Monday, September 7, 2020

Las causas y consecuencias del ateísmo - Obispo Alejandro (Mileant)


Son considerados ateos quienes no creen en la existencia del ser supremo, denominado Dios. Unos no creen en Dios, porque nadie les habló de El y ellos no llegaron a pensar en Dios. Otros, aunque en principio no niegan la existencia de Dios, de hecho, viven de manera como si El y Sus leyes no existieran para ellos; lo que permite considerarlos ateos prácticos. Por último, hay quienes por principio niegan la existencia de Dios y tratan de justificar su falta de fe, recurriendo a argumentos científicos o filosóficos. A estos se les debe incluir en la categoría de los ateos conscientes. Desde el punto de vista teórico, el ateísmo de principio suele convertirse en actitud verdaderamente hostil con respecto a la fe en Dios, pues se impone mediante la violencia, como sucede en los países comunistas.


El ateísmo teórico, de hecho, no es más que la antireligión, pues el también se basa en la fe. La religión tiene por fundamento la convicción de que existe Dios; el ateísmo, la convicción de que El no existe. De veras, si Dios es un espíritu, cómo podrá ser demostrado con aparatos materiales que no existe. Esto equivaldría a tratar de negar la existencia del campo magnético de la Tierra valiéndose de un barómetro. El ateísmo reemplaza la fe en Dios por la fe en la autoexistencia de la materia y de las leyes de la naturaleza.

El ateísmo, como fenómeno masivo, surgió en los últimos doscientos años. El es producto del siempre mayor distanciamiento del hombre de la naturaleza; lo que se produjo cuando parte considerable de la población inició el proceso migratorio del campo a los centros urbanos. La sicología nos enseña que es propio del ser humano tratar de discernir el origen y la finalidad de su existencia. Al reflexionar sobre las cuestiones básicas del ser, el hombre llega a la fe en el Creador del Universo. A su vez, la naturaleza ayuda a que el hombre acuda a Dios, pues ella con su hermosura, majestuosidad, armonía y racionalidad hace recordar en todo momento al Señor, su Omnipotencia y bondad. Antes, la gente se hallaba más próxima a la naturaleza, y encontrarse con un ateo era un fenómeno rarísimo. Es notorio que la idea del ser supremo viene difundiéndose entre la gente de todos los niveles de desarrollo desde tiempos prehistóricos. "Fíjense en la faz de la tierra, decía Plutarco (1 siglo a.C.) y ustedes verán ciudades sin fortalezas, sin ciencias, sin jerarquías, verán a gente sin viviendas permanentes, sin concepto alguno de las bellas artes, mas no hallarán una sola comunidad humana sin fe en la Divinidad." Este testimonio sigue en vigor hasta el presente, en particular cuando se trata de gente estrechamente relacionada con la naturaleza, aunque sus conceptos sobre Dios puedan ser imperfectos, ingenuos y hasta infantiles.

Más ha de tomarse en consideración que en la actualidad la vida del hombre urbano transcurre en las condiciones cotidianas, circulación, ruido de las máquinas, junglas de cemento, humo y crímenes. Ese tipo de vida no puede infundirle al hombre sentimientos nobles, sublimes sino todo lo contrario, deforma y traumatiza sus cualidades espirituales. Por eso, no debe sorprendernos que tanto el ateísmo como diversas enfermedades síquicas se desarrollan generalmente en la población de las grandes urbes.

A la divulgación del ateísmo contribuye el sistema educacional laico o directamente antirreligioso, utilizado en la mayoría de establecimientos educacionales contemporáneos, que brillan por su ausencia el catequismo, pero prospera la antireligión. Con frecuencia, en manuales y conferencias, se crítica el relato bíblico sobre la aparición del mundo y del hombre. En lugar de enriquecer y ampliar la información facilitada por la Biblia, los descubrimientos científicos se contraponen a las evidentes verdades Divinas, creando así un conflicto artificial entre la fe y la ciencia. A veces los docentes y los profesores abiertamente se ríen de los principios de la fe y la moral. Son sumamente raros los jóvenes de ambos sexos, que disponen de una formación lo suficientemente sólida para ver en los ataques antirreligiosos de los profesores no datos científicos objetivos, sino la opinión sumamente particular de gente adversa a la religión. Los padres y amigos de los estudiantes deben tener una gran preparación y conocimientos para salvar en ellos la fe en Dios.

Es obvio que el pecado enturbia la mente y embota la conciencia, por eso no puede dejar de contribuir al debilitamiento de la fe en el Señor y a que el individuo lleve una vida licenciosa. Suele suceder que jóvenes educados en familias religiosas y ellos mismos sumamente devotos en la infancia, se dejan seducir por placeres pecaminosos y en definitiva se ven involucrados en pasiones carnales. Pasados varios años el pecaminoso modo de vida deja muy poco en ellos de la inocencia, la timidez y la cordialidad que les eran inherentes. Ellos se forman, insolentes, coléricos, desvergonzados. Junto con estos defectos surgen en ellos dudas respecto a la religión, que pueden trasformarse en desinencia, si ellos a tiempo no recapacitan y vuelven arrepentidos al amparo de Dios.

Una de las consecuencias del ateísmo es la desesperación. En la mayoría de los casos, el ateo no toma conciencia de ello, más al penetrar en su subconsciente ella, en definitiva, determina su modo de vida. Al no haber Dios, no hay vida futura, no hay recompensa por los esfuerzos y obras de bien. Por eso el ateo se apresura, mientras vive, a disfrutar de cuantos bienes le ofrece la vida. Al no haber Dios, resalta que las leyes morales son sumamente condicionales, por lo que la diferencia existente entre el mal y el bien es determinada por el propio individuo. Por supuesto, las leyes estatales, la vergüenza, el temor, o consideraciones de tipo práctico pueden reprimir, en cierto modo, las aspiraciones a cosechar placeres y bienes vitales sin escatimar medios, más por eso la esencia del ateo, su concepción del mundo no cambia. Las fieras y los insectos pueden ser crueles con sus víctimas, pero no hay ser más peligroso y más cruel que el hombre cuando carece de la orientación moral superior. Ese hombre puede hacer mal no sólo por conveniencia propia, sino incluso por el antojo de un placer perverso. El es capaz de agraviar al prójimo a título de venganza, simplemente, por sentirse desdichado. Y es desdichado porque no tiene futuro. Por eso, precisamente, en ninguna otra parte se cometen tantos crímenes absurdos y crueles como en los países donde impera el ateísmo.

¿Cómo puede el hombre asumir la fe en Dios o reforzar la fe en Su existencia? En la filosofía y la apologética existen las así llamadas "demostraciones" de la existencia de Dios. Dichas pruebas dicen, que el reconocimiento de la existencia de Dios es la consecuencia lógica de la observación de la estructura ordenada que presenta la naturaleza, de las propiedades espirituales del hombre y de los hechos históricos. La enumeración y el exámen de dichas pruebas requeriría demasiado espacio. Por eso, nos limitamos a decir aquí que no existe prueba aparente del génesis de Dios que pueda demostrar mejor y de modo más persuasivo su existencia que la experiencia espiritual interna del hombre. Pues Dios es un Ser espiritual y por tanto a El no se Le puede conocer mediante métodos científicos habituales. Sin embargo el alma, creada a Su imagen y a Su semejanza, puede entrar en contacto directo con El. Cuando el hombre se esfuerza en disipar las tinieblas de la vanidad en que transcurre su vida, y se dirige con toda su alma hacia la Luz Divina, que nos rodea por todos los lados, entonces, y sólo entonces, él ve y oye a Dios. Este sentimiento personal de Dios no puede ser demostrado o explicado a otra gente, pues pertenece al ámbito de la experiencia interna. Quien no disponga de esa experiencia interna, no entenderá de que se trata.

Esta experiencia personal de contacto con la Gracia Divina resulta para el hombre la prueba más convincente de Su existencia. Mas esta experiencia obliga al hombre a cambiar el aspecto, moral de su vida, a aprender a sacrificarse para obedecer a la Voluntad Suprema. Y son muchos los que temen de molestar su conciencia, no quieren cambiar su pecaminoso modo de vida y por eso no se esfuerzan para entrar en contacto con la Luz Divina. En cambio aquellos hombres que comunican con esa Luz, hallan en ella la fuente de sus fuerzas espirituales, la paz y la alegría superior.

Obispo Alejandro (Mileant) 
 
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Sunday, August 30, 2020

Santo Mártir Myrón ( Agosto 30 )

El Santo Mártir Myrón fue un presbítero en Acaya (Grecia), y vivió durante el siglo III. Él sufrió en el Año 250 bajo al emperador Decio (249-251). El presbítero era gentil y amable con la gente, pero también era valiente en la defensa de sus hijos espirituales.

En la fiesta de la Natividad de Cristo, el estaba celebrando la Divina Liturgia. El gobernador local Antípatro entró en la iglesia con soldados a fin de capturar los que rezaban, y para someterlos a torturas. San Myrón comenzó a abogar por su rebaño, acusando al gobernador de la crueldad, y por esto el santo fue mandado a las torturas.

Ellos tomaron a San Myrón y golpearon su cuerpo con barras de hierro. Luego arrojaron el presbítero en un horno encendido, pero el Señor preservó al mártir, en cambio casi 150 hombres que estaban cerca fueron quemados por el fuego. El gobernador comenzó a insistir en que el mártir adorara a los ídolos. San Myrón se negó con firmeza a hacerlo, así que Antípatro ordenó que de su piel sean cortadas las correas. San Mirón tomó una de las correas y la arrojó en el rostro de su atormentador.

Llenándose de rabia, Antípatro ordenó que San Myrón sea golpeado por todo su cuerpo desnudo, y luego dar el mártir a las fieras para ser comido. Al verse derrotado, Antípatro en su ciega furia cometido suicidio. Luego tomaron a San Myrón a la ciudad de Cyzico, donde fue decapitado por la espada.
 
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Friday, July 31, 2020

La Herencia del Bizancio ( Obispo Alejandro Mileant )

Como uno de los importantes resultados de la incorrecta división en períodos ha sido nuestra casi total falta de la valoración de la herencia teológica del Bizancio. Ahora, con el renacimiento de la patrística en el Occidente, nosotros, ya más que unas décadas atrás. estamos listos de aceptar la eterna autoridad de los Santos Padres. Pero siempre tratamos de limitar el círculo de los reconocidos, y no estamos listos, evidentemente, de incorporar a los "teólogos bizantinos" en calidad de los Santos Padres. Tratamos de trazar una línea divisoria muy severa entre la "patrística" (en un sentido más o menos estricto) y la "era bizantina." Todavía seguimos considerando la "época bizantina" como un decadente agregado al "Siglo de los Padres." Y seguimos dudando todavía si esa época tiene algún valor para el pensamiento teológico. Pero la teología bizantina no repite a la teología de los Padres: no puede decirse, que esto es algo diferente o peor en comparación con la "Antigüedad Cristiana." La teología bizantina prolonga orgánicamente el Siglo de los Santos Padres.¿Dónde está aquí la ruptura? ¿Es posible, que en algún momento (que, de todos modos, nunca podrá ser exactamente fijado) — el "ethos" de la Iglesia Oriental ha cambiado irremediablemente y todo su posterior desarrollo ya no tuvo aquella importancia, o autoridad, u otra cosa más? Aquellos, que aceptan la autoridad de los Santos Padres sólo hasta el VII-mo Concilio Universal, no dicen esto expresamente, pero parece que lo piensan.
 
El venerable San Simón el Nuevo Teólogo y San Gregorio Palama desaparecen de la historia.Los Grandes Concilios de los isicastas en el siglo XVI quedan inadvertidos y olvidados. ¿Cuál es su autoridad, qué lugar ocupan ellos en la Iglesia? En realidad, el venerable San Simón y San Gregorio Palama son maestros e inspiradores de todos los miembros de la Iglesia Ortodoxa, quienes —en la convivencia monástica, en el retiro desértico, o hasta en el propio mundo -aspiran a la perfección y viven una vida de oraciones y de la contemplación. Estos creyentes no saben nada de ninguna "ruptura" entra la patrística y la "bizantinística." "El Amor al Bien," esta enciclopedia de la devoción oriental, que ha juntado los escritos de muchos siglos, se hace en nuestros días en, cada vez más difundido, Manual para Todos, donde pretenden enseñar a vivir en el mundo actual según los cánones de la Ortodoxia. 
 
La autoridad de su autor, el venerable San Nicodemo de la Sierra Santa, ha sido hace poco aceptada y confirmada por medio de una formal canonización. Nosotros continuamos el "Siglo de los Padres" en la Iglesia orante. ¿No deberían, acaso, continuar también en nuestras teológicas doctrinas, las investigaciones y las búsquedas ? 
 
¿No deberíamos nosotros en nuestros pensamientos teológicos hallar de nuevo "el espíritu de los Padres"? Y el espíritu de los Padres no consiste sólo en el estilo arcaico, ni en una pose majestuosa, y tampoco en la adoración de la antigüedad. Este espíritu está en las relaciones existenciales y en la orientación espiritual. Sólo haciendo este camino nuestra teología confluirá de nuevo plenamente con la amplitud de la vida cristiana. Para eso no es suficiente conservar "la liturgia bizantina" — lo que hacemos ahora; ni sólo restaurar la iconografía y la música bizantinas — que también hacemos (pero sin ganas y de manera inconsecuente); ni tampoco practicar solamente algunos métodos bizantinos de crecimiento espiritual. Debemos llegar hasta las raíces de esta "tradicional" devoción, volver al espíritu de los Padres. De lo contrario tendremos la amenaza (que ya cayó sobre algunos de nosotros) del desdoblamiento interior entre la tradicional veneración a Dios y el pensamiento teológico bastante poco tradicional. Es un peligro real. Como "simplemente creyentes" nosotros pertenecemos todavía a la "tradición de los Padres." ¿No deberíamos abierta — y conscientemente permanecer en esta misma "tradición" también como teólogos, como los maestros confesos de la Ortodoxia? ¿Acaso existe otro método para conservar la integridad?

Obispo Alejandro Mileant

Wednesday, June 10, 2020

Nunca juzguemos a nadie cuando veamos a alguien caer en pecado; lloremos y pidamos a Dios perdonarlo. ( San Paisios el Athonita )


Nunca juzguemos a nadie cuando veamos a alguien caer en pecado; lloremos y pidamos a Dios perdonarlo. 
Si vamos a juzgar los errores de otros, esto va a significar, que nuestra vista del alma todavía no está limpia. El que ayuda a su prójimo, recibe la ayuda de Dios. El que condena a su prójimo con envidia y cólera, tiene a Dios, como juez. Nunca juzguemos. Vamos a considerar a todos santos, y solo nosotros mismos ,pecadores. La condena puede ser no solo con palabras, sino, con la mente y la disposición interior del corazón. 

La disposición interna da el tono a nuestros pensamientos y palabras. De cualquier manera, para nosotros es mejor ser contenidos en nuestras opiniones para no caer en vituperio, en otras palabras, vamos a evitar a acercarnos al fuego, sino, o nos quemamos, o nos llenamos de hollín. La mejor cosa es condenarsa si mismos y dejar de ocuparnos de otros.

San Paisios el Athonita

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Saturday, May 23, 2020

El Ayuno es el mejor Guardián del Alma ( San Basilio el Grande )

Dice San Basilio el Grande: “El Ayuno es el mejor Guardián del Alma, el más confiable camarada del Cuerpo, arma de los Valientes, Fortaleza de los atletas. El Ayuno aleja los (Malos) Espíritus, llama a la piedad, hace apreciar la templanza, inspira modestia, da coraje en la guerra y te enseña a amar la paz. El Ayuno le da alas a la Oración, para que pueda elevarse y entrar en los Cielos. El Ayuno es el sostén de los hogares, Padre de la Salud, Consejero de los Jóvenes, atavío de los Ancianos, agradable compañero de viaje, amigo auténtico de los Esposos”.

Si el Ayuno te ofrece todo esto, ¿Qué más Necesitas?

Si renuncias al Ayuno, es como si tú mismo te estuvieras desarmando.

Si el joven aprende hoy, de sus Padres, a Renunciar a la Carne y a otras Comidas, Mañana Aprenderá a Abstenerse de las Drogas, el Tabaco y el Alcohol. La lección de la Abstinencia y de las Restricciones que salvan al Cuerpo y al Alma en determinado momento, Ayuda al hombre a salir indemne de incontable. tentaciones y penas.

Pero dices: “Mi hijo es apenas un escolar, mejor que no ayune, para que pueda aprender bien”. Esto es un error, porque es posible aprender aún comiendo solamente frutas, vegetales, pan... Además, con el ayuno la mente se vuelve más ligera y el cuerpo más libre, capaz de mayores esfuerzos.

El cristiano tiene la prueba del ayuno para aprender a refrenarse, para cambiar el centro de su atención —de los bienes materiales a las bondades Espirituales—, y para Abrir la Puerta del Cielo y del alma con la llave de la oración. Decía un Santo Padre que aquel que sabe dominarse a sí mismo es capaz de dominar también a los demás, con la sabiduría de su Alma y su Mente. Y es que el hombre suele verse a sí mismo superficialmente, preparado siempre para ceder el primer impulso en todo lo que hace, sin aconsejarse con su Ángel, sin conectarse a la gracia con la que fuera deificado.

Aquellos que no confían en sí mismos pierden rápidamente la Confianza en Dios... Y la relación con Dios se establece por medio de un fuerte conocimiento de sí mismo, por medio de una relación de Amor con el Prójimo.
 
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Saturday, May 16, 2020

Explicación de la Ascensión del Señor.

Durante varias semanas después de Su Resurrección el Señor Jesucristo frecuentemente se aparecía a Sus discípulos y conversaba con ellos, preparándolos para su próxima misión apostólica. Finalmente en el cuadragésimo día, el Señor Jesucristo nuevamente se apareció a los apóstoles y les ordenó no alejarse de Jerusalén, pues precisamente allí debía descender sobre ellos el Espíritu Santo prometido por Él.
Después de decir esto los llevó hacia el monte de los Olivos, que se encontraba hacia el oriente de Jerusalén. En la expectativa, de que algo importante debía suceder, comenzaron a preguntarle: "¿Señor, es este el tiempo en el que Tu restaurarás el reino de Israel?" Los apóstoles, así como la mayoría de los hebreos, esperaban, que el Mesías iba a ser un rey-conquistador, quien realizaría grandes cambios sociales, liberaría a su pueblo del dominio extranjero, y les traería gloria y prosperidad. A los apóstoles les parecía completamente lógico, que por cuanto el Señor resucitó de entre los muertos, que ya había finalizado el período de Su voluntaria humillación, y que ya era tiempo de declararse a todo el pueblo, como el Mesías tan largamente esperado.
— "No os toca a vosotros saber los tiempos o los plazos, que el Padre puso en su potestad"; — contestó Jesucristo: — "Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta los últimos confines de la tierra." En otras palabras, quiso decir no trataran de prever, cuándo y precisamente qué cambios visibles, deberían acontecer en el mundo. Vuestra labor será preparar las condiciones necesarias para su aparición, para que la gente crea en Mí, como Salvador del mundo, y reciban Mis enseñanzas. Esto será un trabajo grande y difícil, más Dios-Padre, os fortalecerá con la fuerza de Su Gracia.
Después de decir esto Jesucristo los bendijo, y comenzó, ante sus ojos, a separarse de la tierra, elevándose cada vez más y más. Viendo esto, los discípulos Lo reverenciaron, y el Señor alejándose, continuaba bendiciéndolos. Los Apóstoles no querían desviar su vista de Cristo, ni aun después, que Él Se ocultó totalmente detrás de las nubes. Después de esto se les aparecieron dos ángeles con vestiduras blancas como la nieve, y les dijeron: "¡Varones Galileos,! ¿Por qué estáis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que se ha elevado ahora al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo!"
Alegrados con esta promesa, los apóstoles descendieron del monte y regresaron a Jerusalén.. Aquí, diariamente reuniéndose en la habitación de Sión, en oración y en la lectura de las Sagradas Escrituras, esperaban el descenso sobre ellos del Espíritu Santo (Hechos l-er. cap.) Acudían a estas reuniones también otros discípulos de Jesucristo y algunas de las mujeres miróforas. Evidentemente, este era el mismo aposento, donde, menos de dos meses atrás, en la víspera de Sus padecimientos en la cruz, el Señor Jesucristo realizó la Última cena.
Así, con Su Ascensión, el Salvador finalizó Su servicio sobre la tierra, que Él cumplió para la redención de los hombres pecadores. Su permanencia sobre la tierra fue el tiempo de Su voluntaria humillación, pobreza y padecimientos, que culminaron en la oprobiosa y dolorosa muerte en la cruz. Ahora Él regresó al mundo de Su eterna gloria. Siendo siempre igual al Padre por Su naturaleza Divina, con la ascensión al Cielo Él "se sentó a derecha" de Dios-Padre — es decir, también como Hombre, recibió aquella potestad, grandeza y gloria, las cuales Le corresponden, por ser el Hijo de Dios. Desde entonces Él, como Cabeza de la Iglesia fundada por Él, rige los destinos del mundo. De allí entonces, antes del fin del mundo, nuevamente vendrá en toda Su Divina gloria, rodeado por ángeles y santos, para resucitar a todos los hombres y retribuir a cada uno según sus obras. Entonces los salvados entrarán en Su Reino de gloria, el que no tendrá fin.

Tropario Tono 4:

Ascendiste en la gloria, oh Cristo Dios Nuestro, después de alegrar a Tus discípulos por la promesa del Espíritu Santo, fueron confirmados por Tu bendición otorgada; pues Tú eres el Hijo de Dios, el Redentor del mundo.

Kontaquio Tono 6:

Habiendo cumplido la dispensación para con nosotros y unido todo lo terrenal con lo celestial, ascendiste en la gloria, oh Cristo Dios, sin apartarte de nosotros, sino permaneciendo inseparable y prometiendo a los que Te aman: estoy con vosotros, y nadie estará contra vosotros.

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Saturday, May 9, 2020

Apóstol San Juan el Teólogo. (Mayo 8)


El Apóstol y Evangelista Juan, llamado el Teólogo, fue hijo de un pescador de Galilea, Zebedeo y Solomea. Zebedeo poseía una fortuna considerable, pues tenia obreros, y era también, un prominente miembro de la sociedad hebrea, y tenía tratos con el Sumo sacerdote. Su madre Solomea es mencionada entre el numero de mujeres que servían al Señor, con su peculio.
San Juan, primero, era discípulo de San Juan el Bautista. Al escuchar su testimonio acerca de Cristo, como “Cordero de Dios, que tomó sobre Sí los pecados del mundo,” inmediatamente, junto con Andrés, siguió a Cristo (Jn. 1:37-40). Se convierte en discípulo constante del Señor, algo mas tarde, después de la pesca milagrosa en el lago de Genesareth (mar de Galilea), cuando el Mismo Señor lo llamo con su hermano Jacobo. Junto con Pedro y su hermano Jacobo, él fue honrado por una particular cercanía al Señor, encontrándose con Él en los minutos más solemnes e importantes de Su vida terrenal. Así, fue digno de estar presente durante la resurrección de la hija de Jairo, ver la Transfiguración del Señor en la montaña, escuchar el discurso sobre los signos de Su segunda venida, y también ser testigo de Sus plegarias en Getsemani. En la Ultima Cena, él estuvo tan cerca del Señor, que, por sus propias palabras, estuvo reclinado sobre el pecho de Jesús de donde proviene el nombre de “confidente,” que luego pasó a ser un sinónimo de alguien muy cercano. Por su modestia, él no menciona su nombre, pero cuando se refiere a si mismo, en su Evangelio, se denomina “el discípulo que Jesús amó.” Este amor del Señor hacia el se mostró también cuando, El Señor estando en la cruz, le encomendó a Su Purísima Madre, diciendo “He ahí tú Madre.”
San Juan amaba fervientemente al Señor y estaba lleno de indignación contra Sus enemigos, o los que se apartaban de Él. Por ello él prohibió a un hombre, que no seguía a Cristo, a echar a los demonios en nombre de Cristo. Él pidió permiso al Señor para hacer bajar el fuego sobre los habitantes de un pueblo de Samaria, por que no Le recibieron, cuando Él iba a Jerusalén a través de Samaria; por lo cual, él y su hermano Jacobo, recibieron del Señor el apodo de “boanerges” es decir “hijos del trueno.” Sintiendo el amor de Cristo, pero todavía no iluminado con la gracia del Espíritu Santo, el se decide a pedir para sí y su hermano, un lugar muy cercano a Él en Su futuro Reino; en respuesta recibe la profecía sobre el cáliz de sufrimiento que los espera.
Después de la Ascensión del Señor, a menudo vemos juntos, a San Juan y al Apóstol Pedro. A la par de el fue considerado pilar de la Iglesia y permaneció en gran parte en Jerusalén. Fiel al legado del Señor, el se ocupó de la Santísima Madre de Dios, como el hijo más abnegado, y comenzó a profetizar en otras ciudades, solo después de Su bienaventurada dormilón.
En la actividad profética del Apóstol Juan se observa sobre todo, en que él eligió para sí un determinado dominio, y toda la energía de su espíritu la dirigió para desterrar de allí el paganismo y establecer (fortalecer) la santa fe. Fue materia de su preocupación las siete iglesias de Asia Menor — Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardes, Filadelfia y Laodicea. Él, preeminentemente vivía en la ciudad de Efeso. Durante el reinado del emperador Domiciano, (año 81-96) San Juan fue llamado a Roma, como el único sobreviviente entre los apóstoles, y por orden de este perseguidor de la Iglesia fue arrojado en aceite hirviente, pero la fuerza del Señor lo conservó ileso, como a los tres adolescentes en él horno de fuego.
Entonces el emperador Domiciano, lo exilió a la isla de Patmos. Aquí San Juan escribió ‘El Apocalipsis’ o la Revelación sobre el destino de la Iglesia y el mundo entero. Después de la muerte de Domiciano, el Apóstol Juan volvió del destierro a Efeso. Los obispos y los presbíteros de la Iglesia de Efeso le mostraron tres Evangelios, escritos, por los Apóstoles Marcos, Mateo, y Lucas. Habiendo aprobado los Evangelios, el Apóstol Juan, a pesar de ello, consideró imprescindible completar lo que en ellos dejaron pasar (faltaba) y que él, como el último de los testigos oculares conocía bien. Ello era muy importante ya que a fines del siglo primero, en el mundo de los cristianos, se propagaron unas cuantas, sectas gnósticas muy activas, las cuales rebajaban e incluso rechazaban la Divinidad del Señor Jesucristo. Era imprescindible proteger a los creyentes de estas enseñanzas.
En su Evangelio el Apóstol Juan narró las palabras de Cristo, dichas por Él en Judea, dirigidas a los legistas instruidos, y que por esto fueron más difíciles en su comprensión, y posiblemente, por esa causa no fueron incluidas en los tres primeros Evangelios que eran destinados a los nuevos paganos conversos.
Al comenzar la elaboración del Evangelio, prescribió un ayuno a la Iglesia de Efeso y se fue a la montaña con su alumno Prócoro, en la cual escribió el Evangelio, que lleva su nombre.
Desde la antigüedad El Evangelio del Apóstol San Juan fue denominado “El Evangelio espiritual.,” preeminentemente, en el, en comparación con los tres primeros están contenidas las enseñanzas de Jesús, que se refieren a la verdad de la Fe —sobre la Encarnación, la Trinidad, la redención del hombre, de la reconversión espiritual, de la Gracia del Espíritu Santo, y del sacramento de la Comunión. San Juan desde las primeras palabras en el Evangelio lleva el pensamiento del creyente hacia el plano de la elevación de la fe sobre el origen Divino del Hijo de Dios Padre. “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Juan 1:1).
San Juan, expresa así el motivo de la narración de su Evangelio, “Ello esta escrito, para que creáis que Jesús es El Cristo, El Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre” (Juan 20-31). Además del Evangelio, y del Apocalipsis, San Juan escribió, las enseñanzas de amor, en sus tres epístolas conciliares sobre los dos principales mandamientos de la ley de Dios — del amor a Dios y del amor al prójimo, las cuales entraron en el grupo de los libros del nuevo testamento, como Católicas (es decir como narraciones universales). Su pensamiento principal en los relatos fue que los cristianos deben aprender a amar. “Amémonos los unos a los otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama, ha nacido de Dios y conoce a Dios, quien no ama no ha conocido a Dios” (1 Juan 4:7-8).
“Dios es Amor, y quien permanece en el amor, permanece en Dios y Dios en él.” En esto ha llegado el amor a su plenitud en nosotros: en que tengamos confianza en el día del Juicio, pues como es Él, así somos nosotros en este mundo. No hay temor en el amor; si no que el amor perfecto expulsa el temor, porque en el temor hay castigo, quien teme no ha llegado a la plenitud del amor. Nosotros amemos, porque Él nos amó primero Si alguno dice “amo a Dios,” y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido de El este mandamiento: quien ama a Dios que ame también a su hermano (1 Juan 4:17-21).
Sobre la posterior actividad del Apóstol Juan la tradición conservó unas cuantas informaciones extraordinarias, que muestran, con cuanto amor estaba colmado su corazón. Al visitar una Iglesia del Asia Menor, San Juan entre los que escuchaban su palabra, se percató de un adolescente que se distinguía por sus dotes increíbles y se lo encomendó especialmente al obispo. Posteriormente este joven tuvo un acercamiento con malas compañías. Se pervirtió y se convirtió en el jefe de la banda. Al enterarse San Juan, a través del obispo, se fue a las montañas donde se acechaban los malhechores, fue tomado y llevado por ellos al jefe.
Viendo al Apóstol, el joven se conmocionó y trató de huir. Pero San Juan, lo siguió y lo animó con palabras de amor, lo condujo a la Iglesia, compartió con él, el arrepentimiento y no se tranquilizó hasta reconciliarlo definitivamente con la Iglesia. En los últimos años de su vida el Apóstol Juan solo daba una instrucción.
“Hijos, ámense los unos a los otros.” Sus discípulos le preguntaban porque, él repetía lo mismo continuamente, a lo que el Apóstol respondía “Este es el mandamiento más importante. Si lo cumplen, van a cumplir toda la ley de Cristo” Este amor se transformaba en ardiente celo, al encontrarse el Apóstol con los falsos educadores, los cuales pervertían a los creyentes y les negaban la salvación eterna. En un edificio social, el se encontró con un falso educador, Korinfo, el cual negaba la naturaleza divina de Nuestro Señor Jesucristo. “Rápido vamosnos de aquí — le dijo el Apóstol a su discípulo — Tengo miedo que este edificio se desplome sobre nosotros”
San Juan el Teólogo falleció de muerte natural (el único de los Apóstoles), cerca de los 105 años, durante el reinado de Trajano. Las circunstancias de la muerte del Apóstol fueron inusuales y enigmáticas. Por insistencia de San Juan él fue enterrado vivo. Al día siguiente al desenterrar el sepulcro del Apóstol, este se hallaba vacío. Este suceso es como que afirma el supuesto de algunos cristianos, de que el Apóstol no murió y de que vivirá hasta la segunda llegada de Jesucristo y va a acusar al Anticristo. El motivo de la aparición de esta suposición surgió de las palabras, dichas por El Salvador poco antes de Su Ascensión. A la pregunta del Apóstol Pedro, sobre que es lo que va a suceder con el Apóstol Juan, El Señor le contestó “Si quiero que se quede hasta que Yo venga, ¿qué a ti?, Sígueme tu.” — el Apóstol Juan lo remarca en su Evangelio, y: “Este dicho se extendió entonces entre los hermanos, que aquel discípulo no moririá” (Juan 21:22-23).
 
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