La obediencia — es la llave del paraíso. Pero solo la obediencia, y no una sumisión soldadesca de oración forzada. Nadie puede sanarse a si mismo y nadie se salvará sin la obediencia.
La obediencia y la simplicidad natural llevan a la santidad por un camino corto. Con un simplón, que cuidaba a un enfermo, pasó lo siguiente. Una vez el enfermo le pidió que le diera pescado para comer. El simplón bajó a la orilla del mar y entró en un templo.
Allí levantó los brazos y oró con simplicidad: "Cristo, dame Te pido, un pescado para ese hombre." Y, ¡oh milagro! En el acto, en sus manos apareció un pez, que él, agradeciendo a Dios, llevó al enfermo.
San Paisios el Athonita
San Paisios el Athonita
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