Debemos hacer todo lo que podamos para adquirir la virtud y la sabiduría moral (phronesis), pues el premio es hermoso y la esperanza grande.
La vía de acceso a la virtud es una vía de esfuerzo y trabajo: “Porque angosta es la puerta y estrecho el camino que lleva a la vida, y pocos son los que lo encuentran” (Mateo 7:14), mientras que la puerta del vicio es amplia y el camino espacioso, pero conduce a la perdición.
La virtud es la realización de la ley divina. San Basilio el Grande escribe: “La virtud es la acción de evitar el mal y hacer el bien”. El que participa en la verdadera virtud participa de Dios mismo, porque Dios es enteramente virtud. San Basilio dice: “De todas nuestras posesiones, la virtud es la única que no puede ser quitada; la virtud permanece con nosotros en esta vida y después de la muerte”.
La fe la esperanza y la caridad son los mandamientos esenciales que Jesús nos ha enseñado. Son las virtudes fundamentales del cristianismo, reveladas al mundo por Dios. La fe es la fuente primera de la virtud y la fuerza. La esperanza es consuelo, alivio, sostén de los que se afligen, arrancándolos del abismo de la desesperación, y un alejamiento del alma sobrecargada por el peso de las injusticias del mundo y de las desgracias pesadas y violentas: “Venid a Mí todos los agobiados y los cargados, y Yo os haré descansar” (Mateo 11:28). El amor es el lazo que unifica la sociedad y la fraternización de toda la humanidad. Es el fundamento de la bondad de los hombres así como de todas las virtudes. Es la escalera que eleva al hombre a la perfección, transformándolo en imagen y semejanza de Dios.
El amor de Dios es conocimiento de Dios, pues el que ama, ama lo que conoce, y es imposible amar a lo que es desconocido. El amor de Dios expresa el deseo de estar unido a Él como suprema bondad.
San Nectario de Egina
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