Mucha gente no está enterada de que todas las herejías contemporáneas deben su existencia a la Iglesia Católica Romana. La Iglesia Ortodoxa en el Oriente estaba continuamente sujeta a la opresión de los persas, árabes, turcos, y otros pueblos orientales, y estaba obligada de esta manera a rechazar la presión de las herejías. Mientras tanto, el mundo Occidental estaba viviendo una vida de relativa seguridad y prosperidad. Por esto, el vigoroso espíritu de la Iglesia Cristiana apostólica disminuyó gradualmente, dando paso al formalismo y el ritualismo. La salvación ya no era vista como un camino de renovación espiritual, sino que llegó a ser vista como una recompensa por las buenas obras. La Iglesia Católica Romana llegó a parecerse más y más a una institución terrenal, donde había deseos de poder, intrigas y tener una carrera. Los actos externos llegaron a tomar el lugar de una actitud interna; todo el énfasis fue puesto en las obras y los ritos. Cuántas más obras buenas hiciera una persona, mayor sería su recompensa. Se pensaba que los santos habían adquirido un acopio de buenas obras y por ello poseían un excedente. La Iglesia Católica Romana comenzó a predicar que estos "méritos por encima de lo obligatorio" estaban guardados en una especie de caja fuerte, y que la Iglesia podía usar esta riqueza y compartirla con otros miembros.
De esa manera surgió la incorrecta doctrina de las indulgencias, con todas sus tristes consecuencias para el mundo Cristiano. A fin de recolectar dinero para el tesoro de la Iglesia, comenzó la gran venta de la absolución de los pecados - no sólo de los que se cometieron en el pasado pero también aquellos que todavía no se cometieron en un futuro muy distante. Mientras más pagues, más pecados se te perdonarán. Esta monstruosa deformación del Cristianismo provocó una reacción que produjo la Reforma Protestante. En una batalla candente contra la Iglesia Católica, y sus abusos, Lutero cayó en el extremo opuesto: en lugar de la difícil senda de la salvación, él declaró, "Las obras no son del todo necesarias; solo tienes que creer y serás salvado." La gran tragedia del Cristianismo Occidental fue que ni Lutero ni sus seguidores fueron capaces de liberarse del error principal del Catolicismo: un concepto formalista de la salvación. El reemplazo de las buenas obras por la fe de ningún modo resolvió el problema, ya que la actividad de la renovación espiritual, la enseñanza central de Cristo, permaneció perdida.. La Iglesia Católica Romana perdió la llave de la comprensión del Cristianismo, y los teólogos Protestantes nunca tuvieron éxito en encontrarla. Aseverando que todo, aparte de la fe es innecesario para la salvación, cerraron la puerta a todos los medios de gracia con los que el Señor dotó a la Iglesia apostólica. El misterio de los sacramentos, y por lo tanto del sacerdocio, fueron declarados innecesarios para la renovación y salvación de las almas creyentes.
Es alarmante observar como el mundo no-Ortodoxo se aleja más y más del Cristianismo de la Iglesia apostólica. Muchas de las sectas y cultos de más reciente origen van más lejos aún que el Catolicismo Romano y el Protestantismo en su actitud "consumista." Por ejemplo, algunos Pentecostales y "carismáticos" del mismo tipo, le dan una gran importancia a producir artificialmente un estado de enajenamiento y éxtasis, o también una risa incontrolable. Ellos blasfeman cuando denominan sus gritos desordenados y sonidos desarticulados "el don de lenguas," y ven los trances de los mediums como el descenso del Espíritu Santo. Esto tiene la ventaja de no requerir ningún esfuerzo para obtener una unión con Dios. Otros, aptamente llamados "predicadores del evangelio de la codicia," ven al Cristianismo como un medio para obtener éxito en esta vida. "Solo cree," proclaman, "y tu negocio prosperará, tu vida amorosa mejorará, tendrás una familia maravillosa, y siempre estarás sano, feliz y lleno de energía." Es como si hubiéramos entrado a un restaurante de moda, donde cada persona puede escoger artículos de las Escrituras como si lo hiciera de un menú, que sean de su gusto.
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