortodoxa Rusa de este siglo y llegó a ser un Santo verdadero. En él resplandeció la beatitud perfecta.
Los que conocían y amaban al Bienaventurado Juan tuvieron como primera reacción después de la noticia de su muerte súbita, la seguridad que ésto no podía ser. Y no fue lo súbito de este hecho la causa de semejante reacción, sino algo mucho más importante, entre todos los que estaban muy cerca de él surgió una irrazonable seguridad, "que este Pilar de la Iglesia, este Santo Pastor siempre accesible para sus fieles jamás desaparecería." Nunca llegarían los tiempos cuando no se podría recurrir a su consejo ni a su protección. En un sentido determinado, espiritual esta seguridad se había justificado. Pero una de las realidades de este mundo es que todo ser viviente deberá morir algún día.
El arzobispo Juan estaba preparado para enfrentarse con esa realidad. Mientras todos los demás esperaban de él muchos años aun de beneficiosos servicios a favor de la Santa Iglesia Ortodoxa, él ya se estaba preparando para afrontar su propia muerte, la que presintió por lo menos unos meses antes y supo con seguridad en que día exactamente eso debería suceder.
El director del asilo de los huérfanos, donde el Arzobispo vivía mencionó en una conversación que dentro de tres años se celebraría el congreso diocesano (corría el año 1966), a lo que el Arzobispo Juan contestó: "Yo ya no estaré aquí para ese entonces." En Mayo de 1966, una mujer que conocía al Arzobispo Juan desde haría más de 12 años, lo escuchó decir: "Muy pronto, a fines de junio, moriré pero no en San Francisco, sino en la ciudad de Seatle. En las vísperas de su viaje a Seatle, cuatro días antes de su muerte, el Arzobispo Juan sorprendió al hombre para quién estaba oficiando una misa de gracias, diciéndole : "Ya nunca más besaras mi mano." El mismo día de su muerte, después de terminar el oficio de la Liturgia, se quedó en el altar rezando unas tres horas, luego, sin tener ningún signo de enfermedad o abatimiento, se fue a una habitación de la casita que está al lado de la iglesia después de un rato se escuchó un ruido de una caída, entraron en la habitación, lo levantaron y lo sentaron en la silla que también le servía para dormitar. En poco tiempo se murió, sin ningún sufrimiento, ni dolor, ante el milagroso Icono de la Virgen Santa de Kursk.
La tumba del Arzobispo Juan se encuentra en la capilla, debajo de la Catedral Rusa Ortodoxa de San Francisco, California, U.S.A.. Es el comienzo de un nuevo capítulo en la biografía del Santo. Lo mismo que San Serafín de Sarov (uno de los Santos más venerados por los fieles ortodoxos), quien dejó como precepto a sus hijos espirituales considerarle vivo después de su muerte y al visitar su tumba, confiarle todos sus preocupaciones y dolores, nuestro Arzobispo San Juan de Francisco sigue escuchándonos y ayudando a los que honran su memoria. Muchísima gente, la que lo conoció en vida y la que supo de sus santidad y de sus milagros mucho más tarde, lo vieron en extraordinarios sueños, que tienen especiales significados o contienen predicciones; muchas personas dieron testimonios de haber sido escuchados por el Santo y ayudados por él. Uno de los testimonios cuenta, que en sueños se le apareció San Juan de San Francisco vuelto a la vida, rodeado de luz y muy feliz y le dijo: "Avísales a todos los fieles, que yo, a pesar de haber muerto, estoy vivo"
Ha pasado muy poco tiempo para poder comprender plenamente el hecho, de que nosotros, simples pecadores que vivimos en este violento siglo, fuimos testigos de un acontecimiento magnífico, como la vida y la muerte de un Santo.
El Arzobispo Juan se ha reunido ahora con el Eterno Dios y nosotros rezando por la paz de su alma bendita, no podemos menos que recordar esas palabras del Evangelio: "El buen hombre del buen tesoro de su corazón saca bien; y el mal hombre del mal tesoro de su corazón saca mal; porque de la abundancia del corazón habla su boca." (San Lucas, 6.45). Todos los que tuvieron la dicha de conocer a San Juan San Francisco atestiguan que él guardó siempre esas palabras en su alma.
Una vez se ha dicho: "La oración es labor pastoral. Durante una jornada, seis horas hay que dedicarle al oficio de la misa; otras seis a las buenas acciones y seis al descanso."
San Juan fundó el Asilo de Huérfanos ''San Tijón Zadonski' y tomó parte en la enseñanza del catecismo ortodoxo en todos los colegios rusos. Su dedicación especial le exigió la educación de los huérfanos del asilo.
El decía siempre, que la prueba espiritual más difícil para los huérfanos resulta ser el advenimiento de las grandes festividades cristianas, como las vísperas de la Navidad o la espera de la Resurrección de Cristo. Los huérfanos se dan cuenta cuantos cuidados reciben los niños de sus madres y de sus padres en esos días, y se sienten carenciados. Por eso El Arzobispo Juan prefirió siempre tener su vivienda fija en los asilos que había fundado, porque trató de ser padre y madre para sus amados niños huérfanos. Era aparentemente severo, pero su bondad vencía todos los obstáculos, a él le gustaba organizar fiestas para sus chicos con grandes árboles de Navidad y representaciones música; les conseguía los instrumentos musicales y en los asilos tenían unas pequeñas orquestas bastante buenas. Los pupilos del asilo "San Tijón Zadonski" querían tanto al Arzobispo Juan que se olvidaban totalmente de su orfandad. Ellos sabían que el Santo era su verdadero padre y su protección para siempre
Una vez, en Shanghai, se enfermó una niña de unos 6 a 7 años. Al internarla en el hospital de los Monjes Ortodoxos y el médico, un tal D. I. Kasahov diagnosticó una peritonitis aguda. Los cirujanos no le dieron ninguna esperanza a la madre, porque no era posible que la niña pudiera soportar la operación. Pero la madre rogó a los doctores que hiciesen la operación de todos modos y se dirigió inmediatamente a la casa del Arzobispo Juan para rezar junto con él. El Arzobispo se dirigió con ella a la Catedral y allí frente al altar, rezaron juntos durante muchas horas. Ya amanecía cuando el Arzobispo bendijo a la madre y le dijo que se fuera tranquila a casa porque la niña iba a estar bien.
La madre muy esperanzada se dirigió al hospital y allí el doc. Kasakov le avisó que la operación fue un éxito y que nunca tuvo un caso similar en toda su práctica. El médico le dijo entonces, que eso tuvo que ser un milagro, a lo que la madre contestó que el Arzobispo Juan había rezado toda la noche por la niña y que le había asegurado que todo andaría bien.
En las islas Filipinas el Arzobispo Juan acompañaba a sus feligreses procurando conseguirles permisos para emigrar a los Estados Unidos o a Australia. Tenía la costumbre de visitar a los enfermos en la isla de Ghuian, entregándoles unos pequeños Iconos y también los Evangelios. Un día se escucharon unos tremendos gritos en una de las salas y una enfermera rusa le explicó al Arzobispo que esos gritos venían del antiguo hospital militar norteamericano, donde habían internado a una enferma desahuciada porque molestaba a otros enfermos. La enfermera rusa no le aconsejaba al Arzobispo visitarla porque enferma despedía un hedor nauseabundo. "No tiene importancia," le contestó San Juan Al acercarse a la enferma, el Arzobispo apoyó la cruz en su cabeza y comenzó a rezar. Luego la confesó y le dio los Santos Sacramentos. Cuando el Arzobispo se iba, la enferma dejó de gritar, sólo se quejaba muy despacito. Pasaron semanas, y un día, cuando alguien traía en su jeep al Arzobispo a la clínica, del portón salió corriendo una mujer se tiró a los pies de San Juan llorando agradecida. Era aquella enferma desahuciada por la que había rezado el Bienaventurado Arzobispo Juan.
En 1968, dos años después del fallecimiento de San Juan, una mujer, Anna Petrovna Lushnikova, dio estos testimonios sobre la vida y los milagros del Arzobispo Juan de San Francisco.
Esta señora era profesora de canto y fonoaudiología. Al llegar a China, a la ciudad de Shanghai, el Arzobispo Juan llamó en seguida su atención por el defecto de pronunciación que tenía y se habló de que tenía un defecto congénito, de que tenía dañado el paladar y otras cosas similares. Pero la profesora de canto comprendió en seguida cual era el problema y fue a ver al Arzobispo Juan para ofrecerle su ayuda. Según su opinión, el Arzobispo estaba muy debilitado y esa misma debilidad no le permitía mover bien su mandíbula inferior, lo que le impedía pronunciar bien las palabras. La profesora le mostró como hay que respirar, como hay que articular las sílabas, etc. El Arzobispo empezó a tomar clases con ella regularmente, donde con mucha humildad canturreaba las vocales, hasta que su pronunciación mejoró considerablemente. Pero cada vez que el Arzobispo se dedicaba al ayuno prolongado, el defecto aparecía otra vez. La profesora se esforzó mucho para solucionar el problema y al tratarlo tan de cerca, se dio cuenta de su extraordinaria beatitud y se transformó en su hija espiritual.
En 1945 - en Shanghai - contó Anna Petrovna - "yo estaba herida y me moría en el Hospital Francés. Yo sabia que me estaba muriendo y llamé al Arzobispo para que él me diera los últimos Sacramentos. Eso fue a las 10 u 11 de la noche. Afuera se habla desencadenado una gran tormenta, con fuerte viento y lluvia. Yo estaba agonizando y sufría horrores. Se acercaron a mi lecho unos médicos y enfermeras para avisarme que el Arzobispo no podría venir, estábamos en tiempos de guerra, regia el toque de queda y el hospital de noche permanecía cerrado, así que yo tendría que esperar hasta la mañana siguiente. Pero yo seguía clamando: "Que venga el Arzobispo," "Que venga el Arzobispo," pero ya nadie podía comunicarse con él. De pronto, en medio de la feroz tormenta aparece el Arzobispo Juan, mojado hasta los huesos y se acercó a mi cama. Como su aparición me pareció milagrosa, yo lo tocaba preguntando si era una aparición o una realidad. El se sonrió apaciblemente y me aseguró que era "real," tomando mi confesión y dándome los Santos Sacramentos. Me dormí profundamente, el sueño duró 18 horas. En la misma sala había otra enferma, que observó toda la ceremonia de la Santa Comunión y escuchó hablar al Arzobispo. Sin embargo, la gente del hospital no me creyó diciendo que hospital permaneció cerrado de noche y que el Arzobispo no ha podido visitarme. No le creyeron tampoco a la otra señora, mi vecina de cama, pero yo me sentía mucho mejor, y además la enfermera que vino arreglar mi cama, encontró debajo de la almohada un papel de 20 dolares, que había dejado evidentemente el Arzobispo Juan, porque sabía que yo había quedado sin dinero y mi deuda con el hospital era grande. Más tarde él mismo lo confirmó, Desde aquel momento yo empecé a sanarme. Ahora tengo el único deseo de que el Arzobispo Juan diga la misa en mi entierro. Su deseo se ha cumplido, porque una persona muy allegada al Arzobispo Juan soñó una noche, ya después de la muerte del Arzobispo, que la señora Anna Fetrovna se encontraba en un ataúd altamente levantado, en la nueva Catedral de la ciudad de San Francisco y el mismo Arzobispo Juan, con su manto y con el incensario en las manos oficia una Misa de Requiem por el alma de su ex-maestra Anna acompañado por las magníficas voces del coro. Tanto la persona que tuvo ese sueño, como todos los demás conocidos y amigos de la señora Anna se sorprendieron mucho, el día siguiente fue la fiesta de Transfiguración de Cristo; al saber que la dicha señora había fallecido esa noche en su domicilio. Era como si el Arzobispo Juan, en las vísperas de la fiesta de Transfiguración de Cristo, había celebrado la Misa de Requiem por su maestra Anna, encontrándose él ya en el otro mundo, "Mundo Transfigurado."
Había un muchacho muy enfermo, hijo de una señora judía procedente de Rusia, que no mejoraba con ningún tratamiento. La madre estaba desesperada, escuchó decir que los rusos tienen a su "padrecito Juan," quien oficia en la Catedral y cuyas oraciones ayudaron a curar a muchas personas. La madre se dirigió a la Catedral para esperar allí que el Bienaventurado Arzobispo Juan terminara la misa. Entonces ella se acercó y le pidió al padrecito Juan que rezara por su hijo, llamándole Miguel, para que el Arzobispo no se diera cuenta que el chico era judío. El Bienaventurada Arzobispo Juan la miró atentamente y le dijo : " Rezaré por el niño Moisés (el chico se llamaba realmente Moisés)." Desde aquel momento comenzó la convalecencia del niño enfermo. Ese es el testimonio del señor Vsevolod Alexandrovich Reier, de Brasilia.
He aquí un testimonio de la señora Alejandra Lavrentievna J. quien se encontraba hace muchos años atrás, en un hospital muy enferma Le hablaron del Obispo Juan y ella recibió luego una nota donde le avisaban la próxima visita del Obispo. Al encontrarse en medio de una enorme sala, entre 40 o 50 enfermas, ella se sintió incómoda y algo avergonzada ante las señoras francesas que la rodeaban, porque el Obispo, quien la había confesado y le dio los Santos Sacramentos estaba muy mal vestido casi andrajosamente, además descalzo. Después de haber comulgado, la señora se dio cuenta de que su vecina le quería decir algo Y entonces escuchó : "¡Que feliz debe sentirse usted, por tener a un Confesor semejante! Mi hermana vive en los Versalles y cuando sus niños están enfermos, ella los coloca en la calle, por la que camina habitualmente el Obispo Juan, y le ruega que les imparta su bendición. Y los niños se alivian siempre, inmediatamente después de haberla recibido. Nosotros lo llamamos Santo.
Si tiene usted la ocasión de escuchar a los feligreses que han vivido cerca o lo conocieron mucho al Bienaventurado Arzobispo Juan, cada uno de ellos le confesará que ha sido el feligrés más querido, más apreciado por el San Juan el Milagroso. Todos ellos creen fervientemente, que están en lo cierto. Y cómo no lo van a creer, si el Arzobispo Juan los miraba a cada uno con tanto amor, que cualquiera se sentía único, su criatura, su todo. Tan sincera era su preocupación por todos nosotros, que sus palabras : "Ustedes son mis hijos eran absolutamente creíbles"
El Bienaventurado San Juan el Milagroso vivió entre nosotros como un auténtico ejemplo de la espiritualidad suprema, dirigida siempre hacia Dios, pero sin olvidarse de la profunda piedad y amor hacia los seres vivientes. San Juan de San Francisco es el don de Santidad, que Dios nos proporcionó para aliviar nuestra pesada carga de dolores y desilusiones.
Lo conocieron y lo veneraron en todo el mundo. En la ciudad de París, Francia, el jefe del movimiento de los trenes en la estación principal de los ferrocarriles demoraba, la salida del tren esperando el arribó del Arzobispo ruso. En todos los hospitales de las grandes ciudades europeas conocían muy bien a ese Arzobispo que permaneció noches enteras rezando al lado de un enfermo o de un moribundo. Rogaban por su presencia los enfermos graves de todos los credos, ortodoxos, católicos, protestantes u otros, porque cuando él rezaba, el Dios Misericordioso lo escuchaba. San Juan amaba mucho a los niños, se interesaba siempre por ellos, por su educación espiritual, les escribía, les mandaba pequeños presentes. La mirada de Santo, siempre tan profunda, cálida y luminosa, penetraba en el alma misma de las personas cuando le miraban directamente a los ojos, esa mirada se tornaba especialmente bondadosa al observar a los niños Fue una mirada inolvidable, el cuerpo de un asceta semejante parecía la corteza de un árbol seco, pero todos los que percibían su mirada directa, sentían como seres más queridos de la tierra.
El Bienaventurado Arzobispo Juan murió el día sábado 2 de Julio de 1966, a las 15.50 hs. La muerte fue súbita para todos los que le rodeaban, pero no para él. El Santo se había ya preparado porque tenia consciencia de su pronta muerte, así como lo tuvieron también los grandes Santos a lo largo de toda la historia de la Iglesia de Cristo. Durante seis días su cuerpo permaneció en la Catedral Ortodoxa Rusa de San Francisco acompañado por muchos Obispos e innumerables fieles. Se oficiaban permanentemente misas por su alma y las palabras de algunos Arzobispos, ante el ataúd abierto, al decir sus sermones, ya se referían a la evidente santidad del fallecido Bienaventurado Arzobispo Juan. El 7 de Julio llegó de Nueva York, el Mitropolita de la Iglesia Ortodoxa Rusa en exilio Monseñor Filaret, y en la misa por el difunto llamó al Arzobispo Juan "el ejemplo de un ascetismo y de la firmeza y severidad espiritual inaudibles para nuestra época."
Desde el primer día de la vigilia uno se daba cuenta de que esto no era simplemente la despedida con de un Jerarca de la Iglesia, se percibía claramente la existencia de un misterio - el misterio de la Santidad. Todos los presentes estaban firmemente convencidos de haber venido al sepelio de un Santo. Durante los seis calurosos días de verano, cuando se velaban sus restos, el cuerpo del Bienaventurado Juan estaba intacto. Se apreciaba una increíble y enorme efusión de amor, había un sentimiento de orfandad por la desaparición de un ser extraordinario, muy cercano y muy amado por todos los que vinieron a despedirlo. El Obispo Ignacio, muy venerado en el pasado por todos los creyentes ortodoxos, en su obra "Los pensamientos sobre la muerte" escribe: "¿Habrá visto usted alguna vez el cuerpo de un Justo, a quien le ha abandonado su alma? El no despide hedores nauseabundos, uno no teme acercársele. Durante sus sepelio la tristeza se transforma en una alegría inusitada. Este es el signo de la Gracia Divina que el muerto obtuvo estando aún en vida."
Aquí no termina la historia de la vida y de los milagros de San Juan de San Francisco, porque en su persona se debe venerar a un Santo de significancia universal que permanece vivo en las almas como el nexo entre los seres humanos y el Reino de Dios.
Milagros de San Juan después de su muerte
Mencionaremos algunos ejemplos de la ayuda benéfica que proporcionó nuestro San Juan de San Francisco después de su muerte.
Así escribe el señor Vladimir Raash de St. Paul, Minmnesota, en abril de 1981:"¡Muchas gracias por mandarme siempre el óleo curativo del candil que se encuentra en la capilla mortuoria del Bienaventurado San Juan, nuestro querido Arzobispo, cuya pronta canonización y glorificación estamos esperando con impaciencia! Queremos dar el testimonio de la ayuda milagrosa que le proporcionó la aplicación del óleo curativo sobre las escaras que tuvo en el rostro mi madre y que ningún remedio le había podido sanar hasta ahora. Después de haber aplicado en dichas heridas, durante dos días, pedacitos de algodón embebidos en el óleo curativo, las profundas escaras han desaparecido totalmente y su rostro volvió a tener la piel limpia y sana de antes. Yo mismo use los algodoncitos embebidos en óleo para curar las llagas que tuve en las piernas, estas fueron desapareciendo, en pocos días, totalmente.
En 1984 un muchacho de 17 años Timoteo Lockhead, hijo de una rumana cristiana ortodoxa y de un escocés convertido, comenzó a sufrir de pronto, sin causa aparente, fuertes ataques y tuvo que ser internado inconsciente en un hospital canadiense. Los médicos encontraron en su organismo muchas células malignas cuya existencia se debía a un defecto congénito en el desarrollo de su cerebro. La opinión de los médicos era terminante: Timoty debía haber muerto hace unos años atrás, su enfermedad era incurable. Los padres desesperados recurrieron a los sacerdotes, sus consejeros espirituales, pidiéndoles que recen por su hijo enfermo. Uno de los sacerdotes tenía en su poder una botellita con el óleo del candil, siempre ardiente de la capilla mortuoria de San Juan de San Francisco. El sacerdote llevó la botellita con el óleo al hospital, donde quería oficiar una misa por la salud del muchacho, pero justo entonces el monitor que indicaba el estado del corazón del enfermo mostró la inexistencia total del pulso el corazón de Timoty dejó de latir, se moría.
El sacerdote destapó rápidamente la botellita con el óleo mojó con la cabeza del muchacho, haciendo la cruz con la mano y pidiendo con lágrimas la pronta intervención del "Santo... Oh, milagro de los milagros!." El corazón de Timoty volvió a latir, cesó el ataque y el muchacho abrió los ojos. Los médicos quedaron atónitos, Timoty se durmió tranquilo y al día siguiente al despertar, pidió volver a casa. Lo dejaron por si acaso, tres días más en el hospital; se hicieron otras radiografías del cerebro de Timoty y no se hallaron más aquellas células malignas. Lo único que se podía observar eran pequeñas incrustaciones de calcio que según los médicos no representaban mayor peligro. Hoy Timoty ya se graduó y sigue además como lector de Salmos en su Iglesia. ¡Gracias a Dios y al Bienaventurado San Juan!."
"Quisiera dar testimonio sobre el milagro que tuvo que ver con el óleo curativo del candil que se encuentra en la capilla mortuoria del Bienaventurado San Juan de San Francisco" - nos cuenta la señora Ketty Langston, de Toronto, Canadá, el día 31 de diciembre de 1986. "El mes pasado, después de haber levantado mucho peso, tuve el desplazamiento de una vértebra y por consiguiente una hernia de disco. Jamás tuve dolores tan fuertes en la espalda, como en aquel momento. Eso había sucedido a la mañana y yo aguanté el dolor durante todo el día, esperando que pasara el mal momento; pero el alivio no llegaba y tuve que recurrir, de noche ya, a uno de los mejores cirujanos de la ciudad. Según su opinión, yo tenía una inflamación muy fuerte y había que aplicar hielo. Antes de acostarme mi marido John untó mi espalda con el óleo curativo de la capilla mortuoria de San Juan y yo me dormí. Unas horas más tarde me desperté y me di cuenta que habla sólo un cierto entumecimiento en mi espalda, nada más. ¡El dolor agudo había desaparecido! Cuando visité al cirujano el día siguiente, él se mostró muy sorprendido y me dijo que no tenía nada que hacer con mi vértebra, porque todo ya estaba en orden. Me sentí tan agradecida a San Juan y a Dios quien había escuchado a su santo que rezo por mi pobre pecadora."
¡Gracias a Dios y a Su Santo el Bienaventurado San Juan el Milagroso.
Catecismo Ortodoxo
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VIDA
Nacido en Alejandría, era el sobrino del Patriarca de esta misma ciudad, Teófilo. Probablemente bajo la protección de su tío hizo muy buenos estudios, tanto religiosos como profanos, como lo prueban sus escritos.
Primeramente atraído por la vida eremítica, se hizo monje y se entregó a la ascesis. Pero su tío lo llamó muy pronto y lo hizo formar parte de su clero.
Con este carácter acompaño al Obispo de Alejandría al Sínodo de la Encina, cerca de Calcedonia, donde fue depuesto, por motivos harto fútiles, Juan de Constantinopla, más conocido con el nombre de Juan Crisóstomo, medida a la que evidentemente era totalmente ajeno al joven sacerdote (año 403). Cuando en el año 4l2 hubo sucedido a su tío en la sede de Alejandría, ilustrada el siglo precedente por San Atanasio, Cirilo no tardó en rehabilitar al condenado y en inscribir de nuevo en los dípticos el nombre de Juan Crisóstomo (4l7).
Desde el principio de su episcopado (4l2) se vio en lucha con los novacianos y los Judíos. Cuando decidió cerrar las iglesias de los primeros y expulsar a los segundos, hubo motines en el curso de los cuales la célebre Hipatía, hija del filósofo Teón, y ella misma platónica influyente, encontró la muerte. Apoyado por los monjes, el obispo resistió aun al Prefecto Orestes.
Pero el acontecimiento que debía marcar toda su carrera fue el nombramiento para el Patriarcado de Constantinoplade un sacerdote de Antioquía, Nestorio (428). Emprendiendo inmediatamente la lucha contra los apolinaristas, el nuevo obispo enseñaba claramente que el Cristo Verbo Encarnado era simultáneamente Dios perfecto y hombre perfecto; pero agregaba que la Virgen María, Nadre de Cristo, no habiendo dado a luz más que su naturaleza humana, no debía ser llamada “Madre de Dios – Theotokos”. Se produjo el escándalo. En una homilía a sus fieles, respaldadda por una carta a los monjes, Cirilo restableció la verdad: “Si Cristo es perfectamente Dios y hombre a la vez, sin embargo no está dividido, no es sino una sola Persona, la Persona divina del Verbo; y el nombre de ‘Madre de Dios’ atribuido a la Virgen María subraya presisamente la unidad de la Persona divina en Cristo”. Luego le escribió a Nestorio para señalarle sus inexactitudes de expresión que podrían venir a ser errores formales.
“Los fieles, el obispo de Roma mismo, Celestino, están muy escandalizados. . . Consentid, os lo ruego, en dar a María el título deTheotokos: no es ésta una doctrina nueva que se os pida profesar, es la creencia de todos los Padres ortodoxos”.-Pero a estas sabias y mesuradas advertencias no respondió Nestorio sino con el desdén, llegando hasta a pagar calumniadores para tratar de desacreditar al “egipcio”.
No habiendo obtenido mejor efecto una segunda carta, Cirilo intentó otro recurso por medio de un viejo amigo, Acacio, obispo de Berea, venerado por todos sus colegas. En fin, sobre esta materia firmuló tres profesiones de fe destinadas al Emperador Teodosio ll, a la Emperatriz Eudoxia, y a los príncipes Arcadio, Marina y Pulqueria. El Papa Celestino l, informado a su vez del asunto, examinó los sermones de Nestorio, ya sospechoso para Roma, en razón de su actitud demasiado favorable para los pelagianos; un sínodo romano aprobó las tesis de Cirilo y además le encargó obtener de Nestorio una retractación, o bien, si Nestorio no consentía en ello, deponerlo. En una carta al heresiarca, después de un breve resumen de la doctrina ortodoxa, Cirilo formulaba doce anatemas que le pedía firmar. Sus términos le parecieron inaceptables a Nestorio, y aun viciados de apolinarismo: los rechazó con altivez y apeló a un concilio ecuménico, obteniendo del Emperador la promesa de su celebración.
Habiendo dado su consentimiento el Papa, el Concilio se reunió en Efeso bajo la presidencia de Cirilo de Alejandría, aun sin esperar la llegada de los legados pontificios (22 de junio de 431). El acusado se sustrajo, estimando irregular el procedimiento. No por eso dejó de pronunciarse la sentencia de deposición esa misma tarde. Pero Nestorio tenía partidarios: Candidiano, representante del emperador; Juan, Arzobispo de Antioquía y sus sufragáneos, y otros también que no habían asistido a la asamblea. Estos se reunieron en un concilio que naturalmente proclamaron ser el único legítimo y ecuménico, por lo cual comenzaron por excomulgar a Cirilo de Alejandría, a Memnón de Efeso y a todos los prelados que habían participado en la primera asamblea, mientras que el emperador, por sulado, anulaba las decisiones del 22 de junio y hacía aprehender a Cirilo y Memnón. Pero los representantes de la Santa Sede llegaron, provistos de instrucciones precisas. Las actas de la asamblea fueron solemnemente ratificadas, Juan de Antioquía y sus acólitos desaprobados, Nestorio y sus adeptos definitivamente condenados. Algunos de los “orientales” se desligaron de Juan de Antioquía para unirse a la doctrina del “Theotokos”;pero en definitiva el concilio tuvo que disolverse sin haber hecho la unión de todo el episcopado en este punto. El emperador convocó para ante sí, en Calcedonia, una delegación de cada uno de los partidos y comprendió por fin de qué lado estaba la razón. Nestorio fue relevado de sus funciones, relegado primeramente a su antiguo monasterio, y luego desterrado.
Pero por eso dejó de tener seguidores. Dos conciliábulos, uno en Tarso, luego otro en Antioquía, no contemos con negarse a reconocer la doctrina del Patriarca de Alejandría, pretendieron exigirle la retractación de sus “anatemas”, a los cuales algunos reprocharon más tarde el estar viciados de “apolinarismo” y de servir de base a la herejía “monofisista”, la cual so pretexto de salvaguardar la unidad de Cristo no veían en El sino una sola naturaleza.
Pero el emperador, cansado de tantas discusiones, exigía el final de la controversia y la reconciliación de los obispos. Por lo tanto los Orientales hicieron proposiciones de paz: “El símbolo de Nicea, le escribieron a Cirilo, contiene toda la doctrina evangélica y apostólica; no necesita de ninguna adición. De manera clara y completa lo explica la carta de Atanasio a Epicteto. Todo lo que se ha sido recientemente agrandado debe ser retirado como superfluo”. . . La alusión era demasiado clara, el procedimiento muy astuto; pero el santo Patriarca tenía la mente demasiado alerta y la voluntad suficientemente recta para caer en el lazo. Su respuesta fue categórica: con gusto perdonaba las injurias de que había sido objeto en Efeso, tanto antes como después del Concilio; rechazaba toda sospecha de arrianismo o de apolinarismo; veneraba el símbolo de Nicea y enseñanza de San Atanasio; pero retirar sus “anatemas” sería traicionar la causa de la ortodoxia, anular el concilio de Efeso y justificar a Nestorio. Que todos ratifiquen pura y simplemente la condenación del heresiarca, y dejará de haber materia de discusión, y se restablecerá la paz.
No tardaron en dividirse los obispos respecto a la actitud que debían tomar ante Cirilo. Finalmente, un delegado, Pablo de Emesa, fue encargado de llevar a Alejandría una profesión de fe colectiva. Lo cual es prueba de que a pesar de todo se consideraba al Santo Patriarca como un árbitro en las cuestiones de doctrina. Pero una carta de Juan de Antioquía acompañaba al documento, carta hábil y cautelosa, pero pérfida, en la cual el autor felicitaba a Cirilo de haber atenuado sus anatemas, de haber prometido aun enmendarlos, de atenerse al Símbolo de Nicea y a la Carta de Atanasio, etc. . . , sin ninguna alusión a la condenación de Nestorio. Una vez más Cirilo vio la astucia y la desbarató: “Aunque la paz es deseable, dijo, sin embargo no debe hacerse con detrimento de la ortodoxia. Todos deben reputar a Nestorio y sus impiedades”. Al mensajero mismo le exijió el reconicimiento de Maximiano como Obispo de Constantinopla en lugar de Nestorio depuesto; y luego lo despachó a Antioquía para pedir la firma del propio patriarca Juan. Este terminó por decidirse y suscribir el formulario de Cirilo, “el Símbolo de Unión”. Por fin estaba descartada la amenaza de cisma. Con gran alegría lo participó el Santo Patriarca al Papa Sixto lll y a los principales obispos sus amigos, Maximiano de Constantinopla, Rufo de Tesalónica, Donato de Nicópolis.
Todavía se obstinaban algunos recalcitrantes, que para justificarse pretendían hallar en los “anatemas” de Cirilo huellas de apolinarismo, mientras que ciertos partidarios de Cirilo lo acusaban ahora de no haber consentido en el “Símbolo de Unión” sino sacrificado puntos de ortodoxia. De aquí toda una correspondencia autodefensiva, pero llena también de precisiones dogmáticas importantísimas, en particular la célebre fórmula: La naturaleza del Verbo de Dios encarnado”.
Más la herejía había de revivir ahora bajo otra forma: la publicación póstuma de escritos de Diódoro de Tarso y de Teodoro de Mopsuestia, a quienes se recordaba muy favorablemente en Antioquía y en Oriente. Ya al final de su vida, Cirilo de Alejandría escribió todavía varios tratados para combatir esos errores.
Murió el 27 de junio de 444.
Fue proclamado Doctor de la Iglesia universal por el Papa León Xlll, en l883.
OBRAS
La obra teológica y literaria de San Cirilo de Alejandría es considerable.
“La adoración en espíritu y en verdad”. En forma de diálogo entre el autor y un amigo, Paladio, estudio exegético de la sentencia de Cristo: “Yo no he venido a abolir la Ley y los profetas sino más bien a darles cumplimiento” y de su respuesta a la Samaritana:Ha llegado la hora de adorar a Dios en espíritu y en verdad”. Diecisiete libros para demostrar que las observancias judaicas eran la figura del culto verdadero y que los ritos materiales del Antiguo Testamento preparaban la adoración espiritual de la Nueva Ley, adoración que realizan las almas purificadas por los méritos de Jesucristo y dignas desde ese momento de presentarse con El ante Dios.
Completando esta primera obra, los “Glafiros” (o textos escogidos) explican como en todos los libros de Moisés está figurado el misterio de Cristo. Están consagrados siete libros a los Patriarcas citados en el Génesis, “tipos de Cristo”; tres a los acontecimientos referidos en el Exodo: Zarza ardiente, Cordero Pascual, maná, etc. . . , símbolos de los misterios de Cristo; los otros a las prescripciones del Levítico y a los episodios contenidos en los Números y el Deuteronomio, que evocan la acción redentora de Cristo.
Un “Comentario del prefeta Isaías” tiene algunos pasajes especialmente notables: la Virgen que da a luz (Cap. 7); la confianza que inspiran el poder y la bondad de Dios (caps. 40, 4l); los sufrimientos del Salvador (cap. 53).—Un comentario sobre los doce Profetas menores.
Un Comentario del Evangelio de San Juan es una exposición dogmática que insiste repetidas veces en la divinidad de Cristo, su consubstancialidad con el Padre, luego sobre la personalidad divina del Espíritu Santo y unidad de naturaleza con el Padre y el Hijo. En la intención del autor ésta es también una refutación a las herejías corrientes, en particular del arrianismo y del nestorianismo.
Otras obras exegéticas de San Cirilo no nos han llegado sino es estado fragmentario: Evangelios de San Mateo y San Lucas; Epístolas de San Pablo a los Romanos, a los Corintios, a los Hebreos, Libros de los Reyes, Libros Sapienciales, Salmos, Profetas Jeremías y Daniel.
Desde antes de la controversia nestoriana, San Cirilo había escrito tratados de teología. A petición de un amigo, Nemesio, y para responder a las aseveraciones de los arrianos, compuso un “Tesoro de sentencias sobre la Santísima Trinidad”. No es otra cosa que la doctrina tradicional sobre esta materia, pero condensada en frases breves y afirmaciones persuasivas y expuestas a lo largo de 35 Discursos o Capítulos.
“La Trinidad consubstancial”, como el título lo indica, vuelve a tocar el mismo tema, pero bajo una forma diferente: es un diálogo, y en un lenguaje más familiar.
En la adorable Trinidad no hay más distinción que la de las hipóstasis y los nombres: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Estos nombres son relativos e indican los caracteres hipostáticos. Y aunque distintas, las hipóstasis son inseparables (La Trinidad, diálogo, l, Vll; Sobre San juan, XlV, XVll). La Trinidad está ya indicada, si no revelada explíciramente, en el Antiguo Testamento, por ejemplo en la palabra creadora pronunciada en plural ---“Hagamos al hombre a nuestra imagen”---. O también en la aparición de los tres ángeles a Abraham (Sobre San juan XVII). El nombre de Padre es el que mejor la conviene a la Primera Persona, porque designa su carácter hipostático; sin embargo el Padre es igualmente llamado “Principio” o “Fuente”, porque El es en efecto el principio de la divinidad, sin que esta prerrogativa por lo demás le confiera una superioridad sobre las otras personas. Cuando Cristo dice: “El Padre es más grande que Yo”,esto significa o bien que el Padre es más grande que el Verbo encarnado considerado como hombre, o bien que el Padre es el principio generador mientras que el Hijo es engendrado (Sobre San Juan, XlV). Tampoco hay en el Padre prioridad de origen: es Padre desde toda la eternidad, pero el Hijo es Hijo igualmente desde toda la eternidad (La Trinidad, diálogo ll).—El Hijo es Dios por naturaleza tanto como el Padre, y le es coeterno y coonsubstancial (La Trinidad, diálogos l. lll). El es la imagen, el Verbo, el poder, la sabiduría del Padre(Tesoro, lV, l2, 32). La producción del Verbo mental por el espíritu humano da una lejana idea de generación del Verbo eterno por el Padre(Sobre S. Juan, l; Tesoro, lV, 6; La Trinidad, diálogo ll).---También el Espíritu Santo es Dios por naturaleza, igual y consubstancial al Padre y al Hijo, aunque tiene su hipótesis distinta (La Trinidad, diálogo Vll; Sobre San Juan, XlV; Epístola, 55). El es como el fruto de la esencia divina, el complemento de la Trinidad; procede substancialmente del Padre y del Hijo, del Padre por el Hijo; es especialmente la imagen, la energía del Hijo, pero es enviado tanto por el Padre como por el Hijo (Sobre San Juan, XlV; Epíst. 55).
Pero a partir del asunto nestoriano, toda la atención de San Cirilo se concentra en la Cristología. Tratados y refutaciones, sin contar las cartas de las que algunas son verdaderos opúsculos, no comprenden menos de quince obras.
“Las conclusiones que conciernen a la Encarnación del Hijo de Dios” las resume Focio en estos términos: “¿Qué significa Cristo? ¿Cómo habrá que entender Emmanuel? ¿Qué es Jesucristo? ¿Por qué el hijo de Dios es llamado Hijo del hombre? ¿Por qué se dice que el Verbo de Dios se anonadó? ¿Cómo Cristo es uno? ¿Cómo explicar la unión de las dos naturalezas? ¿Qué quiere decir: ‘El ‘Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros? Cristo no es un hombre teóforo. Todo lo que se dice de Cristo se refiere a uno solo y no a dos. ¿Cómo sa Santísima Virgen es Madre de Dios, Theotokos?”.
“La verdadera Fe”, libro dedicado al emperador Teodosio, no es una exposición completa de la creencia católica; pero, escrito antes del concilio de Efeso, se limita también a la Cristología. Todas las antiguas herejías sobre este punto son examinadas: los gnósticos, que no le conceden a Cristo sino un cuerpo aparente y no real; o los maniqueos, que dicen que el Verbo eterno ha sido cambiado en un ser terreno; Fotino, que afirma que Cristo no comenzó a existir sino a partir de su generación en el seno de María, o los apolinaristas, que lo privan de alma humana racinal. Y a la teoría de Nestorio responde Cirilo que Cristo es uno, tanto antes como después de la Encarnación, porque la unión entre el Verbo y la humanidad es tan íntima e indisoluble que constituye una sola Persona, Dios y Hombre a la vez.
Con algunas variantes en la forma y quizá una mayor abundancia de citas sacadas de los Evangelios y de las Epístolas, esa misma doctrina se le presenta bajo un título idéntico: La verdadera Fe”, a la emperatriz Eudoxia, y a las princesas Pulqueria, Arcadia y Marina, hermanas de Teodosio.
“Quíntuple libro contra las blasfemias de Nestorio”. Con toda lealtad cita San Cirilo textualmente los pasajes reprensibles de su adversario (aunque éste, para defenderse, le reprocha el falser su sentido desprendiéndolos de su contexto). Luego los critica y les opone el dogma católico: I) La Virgen María es verdaderamente Madre de Dios, Theotokos; 2) Cristo no es solamente un hombre teóforo, sino una verdadera Persona divina; 3) Entre Cristo y su humanidad hay unión hipostática; 4) La gloria del Hijo de Dios es en El un atributo propio y no una cualidad sobreañadida; 5) El Verbo Encarnado sufrió, resucitó en su carne.
Y he aquí los famosos anatematismos, así llamados porque están redactados en la forma de textos conciliares terminando en la sentencia “que sea anatema”. Baste con resumir el punto de doctrina enunciado en cada uno: I) El Emmanuel es el Hijo de Dios, y la Virgen su Madre es verdaderamente Madre de Dios, Theotokos; 2) La unión entre el Vervo divino y la carne humana de Cristo es una unión hipostática; 3) Esta unión es tal que Cristo es verdaderamente Uno, y no podría ser dividido; 4) por lo tanto, todo lo que se dice de Cristo se aplica a una sola y misma Persona; 5) Cristo no es solamente un hombre teóforo; 6) Así es que no se debe decir que el Verbo es el Dios o el Señor de Cristo; 7) Cristo no recibió la gloria como una cualidad sebreañadida que no le perteneciera como propia; 8) este Emmanuel, Dios y Hombre, tiene derecho al culto de latría, y no se debe decir que se adora, con el Verbo, al hombre que le está unido; 9) la gloria que Cristo recibe del Espíritu Santo no es extraña, porque el Espíritu Santo es su propio Espíritu; l 0) el Verbo Encarnado es nuestro Salvador, y es El quien se ofrece al Padre como hostia de suave olor; l l) La carne de Cristo, carne del Verbo vivificador, es vivificante; l 2) Es el Verbo quien sufrió, quien fue crucificado, quien muere en su carne.
Naturalmente que estos anatematismos no podían ser del gusto de los partidarios de Nestorio. A instigación de Juan de Antioquía, Andrés de Samosata los criticó de manera violenta. Para responderle San Cirilo escribió “La Apología contra los Orientales”,en la cual cada uno de los anatematismos integralmente reproducido, es seguido de la pretendida refutación hecha por Andrés, y luego del enfoque que mantiene y justifica los términos de los anatematismos, restableciendo en caso necesario el sentido verdadero desnaturalizado por las interpretaciones del contradictor.
Teodoreto, Obispo de Ciro, habiendo creído descubrir en los anatematismos huellas de apolinarismo, recibe una respuesta análoga a la enviada ya a los Orientales: La Apología contra Teodoreto”. Pasando de la defensa al ataque, Cirilo descubre en el texto de su adversario expresiones que parecen asimilar a Cristo con un simple profeta.
En “La Explicación de los doce capítulos” se trata todavía de los anatematismos, pero esta vez en atención a amigos perfectamente ortodoxos a los que ciertas fórmulas les han sorprendido y que el Santo Doctor se aplica a precisar y explicar.
“La Apología de Teodosio”,sin insistir en el asunto en sus detalles, se esfuerza por convencer al emperador de que la compañia llevada contra Nestorio no era partidista sino únicamente inspirada por el afán de salvaguardar la ortodoxia.
“Contra los que no quieren reconocer en la Santísima Virgen a la Madre de Dios” examina un punto particular de los errores de Nestorio, aquel que había disgustado a sus oyentes y puesto alerta al patriarca de Alejandía. En la Sagrada Escritura, en particular en los Evangelios y la Epístolas de los Apóstoles es donde el autor busca los argumentos y los textos que prueban que el Hijo de María es verdaderamente Dios, y no solamente un hombre unido a Dios; que consiguientemente María es realmente Madre de Dios.
El “Diálogo sobre la unidad de Cristo” es un tratado completo de la Encarnación: l) Emmanuel es verdaderamente el Verbo de Dios hecho hombre, sin lo cual la redención sería vana. Así es que el Verbo encarnado tiene una doble generación: una eterna como Dios, y la otra temporal como hombre. Y sin embargo El es uno, la única Persona del Verbo, por lo cual la Virgen María, aunque no haya dado naciemiento sino a la humanidad del Verbo, es sin embargo la Madre de esta única Persona que es el Verbo encarnado; 2) No es posible dividir a Emmanuel. Aunque la divinidad sigue siendo distinta de la humanidad, ambas están sin embargo indisolublemente unidas para no formar sino un solo Cristo, así como el alma y el cuerpo del hombre, distintos, también ellos, están unidos ciertamente el Hijo de Dios por naturaleza, y no por adopción o por gracia; 3) El Hijo de Dios, impasible en su divinidad, sufrió en su carne; murió en la cruz, luego resucitó. En su muerte somos bautizados; por su carne somos vivificados.
Tres libros escritos en el siglo precedente por el emperador Juliano el Apóstata “Contra los Evangelios y los cristianos” circulaban todavía en ciertos medios. San Cirilo emprende el contrarrestar su nefasta influencia con sus “Libros contra el emperador Juliano”, dedicados al emperador Teodosio. Conforme a su método habitual, el autor cita textualmente a su adversario, y luego lo refuta punto por punto: “¿No es Moisés más antiguo, más venerable que todos los sabios de la antigüedad griega? ¿Y el culto hebraico del Dios creador no es infinitamente superior a las fábulas de la mitología?” Siguen los relatos de la creación, luego la legislación mosaica, para llegar a Cristo, cuyos milagros prueban la divinidad y que ha venido a perfeccionar la Antigua Ley, y en fin a la Iglesia, supervivencia de Cristo, cuya doctrina prevalece sobre la de los paganos. Las numerosas citas de filósofos, sabios, poetas e historiadores, entretejidas en toda su obra, prueban la inmensa cultura literaria que poseía San Cirilo.
Otros libros de cuya existencia no sabemos sino por algunos fragmentos, completan la obra cristológica de Cirilo de Alejandría: “Contra los Sinousiastas”. Secta egipcia de apolinaristas: “Contra Diódoro de Tarso y Teodoro de Mopsuestia”, seguidores de Nestorio;“Libro de textos”, conjunto de citas patrísticas relativas al misterio de la Encarnación; “Contra los pelagianos”
Un conjunto tan considerable de escritos dogmáticos basta ampliamente para justificar el título de “Doctor de la Encarnación” otorgado a San Cirilo de Alejandría.
Hay que agregarle todavía sin embargo dos series de Homilías: l) veintinueve homilías pascuales, en las que después de algunas generalidades sobre los deberes de su cargo pastoral y las exhortaciones a la penitencia, el santo obispo vuelve a su tema favorito, la Encarnación, la Redenció,, la Maternidad divina de María, siguiendo los Artículos del Símbolo. “No es un hombre ordinario el que María dio a luz; es el Hijo de Dios hecho hombre. Por lo tanto Ella es ciertamente la Madre del Señor y Madre de dios” (Hom. I7; 2). Homilías diversas, desgraciadamente mutiladas, en las que aparece también el pensamiento dominante del Santo Doctor. Setenta Cartasrelativas también más o menos a las mismas cuestiones doctrinales. Las más características son las dirigidas a los monjes de Egipto para hablarles de la divinidad de Cristo y la maternidad divina de María; luego las cartas a Nestorio, una pararecordarle el Símbolo de Nicea y la unión hipostática del Verbo con la humanidad, la otra para notificarle la sentencia del Papa y preparar los anatematismos, cartas que fueron producidas y aprobadas en el concilio de Efeso, luego de nuevo en el concilio de Constantinopla en 553; en fin, la carta a Juan de Antioquía, conteniendo el “símbolo de unión”, formulario de la doctrina de la Encarnación, adoptado a la terminología oriental.
Teólogo de cepa, San Cirilo de Alejandría no es sin embargo uno de los que abrieron horizontes nuevos sobre los divinos misterios. Sistemáticamente descansa en la enseñanza tradicional: en sus tratados pululan, al lado de textos escriturados, citas de Santos Padres, de las que ha constituido una especie de catálogo. Su predecesor en la Sede de Alejandría, San Atanasio, es el objeto de su particular veneración; y aprovecha también mucho de la escuela de los Capadocios, San Basilio y San Gregorio de Nisea.
Aunque los estudios sobre la Santísima Trinidad lo ocuparon durante los primeros años de su episcopado, desde el día en que se le informó de los errores nestorianos se especializó en la cristología; y todas las demás cuestiones dogmáticas o morales, tales como la caída del hombre y su justificación, las liga como a su punto central al doble misterio de la Encarnación y de la Redención.
La Creación a partir de la nada es una obra propia y exclusivamente divina, incomunicable. Y el Verbo de Dios, después de haber dado la existencia a las creaturas, las conserva todavía y las sostiene, sin lo cual volverían a la nada de donde salieron (Glafiras, contra Juliano). Al principio Dios había dotado a las creaturas de vida y de incorruptibilidad. La muerte y la corrupción no se no se introdujeron en el mundo sino por la malicia del demonio y la caída del primer hombre.
Los Angeles, incorporales, o al menos sin cuerpo de carne, sino de etéreos, espirituales, están en la cúspide de la Creación: en grandísimo número y agrupados en órdenes distintas, tienen por misión adorar y alabar al Creador, y luego el ejecutar sus órdenes en la Creación(Hom. i2, l7; San Juan, Vl, XlV). Los ángeles malos, cuyo jefe es Satanás, insurreccionados contra su Creador, se dedican a engañar a los hombres, a hacerse adorar por ellos como dioses, a multiplicar a los malos, que son sus auxiliares en la tierra (Hom. Pasc. l6, l7).
Después de haber preparado el dominio del que quería hacerlo dueño, Dios creó al hombre, obra maestra entre las creaturas visibles. Lo hizo racional, a fin de que fuese capaz de comprender la belleza del universo y de conocer a su Creador; lo hizo libre, a fin de que pudiese obrar espontáneamente y merecer una recompensa. El alma es muy superior al cuerpo, puesto que es espiritual. Ella no es engendrada con el cuerpo, sino unida por Dios al cuerpo engendrado por los padres. No preexiste ella respeto del cuerpo, como lo pretendía Orígenes, y no es por castigo por lo que está unida al cuerpo (Hom. Pasc.). El la creó a su imagen, inteligente, virtuosa, perfecta, sin inclinación al mal, y la dotó de privilegios sobrenaturales, la ciencia, la incorruptibilidad. Pero, evidentemente, el hombre quedaba bajo la dependencia de su Creador. A fin de que él diese prueba de sumisión, Dios le impuso un precepto, o más bien una prohibición. No estando su naturaleza definitivamente fijada en el bien, Adán cedió al tentador transgredió el orden divino. Este pecado arrojó de su alma al Espíritu Santo, y simultáneamente suprimió los privilegios graciosamente concedidos para Adán mismo y para toda su descendencia: “Cuando Adán cayó bajo el imperio del pecado y quedó sujeto a la corrupción, las pasiones impuras se apoderaron de la carne. Por la desobediencia de uno solo, que era el padre, la naturaleza humana fue herida con la enfermedaddel pecado. De esta suerte, todos los hombres vienen a ser pecadores, no porque hayan pecado con Adán, puesto que aún no existían, sino porque de él han recibido una naturaleza pecadora”. Sin embargo, esta naturaleza no está totalmente viciada: la libertad, especialmente, sibsiste, y a pesar de la violencia de las pasiones, ayudada por Gracia, puede todavía obrar el bien (Sobre San Juan, l; Sobre Epístola a los Romanos, V).
Por haber previsto el Señor, desde toda la eternidad, la caída del hombre, había resuelto, igualmente desde toda la eternidad, salvarlo. Favor mós gratuito todavía que la Creación, si se piensa en que para la restauración de la humanidad se necesitaba nada menos que la Encarnación y la muerte del Hijo de Dios (De la Verdadera Fe, a las Princesas). Por esto “el Verbo se hizo carne”, por esto El es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre, Dios perfecto sin haber perdido nada de lo que era, y hombre perfecto en todo semejante a nosotros, salvo el pecado. Aunque es completa su naturaleza humana (cuerpo y alma), no tiene sin embargo una existencia autónoma, sino que subsiste en la Persona del Verbo: la inión de las dos naturalezas es tan íntima que no hay sino una sola hipóstasis (Sobre San Juan, Vll; Epístolas l7, 44). Más de una vez San Cirilo emplea a este respecto la expresión “una sola naturaleza del Verbo de Dios hecho carne”. Esto es lo que hizo que se le acusara de caer en el apolinarismo. Pero lo explicaba él en el sentido más ortodoxo: quiere decir que la naruraleza divina del Verbo no cambió cuando se unió con la carne. (Epístola 46). Los abatimientos de Cristo en su humanidad no son menos propios de El que las grandezas de su divinidad (Contra Teodoreto).
A fin de rescatar la humanidad pecadora y de rehacernos como hijos de Dios, Cristo debía expiar el pecado en su propia carne y vencer a la muerte con su propia muerte (Sobre San Juan, XlV). En efecto, no se ha contentado con pasar sobre la tierra para ser nuestro Doctor y nuestro modelo: ha querido ser Redentor. Ha venido a ser el segundo Adán, el principio de la humanidad regenerada, la fuente de toda vida sobrenatural y de toda santidad. Por ser sus méritos sobreabundantes, han compensado nuestras faltas y obtenido todas las gracias. Y su Resurrección, aparte de probar su divinidad, es la prenda de nuestra resurrección futura (Sobre San Juan, Xlll, XV).
La Virgen María, Madre de Cristo, es por ese mismo hecho Madre de Dios. De otra manera habría que decir que en Cristo hay dos seres yuxtapuestos, Dios y el hombre, y no unidos en una sola Persona. Aunque la Escritura y el Concilio de Nicea no emplean este término, tienen expresiones equivalentes que muestran que tal Verdad les parece indiscutible (Epístola Xl, a Celestino).—La concepción de Cristo fue milagrosa y virginal, por la acción del Espíritu Santo en María; y permaneció Ella Virgen en el alumbramiento y después del alumbramiento de Jesús (Sobre San Juan, Vlll). En las nupcias de Caná, María mostró el poder de su intercesión, puesto que gracias a Ella Jesús cumplió el milagro que primero no quería hacer (Sobre San Juan, Vlll). Al morir en el Calvario, Jesús confió su Madre a San Juan, quien tuvo la misión de consolarla y de tranquilizarla en sus angustias, porque “ si su corazón fue traspasado por una espada”, quizá llegó Ella a dudar de la divinidad de su Hijo (Sobre San juan, XlX).—Opinión que ahora parece injuriosa para la Fe de María. Otros autores ----Orígenes, San Basilio---- anteriormente habían interpretado en este sentido la Profecía del anciano Simeón.
La santificación es la transformación, una renovación del alma, es pasar de la muerte a la vida, y por lo tanto un renacimiento y como una nueva creación, todavía más preciosa que la primera, puesto que nos convierte en hermanos de Cristo e hijos de Dios. (Sobre San Juan,l, XVll). El Espíritu Santo, virtud santificadora de Cristo, opera este cambio: El mismo fija su morada en el alma así divinizada, y con El la Trinidad entera de la que es inseparable (Sobre San Juan, Vll, XlV).
La gracia santificante es ora designada como una cualidad maravillosa que transforma el alma, una vestidura, un aliño, una fuerza, una riqueza; ora se le confunde con el Espíritu Santo mismo: “El Espíritu Santo es pues Dios, el que transforma las almas a la imagen de Dios, no por una gracia que le serviría de instrumento, sino dándose El mismo como participación de la naturaleza divina. . . “ (P.G. t. 75, col. l089).
Mediante la Iglesia, “esposa de Cristo, madre de los creyentes, nueva Jerusalén”, se transmite la Gracia a las almas. La Iglesia es santa y fuente de toda santificación; es una, así como no hay sino un solo Cristo una sola fe, un solo bautismo, y desdichados de los herejes que de ella se separan. La Iglesia es católica, abierta a todos los pueblos de la tierra; es apostólica, fundada sobre los Apóstoles, quienes están agrupados alrededor de Pedro su Jefe, al cual lo sucede el Obispo de Roma, quien tiene la primacía sobre todos los pastores y los fieles. Establecida por Cristo, que sigue siendo su piedra angular, desafía a sus perseguidores y sabe que no puede perecer (P.G., t. 70, col. 968, ll93; t. 7l, col. l20, 405; t. 75, col. 865; t. 77, col. 80).
La Iglesia, a su vez, comunica la Gracia, por medio de los Sacramentos. El bautismo administrado en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, es el instrumento primordial de la santificación: confiere al neófito una dignidad superior a la de Juan Bautista mismo, llamado sin embargo el mayor de los Profetas (P.G., t. 73, col. 757; Sobre la Epístola a los Romanos, Vl). Sus ministros son los apóstoles y sus sucesores, los cuales han recibido el poder de perdonar los pecados (Sobre San Juan, XX). Los adultos se preparan a él por el catecumenado, y en el momento de recibirlo pronuncian una triple profesión de fe (P.G., t. 70. col. 40). Pero se bautiza también a los recién nacidos (Sobre San Juan, Xl, 26). Todavía se acostumbra que se le difiera hasta la hora de la muerte: deplorable costumbre: “El que recibe el bautismo en el último momento ciertamente es santificado, pero no obtiene más que la remisión de sus pecados; le entrega al Padre el talento que le había sido confiado sin haber producido nada” (P.G., t. 69, col. 432). En ningún caso puede ser reiterado el bautismo (P.G., t. 68. col. 4l3).
La Confirmación o “crisma del crecimiento” es un complemento del bautismo y a menudo administrado en el curso de la misma ceremonia Sobre San Juan, Xl, 26; P.G., t. 60, col. 561).
Aunque no hay nuevo bautismo, hay una Penitencia para los que pierden, por el pecado, el beneficio de su primera santificación. Nunca se debe desesperar porque todos los pecados pueden ser purificados por Cristo. Les basta con confesar sus faltas con humildad y sincero arrepentimiento a los Apóstoles o a sus sucesores, que han recibido el poder de perdonar los pecados (Sobre San Juan, XX, 23; La verdadera Fe, a Teodosio, P.G., t. 74, col. 72l; t. col. ll85).
La Eucaristía, a menudo llamada “la eulogia mística”, es la carne del Verbo encarnado. “El Señor ha dicho, de manera demostrativa: ----este es mi cuerpo, esta es mi sangre---- a fin de que no consideremos lo que parece como simples figuras sino que sepamos que las substancias ofrecidas han sido verdaderamente transformadas en el cuerpo y en la sangre de Cristo por la omnipotencia de Dios” (P.G., t. 72, col. 452, 9l2). La Eucaristía es igualmente un sacrificio en el que Cristo, víctima sin tacha, es inmolado, aunque de manera no sangrante. Este sacrificio sse ofrece todos los días y no dejará de serlo hasta el final de los tiempos (P.G., t. 68, col. 708; t. 72, col. 297). La comunión eucarística une al hombre con Cristo como dos trozos de cera se funden juntos:la carne de Cristo nos vivifica y santifica cuerpo y alma, así como la levadura penetra y transforma la masa (Sobre S. Mateo, XXVl; Sobre San Lucas, XXll; Sobre San juan, Vl;Contra Nestorio, l, lV; Anatema Xl). La más pequeña partícula de la eulogia puede producir estos efectos, puesto que contiene a Cristo todo entero, el cual no podría ser dividido. (P.G., t. 74, col. 660). Aunque es necesario ser puro para participar en la Santa Eulogia, no hay que apartarse de ella por un sentimiento de indignidad, porque es ella la que da la fuerza de resistir al pecado y de mortificar las pasiones(P.G., t. 73, col. 584).
La Extremaunción no está indicada sino por una breve alusión al texto del Apóstol Santiago (P.G., t. 68, col. 472).
El Orden constituye la jerarquía eclesiástica -----obispos, sacerdotes, diáconos-----, cuyo doble oficio es rendir a Dios un culto digno de El y anunciar a los humanos los divinos misterios (P.G., t. 72, col. 272; t. 73, col. 3l7). El Obispo debe cuidar el no conferir el sacerdocio sino a hombres dignos y no a neófitos (P.G., t. 73, col. 240; t. 77, col. 385).
El Matrimonio es legítimo y excelente, instituido por el Creador para la propagación del género humano. Jesús mismo lo honró y bendijo con su presencia en las nupcias de Caná (Sobre San Juan, ll). Sin embargo, la continencia y el celibato son estados más perfectos (P.G.,t. 68, col. 690). El matrimonio se contrae por el consentimiento recíproco de los esposos: es indisoluble entre los cristianos; el divorcio tolerado bajo la Antigua Ley está prohibido ahora. Solamente con la muerte del cónyugue está permitido otro matrimonio (P.G., t. 74, col. 800, 876).
Sobre la doctrina general de la predestinación, de la salvación, de la vida futura, San Cirilo está en perfecto acuerdo con los Padres anteriores o contemporáneos, especialmete con San Agustín.
Dios quiere la salvación de todos los hombres, y ofrece gratuitamente este beneficio, sin ningún mérito previo. Sin embargo, no lo impone: respetuoso de la libertad humana, a cada uno le deja la responsabilidad de su destino. Evidentemente conoce de antemano el uso que los hombres harán de sus dones; pero tal presciencia no es un constreñimiento. Dios previó la caída de Adán; Cristo predijo la traición de Judas y la negación de Pedro; pero la libertad de los culpables no estaba impedida ni su responsabilidad atenuada, consiguientemente.
La vida humana sobre la tierra es un período de prueba. Después de la muerte, las almas no se quedan a errar alrededor de las tumbas, según pretendían los paganos, ni tampoco descienden ya a los "infi“rnos" com” otrora, antes de la Resurrección de Cristo: son juzgadas según sus obras, y entonces las almas de los justos entran a las moradas celestiales, mientras que las almas de los pecadores son precipitadas en los suplicios. Ciertas almas deben acabar, mediante penas temporales en el más allá, la explicación de sus faltas. Conviene orar por ellas, y en particular ofrecer el Santo Sacrificio,a fin de obtenerles misericordia. Al ocurrir el segundo Advenimiento de Cristo, todos los hombres resucitarán. Y un juicio universal fijará la suerte eterna de los cuerpos tanto como de las almas: vida gloriosa para los buenos, ignominiosa para los malos (P.G., t. 72 a 76 passim).
Método habitual en los herejes es tratar de apoyar sus teorías sobre la autoridad de algunos personajes conocidos y venerados y, si es posible, de Doctores y Padres de la Iglesia: espigando cuidadosamente algunos textos previamente cortados de su contexto, se esfuerzan por aprovecharlos para justificar sus doctrinas. Y así Eutiques y los monofisitas, luego Sergio y los monotelitas pretendieron hallar en las obras de San Cirilo de Alejandría pasajes que afirmaban la unidad de naturaleza o la unidad de voluntad en Cristo: “Yo he leído en los escritos del bienaventurado Cirilo y de los Santos Pasdres que después de la unión del Verbo con la humanidad ya no hay que hablar de dos naturalezas, sino de una sola” (Eutiques en el Sínodo de Constantinopla, 448).---“Sabemos que entre otros ilustres Padres, el muy santo Cirilo, Arzobispo de Alejandría, habló en algunas de sus obras de una sola energía vivificante de Cristo, nuestro verdadero Dios”(Carta de Sergio a Ciro de Fase).
Pero se desbarató este pérfido aprovechamiento cuando los verdaderos intérpretes y discípulos de San Cirilo demostraron su ortodoxia. Flaviano de Constantinopla denuncia al heresiarca Eutiques y agrega: “Previamente la verdadera fe que Cirilo enseño en sus cartas a Nestorio y a los Orientales”. . . y el Papa San León escribe al Emperador Teodosio ll, a propósito del nuevo Obispo de Constantinopla: “Que lea con cuidado la carta de Cirilo de Alejandría a Nestorio, en la que se encuentra una explicación clara del Sínodo de Nicea; verá que concuerda punto por punto con la enseñanza de los antiguos Padres”.
Después del Sínodo de Constantinopla en 448, es el Concilio de Calcedonia, en 45l, el que invoca “la fe de Cirilo”, inserta en las actas extractos de sus obras, compara su doctrina con la de San León y aprueba oficialmente cuanto hizo él en Efeso.
“Cirilo de Alejandría es el más dogmático, y por así decir el más escolástico de todos los Padres” (Arnaud d’ Andilly, Perpétuité de la Foi). No es menos extremadamente tradicional, porque cita constantemente los textos escriturarios o patrísticos.

Clemente de Alejandría nació hacia el año 150, probablemente en Atenas, de padres paganos; después de hacerse cristiano, viajó por el sur de Italia y por Siria y Palestina, en busca de maestros cristianos, hasta que llegó a Alejandría; las enseñanzas de Panteno hicieron que se quedara allí. Hacia el año 202, la persecución de Septimio Severo le obligó a abandonar Egipto, y se refugió en Capadocia, donde murió poco antes del 215.
Su conocimiento de los escritos paganos y de la literatura cristiana es notable; según Quasten, en sus obras se encuentran unas 360 citas de los clásicos, 1500 del Antiguo Testamento y 2000 del Nuevo.
La amplia cultura pagana de Clemente no fue borrada por su encuentro con el cristianismo; seguía encontrando en ella mucho de positivo y la gran trascendencia de su obra se deberá precisamente a lo mucho que contribuyó a que la filosofía fuera aceptada en la Iglesia. Los filósofos gentiles, Platón en especial, se hallaban según él en el camino recto para encontrar a Dios; aunque la plenitud del conocimiento y por tanto de la salvación la ha traído el Logos, Jesucristo, que llama a todos para que le sigan. Éste es el tema del primero de sus escritos, el Protréptico o «exhortación», una invitación a la conversión.
A los que se deciden a seguir a Cristo, Clemente dedica la segunda de sus obras, el Pedagogo, el «preceptor». En el primero de los tres libros de que se compone, de carácter más general, trata de la obra educadora del Logos como pedagogo y establece principios generales de moral. En el segundo y el tercero trata de situaciones de la vida ordinaria en Alejandría, siguiendo una relación pormenorizada y dando normas sobre ellas: la manera de vestir y de divertirse, el uso de perfumes, la asistencia a los baños, la música y la danza, la vida conyugal, la disposición y ornato de la casa, las buenas maneras, etc.; son cuadros en los que vemos retratado un ambiente refinado de gran ciudad, en el que se desarrolla la vida de sus oyentes. Clemente no les pide que renuncien a ese mundo, en el que se da una mezcla de cosas buenas y malas, pero sí les previene y les da consejos para que, sin salirse de su sitio, sepan portarse como cristianos. Esta misma idea aparecerá en su tratado Quis dives salvetur, «quién es el rico que se salvará», una homilía que comenta la escena evangélica del joven rico: no todos necesitan abandonar sus posesiones, pero sí desprenderse del apego al dinero.
Para cerrar esta trilogía, Clemente proyectaba otra obra, el Didascalos, en la que iba a exponer sistemáticamente la religión cristiana, pues «el Logos primero exhorta, luego educa y finalmente enseña». Pero no llegó a escribirla.
En cambio escribió unos Stromata, o «tapices», donde va tratando temas variados con los que Clemente quiere crear inquietudes religiosas en el gentil. En ellos domina el interés por presentar el cristianismo como una verdadera gnosis; como Ireneo, rechaza el uso que algunos hacen de la gnosis, pero no se queda en una postura negativa; hace notar el valor de la filosofía pagana para el cristiano, pues aunque la filosofía nunca podrá reemplazar a la revelación, ha preparado a una parte de la humanidad, a los griegos, para la venida de Cristo, de manera semejante a como el Viejo Testamento preparó a los judíos. Así, al mismo tiempo que rechaza la falsa gnosis, sostiene que el cristiano es el verdadero gnóstico, es decir, el verdadero sabio; la perfección moral, que consiste en la castidad y el amor a Dios, es el rasgo característico de este verdadero gnóstico en contraste con el falso.
El texto de estas obras ha llegado hasta nosotros razonablemente bien conservado. De otras obras de menor entidad sólo tenemos algún fragmento, o se han perdido enteramente; entre éstas se encontraba el Hypotyposeis, ocho libros que al parecer eran de comentarios alegóricos a algunos versículos de las Escrituras.
Catecismo Ortodoxo
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Al ver a las multitudes se llenó de compasión, porque estaban maltratadas y abatidas...(Mt 9, 36).
Es necesario escudriñar el significado de las palabras no menos que el de los hechos, pues, como habíamos dicho, la clave para comprender el significado reside tanto en las palabras como en las obras. El Señor siente compasión de las multitudes maltratadas y abatidas, como ovejas dispersas sin pastor. Y dice que la mies es mucha, pero los obreros pocos, y que es preciso rogar al dueño de la mies para que envíe muchos obreros a su mies (cfr. Mt 9, 37-38). Y, llamando a los discípulos, les dio poder para arrojar a los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y dolencia (cfr. Mt 10, 1). Aunque estos hechos se refieren al presente, es necesario considerar lo que significan para el futuro.
Ningún agresor había asaltado a las multitudes y, sin embargo, estaban postradas sin que ninguna adversidad o desventura las hubiese golpeado. ¿Por qué siente compasión, viéndolas maltratadas y abatidas? Evidentemente, el Señor se apiada de una muchedumbre atormentada por la violencia del espíritu inmundo, que la tiene bajo su dominio, y enferma bajo el peso de la Ley, porque aún no tenía un pastor que le restituyese la protección del Espíritu Santo (cfr. 1 Pe 2, 25). A pesar de que el fruto de este don era abundante, ninguno lo había recogido. Su abundancia supera el número de los que lo alcanzan, pues, aunque todos tomen cuanto quieran, permanece siempre sobreabundante para ser dispensado con generosidad. Y puesto que es necesario que muchos lo distribuyan, exhorta a rogar al dueño de la mies, para que mande muchos obreros a su mies, es decir, muchos segadores, para recoger el don del Espíritu Santo que había preparado, un don que Dios distribuye por medio de la oración y de la súplica. Y para mostrar que esta mies y la multitud de los segadores debían propagarse a partir de los doce Apóstoles, los llamó a Sí y les dio el poder de arrojar los demonios y de curar toda enfermedad. Con este poder recibido como don, podían expulsar al fautor del mal y curar la enfermedad.
/Mt/10/05-10: Conviene ahora recoger el significado de estos preceptos, considerándolos uno por uno. Los exhorta a mantenerse alejados de las sendas de los paganos (cfr. Mt 10, 5), no porque no los haya enviado también a salvar a los paganos, sino para que se abstengan de las obras y del modo de vivir de la ignorancia pagana. Igualmente les prohíbe entrar en la ciudad de los samaritanos (cfr. Ibid.). Pero ¿no ha curado Él mismo a una samaritana? En realidad, les exhorta a no entrar en las asambleas de los herejes, pues la perversión no difiere en nada de la ignorancia. Los envía a las ovejas perdidas de la casa de Israel (cfr. Mt 10, 6); y, sin embargo, ellas se han encarnizado contra Él con lenguas de víbora y fauces de lobo. Como la Ley debería recibir el Evangelio en primer lugar, Israel iba a tener menos disculpas por su crimen, en cuanto que habría experimentado una solicitud mayor en la exhortación.
El poder de la virtud del Señor se transmite enteramente a los Apóstoles. Los que habían sido formados en Adán a imagen y semejanza de Dios, reciben ahora de modo perfecto la imagen y la semejanza de Cristo (cfr. 1 Cor 15, 49). Su poder no difiere en nada del poder del Señor, y los que antes habían sido hechos de la tierra, se convierten ahora en celestes (cfr. 1 Cor 15, 48). Deben predicar que el Reino de los cielos está próximo (cfr. Mt 10, 7), es decir, que se recibe ahora la imagen y semejanza de Dios a través de la comunión en la verdad, que permite a todos los santos, designados con el nombre de los cielos, reinar con el Señor (cfr. 1 Cor 4, 8). Deben curar enfermos, resucitar muertos, sanar leprosos, arrojar demonios (cfr. Mt 10, 8). Todos los males causados en el cuerpo de Adán por instigación de Satanás, los debían a su vez sanar mediante la participación en el poder del Señor. Y para conseguir de modo completo, según la profecía del Génesis (cfr. Gn 1, 26), la semejanza con Dios, reciben la orden de dar gratuitamente lo que gratuitamente recibieron (cfr. Mt 10, 8). Deben ofrecer de balde el servicio de un don que han recibido gratis.
Les prohíbe guardar en la faja oro, plata, dinero; llevar alforja para el camino, coger dos túnicas, sandalias y un bastón en la mano, porque el obrero tiene derecho a su salario (cfr. Mt 10, 10). No hay nada de malo, pienso, en guardar un tesoro en la faja. ¿Qué significa la prohibición de poseer oro, plata o moneda de cobre en la propia faja? La faja es una prenda de servicio, y se ciñe para realizar un trabajo. Se nos exhorta, por tanto, a que no haya venalidad en nuestro servicio, a evitar que el premio de nuestro apostolado sea la posesión del oro, de la plata o del cobre.
Ni alforja para el camino (Mt 10, 10). Es decir, hay que dejar a un lado la preocupación por los bienes presentes, ya que todo tesoro terreno es perjudicial, desde el momento en que nuestro corazón está allí donde guardamos nuestro tesoro. Ni dos túnicas (Mt 10, 10). En efecto, basta con que nos revistamos de Cristo una vez (cfr. Gal 3, 27), sin revestirnos seguidamente de otro traje, como la herejía o la Ley mosaica, a causa de una perversión de nuestra inteligencia. Ni sandalias (cfr. Mt 10, 10). ¿Tal vez los débiles pies de los hombres pueden soportar la desnudez? En realidad, donde debemos permanecer con pies desnudos es sobre la tierra santa, no cubierta por las espinas y los aguijones del pecado, como fue dicho a Moisés (cfr. Ex 3, 5), y se nos exhorta a no tener otro calzado para entrar, que el recibido de Cristo. Ni bastón en la mano (Mt 10, 10), es decir, las leyes de un poder extranjero, pues tenemos el bastón de la raíz de Jesé (cfr. Is 11, 1). Todo poder, que no sea ése, no procede de Cristo.
Según el discurso precedente, hemos sido convenientemente provistos de gracia, viático, vestido, sandalias, poder, para recorrer hasta el final los caminos de la tierra. Trabajando en estas condiciones seremos dignos de nuestra paga (cfr. Mt 10, 10). Es decir, gracias al cumplimiento de estas prescripciones, recibiremos la recompensa de la esperanza celestial.
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