Monday, August 28, 2017

San Moisés el Etiope ( Agosto 28 )

 San Moisés, que era originario de Etiopía, fue el más Pintoresco de Los Padres del Desierto. En sus primeros años era criado o esclavo de un cortesano egipcio. Su amo se vio obligado a despedirle (es raro que no le haya matado, dada la barbarie de la época) a causa de la inmoralidad de su vida y de los robos que había cometido. Entonces, Moisés se hizo bandolero. Era un hombre de estatura gigantesca y de ferocidad no menos grande. Pronto organizó una banda y se convirtió en el terror de la región. En cierta ocasión, cuando se hallaba a punto de cometer un robo, ladró el perro de un pastor. Entonces Moisés juró matar al pastor. Para llegar a donde éste estaba, tuvo que cruzar a nado el Nilo con el cuchillo entre los dientes, pero entretanto el pastor tuvo tiempo de esconderse entre las dunas. Como no consiguiese hallarle, Moisés mató cuatro carneros, los ató por las patas y los condujo al otro lado del río. En seguida descuartizó a las bestias, asó y comió las mejores porciones, vendió las pellejas y fue a reunirse con sus compañeros, a ochenta kilómetros de ahí. Esto nos da una idea de la clase de coloso que era Moisés.
Desgraciadamente no sabemos cómo se convirtió. Tal vez fue a refugiarse entre los solitarios del desierto cuando huía de la justicia, y el ejemplo de éstos acabó por conquistarle. El hecho es que se hizo monje en el monasterio de Petra, en el desierto de Esquela. Un día, cuatro bandoleros asaltaron su celda. Moisés luchó con ellos y los venció. En seguida los ató, se los echó a la espalda, los llevó a la iglesia, los echó por tierra y dijo a los monjes, que no cabían en sí de sorpresa: "La regla no me permite hacer daño a nadie. ¿Qué vamos a hacer de estos hombres?" Según se cuenta, los bandoleros se arrepintieron y tomaron el hábito. Pero el pobre Moisés no conseguía vencer sus violentas pasiones y, para lograrlo, fue un día a consultar a San Isidoro. El abad le condujo al amanecer a la terraza del monasterio y le dijo: "Mira: la luz vence muy lentamente a las tinieblas. Lo mismo sucede en el alma." Moisés fue venciéndose poco a poco, a fuerza del rudo trabajo manual, de caridad fraterna, de severa mortificación y de perseverante oración. Llegó a ser tan dueño de sí mismo, que Teófilo, arzobispo de Alejandría, le ordenó sacerdote. Después de la ordenación, cuando se hallaba todavía revestido del alba, el arzobispo le dijo: "Ya lo veis, padre Moisés, el hombre negro se ha trasformado en blanco." San Moisés replicó sonriendo: "Sólo exteriormente. Dios sabe cuan negra tengo el alma todavía."
Cuando los berberiscos se aproximaban a atacar el monasterio, San Moisés prohibió a sus monjes que se defendiesen y les mandó huir, diciendo: "El que a hierro mata a hierro muere." El Santo se quedó en el Monasterio con otros siete monjes. Sólo uno de ellos escapó con vida. San Moisés tenía entonces setenta y cinco años. Fue sepultado en el monasterio llamado Dair al-Baramus, que todavía existe. 

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La Decapitación de San Juan Bautista ( Agosto 29 )

  El Santo empezó a desempeñarla en el desierto de Judea, sobre las riberas del Jordán, a la altura de Jericó. Cubierto con pieles, predicó a todos los hombres la obligación de lavar sus pecados con las lágrimas de la penitencia y proclamó la próxima venida del Mesías. Igualmente exhortó a las multitudes a la caridad y la reforma de vida y Bautizaba en el Jordán. Los judíos solían lavarse como símbolo de la purificación interior, pero hasta entonces, el bautismo no había tenido la alta significación mística que le atribuía San Juan. El bautismo representaba para él la purificación del pecado, la preparación para que los hombres participaran en el Reino del Mesías. En otras palabras, era un símbolo sensible de la purificación interior y un tipo del sacramento que Cristo iba a instituir. Ese rito ocupaba un sitio tan prominente en la predicación de Juan, que las gentes empezaron a llamarle "el Bautista", es decir, "el que bautiza." Cuando Juan llevaba ya algún tiempo de predicar y bautizar, el Salvador fue de Nazaret al Jordán y se presentó para ser bautizado. Juan le reconoció por divina revelación y trató de excusarse, pero al fin accedió a bautizarle, por obediencia.
La ardiente predicación del Bautista y su santidad y milagros, atrajeron la atención de los judíos sobre él y algunos empezaron a considerarle como el Mesías prometido. Pero Juan declaró que él no hacía más que bautizar en el agua a los pecadores para confirmarlos en el arrepentimiento y prepararlos a una nueva vida, pero que había Otro, que pronto se manifestaría entre ellos, que los bautizaría en la virtud del Espíritu Santo y cuya dignidad era tan grande, que él no era digno de desatar las correas de sus sandalias. No obstante eso, el Bautista había causado tal impresión entre los judíos, que los sacerdotes y levitas de Jerusalén fueron a preguntarle si él era el Mesías esperado. Y San Juan confesó y no negó y dijo: "Yo no soy el Cristo", ni Elías, ni uno de los profetas. Aunque no era Elías, poseía el espíritu de Elías, pues el profeta había sido el tipo del Bautista. Juan era un profeta y más que un profeta, puesto que su oficio consistía no en anunciar a Cristo a distancia, sino en señalarle a sus contemporáneos. Así pues, como no era Elías en persona, ni un profeta en el sentido estricto de la palabra, respondió negativamente a las preguntas de los judíos y se proclamó simplemente "la voz del que clama en el desierto." En vez de atraer sobre sí las miradas de los hombres, las desviaba hacia las palabras que Dios pronunciaba por su boca. Juan proclamó la mesianidad de Cristo en el bautismo y, precisamente al día siguiente de aquél en que los judíos habían ido a interrogarle, llamó a Jesús "el Cordero de Dios." El Bautista, "como un ángel del Señor, permanecía indiferente a las alabanzas y detracciones", atento únicamente a la voluntad de Dios. No se predicaba a sí mismo sino a Cristo. Y Cristo declaró que Juan era más grande que todos los santos de la antigua ley y el más grande de los nacidos de mujer. Heredes Antipas, el tetrarca de Galilea, había repudiado a su esposa y vivía con Herodías, quien era juntamente su sobrina y la esposa de su medio hermano Filipo. San Juan Bautista reprendió valientemente al tetrarca y a su cómplice por su conducta escandalosa y dijo a Herodes: "No te es lícito vivir con la mujer de tu hermano." Herodes temía y respetaba a Juan, pues sabía que era un hombre de Dios, pero se sintió muy ofendido por sus palabras. Aunque le respetaba como santo, le odiaba como censor y fue presa de una violenta lucha entre su respeto por la santidad del profeta y su odio por la libertad con que le había reprendido. Finalmente, la cólera del tetrarca, azuzada por Herodías, triunfó sobre el respeto. Para satisfacer a Herodías y tal vez también por temor de la influencia que Juan ejercía sobre el pueblo, Herodes le encarceló en la fortaleza de Maqueronte, cerca del Mar Muerto. Cuando el Bautista se hallaba en la prisión, Cristo dijo de él: "¿A quién fuisteis a ver? ¿A un profeta? En verdad os digo, a un profeta y más que un profeta. De él es de quien está escrito: He aquí que envío a mi ángel delante de ti para que te prepare el camino. En verdad os digo, no hay entre los nacidos de mujer ninguno más grande que Juan el Bautista."
Pero Herodías no perdía la ocasión de azuzar a Herodes contra Juan y de buscar la oportunidad de perderle. La ocasión se presentó con motivo de una fiesta que dio Herodes el día de su cumpleaños a los principales señores de Galilea. Salomé la hija de Herodías y de Filipo, danzó ante los comensales con tal arte, que Herodes juró concederle cuanto le pidiera, aunque fuese la mitad de sus dominios. Herodías aconsejó a su hija que pidiese la cabeza del Bautista y, para impedir que el tetrarca tuviese tiempo de arrepentirse, sugirió a Salomé que exigiese que la cabeza del santo fuese inmediatamente traída en una fuente, el tirano dio inmediatamente la orden de que le decapitasen en la prisión y de que trajesen en una fuente su cabeza a Salóme. La joven no tuvo reparo en tomar el plato en sus manos y ofrecérselo a su madre. Así murió el gran precursor del Salvador, el profeta más grande "de cuantos han nacido de mujer." En cuanto se enteraron de la noticia, los discípulos del Bautista recogieron su cuerpo, le dieron sepultura y fueron a contarlo a Jesús. "Y habiéndolo oído, Jesús se retiró... a un sitio del desierto." 

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Saturday, August 26, 2017

12ª Domingo de Mateo

Nos relata hoy, el evangelista Mateo, el diálogo entre Cristo y un jovencito. De este diálogo nos informamos qué es lo que le pide Cristo al ser humano de todas las...

...épocas. Cristo, pues, no pide sólo el cumplimiento de los mandamientos básicos, requiere el desapego completo del ser humano de todo aquello que lo mantiene pegado al suelo y su entrega total a Dios.
Los bienes materiales fueron creados por Dios al servicio del ser humano y para gloria del Creador. En consecuencia la posición del cristianismo frente a ellos, es positiva. No obstante, esta posición no acarrea una posición favorable a la riqueza, que está ligada generalmente con la injusticia y la avaricia.
En la Biblia y particularmente en el Nuevo Testamento, la clasificación en ricos y pobres aparece sobre una base no tanto económica o de estatus social, sino más bien según su posición frente a Dios y Su voluntad. Son pobres aquellos que no tienen recursos económicos suficientes, son los que apoyan sus esperanzas en Dios y vivencian de manera inmediata su dependencia de Él. Contrariamente, son ricos aquellos que disponen de medios económicos abundantes. Estos confían a sus riquezas y se olvidan de Dios. Además, los ricos tienen la falsa sensación de autarquía, mientras son cautivos del mundo y siervos del miedo a la corrupción y a la muerte. Es por eso que los pobres son ensalzados por Cristo, como herederos del reino de Dios, mientras los ricos son deplorados (Lc. 6,20 y 24). En el cristianismo la riqueza espiritual desplaza en efecto, a los bienes materiales.
Ninguna otra maldad fue tan criticada por Cristo, con tanta severidad, como el amor a la riqueza. Esta crítica no apunta tan sólo a la eliminación de la injusticia social y el restablecimiento de la justicia social, apunta principalmente a la liberación de la persona de la esclavitud del mundo y del dominio del maligno.
La vida cristiana, como vida en libertad, exige la liberación del imperio de la riqueza, que subyuga a la persona y la somete a la tiranía del dinero. La posesión de riquezas materiales somete a cautiverio a la persona y obstaculiza su entrada al reino de Dios, tal como lo expresa Cristo en el último versículo de la lectura evangélica de hoy. Contrariamente, el deseo de la riqueza del reino de Dios conduce a la liberación de la carga, que significa la riqueza material, y al abandono de toda preocupación por el bienestar.
En otras lecturas evangélicas, el hallazgo del reino de Dios se presenta como una fuerza que impulsa a la persona a desprenderse de sus riquezas para conquistarlo (Mt. 13,44-46). De esta manera la persona se libera del peso de la riqueza material, al mismo tiempo que puede utilizarla como medio para adquirir bienes espirituales.
San Simeón el Nuevo Teólogo dice que la propiedad privada es un fenómeno producto de la avaricia. Todas las cosas, dice, son comunes para todas las personas, como la luz y el aire que respiramos. Los poseídos por su propia avaricia no son en realidad dueños de sus propiedades, sino siervos y guardianes de las mismas. Aunque ofrezcan una parte de lo que poseen o, incluso, todo lo que poseen a los necesitados, no podrían ser considerados por eso dignos de elogios; igualmente son deudores de arrepentimiento de por vida por todo lo que han retenido tanto tiempo, impidiendo su uso a sus hermanos.
Los ricos que dan limosna no son por eso justificados ni dejan de ser responsables por las penurias y la desgracia de las personas que podrían haber ayudado y no lo hicieron. Dios perdona esta injusticia y promete recompensar a las personas que entregan sus bienes con agrado a sus hermanos necesitados. Lo hace para ayudarles a curarse de la enfermedad de la avaricia, para que dejen de apoyar sus esperanzas en sus posesiones, para que vuelvan a Él libres y para que sigan el camino de sus mandamientos.
Para la doctrina cristiana, el ser humano es administrador, no dueño, de los bienes materiales que se encuentran a su disposición. De otro modo, el deseo y el mantenimiento de la riqueza producen en la persona problemas morales y espirituales. Este deseo no le permite a la persona progresar y fructificar en la fe y lo conduce a la muerte espiritual, como nos advierte hoy el evangelista Mateo. Es por ello que el creyente debe bastarse en lo indispensable para sus necesidades básicas. Todo lo que no es indispensable está por demás. Por su parte, Clemente de Alejandría escribe que “no es rico quien posee, sino quien da “y la dación revela al bienaventurado no la posesión”. 

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San Fanurio ( 27 de agosto )

 Con relación a la biografía del glorioso Santo Gran Mártir Fanurio el de reciente aparición, nadie puede dar una respuesta concreta acerca de su origen, quiénes eran sus padres, en qué período vivió, en qué lugares predicó la palabra de Dios y por último, en el reinado de qué emperador dio testimonio de su fe entregando su cuerpo y su vida al martirio. No se ha conservado ningún testimonio con relación a su vida, ni escrito ni oral, y tal vez no conoceríamos siquiera el nombre del Santo ni acaso que haya existido, si no fuera por el siguiente acontecimiento:
Cuando la hermosa isla de Rodas fue conquistada por los turcos, uno de sus Gobernadores quiso reconstruir la muralla de la ciudad que había sido destruida por la guerra. Para reconstruir la muralla había que demoler algunas chozas en ruinas, que se encontraban fuera de la misma.
Cuando demolieron esas chozas y excavaron la zona circundante, descubrieron enterrada entre los escombros, una hermosa iglesia que tenía destruido uno sólo de sus lados. En las ruinas de esta iglesia olvidada hasta ese momento, encontraron muchas imágenes de Santos que estaban todas arruinadas por el tiempo, tanto que no se podía distinguir nada en ellas, ni letras ni rostros ni figuras.
Sin embargo, entre todas esas imágenes destruidas había una sola en buen estado, como recién hecha, a tal punto que parecía haber sido pintada ese mismo día en que fue descubierta en la iglesia enterrada. Esta maravillosa imagen, que no había sido afectada por el transcurso del tiempo y el entierro, era la imagen del hasta ese momento desconocido San Fanurio.

Las doce representaciones de la imagen.

Apenas descubierta aquella santa iglesia, acudió enseguida al lugar el muy respetado Obispo de la zona, llamado Nilo, hombre muy creyente y de vida santa, que leyó con facilidad las palabras escritas sobre aquella imagen, que decían: “San Fanurio”.
La imagen de San Fanurio estaba rodeada por doce imágenes más pequeñas referidas a diferentes circunstancias de la vida del Santo. En el medio estaba pintado el santo siendo joven con uniforme militar. En su mano izquierda tenía la cruz y en la derecha una vela encendida. Las doce pequeñas imágenes situadas alrededor de esta imagen central del santo, mostraban las siguientes circunstancias de su vida y en particular las torturas y suplicios que sufrió a causa de su fe en Cristo y su martirio final.
La primera representa al Santo frente a un magistrado que le interroga. Fanurio está en medio de sus custodios, de pie frente al magistrado y parece hacer su apología con valentía defendiendo su fe cristiana.
La segunda representa al Santo entre los soldados que lo han llevado para torturarlo y le pegan con piedras en la boca y en la cabeza.
En la tercera escena se muestra al Santo acostado en el suelo mientras los soldados le pegan despiadadamente con palos.
La cuarta escena muestra una tortura más terrible aún. El Santo está desnudo en la celda de la cárcel mientras sus torturadores le desgarran el cuerpo con herramientas de hierro. Sin embargo por la postura, San Fanurio parece soportar sereno este horrible tormento. Tiene las manos cruzadas, la mirada dirigida al cielo con devoción y está rezando al Señor, en quien ha depositado todas sus esperanzas.
La quinta imagen lo muestra solo, encerrado en la celda de la cárcel y reza a Dios con devoción, que le dé fuerzas para soportar las siguientes torturas a las que iba a ser sometido por los brutales y despiadados torturadores.
En la sexta representación, aparece de nuevo frente al tirano haciendo su apología con valentía y a pesar de las amenazas de nuevas y peores torturas se niega a renegar de su fe en Cristo.
En la séptima imagen, lo han prendido de nuevo sus torturadores en otra celda cerrada y le queman el cuerpo con antorchas encendidas.
En la octava imagen, el Santo sufre una nueva tortura más horrible aún. Los verdugos de corazón duro, despiadados y enardecidos por su persistente negación a rendir culto a sus falsos ídolos, le han colocado en una prensa y le trituran los huesos, mientras él, tranquilo frente a este terrible tormento, sufre los dolores con paciencia y valentía, y en su hermoso rostro se ha derramado un regocijo divino, porque el Señor lo hizo digno de ser uno de los selectos testigos de la fe Cristiana.
En la novena figura, se encuentra tirado en una gran fosa, entre animales salvajes para devorarlo, mientras desde arriba lo vigilan sus verdugos. Pero los animales no le molestan para nada, contrariamente lo rodean mansos, mientras el Santo con las manos cruzadas sobre el pecho, reza a Dios con devoción, agradeciéndole por su salvación de este terrible tormento.
La décima escena muestra un nuevo, igualmente terrible tormento, que inventaron sus torturadores para aniquilarlo. Han acostado a San Fanurio en el suelo y le han aplastado con una enorme placa de mármol, que le fractura el tórax y no le permite respirar.
En la undécima figura, el Santo aparece de pie frente a los ídolos de los infieles. Sostiene en sus manos brasas encendidas y está custodiado por sus verdugos armados. En el aire, encima del altar de los ídolos, sobrevuela un demonio, en la figura de un dragón con alas, que parece llorar y flagelarse por los exorcismos del Santo.
Por último, la duodécima y última imagen nos muestra a San Fanurio de pie dentro de un gran horno, sobre leños encendidos y mientras le han abrazado las llamas y el humo del fuego, está rezando serenamente, con las manos levantadas hacia el cielo y dedica con calma sus últimos pensamientos al Señor, en este su martirio final.

Un milagro de la imagen del Santo

Observando pues las doce escenas tan descriptivas de la vida de San Fanurio en esta imagen, el piadoso Obispo Nilo comprendió enseguida que San Fanurio había sido uno de los mártires más importantes de la fe cristiana. Inmediatamente envió gente al Gobernante del lugar pidiéndole que le ceda aquella iglesia para reconstruirla. Pero él se negó concederle ese favor. Sin perder tiempo, aquel piadoso Obispo se trasladó personalmente a la Capital y logró allí obtener el permiso pertinente. Volvió luego a Rodas y reconstruyó la iglesia de San Fanurio, fuera de la muralla de la ciudad, en el lugar mismo donde la habían descubierto. Esta nueva iglesia, que aún existe, resultó milagrosa. Muchos milagros se verificaron entre las multitudes de fieles que concurrían desde todas partes para rendir culto a Dios y honrar la memoria de San Fanurio. De todos ellos relataremos el siguiente, que es de los más admirables y muestra el gran y milagroso poder de la imagen del Santo.
En aquella época la isla de Creta no tenía un Obispo Ortodoxo sino uno latino, porque estaba bajo el dominio de los Vénetos que, por malicia, no permitían que se establezca un nuevo Obispo en la sede vacante que dejaba un Obispo al fallecer. El objetivo era lograr con el transcurso del tiempo convertir a los cristianos ortodoxos al culto del Papa de Roma.
Así pues, los griegos que querían ser sacerdotes en Creta, se trasladaban a Cirigo para recibir la ordenación. En cierto momento partieron de Creta tres Diáconos y se dirigieron al Obispo de Cirigo que los ordenó sacerdotes. Volviendo a su patria Creta, fueron apresados por piratas árabes que los llevaron a Rodas, donde los vendieron a otros agarenos.
Aquellos desafortunados sacerdotes recién ordenados, lloraban día y noche por la desgracia que habían tenido. Escucharon entonces los relatos de los grandes milagros de la imagen de San Fanurio y empezaron enseguida a rezar al Santo con lágrimas, pidiéndole que los libere de aquel amargo cautiverio. Finalmente lograron el permiso de sus amos para ir a rendir culto a Dios en la iglesia de San Fanurio. Al llegar frente a la imagen milagrosa, se arrodillaron y regando la tierra con sus lágrimas, le suplicaban al Santo que se apiade de ellos y les libere de las manos de los agarenos.
Luego volvieron a sus amos un tanto consolados. Pero el Santo se compadeció de sus lágrimas de desesperación y escuchó su ferviente súplica. Esa misma noche se presentó a sus amos y les ordenó que dejaran en libertad a los siervos de Dios, que retenían como esclavos, advirtiéndoles que, en caso de desobedecer, les castigaría duramente. Ellos sin embargo, pensaron que se trataba de algún truco mágico, pusieron cadenas a sus esclavos y los sometieron a trabajos y tormentos más pesados.
Pero esa noche se presentó el Santo, les soltó las cadenas y les dijo que al día siguiente serían liberados sin falta. Al mismo tiempo se presentó a sus amos agarenos y después de reprenderlos severamente, les dijo que si no liberaran a sus esclavos al día siguiente, les haría conocer el poder de Dios.
Esa misma noche sucedió algo sorprendente. Todos los que vivían en las tres casas que retenían como esclavos a los tres desafortunados sacerdotes quedaron de pronto ciegos y cayeron paralizados con dolores muy fuertes. A la mañana siguiente, después de consultar con sus parientes, que llegaron para verlos, acerca de qué tenían que hacer para recobrar la salud, decidieron llamar a sus tres esclavos. Cuando ellos se presentaron, les preguntaron si podían curarlos. Ellos entonces les contestaron que suplicarían por ello a Dios y Él haría Su voluntad.
La noche siguiente se presentó de nuevo el Santo a los agarenos y les dijo:
- Si no envían a mi iglesia una carta prometiendo dejar libres a sus esclavos, no recobrarán la salud ni la visión.
Ellos entonces, aconsejados por sus parientes y amigos, enviaron esas cartas con personas de confianza, que las depositaron frente a la imagen del Santo. ¡He aquí el milagro! Antes que los enviados volvieran, los agarenos ciegos y paralíticos volvieron a estar salvos y sanos. Muy contentos por el milagro pusieron enseguida en libertad a los sacerdotes, dándoles además los gastos para su viaje y despidiéndoles con alegría para que volvieran a su patria.
Los sacerdotes liberados pintaron la imagen de San Fanurio, como la habían visto en su iglesia, y se la llevaron consigo a Creta, donde año tras año festejaban con devoción la memoria del Santo y milagroso Mártir Fanurio, cuya bendición y protección les acompañó toda la vida.
Así pues, gracias a aquel hecho fortuito, por voluntad divina, se conoció el nombre de San Fanurio, que como se conoce por su imagen, fue uno de los más valientes mártires de la Iglesia, habiendo soportado las torturas más horribles por el nombre del Señor.
Que Su gracia y Su intercesión al Señor sean para cuantos leen su biografía y para quienes invocan Su Santo Nombre. Amén.


El himno de despedida.
Modo 4º.

Un himno celestial se canta en la tierra.
Una fiesta terrenal celebran los ángeles con alegría.
Arriba con himnos anuncian las hazañas,
Abajo la Iglesia, la gloria celestial;
La que hallaste con tus esfuerzos y hazañas,
glorioso Fanurio.


El 27 de agosto festejamos la memoria y el hallazgo de la Imagen del Gran Mártir Fanurio de reciente aparición, conocida en la isla Rodas en el año 1369. 

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Tuesday, August 22, 2017

El Santo Pañuelo ( Agosto 16 )


Según la tradición, el primer Icono de Jesucristo Apareció durante su vida terrenal. Se refiere a esta imagen como la “Santa Faz,” o bien, “El Icono no hecho por manos humanas”.
La tradición relata, que durante el tiempo del Salvador, Abgar gobernante de Edessa sufría lepra. Aunque jamás había visto al Salvador, Abgar creyó en Jesús como el Hijo de Dios, por haber escuchado acerca de los grandes milagros hechos por Él. Le escribió una carta pidiendo que fuera a sanarlo, la cual envió a Palestina con su propio retratista y pintor Ananias, habiéndolo comisionado hacer una pintura del Maestro Divino. No obstante, cuando Ananias llegó a Jerusalén y vio al Señor, le era imposible acercarse a Él debido a la gran multitud que lo rodeaba. Al verlo Jesucristo, le llamó por su nombre y le entregó una carta para Abgar en que le alabó por su gran fe y le prometió enviarle Su discípulo para sanarlo de la lepra y guiarlo a la salvación. El Señor luego pidió un lienzo y agua. Él lavó Su rostro, y lo seco con el lienzo, y Su Semblante Divino se plasmo en él. Ananias llevó el lienzo y la carta del Salvador de vuelta a Edessa. Con reverencia Abgar recibió lo que Jesucristo le había mandado y la curación fue inmediata; sólo una parte pequeña de rastros de la terrible aflicción permanecía en su cara hasta la llegada del discípulo prometida por el Señor. Él era el Discípulo de los Setenta San Tadeo (21 agosto), quién predicó el Evangelio y bautizó al creyente Abgar y a todas las personas de Edessa.
Esta es la tradición tras la imagen que hoy se venera como “la Imagen hecha no por manos humanas,” la “Santa Faz.” 

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Santo Mártir Agathoniko y sus Compañeros (Agosto 22)

El Mártir Agathoniko era de Nikomidia, fue arrestado por el noble Evtolmios quien volvía de su viaje de Ponto, donde había ido a perseguir cristianos, en Karpi encontró a Zotico a quien mato juntamente con sus discípulos, estando en esa zona se entero de que el príncipe se había bautizado cristiano, influenciado por Agathoniko. Entonces, arrestó al Principe y Agathoniko, después de castigarlos con otros cristianos, los condujo al rey, que se encontraba en Tracia. Pero en el camino, cerca de un pueblo llamado Potamos, murieron Zinona, Theoprepio, Akindyno y Sebiriano, por las graves heridas que tenían en sus pies, no pudiendo caminar más. Cuando llegaron cerca del pueblo Silybria, Agathoniko, prigkipa y los otros cristianos, así como estaban atados fueron decapitaron por orden real. Quedando escrito en el libro de la vida eterna de Dios, los Santos Martires Agathoniko y junto con este Zotico, Zinon, Theoprepios, Akindynos, Sebirianos y Prigkipas. 

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Friday, August 18, 2017

Santa Marina la Mártir


Santa Marina nació en Antioquía (en Asia Menor, hoy Turquía). Su padre era un sacerdote pagano. Por su ama de leche, Santa Marina conoció la fe cristiana. Fue el tiempo en que el emperador Diocleciano (284 — 305) desató una persecución contra los cristianos. Debido a eso muchos cristianos debieron esconderse en cuevas o en desiertos. Al cumplir 12 años, Marina se bautizó. Cuando lo supo su padre, renegó de ella.
Un día, cuando Marina ya tenía 15 años, estaba cuidando a unas ovejas que pastoreaban. Pasó por el lugar el gobernador de la región, quedó fascinado por la belleza de la joven y le propuso matrimonio. Marina no ocultó que era cristiana. Entonces, el gobernador la entregó al cuidado de una noble mujer. Tenía la esperanza que ésta iba a convencer a la joven a renegar de Cristo. Pero Marina fue firme y se negó a ofrecer un sacrificio a los ídolos.
Entonces la sometieron a las más terribles torturas: la azotaron con varillas, cortaron su cuerpo con tridentes, le clavaron clavos, la quemaron con fuego. Al presenciar tales sufrimientos de la joven, el pueblo lloraba de compasión. La gracia de Dios sanó a Marina de sus heridas, pero los torturadores, pese al milagro, no entraron en razón. Al día siguiente, otra vez le quemaban el cuerpo y luego comenzaron a ahogarla en un gran barril. Durante esas torturas la tierra tembló. De las muñecas de Marina se cayeron las cadenas, sobre su cabeza empezó a irradiarse una extraordinaria luz, dentro de esa luz volaba girando una paloma sosteniendo en su pico una corona de oro. El pueblo asombrado comenzó a glorificar a Dios. El gobernador ordenó ajusticiar a Marina y a todos aquellos quienes creyeron en Cristo. Ese día, junto a Marina, fueron decapitadas 15000 personas. Feotim, un testigo, relató los martirios de Marina. Sus reliquias se encontraban en Constantinopla hasta la conquista de la ciudad por los cruzados en el año 1204. El brazo de Santa Marina se encuentra en el Monte Athos en el Monasterio de Vatopedi.

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