INSTRUCCIONES DEL FINAL DE LOS TIEMPOS por San Ambrosio de Óptina(+1891)
San Ambrosio (también conocido como staretz Ambrosio) es uno de los starets más conocidos de Optina. La Iglesia Ortodoxa Rusa le declaró santo en 1988 y su memoria se celebra el 10 de octubre.
Hijo mío, sé que en los últimos días llegarán tiempos difíciles; y como dice el Apóstol, he aquí, debido a la falta de piedad, aparecerán en la iglesia distintas herejías y cismas; y tal como predijeron los Santos Padres, en ese tiempo en el trono de los Jerarcas y en los monasterios no habrá ningún hombre probado y experimentado en la vida espiritual. Por lo cual, las herejías se extenderán por todas partes y engañarán a muchos. El enemigo de la humanidad actuará con habilidad, y en la medida de lo posible, intentará conducir a la herejía incluso a los elegidos. No comenzará por destruir los dogmas de la Santísima Trinidad, la divinidad de Jesucristo, o de la Theotokos, sino que imperceptiblemente comenzará a distorsionar las enseñanzas de los Santos Padres, a introducir otras palabras en las enseñanzas de la Iglesia misma. La astucia del enemigo y sus “vaivenes” (idas y vueltas) son observados por muy pocos, sólo por aquellos que son más experimentados en la vida espiritual. Los herejes se harán cargo de la Iglesia, en todas partes, y elegirán a sus siervos, y la espiritualidad se abandonará. Pero el Señor no dejará a sus siervos sin protección. En verdad, su labor principal es la persecución de los verdaderos pastores y sus prisiones; porque si no hacen eso, el rebaño espiritual no caería jamás en las garras de la herejía. Por lo tanto, hijo mío, cuando veas en las Iglesias que se burlan del acto Divino, de las enseñanzas de los Santos Padres, y del orden establecido por Dios, debes saber que los herejes ya están presentes. Ten en cuenta también que, durante algún tiempo, podrían ocultar sus demoniacas intenciones, o podrían deformar la fe divina encubiertamente, de modo que triunfaran mejor al engañar y embaucar a los inexpertos.
Ellos perseguirán a pastores y siervos de Dios por igual, pues el diablo que está dirigiendo la herejía no puede soportar el orden Divino. Como lobos en piel de oveja, serán reconocidos por su naturaleza jactanciosa (de vanagloria), por el amor al deseo/avaricia y la codicia por el poder. Todos ellos serán traidores, causando el odio y la maldad en todas partes; es por ello que el Señor dijo que podríamos reconocerlos fácilmente por sus frutos. Los verdaderos siervos de Dios son mansos, amantes de sus hermanos y obedientes a la Iglesia (orden, tradiciones).
En aquel tiempo los monjes soportarán grandes presiones de los herejes, y se mofarán de la vida monástica. Las familias monásticas se empobrecerán, el número de monjes se reducirá. Los restantes sufrirán violencia. Estos enemigos de la vida monástica, que simplemente tienen apariencia de piadosos, se esforzarán por atraer (y preparar) monjes a su lado, con la promesa de protección y de bienes materiales (comodidades), y sin embargo amenazarán con el exilio a aquellos que no se sometan. A causa de estas intimidaciones (amenazas), los débiles de corazón serán muy humillados (atormentados).
Si vives para ver ese momento, alégrate, pues en ese momento los fieles que no posean otras virtudes, recibirán coronas por el solo hecho de permanecer firmes en su fe, conforme a las Palabras del Señor: “A todo aquel que me confiese delante de los hombres, Yo también lo confesaré delante de mi Padre celestial”(Mateo 10:32). Teme al Señor, hijo mío, y no pierdas esta corona para no ser rechazado por Cristo en la oscuridad total y el sufrimiento eterno. (de acuerdo a las Palabras del Señor: “mas a quien me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre celestial” (Mateo 10:33). Permanecer valientemente en la fe, y si es necesario, soportar con alegría persecuciones y otros problemas, pues sólo el Señor permanecerá por ti … y los santos Mártires y Confesores vigilarán con alegría vuestra lucha.
Pero, en esos días, ¡ay de los monjes atados a las posesiones y a la riqueza, y que, por el bien del amor a la comodidad, aceptan someterse a los herejes. Ellos tranquilizarán sus conciencias diciéndose: Vamos a salvar al monasterio, y por eso el Señor nos perdonará. Desgraciados y cegados, no piensan en ningún momento que a través de las herejías y de los herejes, el demonio entrará en el monasterio, y entonces, ya no será más un santo monasterio, sino paredes desnudas de las cuales la Gracia partirá para siempre.
Pero Dios es más poderoso que el diablo, y nunca abandonará a Sus siervos. Siempre habrá verdaderos cristianos, hasta el fin del tiempo, pero elegirán lugares solitarios y desérticos (deshabitados). No temas las dificultades, sino que teme la perniciosa herejía, ya que expulsa la Gracia, y nos separa de Cristo, razón por lo cual Cristo nos mandó sopesar al hereje y tenerle por gentil y publicano.
Así pues, Fortalécete, hijo mío, en la Gracia de Cristo Jesús. Con alegría, apresúrate a confesar y a soportar el sufrimiento como al buen soldado de Jesús Cristo al que se le dijo: “Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la corona de la vida.”(Apoc. 2:10)
Recurso: : St. Ambrosy, Elder of Optina, “End Times and Now Collection of Writings”
Traducido por hipodiácono Miguel P. (H.M.P)
http://cristoesortodoxo.com/2014/07/23/profecia-de-san-ambrosio-de-optina/
Continuación de la (1)
C) Breves noticias sobre los primeros representantes de la literatura monástica.
La literatura hagiográfica que nace en el siglo IV está estrechamente relacionada con el monaquismo. Hasta entonces en la Iglesia se había venerado sólo como santos a los mártires, y se habían transmitido sus testimonios en panegíricos, vidas y actas de mártires. Con los monjes apareció en escena un segundo grupo de cristianos ejemplares a los que se peregrinaba como a “santos vivientes,” al tiempo que se acudía también a los santos lugares de la vida de Cristo en Palestina y a las tumbas de los santos (principalmente de los apóstoles y mártires en Roma). Y se escribían y divulgaban sus vidas.
Entre la literatura monástica están las siguientes obras:
la Regla de San Pacomio, que fue escrita ya en vida de él (9 de mayo de 347). Se ha conservado íntegra sólo en la traducción latina de San Jerónimo. Se divide en cuatro partes con un total de 193 instrucciones breves. El original fue escrito en copto. La base espiritual de la regla de San Pacomio y la medida para todo es la Sagrada Escritura. Sus dos características supremas son la funcionalidad de todas sus instrucciones para promover la vida cenobítica y la moderación que ella mantiene en todo. La virtud fundamental es la obediencia como función creadora y conservadora de la comunidad.
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Las Reglas de San Basilio el Grande. San Basilio conoció los centros monásticos de Siria, Mesopotamia, Palestina y Egipto. Para sus reglas también se inspira en la Regla de San Pacomio, pero sus reglas son totalmente nuevas, de acuerdo con el tiempo que se vivía. San Basilio moderó el afán de ascetismo que había en su época en su Corpus asceticum. Las Reglas de San Basilio representan una colección de normas concretas nacidas de la experiencia y que obedecen a unos principios básicos comunes. El primer principios es el de San Pacomio: la Sagrada Escritura. El segundo es el integrar el monacato en la Iglesia total. Basilio fundamenta sus Reglas en el mandamiento del amor recíproco.
Los escritos monásticos de San Agustín: tiene reglas masculinas y femeninas, y su De opere monachorum,.
El opus de Evagrio Póntico (nacido en 345 en Ibora, en el Ponto) consta fundamentalmente de dos géneros: comentarios bíblicos (según el método exegético alegórico origenista) y escritos ascéticos y monásticos (que se cimientan en la mística origenista pero sin limitarse a repetirla).
Los escritos de Simeón de Mesopotamia (Macario), de la misma época de Evagrio. Se atribuyeron a San Macario, uno de los padres del monacato egipcio. Fue un griego culto que vivió con su comunidad monástica en la parte superior del Éufrates. Escribió cartas, homilías y logia (dichos).
Los escritos de Juan Casiano, que es el tercer gran escritor del siglo IV. Nació hacia el año 360 y murió después del 432. Entre otros escritos suyos están las Institutiones y las Collationes.
Las vidas e historias de santos: Vita Antonii de Atanasio, Vita Macrinae y la Vita Gregorii Thaumaturgi de Gregorio de Nisa, la Vita Ambrosii de Paulino de Nola y la Via Augustinii de Posidio.
Los itinerarios, como el Itinerarium Egeriae.
San Pacomio.
San Pacomio es contemporáneo de Constantino III el Grande y coincide por tanto con la época en que el cristianismo se convierte en la religión oficial del imperio Romano. Pacomio era precisamente uno de los soldados que luchó en el bando de Majencio. En un viaje a Alejandría, lo que más le admiró fue la caridad cristiana. Tanto que se convirtió al cristianismo, y a continuación, deseoso de llevar una vida lo más santa y austera posible, se retiró a hacer vida de ermitaño junto a uno de los templos de Serapis (el dios médico), ya en ruinas. Quizá se inspiró en los monjes egipcios de Serapis, o quizá quiso ofrecer una fórmula alternativa a la vida solitaria, el caso es que creó un nuevo concepto de vida religiosa en comunidad, basada en el trabajo. Los monasterios que creó eran auténticos centros fabriles.
Su primer monasterio lo fundó en Tabennisi, junto a Denderath. Al morir dirigía nueve monasterios de monjes y dos de monjas. Un monasterio pacomiano era una pequeña ciudad, que contaba incluso con naves en el Nilo para acarrear la materia prima y llevar a los mercados los productos manufacturados por los monjes y monjas. Tuvo una gran aceptación la propuesta monástica de san Pacomio, porque era mucho más flexible que la vida eremítica en cuanto a austeridad y mortificación. Existían unos mínimos para todos los monjes, a partir de los cuales cada uno podía añadir lo que quisiera. El monasterio era un conjunto de construcciones rodeado por un muro. En un monasterio de estas características podían vivir más de mil monjes. En cada edificio vivían y trabajaban y hacían la oración de cada día 40 monjes. Los monjes de cada cuatro edificios, formaban una tribu (160 monjes). Y en un monasterio podía llegar a haber hasta 10 tribus. En cada casa había un prepósito (un monje que estaba al frente de todos) y el conjunto del monasterio era gobernado por un abad. Los sábados y los domingos, los oficios divinos revestían especial solemnidad y se celebraban en la iglesia del monasterio.
El monasterio producía libros, calzado, muebles, tejidos, productos agrícolas, etc. Una institución que se hizo célebre y que mantuvo su nombre en la Edad Media fueron la “pacomias,” que así se llamaron durante siglos las reuniones de los frailes para tratar temas religiosos, filosóficos, ascéticos, morales, etc. Esta práctica fue imitada por muchas otras órdenes religiosas, que así han venido denominándolas, en honor de su fundador. La aportación de san Pacomio a la evolución integral de la sociedad cristiana salida ya de las catacumbas, fue muy importante.
Tras su muerte en 351 llegaron a ser 2000 monjes sólo en Alejandría.
La comunidad como camino de encuentro con Dios: El anacoretismo había alejado el servicio Divino de los hombres. Pacomio lo une en la vida comunitaria. Quiso una koinonía al estilo de vida de la primera comunidad de Jerusalén. La vida comunitaria tenía tres pilares:
Ponían en común todos los bienes
Tenían una misión mutua
Fidelidad a la Regla
Vida en el monasterio de Pacomio:
Solo había una puerta que era vigilada por el portero designado por el superior. Celebraban la eucaristía con los laicos. La obediencia es el principio fundamental de la orden. El trabajo era fundamental así como la oración. Todo lo que debía hacer el monje estaba escrito en la regla.
Catecismo de San Pacomio.
Catequesis pronunciada por nuestro muy venerable santo padre Pacomio, el santo archimandrita con motivo de un hermano que guardaba rencor contra otro; en tiempos del abad Ebonh, que había llevado a aquel hermano a Tabennesi. (Pacomio) le dirigió estas palabras en presencia de otros padres ancianos, para su gran alegría. En la paz de Dios! Desciendan sobre nosotros sus santas bendiciones y las de todos los santos! Que todos podamos ser salvados! Amén!
Hijo mío, escucha y sé sabio (Pr 23:19), recibe la verdadera doctrina hay, en efecto, dos caminos.
Sé obediente a Dios como Abraham, que dejó su tierra, marchó al exilio y vivió bajo una carpa con Isaac en la tierra prometida, como en tierra extranjera; obedeció, se humilló a sí mismo, recibió una heredad, incluso fue puesto a prueba con respecto a Isaac, fue valiente en la prueba y ofreció a Isaac en sacrificio a Dios. Por eso Dios lo llamó: “Mi amigo” (St 2:23).
Recibe aquel ejemplo de bondad de Isaac, cuando escuchó a su padre, y le estuvo sometido hasta el sacrificio, como cordero inocente.
Recibe asimismo el ejemplo de la humildad de Jacob, su obediencia, su perseverancia, hasta convertirse en luz que ve al Padre del universo; fue llamado Israel.
Recibe aquel ejemplo de la sabiduría de José y su sumisión. Lucha en la castidad y en el servicio hasta reinar.
Hijo mío, imita la vida de los santos y practica sus virtudes. Despierta, no seas negligente, incita a tus conciudadanos, de los cuales te has constituido el garante (Pr 6:3), levántate de entre los muertos; y Cristo te iluminará (Ef 5:14), y la gracia se infundirá dentro de ti.
La paciencia, en efecto, te revela todas las gracias. Los santos fueron pacientes y consiguieron las promesas. El orgullo de los santos es la paciencia. Sé paciente para ser contado en las filas de los santos, confiando que recibirás una corona incorruptible.
¿Un mal pensamiento? Sopórtalo con paciencia, hasta que Dios te dé la calma. ¿El ayuno? Persevera con firmeza. ¿La oración? Sin descanso, en tu habitación entre tú y Dios. Un solo corazón con tu hermano; la virginidad en todos los miembros, virginidad en tus pensamientos, pureza de cuerpo y pureza de corazón; la cabeza inclinada y el corazón humilde, bondad en el momento de la cólera.
Si un pensamiento te oprime, no te desalientes sopórtalo con valor diciendo: Todos me rodearon, pero yo en el nombre del Señor los rechacé (Sal 117:11). De improviso te llega el auxilio de Dios, los alejas de ti, Dios te protege y la gloria divina camina contigo, porque el coraje camina con el que es humilde y tú serás saciado como lo desea tu alma (Is 58:11). Los caminos de Dios son la humildad de corazón y la bondad. Pues está escrito: ¿A quién cuidaré sino al humilde y al pacífico? (Is 66:2). Si caminas por las sendas del Señor, él te custodiar, te dará fuerza, te colmará de ciencia y de sabiduría, pensara en ti en todo tiempo, te liberará del diablo y en tu muerte te dará la gracia en su paz.
Hijo mío, te ruego: vigila, sé sobrio, para conocer a aquellos que tienden trampas contra ti. El espíritu de la maldad y el de incredulidad suelen caminar juntos; el espíritu de la mentira y del fraude caminan juntos; el espíritu de la avaricia, el de la codicia y el del perjurio, aquel de la deshonestidad y el de la envidia caminan juntos; el espíritu de la vanagloria y el de la glotonería caminan juntos; el espíritu de la fornicación y el de la impureza caminan juntos; el espíritu de la enemistad y el de la tristeza caminan juntos. Desgraciada la pobre alma en la que habiten (estos vicios) y la dominen! A esa alma, la apartan de Dios, porque ella está en su poder, va de aquí para allí hasta que cae en el abismo del infierno.
Hijo mío, obedéceme, no seas negligente, no concedas el sueño a tus ojos, ni reposo a tus párpados, para que puedas escapar de las trampas como una gacela (Pr 6:4-5). Hijo mío, muchas veces, desde mi juventud, cuando estaba en el desierto, todos los espíritus me han molestado, me afligían a tal punto que mi corazón se deprimía, al extremo de pensar que no podía resistir las amenazas del dragón. Me atormentaba de todas las formas. Si yo progresaba, excitaba contra mí a (sus espíritus) que me hacían la guerra; si me retiraba, me afligía con su insolencia; muchas veces mi corazón se turbó, iba de un lado a otro y no encontraba quietud. Si, en cambio, huía cerca de Dios derramando l grimas con humildad, con ayunos y noches de vigilias, entonces el adversario y todos sus espíritus quedaban impotentes frente a mí, el ardor divino venía a mí y de repente reconocía el auxilio de Dios, porque en su clemencia da a conocer a los hijos de los hombres su fuerza y su bondad.
Hijo mío, no condenes a ningún hombre, si ves que alguno es alabado, no digas: “Este ya ha recibido su recompensa.” Cuídate de este pensamiento pues es muy malvado. Dios no ama a quien se alaba a sí mismo y odia a su hermano. Pues quien se dice a sí mismo: “yo soy,” cuando no es nadie, se engaña a sí mismo (Ga 6:3). ¿Quién podrá ayudarlo si es orgulloso, si se presenta del mismo modo en que se presenta Dios diciendo: Nadie es como yo (Ex 9:14)? Oirá en seguida su propio reproche: Descenderás a los infiernos, serás arrojado con los muertos, debajo tuyo estará la podredumbre, te cubrirán los gusanos (Is 14:ll-19). En cuanto al hombre que ha adquirido la humildad, se juzga solo a sí mismo, diciendo: “Mis pecados sobrepasan los de los demás,” no juzga a nadie, no condena a nadie. ¿Quién eres tú para juzgar a un siervo que no es tuyo? Al que esta caído, en efecto, su Señor tiene el poder de hacerlo levantar (Rm 14:4). Vigila sobre ti mismo, hijo mío, no condenes a ningún hombre, gusta de todas las virtudes y custódialas.
Si eres extranjero, permanece aparte, no busques refugio cerca de alguien y no te mezcles en sus asuntos. Si eres pobre, no te desanimes por ninguna cosa, para que no te sea dirigido el reproche: La pobreza es mala en la boca del impío (Sl 13:24-30) ni debas oír que se te dice: Si padecen hambre se entristecerán y maldecirán al jefe y a los ancianos (Is 8:21). Cuida para que no se te haga la guerra porque te falta cualquier cosa respecto de las necesidades del cuerpo, con motivo de la comida. No te desanimes, sé paciente. Ciertamente Dios obra en lo secreto. Piensa en Habacuc en Judea y Daniel en Caldea. La distancia que los separaba era de cuarenta y cinco estadios; y además Daniel, entregado como alimento a las fieras, estaba en lo hondo de la fosa, y con todo (el profeta) le proveyó la comida. Piensa en Elías en el desierto y en la viuda de Sarepta; ésta estaba oprimida por el flagelo de la carestía y el tormento del hambre, y en tal indigencia no fue pusilánime, sino que luchó, venció y obtuvo lo que Dios le había prometido; su casa disfrutó de abundancia en tiempo de carestía. No es ciertamente prodigalidad dar pan en tiempo de abundancia y no es pobreza estar desalentado en la indigencia. Está escrito, en efecto, sobre los santos: Estaban necesitados, atribulados y afligidos (Hb 11:37), pero se gloriaban en sus tribulaciones. Si eres perseverante en la lucha según las Escrituras, no sufrirás ninguna esclavitud, como está escrito: Que nadie los engañe en cuestión de comida y de bebida o respecto de las fiestas, novilunios o sábados. Estas cosas son las sombras de aquellas futuras (Col 2:16-17).
Medita en todo momento las palabras de Dios, persevera en la fatiga, da gracia en todas las cosas, huye de las alabanzas de los hombres, ama a quien te corrige en el temor de Dios. Que todos te sean de provecho, para que tú seas de provecho a todos. Persevera en tu obra y en palabras de bondad. No des un paso adelante y otro atrás, a fin de que Dios no deje de amarte. La corona, en efecto, será para quien haya perseverado. Obedece siempre más a Dios, y él te salvar .
Cuando te encuentres en medio de tus hermanos no provoques las bromas. Sadrac, Mesac y Abed-Negó rechazaron las diversiones de Nabucodonosor; por eso éste no pudo convencerlos con las melodías de sus instrumentos, ni engañarlos con las comidas de su mesa. Y así ellos sofocaron aquella llama que se elevaba a una altura de cuarenta y nueve codos; no fueron disolutos con quien era disoluto, sino que fueron rectos con quien era recto, es decir con Dios. Por eso Dios los constituyó señores de sus enemigos. También Daniel, por su parte, no obedeció al malvado pensamiento de los Caldeos, por esto se convirtió en un gran elegido y fue hallado vigilante y sabio, y cerró las fauces de los leones salvajes (Hb 11:33).
Ahora hijo mío, si pones a Dios como tu esperanza, él será tu auxilio en la hora de la angustia; Quien se acerca a Dios debe creer que él existe y que recompensa a aquellos que lo buscan (Hb 11:6). Estas palabras han sido escritas para nosotros, para que creamos en Dios, para que jóvenes y ancianos, luchemos con ayunos, oraciones y otras obras religiosas. Ni siquiera la saliva que se seca en tu boca durante el ayuno, la olvidará Dios, sino que encontrarás todo esto en la hora de la angustia. Sólo humíllate en todo, contrólate en el hablar, incluso si has comprendido todas las cosas; no te acostumbres a insultar, sino soporta con alegría toda prueba. Si conocieras el honor que resulta de las pruebas no rezarías para ser librado, porque es bueno para ti orar, llorar, suspirar, hasta ser salvado, antes que relajar tu corazón y caer prisionero. ¿Oh hombre, qué haces en Babilonia? Has envejecido en tierra extranjera (Ba 3:10), porque no te has sometido a la prueba y no obras con rectitud delante de Dios. Por esto, hermano, no relajes tu corazón.
http://www.diakonima.gr/2009/08/28/antigua-literatura2/
A) El comienzo del monaquismo.
La espiritualidad del monaquismo está basada en el contemptus saeculi. Las primeras noticias que tenemos de esta forma de vida nos las proporcionan San Atanasio y San Jerónimo en sus escritos sobre los monjes de los desiertos de Egipto. El monacato cristiano nació en la segunda mitad del siglo III en Egipto como anacoretismo. Llevadas por el deseo de observar de modo radical el evangelio, algunas personas se desprendían de todos sus bienes e incluso abandonaban la comunidad social a fin de vivir en adelante sólo para Cristo.
En la primera mitad del siglo IV aparece San Antonio Abad (251-356), en los desiertos de Nitria y Scete (Bajo Egipto). Lleva una vida anacorética de soledad y silencio. En el Alto Egipto vivía San Pablo de Tebas por aquella misma época.
Después de veinte años de soledad, San Antonio reúne a sus discípulos y se forma la primera comunidad de anacoretas sin regla. Así aparece la primera forma de vida común.
En el Alto Egipto (Tebaida), San Pacomio (286-346) inaugura la vida cenobítica que es también una forma de vida común, pero con obediencia a un superior religioso mediante una “Regla.” Los monjes viven en un claustro (casa con celdas para muchos monjes rodeada de un muro). Al frente del monasterio o cenobio está un abad. A la muerte de San Pacomio había ya nueve cenobios en la Tebaida con millares de monjes. Había también dos cenobios de mujeres. La abadesa era María, una hermana de San Pacomio.
Además de este ejemplo de monacato femenino, tenemos en el siglo IV el suceso de las damas romanas que, dirigidas por San Jerónimo, se trasladaron a Belén y fundaron un cenobio para mujeres.
Otras formas primitivas de monacato son las de:
San Sabes: vida anacorética y eremítica en los desiertos de Judea y Siria; aparecen las lauras en Jerusalén, que son una fusión de la vida eremítica y cenobítica;
San Efrén: en la segunda mitad del siglo IV, vida anacorética y eremítica en Edesa (Siria nororiental); ahí estuvieron San Juan Crisóstomo y San Jerónimo;
En Asia Menor Eustacio, obispo de Sebaste (380) promueve la vida cenobítica. San Basilio fue discípulos suyo y propiamente se le considera el fundador del monaquismo en Oriente. En los monasterios fundados por él se vivía en común, se practicaba el amor al prójimo y se cultivaba una forma de cultura elevada. San Basilio escribió reglas monásticas.
Más tarde aparecen otros tipos de vida monacal:
los sarabaitas: vivían dos o tres en la misma celda;
los giróvagos: iban vagando de una comunidad a otra;
los reclusos: se hacían emparedar vivos en celdas muy estrechas, de por vida;
los estilitas: como San Simón, que vivió treinta años, cerca de Antioquía, en una columna.
Entre los siglo IV y VIII se desarrolla el monaquismo urbano. Por ejemplo, en Constantinopla había ochenta monasterios en tiempo de Justiniano (siglo VI) que escribió sobre los monjes y a quienes dedicó las “novelas” 5 y 139.
Son dignos de mención, dentro del monacato urbano, los acemetas (“akoimetoi”): los insomnes. Su fundador fue San Alejandro. Se dedicaban a la “oración perpetua.” El monasterio de Studion fue un monasterio de acemetas muy famoso en la antigüedad, fundado por el cónsul Studios. Los monjes “estuditas” fueron firmes defensores del Primado romano contra los monofisitas, en el siglo VI).
Los monjes solían ser laicos (legos). Vestían hábito (túnica negra, cinturón de cuero, piel de cordero o cabra, capuchón), ejercían un trabajo manual y hacían oración. Había algunos pocos sacerdotes entre ellos.
Entre los monjes orientales no parece haber habido dependencias con esenios, neoplatónicos, pitagóricos, budistas, etc.
Bibliografía: Historia Universal, EUNSA, Pamplona, II, 327 y ss.
B) Importancia e influjo.
San Atanasio de Alejandría dio a conocer estas formas de vida en Treveris (Alemania), durante uno de sus exilios. Escribió una biografía sobre San Antonio.
Los primeros monjes de Occidente aparecen bajo la forma de vida cenobítica en las islas del mediterráneo (la isla de Lerins, frente a Marsella). Practican el monaquismo San Ambrosio, San Agustín y San Paulino de Nola.
El monacato se extendió por el África latina. San Agustín fundó un monasterio en su casa de Hipona. Se vivía “vida apostólica” que consistía en que el clero vivía en la casa del obispo. Es el antecedente de los “Canónigos regulares” de la Edad media. Escribió una regla para varones y mujeres. Durante la reconquista bizantina del África del Norte (siglo VI) seguían muchos monasterios organizados según esta regla de San Agustín.
En el centro de las Galias también se extiende el monaquismo a través de San Martín de Tours que funda el monasterio de Ligugé (Poitiers) y el de Marmoutier (Tours, año 370).
En el sudeste de las Galias (Provenza) aparecen formas de vida monacal en Marsella y Lerins. Juan Casiano funda en Marsella la Abadía de San Víctor. Honorato funda en Lerins “lauras” como las de Palestina (vida cenobítica y eremítica combinadas). Otros promotores insignes del monaquismo occidental fueron Salviano de Marsella y San Vicente de Lerins. De esos monasterios salieron obispos famosos como Hilario y Cesareo de Arles, Máximo y Fausto de Riez, y Euquerio de Lyon.
Un siglo más tarde San Benito (480-547), patriarca del cenobismo occidental, propaga la vida monacal. San Benito nació en Nursia (Sabina del norte) y muere en Montecasino en plena guerra gótica. Estudia en Roma, va a Subiaco (Sublacum, en los montes sabinos: lago artificial construido por el emperador Claudio junto a las ruinas de un palacio campestre de Nerón). Ahí funda una comunidad según el modelo de los monasterios de San Pacomio.
La segunda fundación es Montecasino (529), en Campania, entre Roma y Nápoles. Ahí se instaura la vida cenobítica completa con el “ora et labora” (oración litúrgica, lectio divina y trabajo).
San Benito escribe su “regla” el año 540. San Gregorio Magno, que fue monje benedictino, dice que se trata de un “código notable por su discreción y claro en su lenguaje.” Está inspirada en la “Regula Magistri” del siglo VI también.
La Orden benedictina fue la única que, hasta el siglo XII, rigió el monaquismo occidental. Uno de los benedictinos ilustres fue Casiodoro, hombre público que bajo el dominio de los ostrogodos (540) funda “Vivarium” un monasterio en Calabria, donde se copiaban manuscritos antiguos. Este saber pasaría a los anglosajones y luego los monjes ingleses lo llevaría a toda Europa.
La hermana de San Benito, Santa Escolástica (+547) funda un monasterio para mujeres.
Bibliografía: Historia Universal, EUNSA, Pamplona, III, 222 y ss.
http://www.diakonima.gr/2009/08/25/antigua-literatura-monastica-1/
Un terrible accidente tiene el poder de despertar nuestra conciencia a la existencia de las calamidades y a los diversos peligros que nos rodean y de los cuales la providencia de Dios nos preserva. Al mismo tiempo eso nos convence de reconocer nuestra propia debilidad e imperfecciones y de buscar la protección del Padre y su defensa más poderosa que nos confirma la sabiduría y el Verbo de Dios, el cual descendió de lo alto por la voluntad de nuestro Padre celestial bajo un manto de carne como la nuestra, tejido por la Potencia Divina en la más pura Virgen para nuestra salvación. Él se hizo hombre y se dignó enseñarnos a rogar para que no seamos conducidos a la tentación. Eso nos recuerda a qué Padre le debemos nuestra existencia, esto a su vez debería hacernos buscar nuestra patria celeste y nuestra herencia eterna.
San Germán de Alaska

Santa Xenia era la hija única del famoso senador de Roma, Eusebio. Siendo todavía muy joven, ella decidió quedarse virgen y para evitar el matrimonio partió rumbo a Alejandría, junto con dos esclavas. Una vez allí, convenció a sus acompañantes de llamarla Xenia, lo que en griego significa "peregrina," para que sea más difícil encontrarla.
Cuando se encontró con el abad del convento del apóstol Andrés, quien estaba en la ciudad Mileto (en Caria) ella le pidió que la lleve junto con sus acompañantes a la ciudad de Milass. Allí ella compró un terreno y construyó una Iglesia consagrada a San Esteban y organizo un monasterio de mujeres. Dentro de poco, por su vida ejemplar, el obispo de Milass la elevó a la dignidad de diaconisa. Verdaderamente ella llevaba la vida de un ángel. Amaba a todos, prestaba ayuda a todos, lo que estaba a su alcance. Era la benefactora de los pobres, la consoladora para los doloridos y la preceptora para los pecadores. Por su profunda humildad, ella se consideraba a sí misma como la peor de todas y la más pecadora de todos. Santa Xenia salvó a muchas almas. Falleció en la segunda mitad del siglo V. Durante su fallecimiento ocurrieron milagrosos signos.

Desde que el hombre se alejo de Dios, se volvió como un animal, que era antes domestico y después se volvió salvaje. Prefiere la oscuridad del bosque, o sea de este mundo, que el lugar luminoso anterior — el Reino Divino. Se le hizo difícil unirse con Dios, le cuesta de creer en Dios y lo que Él le ha revelado.
Observando el universo, veo por doquier una extraordinaria amplitud y alegría de la vida en el mundo animal, entre los cuadrúpedos, aves, reptiles y peces. Surge una pregunta: porque entre la gente, que tratan de vivir piadosamente, existen opresión y aflicciones? Si Dios en todas partes difundió vida, abundancia y mucho espacio. Todas las criaturas, al excepción del hombre, glorifican al Creador con satisfacción y alegría. No somos acaso, también criaturas de Dios? La respuesta es fácil; nuestra vida esta envenenada por nuestros pecados y por el enemigo invisible. Sobre todo ataca a la gente que lleva la vida piadosa. Por eso la verdadera vida la vamos a tener mas adelante, en el futuro siglo. Ahí se abrirá toda la felicidad y bienaventuranza. En esta tierra el hombre es expatriado, exilado y castigado. A veces parece que toda la naturaleza se arma contra él por sus pecados. Entonces no hay que estar confundido, que por todas partes hay alegría, y dentro del hombre muchas veces — aflicción. Tenemos un verdugo, que nos castiga siempre por nuestros pecados. La alegría vendrá, pero no acá, sino en el mundo venidero.
Acordase, que tenéis personalidad doble: una es corporal, enferma con pasiones, vieja. Hay que ignorar sus exigencias pecaminosas, extraerlas. Otra — es espiritual, nueva, la que busca a Cristo, y en El encuentra la vida y paz. Como hay que despreciar los pedidos de la carne pecadora, porque su satisfacción es la muerte para el alma; así los pedidos espirituales hay que practicarlos porque llevan a la vida eterna.
El hombre debe percibir la desventura de su alma y suplicar con celo al Salvador, que salve a el también. No digas: "Estoy seguro y no hay razón para preocuparse." He aquí la desgracia, que tu no vez el peligro. Tu desgracia — son tus pecados. El pecado penetro profundamente en mi ser. Algo malo e impuro fácilmente viene en la mente y recibe respuesta en el corazón, y lo bueno y santo solamente se piensa, pero no se siente. Lo que es malo, es mas cerca al corazón, y si no se hace, es por temor a Dios o por las circunstancias contrarias. "Yo se que en mi, no mora el bien; porque el querer el bien esta en mi, pero no el hacerlo. Porque no hago el bien, que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago" (Rom. 7:18-19). Pasa, que el bien planeado se tarda mucho en cumplir.
La mayoría de la gente voluntariamente lleva en su corazón la pesadez satánica, pero tanto se acostumbro a ella, que no lo siente. Sucede además, que el enemigo malvado multiplica esta pesadez, entonces ellos se sienten abatidos, protestan y hasta blasfeman el nombre de Dios. La gente moderna tiene un medio para disipar esa pesadez interna: recurre a los espectáculos, fiestas, cartas, bailes, pero el aburrimiento y la angustia vuelven después con fuerza mayor. "Me dejaron a mi, fuente de agua viva, y cavaron para si cisternas rotas, que no retienen agua" (Jerem. 2:13). Solamente, cuando la gente se vuelve a Dios, de sus corazones se cae la pesadez del pecado y ellos comienzan a comprender las causas de su insatisfacción y como luchar contra ella.
Que nadie piensa, que el pecado es algo de poca importancia. No, el pecado es un terrible mal, que mata el alma! El Salvador dijo: "Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes" (Mt. 22:13), es lo que va a suceder al pecador en el futuro siglo. De ahí se ve, que los pecadores van a perder totalmente la libertad de fuerzas espirituales. Sintiendo la posesión de capacidades espirituales, ellos van a sentirse atados por fuertes cadenas y incapaces para cualquier bien. Serán prisioneros de sus propios pecados (Prov. 5:22). A esto hay que añadir los sufrimientos por entender tarde, como fueron irrazonables para enojar al Creador, pues todavía en la vida terrenal el pecado ata y mata el alma. El verdadero fiel conoce el dolor que oprime su alma después de haber cometido cualquier pecado, y como su conciencia lo atormenta hasta que no se arrepienta sinceramente de lo cometido. De mi propia experiencia puedo testimoniar que si una persona va a dormir sin haberse arrepentido de algo malo hecho durante el día, su conciencia lo va a molestar en el sueno, hasta que no se levanta y no lava el pecado con sus lagrimas. Ahora suponemos, que esta persona, atormentada en el sueno por su pecado, morirá inesperadamente. Es claro, que el alma ira atormentada en el otro mundo. Y como después de la muerte no hay arrepentimiento, su alma va a sufrir eternamente, conforme a sus hechos. De esto testifica la Sagrada Escritura (Mat.25:46; Rom. 2:6, 9; 2 Cor. 5:10 y otros).
Las preocupaciones de nuestra vida, como una neblina cubren el horizonte para la visualizad del alma. Por eso hay que aprender no preocuparse de las cosas, depositando todas las esperanzas en las manos de Dios. Con alegría hay que ayudar a los necesitados, sabiendo que nuestro Señor va a ser todavía mas generoso con los misericordiosos.
San Juan de Kronstadt
"... A menudo Le pedimos a Dios distintas cosas, pero El no nos contesta. Para que El conteste nuestros pedidos y nos de lo que le pedimos, debemos, en primer lugar, tener humildad. Todos nosotros, tanto niños, como adultos, tenemos mucho egoísmo y no aceptamos ni indicaciones, ni observaciones. Todo lo sabemos, y todos somos sabios. Cuando en nosotros reina el egoísmo, alcanza un mínimo pretexto para una gran disputa. Abrimos la puerta a Satanás, y él entra en nuestro hogar y lo destruye. No presten atención a lo que ven o escuchen en aquel momento. Su consejo no nos ayudará y todavía más avivara el fuego. Solo aguanten un poco, oren, y cuando el otro se calme, será posible la comprensión mutua. El pescador no pesca durante la tormenta, espera que se calme el mar."