Wednesday, April 15, 2015

La obediencia, para el monje, es más importante que el ayuno y la plegaria.( San Serafín de Sarov )


"La obediencia, para el monje, es más importante que el ayuno y la plegaria." El Padre Serafín lo había afirmado y actuaba en consecuencia. Por obediencia, este hombre que había pasado los cincuenta años, asceta brioso, dejaba su retiro forestal donde durante dieciséis años se había complacido en alabar a su Señor y su Dios. Sin embargo, el período de silencio que el Espíritu le había impuesto no había terminado todavía. ¿Cómo perseverar en un monasterio en plena actividad, ruidoso, lleno de visitantes y peregrinos? El pidió al higúmeno la bendición para enclaustrarse en su antigua celda y recibir allí los sacramentos.

Así pasaron cinco años. Un día, el recluso abrió su puerta, sin salir de su celda. Los que querían verlo podían entrar. Siempre mudo, se ocupaba en sus actividades cotidianas. Cinco años después comenzó a responder preguntas, a dar consejos. Al principio, sólo los monjes lo visitaban. Rápidamente fueron seguidos por los laicos. La Virgen misma había dado la orden al recluso de recibirlos. Su carisma no se agotaba más. Pero él, no dejaba su sombrío reducto. La falta de aire y de ejercicio le causaba dolores de cabeza insoportables. El salía a la noche, ocultamente. Una o dos veces se lo vio así, cerca del cementerio, transportando algo pesado y murmurando la plegaria de Jesús. "Soy yo, soy yo, el pobre Serafín... ¡Cállate, mi goce!" decía. Sintiendo que sus fuerzas se debilitaban, él pidió a Dios el permiso para terminar su reclusión. Y el permiso llegó. La noche del 25 de noviembre, fecha que conmemora a los Santos Clemente de Roma y Pedro de Alejandría, la Virgen María se le apareció mientras dormía y lo autorizó a dirigirse a su ermita. Habiendo obtenido la bendición del higúmeno, el recluso, después de dieciséis años de prisión voluntaria, salió y se dirigió hacia el bosque.

San Serafín de Sarov

Tuesday, April 14, 2015

Quien ama a Dios, huye de todo lo terrenal; ( San Basilio el Grande )


Quien ama a Dios, huye de todo lo terrenal; se dirige a Dios con todo su corazón y se aleja de las concupiscencias que lo tientan a la inmoderación: el perseverar en el ejercicio que conduce a las virtudes.

Una tal renuncia comienza con el abandono de las cosas externa: propiedad, gloria falsa, costumbres humanas y apego a todas las cosas necesarias. Quien sinceramente desea ir detrás de Cristo, no puede preocuparse por las cosas que son necesarias para esta vida. No puede pensar en el amor de sus padres y parientes, cuando ellos son impedimentos al amor de Dios. Cristo muy claramente habló sobre esto que no deja espacio a cualquier justificación o duda.

Además, es imposible, para quien quiere cumplir como corresponde sus obligaciones, cuando su pensamiento esta ocupado con toda las preocupaciones, como dijo Cristo: "Nadie puede servir a dos amos; porque odiará a uno y amará al otro, o será fiel a uno y al otro no le hará caso. Ustedes no pueden servir a Dios y al Dinero" (Mt. 6:24).

Nosotros tenemos que elegir sólo una cosa: el tesoro celestial, sobre el cual nosotros ponemos todo nuestro corazón, porque: "Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón" (Mt. 6:21). Por eso quien de nosotros se preocupa por la posesión personal de alguna riqueza temporal, allí nuestro entendimiento sin querer se entierra en eso, como en un pozo; y nuestra alma no puede elevarse a la vida divina. Tal alma permanece insensible a las aspiraciones de la riqueza eterna y al prometido premio en el cielo. Y a estas riquezas es imposible abandonarlas de otra manera, sino con el continuo e insistente deseo de abandonarlas, y de liberarnos de todas las preocupaciones. Entonces la renuncia es cortar todas las ataduras de la persona con las cosas materiales y su actual forma de vida, es liberación de todas las obligaciones familiares. Eso nos permite más fácilmente caminar por ese camino que lleva a Dios y sin condición, obligación para obtener la riquísima esposa (Sal. 18:11). En una palabra, la renuncia al mundo es la transformación del corazón humano en la forma de vida celestial, según las palabras del Apóstol: "Nosotros, en cambio, somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador a Jesucristo, el Señor" (Flp. 3:20). Lo más importante, es el comienzo de la imitación y semejanza a Cristo, que: "Pues ya conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por ustedes, para enriquecerlos con su pobreza" (2 Co. 8:9). Sin una tal renuncia, es imposible para nosotros llegar a aquella forma de vida, que se conformaría al Evangelio de Cristo. Porque entre riquezas y preocupaciones humanas, entre ataduras al mundo y costumbres humanas no se puede conseguir un corazón compungido, humilde, libre de iras, de tristezas, de preocupaciones y en general de todos los peligros y agitaciones del alma.


San Basilio el Grande

Monday, April 13, 2015

La Vida Iluminada por la Pascua


La palabra anunciada, el bautismo recibido, la comunión con el cuerpo y la sangre gloriosos del Resucitado nos ponen en comunión viva y vivificante con Cristo y con el poder de su Pascua, nos orientan hacia la definitiva esperanza realizada e inscrita para siempre en el cuerpo de Cristo Resucitado.

La contemplación de los iconos de la Resurrección en los que la fe y el arte, guiados por el Espíritu Santo, han plasmado el misterio iluminan nuestra mirada.

La espiritualidad litúrgica está enraizada en la teología de la Pascua, en el "paschale sacramentum" que comporta indisolublemente la pasión — muerte — resurrección. Esto es verdad para la Pascua de Cristo, para la Pascua de la Iglesia y para la Pascua del cristiano, que entra en la Pascua de Cristo por la iniciación bautismal y la consuma con su muerte abierta a la inmortalidad.

En esta indisoluble secuencia de acontecimientos y de celebraciones es necesario dejarse plasmar por los textos, por los símbolos de la gracia de la liturgia, en la triple dimensión del celebrar, meditar, vivir el misterio.

La celebración de la vigilia pascual es el punto central de una espiritualidad eclesial y personal porque plasma definitivamente el sentido de la historia personal y colectiva de los cristianos, a partir del memorial de la Pascua de Cristo y de la iniciación bautismal con la que también nosotros estamos ya insertados en esta Pascua. La victoria de Cristo sobre el pecado y sobre la muerte, la perspectiva de victoria salvífica, es la clave del nuevo sentido que tiene la vida: morir para vivir, aceptar la muerte para resucitar, cambiar el sentido y el destino de las cosas en un dinamismo y en una cultura de la Resurrección. El misterio pascual de Cristo es el arquetipo fundamental de la vida de la Iglesia y de la existencia cristiana. Una vida, por lo tanto, de hombres vivos, de resucitados, no de hombres abocados a la muerte. Una vida de testigos que llevan luz en los ojos, contagian la alegría del corazón, demuestran su fortaleza ante la adversidad, testifican el amor del Resucitado en todas sus obras. Vivir así significa "no pecar contra la resurrección" sino vivir en la atmósfera de la Pascua.

Aquí es donde nace el verdadero sentido de la ascesis y la mística de la vida cristiana. Una ascesis pascual, liberadora y vivificante. Una mística que es comunión con el Señor en su misterio de muerte y de vida.

El cristiano que celebra la Pascua lleva en sus ojos la luz de la Resurrección, en sus labios mensajes de paz, en su corazón la fortaleza ante todas las adversidades y en la vida el testimonio de la novedad del Espíritu, la promesa de la victoria final.

La Iglesia proclama: "Ya todo tiende hacia la Resurrección universal. No sabemos en realidad a través de qué caminos, pero todo en realidad se orienta en este sentido. Entre todos los acontecimientos de la historia la Resurrección es el único absoluto, el solo acto que resume, en cierto modo, toda la realidad humana y toda la realidad cósmica. Es la Resurrección la que da sentido a la historia como a la misma gravitación del universo... Por eso hay que tener siempre fijos los ojos en la Resurrección de Cristo para acoger todo en su misma luz. Pascua significa paso. Si de veras estamos enraizados en el Resucitado, el mundo y la historia en nosotros están ya pasando a la eternidad. Nuestra vida debe estar iluminada por la esperanza y la espera pacificada y pacificadora de aquel que vendrá a consumar los siglos y a juzgar a los vivos y a los muertos."

Los cantos de Pascua hacen reverdecer la esperanza, colman de alegría a los cristianos. Resuenan como un grito de victoria. Así lo expresa con fuerza y belleza el himno pascual de los Estikirás de Pascua:

Que se levante Dios y sean dispersados sus enemigos!

Una Pascua divina hoy se nos ha revelado

Pascua nueva y santa, Pascua misteriosa.

La Pascua solemnísima de Cristo Redentor.

Pascua inmaculada y grande, Pascua de los fieles

Pascua que abre las puertas del Paraíso

Pascua que santifica a todos los cristianos.

Mujeres evangelistas, levantaos

dejad la visión e id a anunciar a Sión:

Recibe el anuncio de alegría:

(Cristo ha resucitado!

Alégrate, danza, exulta Jerusalén

y contempla a Cristo tu Rey

que sale del sepulcro como un Esposo.

Las mujeres miroforas, con la luz del alba

fueron al sepulcro del Autor de la vida

y encontraron a un ángel sentado sobre la piedra.

Dirigiéndose a ellas les decía así:

)Por qué buscáis al Viviente entre los muertos?

)Por qué lloráis al Incorruptible

como si hubiese caído en la corrupción?

Id y anunciad a sus discípulos:

Cristo ha resucitado de entre los muertos.

Pascua dulcísima, Pascua del Señor, (Pascua!

Una Pascua santísima se nos ha dado

Es Pascua. Abracémonos mutuamente.

Tú eres la Pascua que destruyes la tristeza!

Porque hoy Cristo Jesús, sale resplandeciente

y abandona la tumba con un tálamo

ha llenado de gozo a las mujeres diciéndoles:

Llevad este anuncio a mis apóstoles.

Día de la Resurrección

Resplandezcamos de gozo por esta fiesta

Abracémonos, hermanos, mutuamente.

Llamemos hermanos nuestros incluso a los que nos odian

y perdonemos todo por la resurrección

y cantemos así nuestra alegría:

Cristo ha resucitado de entre los muertos

con su muerte ha vencido a la muerte

y a los que estaban muertos en los sepulcros

les ha dado la vida.

Cristo ha resucitado!

En verdad ha resucitado!

Thursday, April 9, 2015

En la tarde, durante el Oficio de la Pasión y la Crucifixión



En la tarde, durante el Oficio de la Pasión y la Crucifixión, entramos en la oscuridad del viernes. En esta oración (y es, para recordar, los Maitines del viernes) “…Celebramos la Santa Pasión Salvífica y Temible de nuestro Señor, Dios y Salvador Jesucristo… y particularmente la Crucifixión y la Muerte que, voluntariamente, aceptó por nosotros. También celebramos la Confesión Salvífica hecha por el agradecido ladrón que fue crucificado con Él” (del Sinaxárion del día). El Oficio es prolongado por lo que contiene de Lecturas Evangélicas, largas en su mayoría. El objetivo es que sintamos el cansancio y participemos, aun con lo más mínimo, en lo que soportó el Señor. A cada Lectura Evangélica contestamos con la expresión: “¡Gloria a Tu Infinita Paciencia, Señor, Gloria a Ti!”

Salimos del templo llevando Su Dolor para regresar en la mañana, a bajarle de la Cruz al igual que José y Nicodemo. Cristo murió en vez de nosotros. Aceptó también el castigo que nos volvió por alejarnos de Dios, y por tomar para sí nuestra naturaleza, tomó, pues, todos los pliegues de averíes en ella: “Destruyó a la Muerte por la muerte”. Con esto la Cruz se convierte en sacrificarse a uno mismo e instrumento de victoria.









La Mañana del viernes celebramos el Oficio de las Horas Reales, es un seguimiento preciso de las etapas de aquél día, desde que Jesús fue colgado sobre la Cruz hasta lo que aconteció después de Su Muerte. En este día no se celebra la Divina Liturgia y no se permite la comunión, porque la tristeza lo envuelve a todo y la Divina Liturgia, como anticipamos, tiene su dimensión de la Resurrección. Las Lecturas son del Antiguo Testamento y todas indican al Señor que vendrá, y en forma particular aquélla de la Profecía de Isaías. Después de las Horas directamente se celebra la Oración de las Vísperas, y es conocida por “El Oficio de la Sepultura”, bajamos al Señor de la Cruz y en procesión lo llevamos en el Epitafio (que es una pieza de tela estampada sobre ella la imagen de Cristo yaciente), que será depositada en una parihuela adornada con flores, puesto encima el Evangeliario. Este Oficio se considera un oficio “transitorio” entre el viernes y el sábado, y desde el principio está puesta para que terminara en la hora que el cuerpo de Cristo ha sido bajado de la Cruz y depositado en el sepulcro.

Wednesday, April 8, 2015

Jueves de mañana, acompañamos a Jesús en las últimas horas de Su Pasión


Jueves de mañana, acompañamos a Jesús en las últimas horas de Su Pasión. La Divina Liturgia comienza con las Vísperas, principalmente se celebraba las primeras horas de la tarde, se trasladó a la mañana, para que el Oficio de la Crucifixión sea celebrado en su debido tiempo. Tres acontecimientos marcan esta Liturgia: La Última Cena de Cristo con Sus discípulos, el Lavado de sus pies y la Traición de Judas. El primero y el segundo acontecimientos manifiestan que la esencia de la salvación que el Señor nos otorga es el Amor. El tercer acontecimiento revela cómo nosotros retribuimos Su Amor con amar a otro: El dinero y el pecado. Uno de los himnos de los Maitines, llamado el “Íkos”resume el significado de este día: “Con temor, acerquémonos todos de la Mesa Mística y con almas puras, recibamos el Pan Sagrado y perma­nezcamos con el Maestro. Miremos como lava los pies de los discípulos y los seca con la toalla, y hagamos según lo que vemos, sometiéndonos los unos a los otros y lavando los pies los unos a los otros; porque el Mismo Cristo así ordenó a Sus discípulos y anticipó y les dijo. Pero Judas, el falso siervo entregador no escu­chó y permaneció incorregible.”

Tuesday, April 7, 2015

La Liturgia del miércoles


 

Durante la Liturgia del Lunes, leemos en Mateo (Mateo 24: 3 – 53) la conversación de Cristo acerca “del porvenir”, en ella nos da las señales del final del los tiempos, que la seguimos en la Liturgia del martes junto con los proverbios del “Final” y las vírgenes sabias que esperan al Novio (Mateo 24: 36 – 26: 1) (y recordémonos que el Matutino en estos tres días se llama la Oración del “Novio”) y las que entraron en la cámara, porque sus lámparas simbolizan sus almas y las nuestras que están preparadas para recibir a Cristo, que con Su llegada anuncia el Juicio. La Liturgia del miércoles nos indica la manera para que seamos preparados, nos presenta la parábola de la mujer que untó a Jesús con rico perfume (Mateo 26: 6 – 16) es una figura del amor mezclado con el arrepentimiento que brota en ello, y que es el único que nos une a Cristo.