Friday, July 1, 2016

EL Diálogo entre Abba Macarios y un Angel del Señor


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EL Diálogo entre Abba Macarios y un Angel del Señor

Un día, abba Macarios iba caminando por el desierto. Detrás de él caminaba un ángel del Señor que le dijo:
-“Su bendición, padre santo”.
Abba Macarios pensó que era un asceta del desierto y dijo:
-“Que el Señor te perdone, hijo mío”.
Mientras caminaban juntos, Abba Macarios observó la figura y la apariencia del monje y le dijo:
-“¡Hijo mío, te veo y me maravillo!. ¿Qué es esta maravillosa apariencia y belleza tuya?. Nunca he visto tal belleza en un rostro humano. ¿Es posible, quizá, que no seas un hombre?. En nombre del Dios del cielo, dime la verdad”.
Entonces, el ángel se inclinó al Geronta Macario y le dijo:
“Bendígame, padre, pues puedes ver que soy un ángel y he venido a enseñarte los misterios desconocidos que deseas conocer”.
El Geronta se inclinó y dijo:
-“Señor, te doy las gracias, porque me has enviado un guía para enseñarme las cosas desconocidas y los misterios que deseo aprender”.
El Angel nuevamente respondió:
-“Dime qué es lo que deseas conocer”.
El Geronta Macario le dijo:
-“Santo ángel, dime, ¿la gente se reconoce entre sí en la vida futura?”.
-Y el Angel respondió:
“Del mismo modo que en esta vida, cuando la gente se va a dormir, al despertarse aún reconoce a la gente que conocía antes de ir a dormir, así mismo es en la vida venidera. La gente se reconocerá entre sí, y se comunicarán, y se regocijarán juntos. Este es el caso para los justos, pero los pecadores serán privados de esto”.
Entonces, el Geronta Macario dijo:
-“Dime, ¿qué sucede cuando el alma abandona el cuerpo, y porqué se celebran oficios de difuntos por los muertos?”.
Así, respondió el Angel:
-“Al tercer día tras la separación del alma y del cuerpo, los santos ángeles toman el alma del difunto y así empieza el ascenso al cielo, para que el alma pueda adorar a nuestro Señor Jesús Cristo”.
Entre la tierra y el cielo, hay una gran escalera, y en cada escalón se encuentra una hueste de demonios que actúan de forma similar a los vigilantes de los peajes, o a los guardianes de las fronteras. Los demonios tienen una lista de nuestras malas obras, y dicen así: “cierto día tú robaste, Fornicaste o cometiste tal o tal pecado…”. Entonces el ángel revela las buenas obras, tales como la oración, la caridad, las liturgias, los ayunos y cualesquiera otras acciones que uno haya hecho. Entonces, los ángeles y los demonios pesan las obras de cada uno. Si hay excedente de buenas obras, los ángeles toman el alma y ascienden al siguiente escalón.
Esto sucede en cada escalón mientras el alma asciende al cielo. Y cada puesto de peaje es responsable de un tipo específico de pecado o delito. En cada escalón, los demonios son más y más fieros que en el anterior. Finalmente, se produce una feroz batalla y una indescriptible lucha por la posesión del alma miserable.
Los demonios reprochan y aterrorizan el alma diciendo: “¿A dónde vas?. ¿No eras tú quien Fornicaste, y manchaste el Santo Bautismo?. ¿No eras tú quien manchaste el esquema angélico monástico?. ¿A dónde vas ahora?. Retrocede. Vuelve. Vete al infierno, que es la oscuridad exterior, vuelve al fuego del infierno. Entra allí donde el gusano no muere, y donde no se consume el fuego”. Entonces, si tal alma es condenada, los demonios la llevan debajo de la tierra, donde le esperan la oscuridad, la angustia y el lamento. ¡Ay del día que ese hombre nació!.
¡Quién pudiera contarle, padre, lo que las almas condenadas sufren en aquel lugar!. Pero si el alma es hallada pura, asciende al cielo con gran júbilo, y es bien recibida por los ángeles, con velas e incienso. Escoltan el alma al trono del juicio, y adora a nuestro Señor Jesús Cristo. A continuación es mostrada a los santos discípulos, a los santos mártires, a los rangos de los santos padres, y a las nueve jerarquías de los santos ángeles”.
Entonces, abba Macarios preguntó sobre los oficios de difuntos, y porqué y cómo son celebrados. El ángel le respondió:
-“Bien. Escucha, padre santo. El primer oficio de difuntos se celebra al tercer día después de la muerte. Como hemos dicho, el alma no asciende para adorar al Señor hasta el tercer día. Este oficio se celebra como un ofrecimiento al Señor, por el alma del difunto. Tras adorar al Señor, el alma del difunto, con los ángeles que lo escoltan, regresa entonces a su reino terrenal. Allí, se le muestra los diferentes lugares que frecuentaba mientras vivía la vida terrenal. Entonces se le recuerdan sus obras terrenales, tanto las buenas como las malas.
Entonces, los ángeles dice: ‘Aquí robaste, Fornicaste, te masturbaste, censuraste, asesinaste, cometiste perjuicio, prestaste dinero con usura, te embriagaste, discutiste y escandalizaste’.
A continuación se le muestran las buenas obras. “Aquí hiciste caridad, allí ayunaste, te arrepentiste, participaste en la Divina Liturgia, rezaste, hiciste vigilia, elevaste súplicas, te arrodillaste con humildad, permaneciste en pie durante los servicios de la iglesia, mostraste restricción’. Así continúa, hasta el noveno día.
En el noveno día, ascienden al cielo a la adoración, como durante el tercer día. Los oficios celebrados en el noveno día son para ayudar a asegurar la clemencia del Señor con este alma. Por esa razón se ha escarito que estas intercesiones son de tan grandísima importancia.
Por eso, la oración, la caridad, las liturgias, y los oficios de difuntos ayudan a las almas de los fallecidos. Estos actos incluso tienen la habilidad de devolver las almas del infierno.
Después de que el alma haya adorado al Señor por segunda vez, los ángeles escoltan de nuevo al alma a su reino terrenal. Entonces, los ángeles muestran al alma la misericordia de Dios, el paraíso, el resto de los justos, ‘el tabernáculo de Dios’, ‘el seno de Abraham’. Cuando ve esta inefable felicidad se consuela y se alegra, y suplica a los ángeles, para que también ella pueda permanecer en esta morada, junto a los justos.
Entonces se le muestra el infierno de los malvados. Los ángeles dicen: ‘Este es el río de fuego del infierno, el gusano que no muere, esta es la oscuridad exterior e interior donde estará el crujir de dientes’. Acto seguido se le muestran los tormentos de los pecadores. Allí no existe, padre santo, nada peor o más terrible que los tormentos de los que fornican o roban. Especialmente la fornicación de un monje, una monja, un sacerdote, o de su mujer.
Cuando se le ha mostrado todo esto al alma, se le escolta de nuevo al cuadragésimo día a la adoración ante el Señor. Por esa razón, los oficios de difuntos por los muertos se celebran en el cuadragésimo día. El Dios misericordioso decidirá en ese día donde residirá el alma. El resultado depende de las obras y las acciones que hizo mientras que estaba en la tierra. Así, el alma se pone en marcha y será establecida allí hasta la resurrección general, para que también el cuerpo pueda ser resucitado y así recibir su justa recompensa”.
Entonces, el Geronta Macario suspiró y lloró amargamente diciendo:
-“¡Ay del día en que este hombre nació!”.
El ángel le dijo:
-“Si, honorable padre, esto se le aplica al pecador. Pues para el justo, se debe decir: ‘bendito el día y la hora en que nació’.
El Geronta Macario preguntó entonces:
-“Por favor, si puedes dime también esto. ¿Hay algún descanso o término para los tormentos del pecador?”.
El Angel respondió:
-“No, santo padre. Ni el reino de los justos, ni el de los pecadores, tiene fin. Si tuviéramos que quitar un grano de arena del mar cada mil años, tendríamos la esperanza de que algún día termináramos. El infierno de los malvados no tendrá fin”.
Entonces, el Geronta Macario dijo:
-“Por favor, respóndeme también a esto. ¿Qué santos son más misericordiosos con un hombre, para que podamos suplicarles por su miseria?”.
El Angel respondió diciendo:
“Todos los santos son misericordiosos con el hombre, y son de buena disposición. El hombre es desagradecido e ingrato, y hace que se enojen con él. Los santos ángeles también tienen gran misericordia con el hombre, porque han visto las extraordinarias obras hechas por Dios para la salvación del hombre. A parte de los santos y de los ángeles, tenemos a la Toda Santa y Bendita Señora, la Virgen María, que cuida de la raza humana por encima de todas las demás. Todos, padre santo, deben tener su nombre en sus labios constantemente, y así, glorificar su nombre. A las intervenciones y súplicas de Ella le es debido que el hombre aún exista. Pero el maligno ha engañado al hombre, y lo ha hecho ingrato. El hombre tiene desprecio por Dios y los santos, y así Dios y los santos muestran desprecio por la naturaleza caída del hombre”.
Entonces, preguntó el Geronta Macario:
-“Dime santo ángel, ¿cuál es el más pecaminoso de todos los males?”.
Y el Angel respondió:
-“Todo pecado, digno geronta, separa al hombre de Dios. Pero el resentimiento y la blasfemia están por encima de todos los demás pecados. Por eso estos dos tienen la habilidad de echar al hombre a las profundidades del infierno, a las profundidades internas de la tierra y el mar”.
Entonces, el Geronta Macario preguntó:
-“¿Qué pecado desprecia Dios más por encima de todos?”.
El Angel respondió:
-“Por encima de todo los pecados, Dios desprecia la vanidad del engreimiento, que es el orgullo. Sólo este ha destruido a toda la humanidad. Adán, el primer hombre, fue exiliado del paraíso a causa de este. Con este, el fariseo perdió los frutos de todo su trabajo. Cuando el hombre cae en este pecado, es muy difícil para él recuperar sus sentidos”.
El Geronta Macario dijo:
-“¿Qué hombres son atormentados más que otros?”.
Y el Angel respondió:
-“Te he dicho que los fornicadores y los blasfemos. Pero te diré también esto: por debajo de todas las demás profundidades del infierno, existe un nivel que es terrible, inmisericorde y cruel, y es conocido como olvido. Allí es donde los sacerdotes y los monjes que han cometido fornicación son condenados. Estos individuos perversos y malvados sufrirán un gran castigo y deshonor. Por esta razón, honorable geronta, el orden de los ángeles que cayó será reemplazado por los buenos sacerdotes y monjes, y serán elevados a una posición de gran honor.
Esto también se aplica a los sacerdotes que han quebrantado la ley de Dios. Tales sacerdotes que aceptan el soborno, o que son corruptos, permitiendo así la desviación de la ley de Dios, los que descuidan los santos oficios, y sus obligaciones litúrgicas por las atenciones terrenales y mundanas, aun cuando sólo sea por una simple liturgia. Estarán obligados a dar cuenta de sus actos ante Dios. ¿Qué puedo decir, entonces, de los sacerdotes que se permiten infectarse por el pecado?. ¡Ay de ellos, porque les esperan terribles castigos!”.
Entonces el Geronta Macario dijo:
-“Por favor, cuéntame también sobre los que tratan el domingo, el día del Señor, con desprecio, ¿tienen algún descanso en la vida futura?”.
El Angel respondió:
-“Ay de ellos, padre santo, porque les esperan terribles castigos. Cualquiera que trate el domingo, el santo día de nuestro Señor con desprecio, tiene al Señor en desprecio, y el  Señor lo despreciará. El domingo celebra el día que nuestro Señor resucitó, y cualquiera que honra este día, honra a nuestro Señor.
Cualquiera que honra y celebra los días santos, verá cómo los santos le ayudan. Los santos tienen gran audacia ante el Señor y si le piden algo, Él no se lo rechazará.
El hombre se ha distanciado del temor de Dios, y al hacerlo, ni tiene a Dios como su amigo, ni a ninguno de los santos. Los hombres están preocupados por los asuntos mundanos y seglares, que son transitorios y corruptibles. ¡Ay de ellos!. Reconoce, digno geronta, que cualquier persona, ya sea un sacerdote, monje o laico, si no honra el Día de nuestro Señor, no verá el rostro del Señor, ni tendrá esperanza de salvación.
Ahora, padre santo, si deseas cualquier otra cosa de mí, por favor, pregúntame. Pues es hora de que vuelva al cielo, para presentarme ante el Señor y adorarlo”.
El Geronta Macario suspiró profundamente y lloró amargamente diciendo:
-“¡Ay de nosotros!. He aquí el buen siervo del Señor. Aunque es un ángel, sin pecado e inmaterial, no puede permanecer, sino que debe ascender para adorar al Señor. Pero nosotros somos pecadores y nuestra materia no asiste a nuestra salvación, sino que tiene desprecio por ella”.
Entonces, pidió al Angel:
-“Te suplico que me digas, ¿qué oración es más conveniente para un monje?”
-“Si está adiestrado, que rece los salmos de David, si no, que haga la oración: ‘Señor Jesús Cristo, Hijo de Dios, ten piedad de mi, pecador’. Esta oración es la más fácil y más efectiva. Mucha gente adiestrada ha renunciado a su conocimiento, y practicando esta oración ha encontrado la salvación. Debe ser utilizada por todos. Por los avanzados en la oración, y también por los que están en el inicio y son inexpertos. El que quiera ser salvado, debe practicar esta oración día y noche, s está en su celda, o caminando en el exterior, y esta es la oración que debe practicar con voluntad y deseo, porque esta oración es capaz de ayudar a cualquiera que desee ser salvado”.
Entonces, dijo el Geronta Macario:
-“Puesto que has venido a enseñarme a mí, pecador, te suplico que me digas esto también: ‘Si un hombre que aún es pecador, enseña a otro, y al hacerlo, lo libera del pecado y le muestra el camino verdadero, ¿tiene alguna recompensa?”.
Y el Angel le respondió:
-“Cualquiera que enseñe a otro y lo aleja del pecado mostrándole el camino adecuado, se salva a sí mismo y la otra alma es alejada del infierno. De manera similar, el que dirige a alguien hacia el mal, no sólo destruye a la otra persona, sino que también entrega su propia alma al maligno. No hay peor pecado que dirigir a otra persona hacia las malas obras. Igualmente, no hay mejor acción que dirigir a alguien hacia las buenas obras”.
Cuando el ángel terminó las palabras de su consejo, inclinó su cabeza hacia el geronta y dijo:
-“Bendígame, Padre santo, y Perdóneme, Por Favor”.
Entonces, el Geronta Macario se arrodilló y veneró al ángel diciendo:
-“Ve en paz, y preséntate ante la Santa Trinidad e intercede por mí”.
Cuando el ángel se fue, ascendiendo hacia el cielo, Abba Macarios dio gracias a Dios y fue a su celda, donde contó estos hechos a cierto hermano de buena fe y co-asceta, glorificando y adorando así al Señor por los siglos de los siglos. Amén.

                                   Catecismo Ortodoxo 

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