Yo quería una cosa, pero Dios tenía Su plan. Pensé entonces que la voluntad de Dios era que yo hiciera renacer el convento en Koniza. Así yo cumplía la promesa que di a la Madre de Dios cuando estuve en la guerra. "Madre de Dios, — pedí yo a Ella entonces — ayúdame hacerme monje y trabajaré tres años y ordenaré Tu convento quemado." Pero, como se aclaró luego, la causa principal que la Santísima Madre de Dios me mandara allí era la necesidad de ayudar a ochenta familias, que se fueron al protestantismo, volver a la Ortodoxia.
Dios a menudo permite que pase algo para el bien de mucha gente. Él nunca hace un sólo bien, sino tres-cuatro juntos. Y no permite nunca que pase algo malo, si de esto no salga mucho bien. Todos los errores y peligros Él usa para provecho nuestro. El bien y el mal están mezclados entre sí. Sería mejor si ellos estarían separados, pero los intereses personales humanos los intermezclan entre ellos. Sin embargo, Dios extrae provecho hasta de este embrollo. Por eso se debe creer que Dios permite que pase sólo aquello de lo cual puede resultar lo bueno, ya que Él ama a Su creación. P. ej. Él puede permitir alguna pequeña tentación para protegernos de una tentación más grande. Una vez un laico estaba en la fiesta parroquial en alguno de los monasterios del Monte Santo. Allí él tomó y quedó borracho. En el camino de vuelta del monasterio él cayó sobre el camino. Nevó y la nieve lo cubrió, pero de la respiración alcohólica en la nieve sobre él se hizo un agujero. Pasaba un hombre. Viendo un agujero en la nieve él dijo con sorpresa: "¿Qué es esto aquí, una surgente?" — y golpeó al agujero con el palo. "¡Oh!" — gritó el ebrio. Así Dios no lo dejó perecer.
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