Fíjense bien hermanos, cuán grande es el poder de la humildad, qué eficaz es el decir: ¡Perdón! Pero, ¿por qué llamamos al diablo no sólo enemigo sino adversario?. Se lo llama enemigo a causa de su odio insidioso al hombre y al bien: adversario porque se esfuerza en entorpecer toda obra buena. ¿Alguien quiere rezar? Pues él se opone y le pone trabas con los malos pensamientos, con alguna distracción obsesiva, con la acedia ¿Alguien quiere hacer limosna? Lo frena con la avaricia y el retraso. ¿Quiere otro velar? Se lo impide con la pereza y la negligencia. En síntesis, se opone a toda obra buena que emprendamos. Y es por eso por lo que no sólo se lo llama enemigo sino también adversario. De allí que digamos que "por la humildad es aniquilado todo engaño de nuestro enemigo y adversario".
San Doroteo De Gaza
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