Sunday, March 6, 2016

Un Solo Dios Adorado en la Trinidad. ( Obispo Alexander Mileant )




La grandeza de Dios

y el deseo humano de conocerlo.

Dios es un Ser sublime y perfectísimo, Creador y Rector del universo, Espíritu eterno, omnipresente, omnisciente y todopoderoso.


La esencia de Dios es incomprensible tanto para la mente humana, como para la de los ángeles. Él habita en una luz inaccesible; a Él nadie le ha visto ni le puede ver. (I Tim 6:16).


San Basilio el Grande, escribe:

"Si quieres hablar acerca de Dios, renuncia a tu cuerpo y a los sentidos físicos, abandona la tierra y el mar. Haz que el aire quede debajo de ti. Deja de lado la cronología de los años, su orden preciso, y el ornamento de la tierra. Sitúate sobre el éter, deja a tras las estrellas, su belleza y tamaño, la utilidad que brindan al universo, su organización, luminosidad, posición, movimiento y todo cuanto próximo o distante haya entre ellas. Sobrepasando todo esto con la mente, circunda el cielo y situándote por encima de él imagínate la belleza del lugar. Desestima las huestes de los ángeles, la autoridad de los arcángeles, la gloria de los señoríos, la presencia de los tronos, las virtudes, los principados y las potestades. Desestimándolos a todos ellos cruza los límites de la creación dejándola por debajo de tus pensamientos. Imagínate la naturaleza divina, firme inmutable, desapasionada, simple e indivisible, Imagina la luz inaccesible, la grandeza ilimitada, el poder inefable, la gloria resplandeciente, la bondad ansiada y la belleza inconmensurable que impresiona fuertemente las almas sensibles y que no puede describirse dignamente con palabras."


(N de T: Señoríos, Tronos, Principados, Virtudes, Querubines y Serafines, son los nombres de las jerarquías de los ángeles. El mundo espiritual de los ángeles es mucho más numeroso que el nuestro).

Semejante elevación espiritual es necesaria para meditar acerca de Dios.


Es paradójico que el hombre desde temprana edad, y a pesar de sus limitaciones mentales y espirituales, desee conocer a Dios. La tendencia instintiva de la mente humana de conocer al Ser Supremo y al mundo espiritual, se advierte en personas de cualquier que raza, cultura o de desarrollo. Evidentemente, hay algo misterioso en la naturaleza del hombre, que como un imán lo atrae hacia la esfera de lo invisible y lo perfecto. Las Sagradas Escrituras definen a este "algo" como "imagen y semejanza de Dios" en el hombre, grabada por el Creador en los cimientos de nuestra naturaleza espiritual. (génesis 1:27).


Sólo la presencia de este vínculo entre el alma y su Creador, puede explicar que ante las más adversas circunstancias, aún las personas sin formación religiosa alguna pueden tener una idea más o menos correcta acerca de Dios. Lo extraordinario es que Dios siempre va al encuentro de la persona que lo busca, manifestándose ante ella misteriosamente.


Las Sagradas Escrituras conservan el recuerdo de un breve pero muy valioso tiempo en el que en los albores de la humanidad, Dios aparecía y hablaba con Adán y Eva, como un padre con sus hijos. En aquellos días no había siquiera un atisbo de temor entre los primeros hombres ante la presencia del Ser Supremo. Sobre esto, los ateos pretenden convencernos de que la surgió como consecuencia del temor inconsciente que experimentaba el hombre primitivo frente a las fuerzas de la naturaleza. Por el contrario, de acuerdo al Génesis, el primer encuentro del Creador al hombre estuvo pleno de confianza y beatitud. Fue la caída en el pecado lo que privó realmente al hombre del sentimiento de proximidad y bienaventuranza de Dios.




La noción de Dios entre

los filósofos y las civilizaciones antiguas

Luego de la caída de Adán y Eva en el pecado, la mayoría de sus descendientes fueron alejándose de Dios y volviéndose cada vez más rudos, y entregándose a los vicios cayeron en la superstición. Lentamente fue desarrollándose la idolatría. Pero a pesar de esto, la tendencia instintiva de buscar a Dios permaneció en el hombre


Toda la historia antigua de la humanidad testimonia que el hombre, a diferencia de los animales, no puede limitarse solo a satisfacer sus requerimientos físicos. Inconscientemente, su pensamiento es atraído hacia niveles más altos, hacia el mundo trascendental, hacia su Creador. El hombre anhela conocer: ¿cómo y por qué apareció este mundo que lo rodea? ¿Tiene su vida un significado más importante? ¿Qué le espera detrás del umbral de la muerte? Existe otro más perfecto? ¿ Existe la justicia absoluta y excelsa? ¿Habrá una recompensa por las obras buenas y un castigo por los crímenes? Al Contemplar la grandeza, la armonía y la hermosura del mundo, el hombre llega al convencimiento de que debe existir un Creador. Su sentido moral le dicta sobre la existencia de un Legislador recto que dará a cada uno según sus obras. De esta manera, bajo la influencia de motivos internos y externos, paulatinamente comenzó a gestarse en el hombre un sentimiento religioso, una necesidad de conocer y acercarse a su Creador.


Por esta razón, nunca existió un pueblo totalmente privado de la noción de un Dios.


"Observen la faz de la tierra - dice Plutarco (siglo I AC) - ustedes encontrarán ciudades sin fortalezas, sin ciencias, sin autoridades, verán personas sin hogar, personas que desconocen el uso del dinero o que ignoran totalmente la hermosura del arte, sin embargo, nunca encontrarán una sociedad que viva sin fe en una Divinidad."


Debido a que no existe una información detallada sobre las diferentes creencias y la vida de los pueblos antiguos, es difícil establecer puntualmente como surgieron y se desarrollaron sus diferentes conceptos religiosos. Sin embargo muchos religiosos de las religiones comparadas afirman que en las religiones primitivas existió la idea del monoteísmo (un solo Dios); en tanto que la deificación de las fuerzas naturales y diferentes dioses (politeísmo) apareció mucho más tarde. * Los primeros capítulos del Génesis relatan el desarrollo del politeísmo entre "los hijos del hombre" como el resultado del entorpecimiento moral. También nos enseña como "los hijos de Dios" (los descendientes de Set) conservaron su fe en un solo Dios. Además debemos aclarar, que en las religiones politeístas, siempre existió un dios supremo por encima de otras divinidades. Por ello al margen de las imperfecciones de las religiones paganas el reconocimiento de la existencia de un Ser Supremo, nos indica que el hombre en su naturaleza interna es religioso. El ateísmo es un estado anormal y patológico del alma humana surgido de un estilo de vida pecaminoso y que con los años se fortalece aún más con la penetración de los conceptos ateos.


En Grecia, donde 600 años AC, el politeísmo desplazó al monoteísmo, advertimos una saludable oposición por parte de los filósofos. Uno de los primeros filósofos en oponerse al politeísmo, fue Xenofonte (570 – 466 AC) quien luchó contra los adoradores de animales y héroes legendarios. Él dijo "Entre los dioses y los hombres existe un Dios supremo, el cual no se parece a ellos, ni mentalmente, ni en su apariencia externa. El es toda visión, todo pensamiento y oído. Él habita, eterno e inamoviblemente, en un solo lugar y con su mente dirige todo sin esfuerzo"


Heráclito habla sobre el Logos de quien todo recibió su existencia. El llama Logos a la Sabiduría Divina (1) Anaxagoras llama Dios "Razón purísima" omnisciente y omnipotente. Esta Razón, siendo de naturaleza espiritual, todopoderosa y omnipresente mantiene todo en un orden. Ella formó al mundo a partir de un caos primitivo.


Sócrates reconoce que Dios solo hay uno. Él es el principio moral del mundo y es la "Providencia," que se preocupa del mundo y la gente.


Platón, combatiendo las supersticiones paganas, exige que se excluyan del concepto de Dios, ciertas cualidades imperfectas como la envidia o la metamórfosis. "Dios, y no el hombre, es la última palabra en todo." Para Platón, Dios — "Demiurgo" es el creador de todo, el Pintor. Del Universo. Él es un espíritu inmortal, que cambia y da forma a la materia según Su idea. Existe un mundo eterno y real de ideas, al que se atribuye la auténtica realidad. Al frente de este reino de ideas se encuentra la Idea del Bien, el Dios Creador del universo.


Aristóteles sostiene que Dio está sobre todas las cosas, y es el Principio motor del universo "el Inmóvil Primer Motor," fuente del movimiento universal. Él es un ser eterno y perfecto, centro de toda actividad y energía, autónomo e inaccesible. Él, es pura razón "mente de las mente" y ajeno a cualquier materialidad vive en un intenso estado de acción intelectual y de autocontemplación: "La realidad del pensamiento es la vida, y Dios es esta realidad." De acuerdo con Aristóteles, todo el mundo busca a Dios porque Dios es amado por su perfección.


Artaus de Cilicia, (escritor del siglo III a. de Cristo), elevándose mentalmente llegó a la idea de una "imagen de Dios en el hombre" diciendo: "nosotros somos Su generación."(2) Tal vez influencia influenciados por los filósofos, que insistieron sobre la existencia un Ser sapientísimo que está sobre todas las cosas, los atenienses hayan construido un altar al "Dios Desconocido," como menciona el Apóstol San Pablo al principio de su famoso sermón en Atenas. (Hechos 17:23).


De esta manera, los conceptos que algunos filósofos tuvieron sobre Dios fueron correctos y profundos. Los filósofos más destacados entendieron que debe existir sólo un Dios verdadero. Dios es todo pensamiento y es el poseedor de la suprema sabiduría. Él es eterno, absoluto, transcendente, la Primer causa de toda acción y movimiento en el mundo. Algunos filósofos llegaron a una opinión tan elevada sobre Dios, que lo consideraban como el "Demiurgo," conductor del universo. Sin embargo, carecieron de una clara noción de Dios Creador que hizo el mundo de la nada, como leemos en la Biblia. La principal falla en la opinión es considerar que Dios es un Ser "frío," distante al mundo, como encerrado en Su vida introspectiva. La causa de esta opinión tan alejada del Dios verdadero, reside, en que los filósofos carecieron de una experiencia espiritual personal. No experimentaron la viva unión con el Dios bondadosísimo, que es alcanzada durante la oración ferviente y atenta.


A pesar de esto, muchos Santos Padres estimaron a los filósofos antiguos hasta el punto de llamarlos "cristianos antes de Cristo." Su principal mérito fue el desarrollo de un entendimiento religioso – moral. Acuñaron una terminología que permitió a los primeros apologetas cristianos y Padres de la Iglesia confesar y defender las verdades cristianas.


Las opiniones filosóficas aquí presentadas sobre el Ser Supremo, son interesantes, porque demuestran el límite del conocimiento sobre Dios al que puede llegar el hombre a través de su esfuerzo natural. Pero mucho más puro y perfecto aún es el testimonio que hallamos sobre Dios en las Sagradas Escrituras. Mediante ellas sabemos que Dios se ha revelado ante quienes lo han buscado como los (Rectos/ Justos) del Antiguo y Nuevo Testamento. Aquí no se trata de un producto de ideas abstractas o de posibles adivinanzas, sino de una espontánea iluminación desde lo alto, recibida por los santos como una viva experiencia espiritual. Los santos escribieron sobre Dios según lo revelado por el Espíritu Santo. Por esta razón en las Sagradas Escrituras, y en las obras de los santos cristianos, no hay adivinanzas ni contradicciones sino una completa unanimidad.


 


* (Confrontar W. Schmidt " Der Ursprung der gottesidee).


(1) (la enseñanza sobre el Logos fue desarrollada por Filón en el siglo I AC).


(2) (una idea similar fue expresada por su contemporáneo estoico, Cleanfas).


Los atributos de Dios


según las Sagradas Escrituras


y los Santos Padres


Las Sagradas Escrituras nos dan una sublime y completa información sobre Dios. Ellas nos enseñan que Dios es Uno, Él es un ser personal, supremo, que está sobre todas las cosas. Dios es Espíritu eterno, bondadosísimo, omnisciente, fidelisimo, todopoderoso, omnipresente, perfectísimo y muy bienaventurado. Sin tener necesidad alguna, Dios todopoderoso, por su bondad creó de la nada al mundo visible e invisible, y también nos creó. Hasta la creación del mundo no existían ni el espacio ni el tiempo. Ambos surgieron con el mundo. Dios, como un Padre amoroso, se preocupa por todo el mundo, por cada ser creado por Él, aún el más pequeño. Por sus sendas misteriosas. Él conduce a cada hombre hacia la salvación eterna pero sin forzarlo, sino iluminándolo y ayudándolo a realizar sus buenas intenciones.


Contemplaremos ahora, atentamente, algunas cualidades divinas que han sido reveladas por las Sagradas Escrituras y los Santos Padres de la Iglesia. Dios se manifiesta al hombre como un Ser absolutamente distinto del mundo físico, es decir como Espíritu. "Dios es Espíritu," — dicen las Escrituras, — "donde está el Espíritu de Dios — allí esta la libertad" (Ju: 4:24 II Cor 3:17) En otras palabras, Dios es ajeno a cualquier materialidad o corporeidad, propias de los seres humanos e incluso de los ángeles, quienes aparecen tan solo como "imagen" de la espiritualidad de Dios. Dios es Espíritu excelso, purísimo y perfectísimo. El se manifestó ante el profeta Moisés como " El que Es " un Ser Supremo, puro y espiritual. (1).


Es inusual que las mentes contemporáneas imaginen a Dios como Espíritu puro. Por su parte el panteísmo (2), tan difundido en nuestros tiempos, también contradice esta verdad. Por esta razón, en el " rito de la Ortodoxia," celebrado el primer Domingo de la Gran Cuaresma escuchamos que: " Sean anatemas aquellos que dicen que Dios no es Espíritu, que es sólo cuerpo."


Dios es eterno — Dios existe fuera del tiempo, pues el tiempo es finito y variable (el tiempo se considera como la cuarta dimensión en la teoría física de la relatividad. De acuerdo con la cosmología actual, el espacio y el tiempo no son eternos. Ellos aparecieron y desaparecerán con el mundo). Para Dios no existen ni el pasado, ni el futuro, solo existe el presente. "En el principio Tú, Señor, fundaste la tierra, y los cielos son obra de Tus manos. Ellos van pasando, más Tú permanecerás; Todo en ellos envejece como una vestidura. Tú los mudarás, y quedarán cambiados; más Tú eres el mismo, y Tus años no tienen fin"(salmo 101, 26-28). Algunos Santos Padres señalan la diferencia conceptual entre la "eternidad " y la "inmortalidad." La eternidad es vitalidad, que no tiene principio ni fin. El entendimiento de la eternidad puede aplicarse únicamente a la esencia de Dios que es sin principio y en quien todo es siempre igual y tiene el mismo aspecto.


El entendimiento de la inmortalidad se atribuye a aquellos seres a los que se les dio la existencia y son inmortales como los ángeles y el alma humana. La eternidad es algo que pertenece únicamente a la Esencia Divina (San Isidro Pelusiota).


Dios — es bondadosísima — es decir, infinitamente bueno. Las escrituras testifican: "Generoso y clemente es el Señor Dios, paciente en exceso y grande en misericordia" (Salmo 102:8).


Dios es amor. La bondad de Dios se extiende sobre todo el mundo y sobre cada ser que habita en él. Es decir, no se restringe a una determinada región, pues un amor así es propio de seres limitados. Él se preocupa con amor por la vida y las necesidades de cada criatura, por más pequeña e insignificante que pueda parecer.


San Gregorio el Teólogo dice: "Si alguien nos pregunta a quién honramos y a quien adoramos, debemos contestar: "adoramos al amor."


Dios concede tantos bienes a su creación en la medida en que cada uno puede recibirlos de acuerdo a su naturaleza y estado, y en correspondencia con la armonía del mundo. Dios manifiesta al ser humano una bondad especial. San Clemente de Alejandría dice: "Él, como un ave-madre, al ver a su pichón caer fuera del nido, acude en su ayuda para levantarlo, y cuando ve que su pichón puede ser devorado por una serpiente, con un penoso graznido, vuela alrededor de él y de sus otros pichones sin mostrar indiferencia ante la pérdida de alguno de ellos."


Dios nos ama mucho más de lo que nos aman nuestros padres, nuestros amigos, e incluso de lo que nos amamos nosotros mismos. Él, se preocupa más por nuestra salvación, que por su propia gloria, como lo demuestra el hecho de que envió a Su Hijo Unigénito encarnado al mundo para que con sus padecimientos y su muerte nos sea revelado el camino de la salvación y la vida eterna.


Si el hombre muchas veces no entiende toda la fuerza de la bondad de Dios, es porque concentra su mente y sus deseos en la prosperidad terrenal. La Providencia Divina, en cambio relaciona la concesión de bienes temporales y terrenales con el llamado a la conquista para sí y para nuestras almas de los bienes eternos.


Ciertamente, hay pasajes de las Sagradas Escrituras en los que de manera simbólica son adjudicados a Dios órganos o miembros humanos: oídos, ojos, manos y otros, que reciben el nombre de "antropomorfísmos." Estas expresiones son usadas en sentido demostrativo y son halladas con frecuencia entre los libros poéticos de la Biblia. Con ellos, las Escrituras establecen una correspondencia con los atributos espirituales de


Dios. Así, por ejemplo, los oídos y ojos simbolizan la omnisciencia divina, la mano su omnipotencia y el corazón, su Amor.


(2) Pamteismo: creencia en una divinidad irracional e impersonal esparcida por toda la naturaleza.... (FALTA NO SALIO LA FOTOCOPIA).


Dios es omnisciente." Todo está desnudo y descubierto ante sus ojos" (Heb. 4:13) El rey David escribió: "Tus ojos han visto mi origen" (Salmos 138:16).


La ciencia de Dios es visión y conocimiento de todas las cosas existentes y posibles, del presente, del pasado y del futuro. La previsión del futuro es una visión espiritual, porque para Dios el futuro es presente. La previsión de Dios no altera la libre voluntad de la creación, así como la libertad de nuestro prójimo no es alterada a pesar de que nosotros podemos ver sus acciones. La previsión de Dios, con respecto al mal en el mundo y las acciones de los seres libres, se coronan con la previsión de la salvación del mundo cuando "Dios sea todo en todos" (1 Cor. 15:28).


Otro aspecto de la omnisciencia de Dios es Su sabiduría. "Grande es nuestro Señor, grande es su fortaleza y su sabiduría es infinita" (Salm. 146:5).


Los Santos Padres de la Iglesia, siguiendo la palabra de Dios, siempre han enseñado con profunda piedad la grandeza de la Sabiduría de Dios en la economía del mundo visible, dedicando a este tema una gran cantidad de obras como por ejemplo: "el Hexameron" es decir el proceso de la creación de mundo (San Basilio Magno, San Juan Crisóstomo, San Gregorio de Niza). San Basilio magno dice: "Un pequeño tallo, una hierbezuela es suficiente para ocupar toda la atención de tu mente en examinar el arte de su creación."


Dios es absolutamente recto. El entendimiento del vocablo rectitud tanto en la Palabra de Dios, como en el uso corriente del término comprende dos significados: la santidad y la justicia. La santidad no solo consiste en la ausencia del mal o del pecado, es además la presencia de elevados valores espirituales unidos a la pureza. La santidad es semejante a la luz, y la santidad de Dios es luz purísima. Dios es "el único Santo" en esencia, por su naturaleza. Él es la Fuente de santidad para los ángeles y los seres mismos. El justo juicio de Dios es otro aspecto de su rectitud. Él juzgará al mundo según la verdad, y a los pueblos con rectitud" (Salmo 9:8)."El retribuirá a cada uno conforme a sus obras, porque Dios no hace acepción de personas" (Rom. 2:6-11).


¿Cómo concuerdan el amor Divino y la rectitud de Dios con el juicio severo por los pecados y el castigo del culpable? Con respecto a esta pregunta muchos Santos Padres expresan su opinión. Ellos comparan la ira de Dios con la ira de un padre, que para hacer entrar en razón al hijo desobediente, acude a métodos paternales de castigo. Al mismo tiempo, se apena por el hijo insensato, compadeciéndose por la aflicción que le causa. Por eso la justicia de Dios es siempre la misericordia y la misericordia es siempre la verdad, como está escrito: "La misericordia y la verdad se encontraron; se darán el ósculo" (Salm. 84:10).


La santidad y la verdad de Dios están estrechamente vinculadas entre sí. Dios llama a todos a la vida eterna en Su Reino. Pero al Reino de Dios no puede ingresar nada impuro. Por esa razón, Dios nos purifica mediante el castigo como método de corrección a causa del gran amor que nos tiene. Nos espera el juicio justo, el juicio terrible, ¿cómo podríamos entrar en el Reino de la santidad y la luz, y cómo nos sentiríamos estando allí, siendo impuros, oscuros, sin ninguna santidad y sin tener ningún valor espiritual o moral positivo?


Dios es Todopoderoso. "Porque Él habló y todo fue hecho, Él ordenó y todo apareció" (Salm. 32:9). Así se expresa el salmista sobre la omnipotencia de Dios. Dios es el Creador y sustentador del mundo.


El es omnipotente, "El único que hace maravillas" (Sal. 71:18). Si Dios tolera el mal y a los malvados en el mundo, no es porque El no pueda eliminarlos. Es porque Él da libertad a los seres espirituales y los guía, de tal forma, que ellos por su propia voluntad rechazan el mal y se dirigen hacia el bien (sobre las cuestiones casuística, de que hay ciertas cosas que Dios "no puede realizar," responderemos que la Omnipotencia de Dios se extiende sobre todo aquello que le place a su mente, a su benevolencia y a su voluntad).


Dios es Omnipresente. "¿Adónde iré que me sustraiga a tu Espíritu? ¿Adónde huiré de tu rostro? Si subieres a los cielos allí estas Tú. Y descendiere al abismo, allí estás Tú. Si tomare las alas del alba y habitare en el extremo del mar, también allí me guiaría Tú mano, y me asirá Tu diestra" (Salm. 138:7-10) .


Dios no esta limitado espacialmente. Él impregna todo con su Ser. Siendo de naturaleza simple (indivisible), está presente en todo lugar pero no parcialmente ni con su fuerza, sino con todo su Ser y sin mezclarse con nada. Dios impregna todo, sin mezclarse con nada y nada puede penetrar en Él. (San Juan Damasceno).


Dios es inmutable. "En e Padre de las luces no hay cambio, ni sombra de variación" (Stg. 1:17). Dios es perfección. Un cambio es signo de imperfección, por esa razón, la mutabilidad es inconcebible en un Ser perfecto. Cuando se habla de Dios no se puede decir que en Él existe un proceso de desarrollo, cambio, evolución, progreso o algo parecido. Pero el hecho de que Dios es invariable, no significa de que El se encuentre en un estado inmóvil o este encerrado en sí. Todo lo contrario, a pesar de que Dios es invariable, Él es vida, y se encuentra siempre en un estado activo y energético. Dios por sí mismo es vida, y esta vida es el estado de Su existencia.


Dios es muy bienaventurado y perfectísimo. Estos dos conceptos son muy parecidos. Perfectisimo significa que posee todo, que tiene plena riqueza, plenitud de bienes, y su significado no es estar contento consigo mismo. Dios no tiene necesidad de nada pero, "es el que da a todos la vida y el aliento, y todas las cosas" (Hech.17:25). De esta manera, Dios es la fuente de toda existencia y de todos los bienes. Los seres creados reciben la perfección de esa Fuente. El apóstol San Pablo se refiere dos veces en sus epístolas a Dios como Bienaventurado en 1 Timot. 1:11 dice "del evangelio que me ha sido confiado y que nos revela la gloria del Bienaventurado," y en 1 Timot. 1:15 dice "a su tiempo mostrará el Bienaventurado y único soberano, Rey de reinantes y Señor de señoreadores." No debe entenderse la palabra "Bienaventurado" en el sentido que Dios, siendo perfecto y teniendo todo en Sí Mismo, es indiferente a Su creación y a sus sufrimientos; si no que de Él y en El todos sus seres reciben la bienaventuranza. Dios no sufre, pero es misericordioso. "Jesucristo sufre como un mortal" (canon de la Pascua) no como Dios, sino, por su naturaleza humana. Dios es la fuente de la bienaventuranza, en Él habitan la plena felicidad, la dulzura, y la alegría para aquellos que lo aman; Como dice en el salmo: "plenitud de gozo; a la vista de tu rostro, las eternas delicias de Tú diestra" (Salm.15:11).


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(1) Ciertamente hay pasajes de las Sagradas Escrituras en los que de manera simbólica son adjudicados a Dios órganos y miembros humanos: oídos, ojos, manos y otros, que reciben el nombre de "antropomórfisimos." Estas expresiones son usadas en sentido demostrativo y son hallados con frecuencia entre los libros poéticos de la Biblia. Con ellos, las Escrituras establecen una concordancia con los atributos espirituales de Dios. Así, por ejemplo, los oídos y ojos simbolizan la omnisciencia Divina, la mano su Omnipotencia y el corazón, su Amor.


(2) (Panteísmo = creencia en una divinidad irracional e impersonal esparcida por toda la naturaleza. El Budismo y otras creencias orientales se fundamentan en el panteísmo).


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Es importante tener en cuenta que, la Sagradas Escritura y los Santos Padres hablan predominantemente de las cualidades divinas, y no de la naturaleza de Dios. Los Santos Padres rara vez hablan de la naturaleza de Dios, y cuando lo hacen, lo hacen tangensialmente, explicando que "su naturaleza es simple, única y sencilla." Pero esta sencillez y simplicidad no son un todo indiferente o insubstancial, por el contrario, contienen en sí, la plenitud de Sus cualidades. "Dios es un mar de esencia, ilimitado e incalculable" (San Gregorio el Teólogo). "Dios es la plenitud de todas las cualidades y perfecciones en su aspecto más sublime e infinito (San Basilio Magno). "Dios es simple. Él es todo sentido, todo espíritu, todo pensamiento y toda fuente de bienes" (San Irineo, Obispo de Lyon).


Refiriéndose a los atributos de Dios, los Santos Padres señalan que su multitud, en comparación con la naturaleza simple de Dios, es resultado de nuestra incapacidad de encontrar una sola forma de apreciar la naturaleza divina. En Dios un atributo es aspecto de otro atributo. Dios es recto, esto significa que Él es omnisciente, omnipotente, bondadoso y bienaventurado. Esta multiplicidad de la simpleza de Dios puede compararse con la luz del sol que se evidencia en los colores del arco iris.


Nuestros pensamientos sobre Dios se refieren en primer lugar a Su distinción del mundo (por ejemplo: Dios - es "sin Principio," mientras que el mundo tiene un origen, Dios es eterno, mientras que el mundo es finito; y en segundo lugar a sus acciones en el mundo y la relación del Creador con la creación (Creador, Sustentador, Misericordioso, Juez recto).


Al referirnos a las cualidades divinas, nosotros no definimos con precisión lo que es Dios pues, Su naturaleza hace imposible una definición. Cualquier definición establece límites, marca una restricción, una imperfección. Dios no tiene límites, por ello, no es posible precisar un concepto sobra la Divinidad porque "incluso el entendimiento es una forma de limitación."


 


El Misterio de la


Santísima Trinidad


La comprensión de la unidad y de las excelsas cualidades divinas no agotan la plenitud de la enseñanza cristiana sobre Dios. La fe cristiana nos consagra al profundísimo misterio de la vida interna de Dios; ella presenta a Dios como uno en esencia y trino personas. Así como Dios en su esencia es Uno, todas sus cualidades - eternidad, omnipotencia, omnipresencia y demás, pertenecen igualmente a las tres Personas de la Santísima Trinidad. En otras palabras, el Hijo de Dios y el Espíritu Santo, son eternos y todopoderosos como Dios Padre.


La verdad acerca de la trinidad de Dios constituye la sobresaliente herencia del cristianismo. Las religiones naturales ignoran esta verdad, e inclusive en la enseñanza del Antiguo Testamento no existe una revelación clara y directa sobre el tema. Allí hay rudimentos, indicaciones alegóricas u oscuras sobre este misterio, que solo puede entenderse, en su plenitud con la luz del nuevo testamento que revela la enseñanza sobre Dios uno y trino con total claridad. Hay fragmentos del Antiguo Testamento que se refieren a la pluralidad de personas en la divinidad "Hagamos al hombre en nuestra imagen y semejanza" (Gen. 1:26), "He aquí el hombre es como uno de nosotros" (Gen. 3:22).


"Ahora, pues, descendamos y confundamos allí su lengua" (Gen. 11:7). En estos ejemplos podemos ver que Dios usa el plural cuando habla de Su propia Persona. Hay otro ejemplo bíblico en el que la narración dice que Dios se manifiesta como Uno en Tres Personas Es la teofanía ante Abraham en la forma de tres peregrinos (ángeles). Abraham conversa con los tres usando el singular. Esta manifestación de Dios ante Abraham sirvió de inspiración a Andrés Rublev, para escribir el icono de la Santísima Trinidad.


La enseñanza sobre la Trinidad es el cimiento sobre el cual se fundamenta la fe cristiana. Todas las verdades felices y saludables del cristianismo sobre la salvación, la santificación y la bienaventuranza del hombre, pueden ser adquirirse únicamente con la condición de crecer en el Dios Trinitario, porque todos estos magníficos bienes nos son dados por la acción conjunta y común de las Personas Divinas. San Gregorio el Teólogo dice: "El diseño de nuestra enseñanza es uno y breve. Es como un letrero sobre un poste que hace entrar en razón a todos y que dice: Estas personas adoran sinceramente a la Trinidad."


La gran importancia y el principal significado del dogma de la Santísima Trinidad encuentra su explicación en la constante preocupación con la que la Iglesia siempre ha guardado este Dogma. Esa vigilancia y tensa labor del pensamiento con las que defendió su fe ante los herejes estableciendo la exacta definición: "Dios es uno en esencia y trino en personas, unisubstancial e indivisible." Con estas palabras se expresa la naturaleza de la enseñanza cristiana sobre la Santísima Trinidad. Pero a pesar de esta evidente síntesis y simpleza, el dogma de la Trinidad es el más profundo, incomprensible y desconocido misterio de la divina revelación. Sin importar el esfuerzo de nuestras mentes nos es imposible imaginar de qué manera Tres Personas Divinas, independientes, completamente iguales en dignidad divina pueden constituir un solo e independiente Ser.


Los Santos Padres de la Iglesia, cuyas mentes fueron iluminadas por Dios, más de una vez se acercaban a esta verdad sublime e incomprensiblemente profunda. En sus esfuerzos por explicarla y aproximarla al entendimiento de nuestras mentes limitadas, acudían a diferentes ejemplos tomados de las manifestaciones de la naturaleza o de la formación espiritual del hombre. Por ejemplo: 1) sol, luz y calor, (de aquí surge luz verdadera de luz verdadera en el Credo); 2) manantial, llave y corriente; 3) raíz, tronco y ramas; 4) mente, sentimiento y voluntad... San Cirilo, el equiapóstol instructor de los eslavos año 869 durante una conversación con los musulmanes sobre la Santísima Trinidad, indicando al sol, dijo: "Ven Ustedes en el cielo un círculo brillante del cual nace la luz y el calor? Dios Padre, como este círculo solar, es sin principio ni fin. De Él nace el Hijo de Dios como del sol nace la luz, y como del sol, juntamente con los rayos luminosos, sale también el calor, así procede el Espíritu Santo de Dios Padre. Todos nosotros diferenciamos en el sol él circulo, la luz y el calor, pero el sol es uno solo en el cielo. Así es la Santísima Trinidad: en ella hay tres Personas, pero Dios es Uno e Indivisible." Todas estas y otras semejanzas que facilitan un poco el entendimiento del misterio de la Santísima Trinidad, no son más que una débil insinuación sobre la naturaleza de un Ser excelso. Ellas dejan la sensación de insuficiencia, de falta de correspondencia con aquel concepto sublime para cuya explicación fueron elegidas. No pueden quitar de la enseñanza sobre Dios Uno y Trino, el velo de lo incomprensible y e lo misterioso con el que se cubre esta enseñanza para la mente humana.


Existe un relato muy instructivo sobre San Agustín, famoso maestro de la iglesia occidental. Sumido en la contemplación del misterio de la Trinidad, y planeando una composición sobre el tema, fue a pasear a la orilla del mar. Allí vio a un niño que jugaba excavando un hoyo en la arena. Acercándose al niño, San Agustín le preguntó: "¿Qué estas haciendo?" – "Quiero pasar todo el mar a este hoyo" le contestó el niño, sonriendo. En ese momento San Agustín entendió y se dijo: Acaso no estoy yo haciendo lo mismo que esta haciendo este niño cuando trato de entender al infinito mar, que es Dios, con mi mente?


De la misma manera, San Gregorio Nacianceno, el gran jerarca universal llamado el Teólogo por su capacidad de penetrar mentalmente hasta los más profundos misterios de la fe, escribía que él hablaba más de la Santísima Trinidad de lo que respiraba, admitiendo que no existe un término satisfactorio para el entendimiento del dogma de la Trinidad. Él decía, que todo cuanto estudiaba escudriñadora, y empeñándose en enriquecerla con analogías era insuficiente para explicar la esencia de Dios.


Así la enseñanza sobre la Santísima Trinidad, es el más profundo e incomprensible misterio de la fe. Todos los esfuerzos por hacerla entendible, introduciéndola en el marco de nuestra manera de pensar, son vanos. San Atanasio el Grande dice: "Aquí se encuentra el límite de todo aquello que los querubines cubren con sus alas."


Sin embargo, a pesar de toda su incomprensibilidad, la enseñanza sobre la Santísima Trinidad tiene para nosotros un importante significado moral, y por esta causa este misterio fue revelado a los hombres. En realidad, ésta enseñanza eleva la idea del monoteísmo, la establece sobre un cimiento sólido y aleja aquellas dificultades importantes e insuperables que aparecieron tempranamente en la mente humana. Algunos filósofos de la antigüedad pre-cristiana, elevándose al entendimiento de la Unidad del Ser Supremo, no pudieron resolver la cuestión de, como se manifiesta la vida y la actividad de este Ser por sí mismo fuera de Su relación con el mundo. Entonces la Divinidad se identificaba con el mundo (panteísmo), o bien tenía vida, estaba encerrada en sí misma, era inmóvil constituyendo un principio aislado (deísmo), o se convertía en un terrible e inexorable destino que gobernaba el mundo (fatalismo). La enseñanza cristiana sobre la Santísima Trinidad revela que en las Tres-Hipóstasis del Ser Supremo, además de su relación con el mundo, se manifiesta la infinita plenitud de una misteriosa vida interior. Dios, según la expresión de uno de los más antiguos Padres de la Iglesia, Pedro Crisologo: "es Uno, pero no solitario." En Él hay distinción de Personas que permanecen ininterrumpidamente en comunicación la una con la otra. "Dios Padre no nace ni procede de otra Persona, el Hijo de Dios es engendrado eternamente del Padre, el Espíritu Santo eternamente procede del Padre." Esta relación recíproca de las Personas Divinas, desde siempre consistió la vida interior y mística de Dios, que antes de Cristo estaba oculta para nosotros por una impenetrable cortina.


Gracias al misterio de la Trinidad, el cristianismo, no solo nos enseñó como adorar a Dios y ser piadosos ante su presencia, también nos enseñó a amarlo. Justamente por este misterio, el mundo adquirió la feliz y significante idea, que Dios es amor perfecto e ilimitado. El estricto y seco monoteísmo de estas enseñanzas religiosas, Judaísmo, Islamismo, les impide elevarse hasta la revelación espiritual de la Trinidad de Dios, y por lo tanto no pueden alcanzar el verdadero entendimiento del amor como cualidad soberana de Dios. El amor, en su esencia, no tiene ningún sentido sin una alianza y una comunión. Si Dios fuera unipersonal, entonces ¿con respecto a quién se manifestaría su amor?, ¿Con respecto al mundo? Pero el mundo no es eterno. Entonces, ¿En qué podría revelarse el amor divino en la eternidad antes de la creación del mundo? Al mismo tiempo el mundo es limitado, y el amor de Dios no puede manifestarse en toda su infinita dimensión. El amor sublime para su completa revelación necesita de alguien igualmente sublime. Pero ¿dónde encontrarlo? Unicamente el misterio del Dios Uno y Trino nos ofrece la solución al dilema ya presentado. Este misterio nos revela que el amor de Dios nunca permaneció inactivo o sin manifestarse: Las Personas de la Santísima Trinidad permanecen desde la eternidad en una comunión de amor mutuo e ininterrumpido. El Padre ama al Hijo y lo llama amadísimo. El Hijo dice de sí mismo: "Yo amo al Padre" (Ju 14:31) Son de profundamente ciertas las palabras de San Agustín: "El misterio cristiano de la Trinidad es el misterio del amor Divino. Tu ves la Trinidad, cuando ves el amor."


Sobre la doctrina de la Santísima Trinidad se basa todo el entendimiento de qué es Amor. Sobre esta enseñanza se basa toda la enseñanza moral cristiana, cuya esencia reside en el mandamiento del amor.


Humildemente conscientes de nuestra incapacidad de entender los misterios de la Santísima Trinidad, debemos recibirla con plena fe y hacerlo de tal forma que esta verdad no quede como algo superficial y ajeno a nosotros, sino, que penetre hasta los más profundos rincones de nuestro espíritu y sea parte de nuestras almas y guíe nuestras vidas. Así debe ser nuestro entendimiento de todas las verdades cristianas, porque el cristianismo no es una teoría abstracta sino, la vida nueva y renaciente.


Notas: La antigua enseñanza ortodoxa sobre los atributos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo fue tergiversada por la Iglesia Católica Romana con la formulación de un nuevo dogma que sostiene la procedencia del Espíritu Santo, del Padre y del Hijo (filioque). Las primeras menciones sobre este agregado surgieron en el siglo VI en España. En el siglo IX el Papa León III aprobó personalmente esta enseñanza, sin embargo, prohibió su inclusión en el Credo Niceo-Constantinopolitano, el cual dice que el Espíritu Santo procede únicamente del Padre. Pero unos cuantos siglos más tarde, el "filoque" fue incluido en el Credo de la Iglesia Romana. La Iglesia Ortodoxa nunca aprobó este agregado en el Símbolo de la Fe, porque esta enseñanza no existe en las Sagradas Escrituras, ni en la iglesia cristiana de los primeros tiempos, y es tan solo una invención de la mente humana. Esta tergiversación de la fe cristiana es uno de los obstáculos más grandes que impiden la unión de la Iglesia Ortodoxa y la Iglesia Romana. Los Protestantes, que se separaron en el siglo XVI de la Iglesia Romana, heredaron esta falsa teoría.


 


La perfección de Dios


manifestada en nuestro


Señor Jesucristo


Hace dos mil años ocurrió un gran milagro: se reveló el misterio de piedad: Dios excelso, que habita en la gloria inaccesible, en la Persona del Unigénito Hijo de Dios, descendió a nuestro mundo y se hizo hombre. Para no reducirnos a cenizas ante la presencia de Su Gloria y naturaleza Divina, el Hijo de Dios la ocultó en un cuerpo humano. De esta forma, el invisible, se hizo visible, el intangible, tangible, y el desconocido, se dio a conocer.


"El que me ha visto a mí, ha visto al Padre," dice Jesucristo a sus contemporáneos (San Juan 14:9). ¿Cuáles son las perfecciones divinas que se manifestaron a aquellos que lo vieron y tuvieron contacto con el Hijo de Dios? Ellos vieron aquello, que es característica de Dios: Su omnipotencia, y omnisciencia. La vida de Jesucristo sobre la tierra se acompañó de milagros. Para El no existe enfermedad incurable, y la naturaleza irracional obedecía maravillosamente a su palabra Divina. Los ángeles le sirven con temor, como al gran Soberano. Los demonios malignos huyen de El temerosos, como esclavos llenos de culpa; Hasta la muerte despiadada y el infierno tenebroso se sometieron a Él, dejando ir hacia el Paraíso a sus rehenes. Todas las obras de su Divinidad Todopoderosa se llevan a cabo ante la vista de todos. Estas obras dejaron una huella imborrable en la historia de la humanidad. La conciencia sobre la realidad del encuentro con el Creador fue tan firme en los discípulos de Cristo, que todos ellos consagraron sus vidas a la enseñanza de la feliz noticia de la venida de Dios a la tierra "Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocantes al Verbo de vida. Porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó" escribe San Juan (1 Juan 1:1-2).


Además de la Omnipotencia Divina, la gente percibió en Jesucristo algo muy valioso en el sentido moral Sus cualidades espirituales y su santidad. Durante su vida terrenal el Salvador manifestó la grandeza de su virtud: su sensibilidad, su misericordia, su humildad, su mansedumbre, su obediencia al Padre, su aspiración hacia la verdad, su total pureza y santidad, su desinterés, valentía, paciencia y especialmente su amor sin límite. Los apóstoles nos recuerdan constantemente la misericordia de Jesucristo y su compasión por el hombre en "En esto hemos conocido el amor, en que Él dio su vida por nosotros: También nosotros debemos dar nuestras vidas por los hermanos" (1 Juan 3:16).


San Pablo, que sintió la fuerza del amor de Cristo, describe las cualidades de esta virtud: "El amor es paciente, es benigno; el amor no envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no busca mal; no se regocija en la injusticia, mas goza de la verdad. Todo lo sobrelleva, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor nunca se acaba; en cambio, las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia tendrá su fin" (1 Cor 13:4-8).


Así, Jesucristo con Su vida y Su obra manifestó al mundo la perfección moral de Dios y nos otorgó la posibilidad de entender en qué consiste la imagen y semejanza de Dios en el hombre y hacia qué debemos dirigir nuestras aspiraciones.


____________________


Dios es el Ser Espiritual excelso, de quién todo procede y sin el que nada es posible. El no tiene principio y nunca tendrá fin. Él esta sobre todo tiempo y espacio. Él es omnipresente, se encuentra en todos los lugares al mismo tiempo e impregna todo, pero El no puede ser impregnado por nada. El es el Principio, la continuación y la vida y de todo cuanto existe. Él es infinitamente bondadoso y justo. Sin tener necesidad alguna Él, por Su bondad, se preocupa de todo el mundo visible e invisible y dirige la vida de cada ser humano hacia la salvación. El camino del conocimiento de Dios y la eterna bienaventuranza se manifiesta a las personas por medio del Hijo Unigénito de Dios.


El hombre contemporáneo, a pesar de sus conocimientos, sabe muy poco y no piensa casi en Dios. Parece que a propósito, todo está destinado a desviar la mente del hombre de lo más importante que es Dios y la eternidad, privando al hombre de una viva comunión con su Creador. El resultado es la lúgubre vanidad, la pena constante y la oscuridad espiritual. Es imprescindible realizar un esfuerzo de voluntad para desplazar la vanidad en un segundo plano y dirigir nuestra mirada hacia Dios y percibir su luz. De esta manera, en comunión con Dios, sentiremos su proximidad y bondad, veremos su diestra rectora en nuestras vidas, y aprenderemos a obedecer su voluntad. Así, paulatinamente, Dios se convertirá para nosotros en lo más importante de nuestras vidas la fuente de nuestra energía, paz y alegría y la razón de nuestra existencia. Él será nuestro Padre, y nosotros, sus hijos.


Obispo Alexander Mileant

                                   Catecismo Ortodoxo 

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Saturday, March 5, 2016

Preparan para los Divinos Misterios ( San Ambrosio de Milán )

 

Oh Señor Jesús Cristo, Tú que eres el verdadero Sumo Sacerdote y Obispo de nuestras almas, y que en el altar de la Cruz te ofreciste a Dios el Padre para ser un sacrificio puro y sin mancha por nosotros, miserables pecadores, y que igualmente nos has dado a comer Tu carne y a beber Tu Sangre, y que estableciste este Misterio por el poder del Espíritu Santo, diciendo: Haced esto en memoria de Mí.
Te suplico por Tu misma preciosa Sangre, el rescate de nuestra salvación.
Te suplico por ese maravilloso e inefable amor que nos concedes a nosotros (miserables e indignos pecadores), lavándonos y purificándonos de todos nuestros pecados en Tu propia Sangre.
Enseña a Tu indigno siervo, a quien entre tus muchas misericordias has concedido compartir los beneficios de Tu Sacerdocio (Y esto, no por mis méritos, sino sólo por Tu abundante misericordia).
Enséñame, te lo suplico, por tu Espíritu Santo, a acercarme a tan gran Misterio, como es digno y justo, con reverencia y honor, y en toda piedad y santo temor.
Disponme por Tu gracia a creer y entender siempre, a sentir y sostener con firmeza, a hablar y a pensar, con relación a este santo Misterio para que Te sea agradable y provechoso para mi alma.
Que Tu Espíritu Santo entre en mi corazón, para que sin pronunciar palabra ni sonido pueda hablar allí toda Tu verdad, y que Él mismo, oculto bajo el velo de la santidad, sobrepase el entendimiento del hombre.
Por Tu gran misericordia, concédeme tomar parte en este santo Misterio con pureza de corazón e integridad de mente.
Líbrame con la atenta e infalible guardia de Tus benditos ángeles, para que por su poderosa protección, los enemigos de la bondad puedan ser desterrados de allí.
Por el poder de este gran Misterio y por la mano de ese santo ángel a quien me has enviado, aleja de mí y de todos tus siervos el espíritu de un duro corazón, el espíritu de orgullo y vanagloria, el espíritu de envidia y blasfemia, el espíritu de fornicación e inmundicia, el espíritu de duda e infidelidad. Confunde a los que nos persiguen y destruye a los que se apresuran a destruirnos.
Oh Rey de las vírgenes, amante de la castidad y la pureza, vierte sobre mí el rocío celestial de Tu bendición, extingue en mi carne cualquier resto ardiente de deseo lujurioso, para que pueda permanecer en continua castidad, tanto de cuerpo como de alma.
Mortifica en mis miembros todas las motivaciones de la carne, todas las afecciones desordenadas, todos los deseos de concupiscencia. Y concédeme verdadera y permanente castidad, y todos los dones que Te sean agradables. Concédeme así ofrecerte este Sacrificio de Alabanza y Acción de gracias con pureza de cuerpo y limpieza de corazón.
¡Pues quién puede entender qué dolor de corazón y qué fuente de lágrimas son necesarios!
¡Qué reverencia y temor, qué castidad corporal y pureza de corazón es requerido!
Y sin embargo sólo así debemos acercarnos a servir en este divino y celestial Sacrificio. Pues en él, Tu Carne es comida verdaderamente y Tu sangre es bebida verdaderamente. Aquí, las cosas de abajo y las de encima, las terrenales y las celestiales, son hechas una sola. Aquí, siempre están presentes tus santos ángeles. Aquí, en un maravilloso e inefable orden Te has constituido a la vez como Sacrificio y Sacerdote.
¡Quién puede ser digno de ofrecer este Sacrificio menos Tú, Todopoderoso Dios, que dignamente obras lo que haces! Yo sé, oh Señor, y conozco con seguridad, y a Tu bondad lo confieso, que no soy digno de acercarme a tan gran Misterio, a causa de mis graves pecados y de mi gran negligencia. Pero sé, y verdaderamente creo con todo mi corazón, y confieso con mi boca, que Tú puedes hacerme digno de realizarlo, pues sólo Tú puedes justificar y santificar a los pecadores.
Oh Dios mío, te suplico, por Tu poder Todopoderoso, que me concedas a mí, pecador, tomar parte dignamente en este Sacrificio. Y que con él me concedas temor y temblor, pureza de corazón y un torrente de lágrimas, regocijo espiritual y regocijo celestial. Concede que mi alma pueda sentir Tu bendita Presencia, y la guardia de Tus santos ángeles alrededor mío.
Pues yo, oh Señor, teniendo devoto recuerdo de Tu santa pasión, me acerco a Tu altar. Aunque pecador, me acerco al Sacrificio que Tú has instituido, y que nos has mandado ofrecerte en Tu memoria y para nuestra salvación.
Te suplico, Dios Todopoderoso, que lo recibas para beneficio de Tu santa Iglesia, y por el pueblo que rescataste con Tu propia Sangre.
Y puesto que Tú concedes disponer Tu Sacerdocio sobre los hombres pecadores, y puesto que concedes a cada sacerdote como mediador entre Ti y Tu pueblo, te suplico que donde no encuentres el testimonio de las buenas obras en ellos, no quites aún el oficio y ministerio que has depositado en su cargo, para que el Precio de su Redención, por el que has concedido ofrecerte una perfecta Oblación y Santificación, no se pierda a causa de ninguna indignidad nuestra.
Y además, oh Señor, elevo ante Ti (si te dignas mirarnos favorablemente por eso):
Las tribulaciones de los pueblos y los peligros de las naciones,
El gemido de los presos y las tristezas de los huérfanos,
Las necesidades de los que viajan,
Las carencias de los enfermos,
La depresión de los cansados,
La debilidad de los ancianos,
Las aspiraciones de los jóvenes,
Las resoluciones de las doncellas,
Y los lamentos de las viudas.
Pues Tú, oh Señor, tienes misericordia de todos los hombres y no aborreces nada de lo que creaste.
Recuerda cuán frágil es nuestra naturaleza, pues Tú eres nuestro Padre, Tú eres nuestro Dios. No te enojes con nosotros a pesar de que lo merecemos, y no alejes Tu misericordia de nosotros. Pues no presentamos nuestras súplicas ante Ti porque seamos justos, sino porque Tú eres compasivo.
Aleja de nosotros nuestras iniquidades, y en Tu misericordia enciende en nosotros el fuego de Tu Espíritu Santo.
Quita nuestro corazón de piedra, y concédenos un corazón de carne, para que podamos amarte, quererte, deleitarnos en Ti, seguirte y regocijarte.
Te suplicamos, oh Señor, que por tu misericordia muestres la luz de Tu rostro sobre Tu siervos que realizan este sagrado oficio, en honor a Tu Nombre. Y para que sus súplicas no sean en vano, ni sus peticiones no queden sin efecto, pon en sus mentes oraciones que Te sean agradables de escuchar y cumplir.
También te rogamos, oh Señor, Padre santo, por las almas de los fieles que han partido de este mundo; que este confortable Sacramento pueda ser su salvación, salud, regocijo y alivio. Oh Señor mi Dios, concédeles en este día un festín en abundancia en Ti, el Pan Vivo, que hiciste descender del cielo y concede la vida al mundo.
Concédeles comer Tu Carne, santa y bendita, que es el Cordero inmaculado que quita los pecados del mundo; incluso la Carne que tomaste del vientre, santo y glorioso, de la bendita Virgen María, por la operación del Espíritu Santo. Concédeles beber de esta fuente de amor que fluía de Tu sagrado costado, atravesado por la lanza del soldado para que siendo aliviados y santificados, restaurados y confortados, puedan regocijarse dándote alabanzas y gloria.
Te suplico, oh Señor, que por tu misericordia envíes sobre el pan que va a serte ofrecido, la plenitud de Tu bendición y los poderes santificadores de Tu Divinidad. Haz descender también, oh Señor, la invisible e incomprensible majestad de Tu Espíritu Santo, como lo enviaste una vez sobre el mismo sacrificio de nuestros padres y ancestros, para que pueda hacer realmente de nuestras oblaciones Tu Cuerpo y Tu Sangre.
Y puesto que soy tan indigno, enséñame a acercarme a este santo Misterio con pureza de corazón y con un piadoso dolor por mis pecados, con reverencia y asombro. Por eso, acepta con amor y gentileza este Sacrificio de mis manos para la salvación de los hombres, tanto vivos como difuntos.
También te suplico, oh Señor, que por este mismo sagrado Misterio de Tu Cuerpo y Sangre, que es entregado diariamente en Tu santa Iglesia como alimento y bebida, seamos lavados y santificados, y hechos partícipes de Tu Todopoderosa Divinidad; concédeme tus santas virtudes, para que siendo revestido con ellas, pueda acercarme a Tu altar con una buena conciencia, para que este sacramento celestial pueda serme vida y salvación.
Pues Tú, que siempre eres santo y bendito, has dicho: “El Pan que yo os doy es mi Carne para la vida del mundo: Yo soy el pan de vida que ha bajado del cielo. El que coma de este Pan, vivirá para siempre”.
Oh Pan de dulzura, concede la salud a mi gusto, para que pueda percibir las delicias de Tu amor. Líbrame de lo mundano para que sólo pueda encontrar la dulzura en Ti.
¡Oh Pan de pura blancura, que contiene todas las delicias y todos los sabores agradables! ¡Oh Tú, que siempre nos revitalizas y nunca escaseas! Concede que mi corazón pueda alimentarse de Ti, y que la profundidad de mi alma pueda llenarse con la dulzura de Tu sabor. Los ángeles se alimentan en Ti con abundancia. Concédeme que yo, un peregrino y un forastero, pueda alimentarme de Ti en la medida que pueda. Y así, concede que no fracase en mi viaje, con tal provisión que me espera.
¡Oh Pan santo, puro y vivo, que bajó del cielo y dio la vida al mundo!
Ven a mi corazón, y purifícame de toda contaminación, tanto de la carne como del espíritu.
Entra en mi persona, y sana y límpiame por dentro y por fuera.
Sé la protección y la salud permanente de mi cuerpo y de mi alma.
Aleja de mi todos los enemigos que me acechan.
Concédeme que pueda alzarme a la presencia de Tu poder.
Concédeme que siendo defendido en todo por Ti, pueda andar en el camino recto hacia Tu Reino.
Pues allí ya no te contemplaremos como en un misterio igual que en este tiempo presente, sino que te veremos frente a frente, cuando entregues el reino a Dios el Padre, y Dios sea todo en todos.
Y en aquel día me satisfarás con maravillosa plenitud, para que ya no tenga más hambre ni sed por siempre, oh Jesús, que con el mismo Dios el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas, en el mundo sin fin.
Amén. 

Catecismo Ortodoxo 

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El Amor Cristiano ( San Juan Crisóstomo )


Fragmentos de la homilía de San Juan Crisóstomo sobre el amor cristiano

Dijo el Señor: “Porque allí donde dos o tres están reunidos por causa mía, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mt. 18:20). De manera que ¿no hay siquiera dos o tres reunidos en Su nombre? Los hay, pero raramente. Por otra parte, no habla aquí el Señor de una simple reunión y unión de personas locales. No pide sólo esto. Quiere, junto con esta unión, que estén también presentes en los reunidos las otras virtudes. Con estas palabras nos quiere decir el Señor: “si alguien me tiene como base y presupuesto de su amor por el prójimo, y, junto con este amor, portara en sí el resto de las virtudes, entonces estaré junto a él”. La mayoría de las personas, sin embargo, tienen otras motivaciones. No fundamentan en Cristo su amor. Uno ama al otro porque aquel también le brinda amor; el otro a su vez ama a aquel que lo honra; está también aquel que ama a otro porque lo considera útil para la realización de alguna empresa personal. Es difícil encontrar a alguien que ame a su prójimo sólo por amor a Cristo, porque son los intereses materiales los que usualmente unen a los seres humanos. Un amor, sin embargo, con tales debilidades, es precario y efímero (…)

Por el contrario, el amor que tiene en Cristo su causa y fundamento resulta firme y duradero. Nada puede disolverlo, ni las difamaciones, ni los peligros, ni siquiera la amenaza de muerte. Quien tiene en sí amor cristiano no deja nunca de amar a su prójimo, no importa cuántas cosas desagradables experimente por su causa, porque no se deja influir por sus pasiones, sino que se inspira en el Amor, en el mismo Cristo. Es por ello que el amor cristiano como dijo San Pablo, no cesa jamás. (…)

Así mismo, el amor no conoce qué significa conveniencia privada. Por ello San Pablo nos aconseja: “Ninguno mire por lo propio sino por lo del prójimo” (1ª Corintios 10:24). Pero el amor no conoce tampoco la envidia, porque quien ama verdaderamente, considera los bienes de su prójimo como suyos propios. Así, poco a poco, el amor transforma al ser humano en ángel. En la medida en que lo aleja de la ira, de la envidia y de toda especie de pasión tiránica, lo saca de su condición natural humana y lo conduce a la condición de la virtud (Apatheia) angélica.

¿Cómo nace, sin embargo, el amor en el alma del ser humano? El amor es fruto de la virtud. Pero también el amor, por su parte, produce la virtud. ¿Cómo sucede esto?: el hombre virtuoso no prefiere los bienes materiales antes que el amor a su prójimo. No es rencoroso. No es injusto. No es malediciente. Todo lo soporta con nobleza de alma. De estos elementos proviene el amor. De que a partir de la virtud nace el amor, lo demuestran las palabras del Señor: “y por efecto de los excesos de la iniquidad, la caridad de los más se enfriará” (Mt. 24:12). Y respecto al hecho de que del amor nace la virtud, lo muestran las palabras de San Pablo: “No tengáis con nadie deuda sino el amaros unos a otros; porque quien ama al prójimo, ha cumplido la ley” (Romanos 13:8).

San Pablo nos refiere también las razones por las cuales debemos amarnos mutuamente, cuando dijo: “En el amor a los hermanos sed afectuosos unos con otros” (Romanos 12:10). Con ello nos quiere decir: Lo mismo dijo Moisés a los hebreos aquellos que se peleaban en Egipto: “¿Por qué pegas a tu hermano?” (Éxodo 2:13) (…)

Debemos saber que el amor no es algo opcional. Es una obligación. Es tu deber amar a tu hermano, tanto porque tienes con él un parentesco espiritual, como porque sois miembros el uno de los otros. Si falta el amor, entonces sobreviene la catástrofe.

Debes, sin embargo, amar a tu hermano también por otra razón: porque tienes ganancia y dividendo, en tanto que con el amor guardas toda la ley de Dios. Así, tu hermano a quien amas, se convierte en tu benefactor. Y ciertamente, “el no cometerás adulterio, no matarás, no robarás, no desearás los bienes ajenos y en general todos los mandamientos se sintetizan en este único, que ames a tu prójimo como a ti mismo” (Romanos 13:9).

El mismo Señor certifica que toda la ley y la enseñanza de los profetas se sintetizan en el amor: “De estos dos mandamientos pende toda la ley y los profetas” (Mt. 22:40).

Quien tiene amor, no hace el mal a su prójimo. Dado que el amor es la plenitud de todos los mandamientos de Dios, tiene dos ventajas: por una parte, es protección contra el mal, y por otra, es realización del bien. Y se le llama plenitud de todos los mandamientos, no sólo porque constituye la síntesis de todos nuestros deberes cristianos, sino también porque logra fácilmente la plenitud de los mismos.

El amor constituye una deuda que permanece siempre sin liquidar. Tanto como trabajamos para su erradicación, en esa misma medida crece y se multiplica. En lo que concierte a asuntos monetarios, admiramos a aquellos que no tienen deudas, mientras que, cuando se trata del amor, consideramos que tienen un buen destino aquellos que deben abundantemente (…). El amor es una deuda que permanece, como ya dije, siempre sin liquidar. Porque es esta deuda el elemento que, más que cualquier otra cosa, reúne nuestra vida y más estrechamente nos implica.

Toda buena obra es fruto del amor. Por ello el Señor en múltiples ocasiones se refirió al amor. “En esto reconocerán todos que sois discípulos míos, si tenéis amor unos para otros” (Jn. 13:35). Cuando se enraíza bien el amor dentro de nosotros, todas las otras virtudes, como las ramas, nacerán de él.

Sin embargo, ¿por qué referimos estas nimias argumentaciones en torno a la importancia del amor, dejando a un lado las más grandiosas? Por amor vino el Hijo de Dios cerca de nosotros y se hizo hombre, para acabar con la mentira de la idolatría, para traernos el verdadero conocimiento de Dios, y para regalarnos la vida eterna, como dice el evangelista San Juan: “Porque así amó Dios al mundo: hasta dar su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn. 3:16).

Además de esto, el amor concede a los hombres una gran fuerza. No existe castillo tan firme, indestructible e imbatible a los enemigos, como es una totalidad de seres humanos que aman y permanecen unidos a través del fruto del amor, la concordia (…). Como las cuerdas de la lira, a pesar de ser muchas, ofrecen un dulcísimo sonido, así conviven todos armónicamente bajo los dedos del músico, de esta manera aquellos que tienen concordia, como una lira de amor, ofrecen una admirable melodía (…). No existe pasión, no existe pecado que el amor no pueda destruir. Es más fácil para una rama seca salvarse de las llamas del horno, que para el pecado escapar del fuego del amor.

El amor presenta a tu prójimo ante ti como “un otro yo”, te enseña a alegrarte con su felicidad, y a lamentar sus desgracias cual si fueren las tuyas propias. El amor hace de los muchos, un solo cuerpo y convierte el alma de todos en vasos del Espíritu Santo … El amor, igualmente, hace comunes las propiedades y los bienes de cada persona.

Porque lo que mantiene hoy alejados de Cristo a los no creyentes, no es el hecho de que no se realizan milagros, como afirman algunos, sino la falta de amor entre los cristianos. A los no creyentes no los atraen tanto los milagros como la vida virtuosa, que sólo el amor es capaz de crear. (…)

El amor es la característica del verdadero cristiano y muestra al discípulo crucificado de Cristo, que no tiene nada de común con las cosas terrenas. Sin amor, ni siquiera el martirio sirve absolutamente de nada (…).

Si reinase el amor en todas partes, ¡cuán diferente sería nuestro mundo! Ni las leyes, ni los jurados, ni las penas serían necesarias. Nadie actuaría injustamente contra su prójimo. Los crímenes, las disputas, las guerras, los levantamientos, los pillajes, los excesos y todas las injusticias desaparecerían. La maldad sería totalmente desconocida. Porque el amor tiene la ventaja única de que no viene acompañado, como sucede con el resto de las virtudes, por determinados males. La brillantez, por ejemplo, aparece frecuentemente acompañada de la vanidad, la elocuencia, por el afán de gloria, la capacidad de realizar milagros, por la soberbia, la caridad por la lujuria, la humildad por la altanería, y así sucesivamente. Estas cosas, sin embargo, no existen en el amor, en el amor auténtico. El hombre que ama, vive sobre la tierra como si viviese en el cielo, como inconmovible serenidad y felicidad, con el alma pura de toda envidia, recelo, ira, soberbia, malos deseos (…). Como nadie en su sano juicio se hace el mal a sí mismo, así quien ama no daña nunca a su prójimo, a quien considera como otro yo. Mira al hombre del amor, ¡un ángel terrenal!.

Si en nuestra sociedad reinase el amor, no habría discriminaciones, no existirían esclavos ni libres, siervos ni señores, ricos ni pobres, pequeños ni grandes. El diablo, igualmente y sus demonios serían completamente desconocidos y débiles. Porque el amor es más fuerte que todo muro, y más poderoso que todo metal. No lo transforman ni la riqueza ni la pobreza, sino sólo lo mejor de ambas: de la riqueza toma la pobreza lo necesario para la conservación, mientras que de la pobreza toma la riqueza la falta de cuidado. Así desaparecen el cuidado de la riqueza y los temores de la pobreza. (…).

Quizás podrían preguntarme: ¿no existe satisfacción, aunque sólo incompleta, en cualquier especie de amor? No. Sólo el amor auténtico trae consigo alegría pura y sana. Y el amor auténtico no es el mundano, el amor “de comercio”, que constituye más bien maldad y defecto, sino el amor cristiano, el espiritual, aquel que pide de nosotros San Pablo, aquel que sólo mira el interés del prójimo. Este era el amor que embargaba al apóstol cuando dijo: “¿Quién desfallece sin que desfallezca yo?¿Quién padece escándalo, sin que yo arda?” (2ª Corintios 11:29).

Y de nuevo me preguntarán: Tomando cuidado del prójimo, ¿no vendremos a descuidar nuestra propia salvación? No existe tal peligro. Todo lo contrario, ciertamente. Porque aquel que se interesa por los otros, no causa tristeza a nadie. Tiene compasión por todos y a todos ayuda, según su fuerza. No roba nada a nadie. Ni es ambicioso, ni ladrón, ni mentiroso. Evita todo mal y siempre persigue el bien. Ora por sus enemigos. Hace bien a quienes cometen injusticia contra él. No ofende ni habla mal de nadie, aunque hagan esto con él. Con todas estas cosas ¿no contribuimos a nuestra salvación?.

El amor, pues, es el camino de la salvación. Sigamos este camino, para que así heredemos la vida eterna.


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