La Iglesia Ortodoxa, de acuerdo con el amor por el hombre que le caracteriza, permite orar por aquellos que se han separado de ella, es decir, por los herejes y cismáticos. Pero, ¿oraciones en qué sentido? Oraciones para que se conviertan a la fe ortodoxa antes del final de sus vidas.
Así, en las oraciones de intercesión, rezamos: “Ilumina con la luz de la gracia a todos los apóstatas de la fe ortodoxa, y a los cegados por perniciosas herejías, y los que se han alejado de Ti, y únelos a tu Iglesia Santa, Católica y Apostólica”. De ahí se hace evidente que la Iglesia Ortodoxa permite rezar por los que se han separado de la santa fe; oraciones para su conversión. Pero ¿qué podemos decir de los que han partido ya de esta vida? ¿Reza la Iglesia por tales personas en su oficios divinos? En los oficios de la Iglesia Ortodoxa no hay oraciones por las personas que han muerto en la herejía. Contrariamente, el primer Domingo del Gran Ayuno, en el oficio de la Ortodoxia, nuestra santa Iglesia pronuncia anatemas, es decir, excomunión sobre todos los herejes y apóstatas de la Ortodoxia. Entonces, ¿cómo es que la Iglesia, al mismo tiempo, anatematiza y reza por los apóstatas? “Los no ortodoxos, por su misma no Ortodoxia se han excomulgado a sí mismos de los Misterios de la Iglesia Ortodoxa”. El metropolita Filaret de Moscú afirmó que el no conmemorarlos durante la Liturgia y eliminar sus nombres de los dípticos (el Synodicon, o lista de los nombres a conmemorar; es decir, la lista de aquellos que están en comunión con los ortodoxos) está en completo acuerdo y hace proveer lógicamente su excomunión. Debemos señalar aquí que esa eliminación de los dípticos nos recuerda que los nombres de los no ortodoxos no deberían ser conmemorados en ningún oficio ortodoxos. Se podría objetar que esto es ciertamente muy estricto, pero ¿qué podemos hacer? No podemos forzar al Señor a tener misericordia con la oración. Pues nuestro Dios es “un Dios celoso” (Éxodo 20:5). “El Señor es justo y ama a los justos” (Salmos 10:7). Ha habido casos en los que Él mismo prohibió la oración por ciertas personas: dijo a su profeta Jeremías sobre su pueblo: “Y tú, no intercedas por este pueblo, no eleves por ellos súplica ni oración, ni me insistas, pues no te escucharé” (Jeremías 7:16, Straubinger). Ahora, este mandato del Señor se refiere a las personas que aún están vivas, y que consecuentemente aún tienen la suerte de arrepentirse. Y el profeta no osó desobedecer la palabra del Señor para justificar su oración por ellos por amor a la humanidad.
Cabe señalar que aquí tenemos en vista la oración por los no ortodoxos ofrecida por la Iglesia. Permitir tal oración en la Iglesia Ortodoxa durante un oficio divino causaría escándalo, al menos para aquellos que tienen una conciencia débil. Si tales personas escucharan peticiones en una Iglesia Ortodoxa por la salud o descanso de los católicos romanos o protestantes, llegarían a la conclusión de que realmente no importa lo que se crea. Y mediante esto habría cada vez más y más apostasía frecuente de la Iglesia Ortodoxa, si no formalmente, al menos en espíritu. Y esto sería una gran aflicción, pues entonces, imperceptiblemente, la persona así extraviada se convertiría en un ortodoxo sólo de nombre, y en realidad, en alguien que no cree correctamente o incluso que no cree. De la misma forma, las personas de otras confesiones, viendo que la Iglesia Ortodoxa reza por ellos, llegarían a la misma conclusión sobre la igualdad de todas las confesiones de fe. Y esto podría distraer a los no ortodoxos que desean unirse a la Iglesia Ortodoxa, pues dirían que los ortodoxos rezan por ellos igualmente.
Sin embargo, hablando sobre la rigurosidad de la Iglesia Ortodoxa con relación a la conmemoración de los no ortodoxos, no queremos decir que nuestra Santa Iglesia Ortodoxa nos mande, a sus hijos, no rezar por ellos. Solamente nos prohíbe rezar según nuestros propios caprichos, rezar de cualquier forma que pueda decirnos nuestra mente. Nuestra Madre, la Iglesia Ortodoxa, nos enseña que todo lo que hacemos, incluyendo la oración en sí misma, debe ser hecha “honestamente y por orden” (1ª Corintios 14:40, Straubinger). Rezamos en todos los oficios divinos por todas las naciones y razas del mundo entero, muy a menudo sin saber o entender esto. Rezamos como nuestro Señor Jesucristo enseñó a rezar a sus apóstoles en la oración que les enseñó: “Venga tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” (Mateo 6:10, Straubinger). Esta omnímoda petición reúne en sí todas nuestras necesidades y las de nuestros hermanos en la fe, e incluso las de los no ortodoxos. Aquí, también le pedimos al Buen Dios incluso por las almas de los fallecidos no ortodoxos, para que haga con ellos lo que sea agradable a su Santa Voluntad. Pues el Señor sabe infinitamente mejor que nosotros a quien mostrar misericordia.
Y así, oh cristianos ortodoxos, quienquiera que seáis, ya sea laicos o sacerdotes de Dios, si durante algún oficio de la Iglesia viene a vosotros el celo de rezar por alguien no ortodoxo cercano a vosotros, entonces, durante la lectura o entonación de la Oración del Señor, suspirad por ellos ante el Señor y decid: “¡Hágase tu voluntad en él, oh Señor!”, y limitaos a esta oración. Pues así habéis sido enseñados por el Señor a rezar. Así, rezar por los no ortodoxos en oraciones públicas de la Iglesia sobre una base de igualdad con los cristianos ortodoxos, es decir, conmemorar sus nombres en las iglesias así como son conmemorados los nombres de los cristianos ortodoxos, no es conforme a las tradiciones de nuestra Iglesia Santa, Católica y Apostólica. Por eso, así hablamos y así actuamos. Y esto no es a causa de ningún odio por los no ortodoxo o porque no les deseemos el bien, sino porque nuestra oración voluntaria por ellos no será complaciente a Dios, no tendrá beneficio para sus almas y se convertirá en un pecado para aquellos que recen así.
Podemos ver un claro ejemplo de esto en Saúl, rey de Israel. Aparentemente pareció hacer una buena obra cuando, ante las hostilidades abiertas con los filisteos, se volvió a Dios en oración y ofreció sacrificios. Pero puesto que en este caso obró según su propia voluntad, sin esperar al profeta de Dios, Samuel, así como se le dijo, no solo no obtuvo la voluntad de Dios y la bendición sobre él mismo, sino que por el contrario obtuvo de Dios un castigo y su ira.
Y ahora, unas pocas palabras sobre la oración privada. Apenas hay más de un ejemplo en la Iglesia Ortodoxa de cómo la oración personal de un santo de Dios ayudó a las almas de los fallecidos no ortodoxos, incluso paganos. San Macario de Egipto nos cuenta lo siguiente: “Una vez, mientras viajaba por el desierto, encontré el cráneo de cierta persona muerta, que yacía en el suelo. Cuando moví el cráneo con una rama de palma, este me habló y le pregunté: “¿Quién eres?”. El cráneo respondió: “Yo era el sumo sacerdote de los ídolos y paganos que habían en este lugar; y tu eres Macario, el portador del Espíritu. Si tú, teniendo compasión de los que sufren en el tormento, rezas por nosotros, sentiremos algún alivio”. El anciano preguntó: “¿Cuál es el alivio y cuál el tormento? Y el cráneo le dijo: “Así como el cielo está por encima de la tierra, así hay fuego entre nosotros, y nosotros mismos estamos en pie en medio del fuego: ninguno de nosotros puede ver el rostro de otros, pues el rostro de cada uno de nosotros ve la espalda de otro. Pero cuando tú reces por nosotros, entonces cada uno de nosotros verá en parte el rostro de otros… Este es nuestro alivio”. El anciano comenzó a llorar y dijo: “Infeliz el día en que este hombre nació”. El anciano siguió preguntando: “¿Hay algún otro tormento mas terrible?. El cráneo respondió: “Entre nosotros hay un tormento aún más terrible”. El anciano preguntó: ¿Y quién se encuentra allí?”. Y el cráneo respondió: “Puesto que no conocimos a Dios, se nos muestra una pequeña medida de misericordia, pero los que conocieron a Dios y se alejaron de Él (por supuesto con falsa sabiduría en temas de fe y con una vida descuidada), también se encuentran entre nosotros”. Después de esto, el anciano cogió el cráneo y lo enterró en tierra.
De esta historia del bendito padre vemos, en primer lugar, que su oración por los sufrientes paganos en el fuego no fue una oración pública en la iglesia, sino una oración privada. Fue la oración de un solitario morador del desierto, rezando en la cámara secreta de su corazón. Además, esta oración puede servir en parte como una razón para los cristianos ortodoxos para rezar por los vivos y muertos no ortodoxos en nuestras oraciones privadas. El santo no nos informó de cómo rezó por los paganos, pero siendo un gran santo de Dios, indudablemente obtuvo una gran confianza ante Dios por su oración. San Macario rezó por los paganos, no con una oración de su propia inventiva, sino como le fue enseñado por el Espíritu de Dios que moraba en su puro corazón, el Espíritu que le enseñó a rezar por el mundo entero, por todos los pueblos, vivos y muertos, como una característica regular de los corazones amorosos de todos los santos de Dios. Así como escribió el santo apóstol Pablo a los corintios: “Nuestra boca, como veis, se ha abierto a vosotros, oh corintios. Nuestro corazón se ha ensanchado hacia vosotros. No estáis apretados en nosotros” (2ª Corintios 6:11-12, Straubinger).
Así, ahora podemos estar de acuerdo en que los cristianos ortodoxos pueden, de hecho, rezar por los no ortodoxos, tanto vivos como muertos, en oraciones privadas en casa, pero aquí repetimos una y otra vez, no con oraciones según los designios de cada uno, no con las que puedan surgir en la cabeza de cada uno, sino según la dirección de personas experimentadas en la vida espiritual.
En este caso, la dirección de tales personas es como sigue. Hubo una ocasión, durante la vida del anciano Leonid de Optina (Lev en gran esquema), que murió en 1841. El padre de uno de sus discípulos, Pablo Tambovtsev, había muerto en una infeliz y violenta muerte: el suicidio. El amoroso hijo estaba profundamente afectado por esto y vertió su dolor ante el anciano de este modo: “El desgraciado final de mi padre es una dura cruz para mi. Ahora llevo una cruz cuya pena me acompañará hasta la tumba. Estoy torturado por la imagen de los tormentos eternos que esperan a mi padre, que murió sin arrepentimiento. Dígame, padre, ¿cómo puedo consolarme en este dolor presente?”. El anciano respondió: “Confíate a ti mismo y el destino de tu padre a la voluntad del Señor, que es todo sabio y todopoderoso. No aceches los milagros del Altísimo, sino esfuérzate por tu humildad para fortalecerte en los límites de tu templado dolor. Reza al buen Creador, y cumple así el deber de amor y obligación de un hijo”. Pregunta: “Pero, ¿cómo va alguien a rezar por tales personas?”. Respuesta: “Con el espíritu de la virtud y la sabiduría, de esta forma: ‘Busca, oh Señor, el alma perdida de mi padre: si es posible, ten misericordia de él. Insondables son tus juicios. No veas mi oración como un pecado. Mas hágase tu voluntad’. Reza así, sin exigir, confiando tu corazón a la recta mano del Altísimo. Por supuesto, tan dolorosa muerte de tu padre no era la voluntad de Dios, pero ahora queda a merced de su voluntad, más así se apoya completamente en la voluntad de Aquel que es capaz de arrojar el alma y el cuerpo en el horno ardiente, que levanta a los humildes, que lleva a la muerte y trae a la vida, que arroja al infierno y que hace salir de allí. Y es tan compasivo, todopoderoso y lleno de amor que ante su gran bondad, las buenas cualidades de los nacidos en la tierra no son nada. Tú dices: “Amo a mi padre, y por tanto me lamento inconsolablemente”. Es cierto. Pero Dios lo amó y lo ama incomparablemente más que tú. Por eso, queda en ti el confiar la suerte eterna de tu padre a la bondad y compasión de Dios, y si es Su buena voluntad mostrar misericordia, ¿quién podrá oponerse?”
Esta oración privada para el uso de alguien en su hogar, dada a este discípulo por el anciano Leonid, que tenía experiencia en la vida espiritual, puede servir a los cristianos ortodoxos como un ejemplo o paradigma de oración para algunas personas no ortodoxas cercanas a nosotros. Podemos rezar de la siguiente forma: “Ten misericordia, oh Señor, si es posible, del alma de tu siervo / a (Nombre), que partió de esta vida alejado de tu Santa Iglesia Ortodoxa. Insondables son tus juicios. No contemples mi oración como un pecado. Mas hágase tu voluntad”.
No sabemos (y a ninguno de nosotros ha sido revelado) cómo o cuánto beneficio puede dar tal oración a los no ortodoxos. Pero por la experiencia aprendida, es seguro que alivia el dolor ardiente de la persona que reza por el alma de alguien cercano que falleció fuera de la Iglesia Ortodoxa. Pues según la palabra del salmista: “Tú no despreciarás, Señor, un corazón contrito y humillado” (Salmos 50:19, Straubinger). La oración más humilde y sencilla, es la más beneficiosa y esperanzadora.
De Orthodox Life, vol. 26, nº 1 (enero-febrero 1976), pp. 27-31.
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