Entonces cuando el ayuno es acompañado de oración, de lectura, de vigilia, de asistencia a la Iglesia, de confesión, de comunión, de actuar bien y sobre todo, de ayuda a los demás, entonces, el corazón cambia y el alma se ablanda.
Entonces el corazón aprende a conocer cuán de grande es el amor de Dios hacia el hombre; entonces el hombre (...) logra ver que Cristo-Dios tuvo una vida de mártir en este mundo, para ayudarnos a nosotros, tan indolentes, a esforzarnos. Si Cristo sufrió, ¿nosotros, discípulos Suyos, elegiremos otro camino?
Sólo por medio de la humildad podemos ir avanzando. El ayuno, el amor a los demás, la caridad son buenos. Pero, ¿qué está sobre todo esto? Volvernos humildes. Y, más allá de la humildad, ¿qué hay? El discernimiento. Si falta el discernimiento en el trabajo de las virtudes, estaremos errando. También las virtudes deben ser guiadas. El bien, si no se hace como se debe, no es “bien”. Si no se realiza como es debido, en el modo, en el método, en el tiempo y en cantidad, no trae ningún beneficio, sino daño. El ayuno es algo bueno, pero es un medio, no un fin. Los medios, luego, tienen un fin, y este es alcanzar la humildad y luego el discernimiento. .
Si juzgamos a nuestro hermano, entonces en vano ayunamos. Si ayunamos, pero no estamos atentos a lo que pensamos, a lo que decimos, a lo que hay en nuestro corazón, en vano lo hacemos. El ayuno es de utilidad sólo cuando es acompañado del amor al prójimo.
El ayuno disipa al maligno. Con ayuno y oración, dijo el Señor, aquel huye.
Un vientre repleto no deja entrar al Espíritu Santo.
El que quiera vivir cristianamente debe cimentarse en el ayuno, la oración y la vigilia; sólo entonces podrá llegar a un nivel alto en la virtud. Para esto debemos adecuarnos al discernimiento de nuestro padre espiritual. Él te dirá cómo ayunar, cuánto ayunar, cuándo comulgar, cómo controlar tu pensamiento, cómo luchar con el maligno, qué debes hacer en determinada situación y así, por medio de su discernimiento, que es iluminado por el Espíritu Santo, ordenar todo tu interior. Así, el ayuno es algo santo, pero es sólo un medio. Lo practicaremos como nos sugiera nuestro padre espiritual, de acuerdo a nuestras fuerzas espirituales y corporales. Y no hagamos más de lo que debemos, más de lo que podemos hacer, sino que seamos mesurados en todo, porque si no tenemos esa justa medida, nada nos será de utilidad.
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