Thursday, February 4, 2016

Matrimonio: el gran sacramento ( Archimandrita Emilianos de Simonospetra, Monte Athos )



Sermón expuesto en la Iglesia de San Nicolás, Trikala, Grecia, 17 de enero de 1971.
Nadie pone en día que el día más importante en la vida de una persona, después de su nacimiento y su bautismo, es el de su matrimonio. No sorprende, entonces, que objetivo principal y el trastorno mundano de las principales instituciones contemporáneas sea precisamente el de aplastar el misterio honorable y sagrado del matrimonio. Para muchas personas, el matrimonio es una oportunidad clara para los placeres y la diversión. Sin embargo, la vida es un asunto muy serio. Es una lucha espiritual, una progresión hacia una meta, el cielo. El momento más crucial, y el significado más importante de esta progresión es el matrimonio. No es permisible para nadie evitar los lazos del matrimonio, ya sea por llegar a la conclusión de un matrimonio místico como dedicación a Dios, ya sea la conclusión de un sacramento con un cónyuge.
Hoy vamos a ocuparnos principalmente del matrimonio sacramental. Consideraremos cómo puede contribuir el matrimonio a nuestra vida espiritual, con el fin de continuar con el tema de nuestra conversación anterior (1). Sabemos que el matrimonio es una institución establecida por Dios. Es “honorable” (Hebreos 13:4). Es un “gran misterio” (Efesios 5:32). Una persona soltera pasa por la vida y la deja, pero una persona casada, vive y experimenta la vida en plenitud.
Uno se pregunta lo que la gente de hoy en día piensa sobre la sagrada institución del matrimonio, este “gran misterio” bendecido por nuestra Iglesia. Se cansan, y es como si dos cuentas corrientes o dos intereses comerciales se estuvieran fusionando. Dos personas que se unen sin ideales, dos ceros, se podría decir. Pues dos personas sin ideales, sin una misión común, no son más que dos “ceros”. “Me casé para vivir mi vida”, escuchamos decir a la gente, “y no estar encerrado entre cuatro paredes”. “Me casé para disfrutar mi vida”, dicen, y luego entregan a sus hijos, si tienen hijos, a una mujer extraña para que puedan ir al teatro, al cine, o cualquier otra reunión más mundana. Y así, sus casas se convierten en hoteles a los que regresan por la tarde, o mejor dicho, después de medianoche, después de haber disfrutado de su diversión y cuando necesitan descansar. Tales personas están vacías por dentro, y en sus hogares se siente un vacío real. No encuentra allí ninguna gratificación, y por eso se apresuran y acuden de aquí para allá, intentando encontrar su felicidad.
Se casas sin conocimiento, sin un sentido de la responsabilidad, o simplemente porque desean casarse, o porque piensan que deben hacerlo para ser buenos miembros de la sociedad. Pero, ¿cuál es el resultado? Lo vemos cada día. Los fracasos matrimoniales nos son familiares a todos. Un matrimonio mundano, como se entiende hoy en día, sólo puede tener una característica, el asesinato de la vida espiritual de una persona. Así, debemos sentir que, si fracasamos en nuestro matrimonio, hemos fracasado más o menos en nuestra vida espiritual. S tenemos éxito en nuestro matrimonio, también tenemos éxito en nuestra vida espiritual. Éxito o fracaso, progreso o ruina, en nuestra vida espiritual, empieza con nuestro matrimonio. Y puesto que esto es un tema muy serio, consideremos algunas de las condiciones necesarias para un matrimonio feliz y verdaderamente cristiano.
Para tener un matrimonio exitoso, debemos tener la educación apropiada desde una temprana edad. Así como un niño debe estudiar, así como aprende a pensar, y tiene interés en sus padres o su salud, así también debe estar preparado para ser capaz de tener un matrimonio con éxito. Pero en el tiempo en el que vivimos, nadie está interesado en preparar a sus hijos para este gran misterio, un misterio que jugará el papel más importante en sus vidas. Los padres no están interesados en él, a excepción de la dote, o en otros asuntos financieros, en los que están profundamente inmersos.
El niño, desde temprana edad, debe aprender a amar, a dar, a sufrir privación, a obedecer. Debe aprender a sentir que la pureza de su cuerpo y alma es un tesoro valioso que debe ser valorado y apreciado como la niña de sus ojos. El carácter del niño debe ser formado adecuadamente, para que se convierta en una persona honesta, valiente, decisiva, sincera, alegre, y no en una criatura media, autocompasiva, que constantemente se lamenta de su destino, una voluntad débil y sin ningún poder de pensamiento o fuerza. Desde una edad temprana, el niño debería aprender a tener interés en un tema u ocupación particular, para que mañana esté en posición de sostener a su familia, o, en caso de una chica, para que también ayude, si es necesario. Una mujer debe aprender a ser un ama de casa, incluso si tiene una educación. Debería aprender a cocinar, a coser, a bordar. Pero, mi buen padre, tú quizás me digas que todo esto es evidente por sí mismo. Sin embargo, pregunta a parejas casadas, y verás cuántas mujeres que están a punto de casarse no saben nada de llevar una casa.
Por otro lado, una vez que hemos llegado a cierta edad, la elección de un compañero para nuestra vida es una cuestión que no debería postergarse. Tampoco deberíamos tener prisa porque, como dice el refrán, “el que pronto se casa, pronto se desespera”. Pero no deberíamos retrasarlo, porque el retraso es un peligro mortal para el alma. Como regla, el ritmo normal de la vida espiritual empieza con el matrimonio. Una persona soltera es como alguien que intenta vivir permanentemente en un pasillo: no parece saber para qué son las habitaciones. Los padres deberían tener interés en la vida social del niño, pero también en su vida de oración, para que la hora bendita llegue como un don enviado por Dios.
Naturalmente, cuando se trata de elegir una pareja, tendrá en cuenta la opinión de sus padres. ¿Cuán a menudo han sentido los padres cuchillos atravesando sus corazones cuando sus hijos no les preguntan sobre la persona que será su compañera en la vida? El corazón de una madre es sensible, y no puede soportar semejante golpe. El niño debe discutir temas con sus padres, porque ellos tienen una intuición especial que les permite estar al tanto de las cosas que les conciernen. Pero esto no significa que el padre o la madre deban presionar al niño. En última instancia, debe tener la libertad para tomar su propia decisión. Si presionáis a vuestro hijo a casarse, os considerará responsables si la cosa no sale bien. Nada bueno viene de la presión. Debéis ayudarlo, pero también debéis permitirle elegir a la persona que él prefiera o ame, pero no a alguien a quien compadezca o de quien sienta lástima. Si vuestro hijo, después de conocer a alguien, os dice: “Siento pena por esta pobre alma, me casaré con ella”, entonces sabréis que estáis ante el umbral de un matrimonio avocado al fracaso. Sólo la persona a la que él prefiera o ame, puede estar al lado de vuestro hijo. Tanto el hombre como la mujer, deben estar atraídos el uno por el otro, y realmente deben querer vivir juntos, de forma interna, sin prisas. Sin embargo, en este tema es imposible presionar a nuestros hijos. A veces, a causa de nuestro amor, sentimos que son nuestras posesiones, que son de nuestra propiedad, y que podemos hacer lo que queramos con ellos. Y así, nuestro hijo se convierte en una criatura incapaz de vivir, ya sea casada o soltera.
Por supuesto, el proceso de familiarizarse, que es un tema delicado, pero del que muchas veces somos descuidados, debería tener lugar antes del matrimonio. Nunca deberíamos estar satisfechos con conocer al otro, especialmente si no estamos seguros de nuestros sentimientos. El amor no debería cegarnos. Debería abrir nuestros ojos, para ver a la otra persona como es, sin sus fallos. “Es mejor coger un zapato de tu propia casa, incluso si tiene piedras”,dice el proverbio popular. Esto es, es mejor escoger a alguien a quien ya conoces. Y la familiaridad siempre debe estar vinculada al compromiso, que es un tema igualmente difícil.
Cuando le sugerí a una joven que debería pensar seriamente sobre si debería continuar su compromiso, me respondió: “Si lo rompo, mi madre me matará”. Pero, ¿qué clase de compromiso es ese, si no hay posibilidad de romperlo? Estar comprometido no significa necesariamente estar casado. Significa que estoy siendo testigo de si debería casarme con la persona con la que estoy comprometido. Si una mujer no está en posición de romper su compromiso, no debería comprometerse, o mejor aún, no debería seguir adelante con el matrimonio. Durante el compromiso, debemos tener cuidado especialmente. Si lo tenemos, tendremos menos problemas y menos decepciones después de la boda. Alguien dijo una vez que, durante el periodo en que se conoce el uno al otro, deberíais aferraros a vuestro corazón firmemente con ambas manos, como si fuerais un animal salvaje. Sabéis cuán peligroso es el corazón: en vez de conducir al matrimonio, puede conduciros al pecado. Existe la posibilidad de que la persona que habéis elegido os vea como un simple juguete, o como un cepillo de dientes que puede ser probado. Después podréis deprimiros y llorar. Pero entonces será demasiado tarde, porque vuestro ángel resultará estar hecho de arcilla.
No elijáis a una persona que malgasta su tiempo en clubs, pasándolo bien, y desperdiciando su dinero en viajes y lujos. Ni tampoco deberíais elegir a alguien que, como os daréis cuenta, oculta su egocentrismo bajo sus palabras de amor. No elijáis a una mujer como esposa que sea como la pólvora, para que tan pronto le digas algo, ella arda en llamas. Ella no es buena como esposa.
Por otra parte, si queréis tener un verdadero éxito matrimonial, no os acerquéis a aquel muchacho o muchacha que sea incapaz de dejar a sus padres. El mandato de Cristo es claro: “Por esto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer” (Marcos 10:7). Pero cuando veas a la otra persona atada a su madre o a su padre, cuando veas que les obedece con la boca abierta, y está lista para hacer todo lo que le dicen, aléjate de ella. Está emocionalmente enferma, es una persona inmadura psicológicamente, y no serás capaz de crear una familia con ella. El hombre al que elijáis por marido debe ser animoso. Pero, ¿cómo puede ser animoso cuando no se ha dado cuenta, no ha entendido, no ha digerido el hecho de que la casa de sus padres es simplemente un jarrón en el que le pusieron, para ser sacado más adelante y transplantado en otro lugar?
También, cuando vayáis a elegir un marido, estad seguras de que no es un tipo insociable, en cuyo caso no tendrá amigos. Y si hoy no tiene amigos, mañana le será difícil tenerte como su amiga y compañera. Estad alerta contra los murmuradores, los que se quejan y las personas tristes, porque son como pájaros abatidos. Estad alerta contra los que se quejan todo el tiempo: “No me quieres, no me comprendes”, y toda clase de cosas. Algo de estas criaturas de Dios no es adecuado. Estad alerta también contra los fanáticos religiosos y los excesivamente piadosos, es decir, aquellos que se molestan por cosas triviales, que son críticos con todo y son hipersensibles. ¿Cómo se puede vivir con una persona así? Esto sería como sentarse sobre una zarza de espinos. Tened cuidado también con los que ven el matrimonio como algo malo, como una forma de encarcelamiento. Los que dicen: ¡Nunca, en toda mi vida, he pensado en casarme!.
Estad atentos con algunos pseudo-cristianos, que ven el matrimonio como algo sórdido, como un pecado, que agachan la mirada cuando escuchar decir algo al respecto (2). Si os casáis con alguno de estos, será como una espina en vuestra carne, y una carga para su monasterio si se convierte en monje. Estad atentos con los que piensan que son perfectos, y que no encuentran en sí mismos ningún defecto, mientras encuentran constantemente faltas en los demás. Estad atentos con los que piensan que han sido elegidos por Dios para corregir a los demás.
Hay otro asunto muy serio al que también deberíais prestar atención: la herencia. Conoced bien al padre, la madre, el abuelo, la abuela, al tío. También deberían estar presentes ahí las condiciones básicas. Por encima de todo, prestad atención a la fe de la persona. ¿Tiene él o ella fe? ¿tiene principios la persona en la que estáis pensando en convertir en vuestro compañero de vida? Si Cristo no significa nada para esta persona, ¿cómo vas a ser capaz de entrar en su corazón? Si no ha sido capaz de valorar a Cristo, ¿cómo crees que te valorará a ti? La Santa Escritura dice al marido que la mujer debería ser “de tu pacto” (Malaquías 2:14), esto es, de tu fe, tu religión, para que pueda unirse contigo a Dios. Sólo entonces podrás tener, como dicen los padres de la Iglesia, un matrimonio “con el consentimiento del obispo” (3), esto es, con la aprobación de la Iglesia, y no simplemente una licencia formal.
Discute las cosas de antemano con tu padre espiritual. Examina cada detalle con él, y él permanecerá a tu lado como un verdadero amigo, y cuando alcances tu meta deseada, entonces tu matrimonio será un don de Dios (cf. 1ª Corintios 7:7). Dios da su propio don a cada uno de nosotros. Él conduce a una persona al matrimonio y a otra a la virginidad. No es que Dios haga la elección diciendo: “tú ve aquí” y “tú ve allí”, sino que nos da el valor de elegir lo que desea nuestro corazón, y el valor y la fuerza para llevarlo a cabo.
Si eliges a tu cónyuge de esta forma, entonces da gracias a Dios. Ponla en contacto con tu padre espiritual. Si no tienes uno, los dos deberéis elegir un padre espiritual juntos, que será vuestro guía, vuestro padre, el que os recordará y os mostrará a Dios.
Tendréis muchas dificultades en la vida. Tendréis una multitud de discusiones. Os rodearán las preocupaciones y el sostén de vuestra vida cristiana no será fácil. Pero no os preocupéis. Dios os ayudará. Haced lo que esté en vuestro poder. ¿Podéis leer un libro espiritual durante cinco minutos al día? Entonces leedlo. ¿Podéis rezar durante cinco minutos al día? Rezad. Y si no disponéis de cinco minutos, rezad dos. El resto es asunto de Dios.
Cuando veáis dificultades en vuestro matrimonio, cuando veáis que no progresáis en vuestra vida espiritual, no desesperéis. Pero tampoco os contentéis con el posible progreso que hayáis hecho. Levantad vuestro corazón a Dios. Imitad a los que lo han dado todo por Dios, y haced lo que podáis para ser como ellos, aunque lo único que podáis hacer sea tener el deseo de corazón de ser como ellos. Dejad la acción a Cristo. Y cuando avancéis en este camino, verdaderamente sentiréis cuál es el propósito del matrimonio. De otra forma, como un ciego que deambula, así también deambularéis en la vida.
Entonces, ¿cuál es el propósito del matrimonio? Os diré tres de sus principales objetivos. En primer lugar, el matrimonio es un camino doloroso. La compañía del hombre y la mujer es llamada un “yugo compartido” (syzygia), esto es, los dos juntos trabajan con una carga compartida. El matrimonio es un viaje juntos, una porción de dolor compartida y, por supuesto, un gozo. Pero, por lo general, de seis cuerdas que suenan en nuestra vida como una nota triste, sólo una es alegre. El hombre y la mujer beberán de la misma copa de las agitaciones, de la tristeza y del fracaso. Durante la ceremonia del matrimonio, el sacerdote da a los recién casados a beber de la misma copa, llamada la “copa común” (4), porque llevarán juntos la carga del matrimonio. La copa también se llama de “unión” (5), ya que se unen juntos para compartir las alegrías y las tristezas de la vida.
Cuando dos personas se casan, es como si estuvieran diciendo: Vamos a ir juntos hacia adelante, de la mano, en los buenos y malos momentos. Tendremos horas oscuras, horas de dolor, llenas de cargas, horas monótonas. Pero en la profunda noche, seguiremos creyendo en el sol y la luz. ¡Oh, mis queridos amigos! ¿Quién puede decir que su vida no ha estado marcada por momentos difíciles? Pero no es poca cosa saber que, en los momentos difíciles, en tus preocupaciones, en tus tentaciones, te sostiene la mano de la persona amada. En el Nuevo Testamento todos los hombres tendrán sufrimiento, especialmente los que están casados.
“¿Estás desatado de mujer?”, lo cual significa: ¿no estás casado?, pregunta el apóstol Pablo. “No busques mujer. Si te casares, no pecas; y si la doncella se casare no peca. Pero estos tales sufrirán en su carne tribulaciones, que yo quiero ahorraros” (1ª Corintios 7:27-28). Recordad: desde el momento en que os caséis, no pecáis, dice, sufriréis mucho, sufriréis y vuestra vida será una cruz, pero una cruz en la que florecen flores. Vuestro matrimonio tendrá su gozo, sus sonrisas, sus cosas buenas. Pero durante los días resplandecientes, recordad que todas las bellas flores ocultan una cruz, que puede surgir en vuestro día resplandeciente en cualquier momento.
La vida no es una fiesta, como piensa alguna gente, y tras contraer matrimonio caen del cielo a la tierra. El matrimonio es un vasto océano, y no sabéis hacia donde os arrastrará. Tomad a la persona a la que habéis elegido, con temor y temblor, con demasiado cuidado, y después de un año, dos, cinco, descubriréis que os ha engañado.
Es un adulterio en el matrimonio el pensar que es un camino que conduce a la felicidad, como si fuera una negación de la cruz. El gozo del matrimonio, para un marido y una mujer, es ponerse manos a la obra, y juntos, ir hacia adelante por el camino escarpado de la vida. ¿No has sufrido? Entonces no has amado, dice cierto poeta. Sólo los que realmente sufren, pueden amar. Y por eso, la tristeza es una característica necesaria del matrimonio. “El matrimonio”, en palabras de un antiguo filósofo, “es un mundo embellecido por la esperanza, y fortalecido por la desgracia”. Al igual que se forja el acero en la fragua, así mismo, una persona es probada en el matrimonio, en el fuego de las dificultades. Cuando veis vuestro matrimonio a distancia, todo parece maravilloso. Pero cuando estáis juntos, veis cuántos momentos difíciles tiene.
Dios dice que “no es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18, Straubinger), y así, dispuso una compañera a su lado, alguien que le ayudara durante su vida, especialmente en sus luchas de fe, porque para salvaguardar su fe, debía sufrir y soportar mucho dolor. Dios envía su gracia para todos nosotros. Sin embargo, la envía cuando ve que estamos dispuestos a sufrir. En cambio, algunas personas sólo ven obstáculos y huyen. Se olvidan de Dios y de la Iglesia. Pero la fe, Dios y la Iglesia, no son una prenda que pronto podamos cambiar cuando empezamos a sudar.
Así pues, el matrimonio es un viaje a través de las penas y las alegrías. Cuando los dolores parecen abrumadores, es entonces cuando debemos recordar que Dios está con nosotros. Él llevará vuestra cruz. Es él quien puso las coronas del matrimonio en vuestras cabezas. Pero cuando pedimos a Dios algo, no siempre nos dará la solución de inmediato. Nos conducirá hacia adelante muy lentamente. En algún momento, tardará años. Tendremos que experimentar dolor, o de lo contrario, la vida no tendría sentido. Pero tened buen ánimo, porque Cristo sufre con vosotros, y el Espíritu Santo “está intercediendo Él mismo por nosotros con gemios que son inexpresables” (Romanos 8:26).
En segundo lugar, el matrimonio es un viaje de amor. Es la creación de un nuevo ser, una nueva persona para que, según dice el Evangelio, “sean los dos una sola carne” (Mateo 19:5). Dios une dos personas, y las hace una sola. De esta unión de dos personas, que están de acuerdo para sincronizar sus pasos y armonizar los latidos de su corazón, surge un nuevo ser humano. Por medio de este amor profundo y espontáneo, uno se hace presencia, una realidad viva, en el corazón del otro. “Estoy casado” significa que no puedo vivir un solo día, unos pocos minutos sin el compañero de mi vida. Mi marido, mi mujer, es parte de mi ser, de mi carne, de mi alma. Él o ella me complementa. Él o ella es el pensamiento de mi mente. Él o ella es la razón por la que late mi corazón.
Las parejas intercambian anillos para mostrar que, intercambiando las vidas, permanecerán unidos. Cada uno lleva un anillo con el nombre del otro escrito en él, que se coloca en el dedo cuya vena se dirige directamente al corazón. Esto es, el nombre del otro está escrito en su corazón. Se podría decir que uno da la sangre de su corazón al otro. Él o ella encierra al otro en el núcleo de su ser.
“¿Qué hacer?”, preguntaba un novelista una vez. Se sorprendió: “¿Qué hago?”. ¡Qué extraña pregunta! Amo a Olga, mi mujer”. El marido vive para amar a su mujer, y la mujer vive para amar a su marido.
Lo más fundamental en el matrimonio es el amor, y el amor une a dos personas en una. Dios aborrece la separación y el divorcio. Quiere la unidad ininterrumpida (cf. Mateo 19:3-9; Marcos 10:2-12). El sacerdote toma los anillos del dedo izquierdo, los pone en el derecho, de nuevo los pone en el izquierdo, y finalmente los pone nuevamente en la mano derecha. Empieza y termina con la mano derecha, porque esta es la mano con la que obramos principalmente. También significa que el otro tiene ahora mi mano. No hago nada que mi cónyuge no quiera. Me veo obligado con respecto al otro. Vivo para el otro, y por esta razón, tolero sus faltas. Una persona que no puede aguantar a otra, no puede casarse.
¿Qué quiere mi cónyuge? ¿Qué le interesa? ¿Qué le produce bienestar? También esto debería interesarme y complacerme. También busco oportunidades para concederle pequeños gustos. ¿Cómo puedo complacer hoy a mi marido? ¿Cómo puedo complacer hoy a mi mujer? Esta es la pregunta que una persona casada debe hacerse cada día. Ella está preocupada por los problemas de su marido, sus intereses, su trabajo, sus amigos, para que puedan tenerlo todo en común. Con gusto, le da paso a ella. Puesto que él la ama, se va a la cama el último y se levanta el primero por la mañana. Mira a sus padres como a los suyos propios, y los ama y está dedicado a ellos, porque sabe que el matrimonio es difícil para los padres. Eso siempre los hace llorar, porque los separa de sus hijos.
La mujer expresa su amor por su marido mediante la obediencia. Es obediente a él exactamente como la Iglesia lo es para Cristo (Efesios 5:22-24). Es su felicidad el hacer la voluntad de su marido. La inaptitud, la obstinación y la queja son los ejes que talan el árbol de la felicidad conyugal. La mujer es el corazón. El hombre es la cabeza. La mujer es el corazón que ama. En los momentos de dificultad del marido, ella permanece a su lado, como la emperatriz Teodora permaneció con el emperador Justiniano. En sus momentos de júbilo, ella intenta alzarlo a mayores alturas e ideales. En tiempos de dolor, ella permanece a su lado como si fuera un sublime y pacífico mundo que le ofrece tranquilidad.
El marido debería recordar que su mujer le ha sido confiada a él por Dios. Su mujer es un alma que Dios le ha concedido, y un día debe devolverla. Él ama a su mujer como Cristo ama a la Iglesia (Efesios 5:25). Él la protege, cuida de ella, le da seguridad, particularmente cuando está en dificultades, o cuando está enferma. Sabemos cuán sensible puede ser el alma de una mujer, y por eso el apóstol Pedro exhorta a los maridos a honrar a sus mujeres (cf. 1ª Pedro 3:7). El alma de una mujer está herida, a menudo es insignificante, cambiante, y de repente puede caer en la desesperación. Así, el marido debe estar lleno de amor y de ternura, y hacer de ella su gran tesoro. El matrimonio, mis queridos amigos, es un pequeño bote que navega por las olas y entre las rocas. Si perdéis vuestra atención un momento, encallará.
Como hemos visto, el matrimonio es, ante todo, un viaje de sufrimiento; segundo, un viaje de amor, y tercero, un viaje al cielo, una llamada de Dios. Es, como dice la Santa Escritura, “un gran misterio” (Efesios 5:32). A menudo hablamos de siete “misterios”, o sacramentos. A este respecto, un “misterio” es un signo de la presencia mística de alguna verdadera persona o hecho. Un icono, por ejemplo, es un misterio. Cuando lo veneramos, no veneramos la madera o la pintura, sino a Cristo, a la Theotokos o al santo que se representa místicamente. La Santa Cruz es un símbolo de Cristo, que contiene su presencia mística. El matrimonio también es un misterio, una presencia mística, no a diferencia de estos. Cristo dijo: “Porque allí donde dos o tres están reunidos por causa mía, allí estoy Yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Y donde dos personas están casadas en nombre de Cristo, se convierten en el signo que contiene y expresa a Cristo mismo. Cuando veáis a una pareja que es consciente de esto, es como si estuvierais viendo a Cristo. Juntos, son una teofanía.
Por eso, también las coronas se ponen en la cabeza durante la ceremonia de bodas, porque el novio y la novia son una imagen de Cristo y de la Iglesia. Y no sólo esto, sino todo en el matrimonio es simbólico. Las velas encendidas simbolizan a las vírgenes prudentes. Cuando el sacerdote coloca estas velas en las manos de los recién casados, es como si se les estuviera diciendo: Esperad a Cristo como las vírgenes prudentes (Mateo 25:1-11). Y también simbolizan las lenguas de fuego que descendían el día de Pentecostés, y que eran, en esencia, la presencia del Espíritu Santo (Hechos 2:1-4). Los anillos permanecen sobre el altar, hasta que son cogidos por el sacerdote, que muestra que el matrimonio tiene su principio en Cristo, y su final en Cristo. El sacerdote también une sus manos, para mostrar que es Cristo mismo quien los une. Es Cristo quien está en el corazón del Misterio y en el centro de sus vidas (6).
Todos estos elementos de la ceremonia del matrimonio, son sombras y símbolos que indican la presencia de Cristo. Cuando estáis sentados en algún sitio y de repente veis una sombra, sabéis que alguien viene. No lo veis, pero sabéis que está allí. Os levantáis temprano por la mañana y veis el horizonte rojo en el este. Sabéis que, en poco tiempo, saldrá el sol. Y en efecto, detrás de la montaña, el sol comienza a aparecer.
Cuando veáis vuestro matrimonio, a vuestro marido, vuestra mujer, el cuerpo de vuestro compañero, cuando contempléis vuestros problemas, todo esto en vuestro hogar, sabed que son signos de la presencia de Cristo. Es como si escucharais los pasos de Cristo, como si Él se acercara, como si estuvierais a punto de escuchar Su voz. Todas estas cosas son las sombras de Cristo, y nos revelan que Él está con nosotros. Sin embargo, es cierto que a pesar de sus cuidados y preocupaciones, sentimos que está ausente. Pero podemos verlo en la sombra, y estamos seguros de que está con nosotros. Por eso es por lo que no había ningún oficio matrimonial separado en la Iglesia antigua. El hombre y la mujer simplemente iban a la iglesia y recibían la Santa Comunión juntos. ¿Qué significa esto? Que en adelante su vida es una vida en Cristo.
Las guirnaldas, o las coronas de boda, son también símbolos de la presencia de Cristo. Muy especialmente, son símbolos del martirio. El marido y la mujer son revestidos con las coronas para mostrar que ya se han convertido en mártires por Cristo. Decir que “estoy casado” significa que “vivo y muero por Cristo”. “Estoy casado”, significa que deseo y tengo sed de Cristo. Las coronas son también un signo de realeza, y así, el marido y la mujer son rey y reina, y su hogar es un reino, un reino de la Iglesia, una extensión de la Iglesia.
¿Cuándo comenzó el matrimonio? Cuando el hombre pecó. Antes de esto, no había matrimonio, no en el sentido actual. Fue sólo después de la caída, después de que Adán y Eva fueron expulsados del paraíso, cuando Adán “conoció” a Eva (Génesis 4:1), y así comenzó el matrimonio. ¿Por qué entonces? Para que pudieran recordar su caída y su expulsión del paraíso, y buscaran el volver allí. Así, el matrimonio es un regreso al paraíso espiritual, la Iglesia de Cristo. “Estoy casado” significa, entonces, que soy un reino, un verdadero y ferviente miembro de la Iglesia.
Las coronas también simbolizan la victoria final que se alcanzará en el reino del cielo. Cuando el sacerdote toma las coronas, dice a Cristo: “lleva sus coronas a tu reino”, llévalos a tu reino, y guárdalos allí, hasta la victoria final. Y así, el matrimonio es un camino: se inicia en la tierra y termina en el cielo. Es una unión juntos, un lazo con Cristo, que les asegura que les conducirá al cielo, para estar siempre con Él. El matrimonio es un puente que nos conduce de la tierra al cielo. Es como si el sacramento dijera: Por encima y más allá del amor, por encima y más allá de tu marido, de tu mujer, por encima de los hechos cotidianos, recordad que estáis destinados al cielo, que habéis sido establecidos en un camino que os conducirá allí sin fallo. El novio y la novia se dan la mano el uno al otro, y el sacerdote los toma a los dos y los lleva alrededor de la mesa, rodeándola y cantando. El matrimonio es un movimiento una progresión, un viaje que terminará en el cielo, en la eternidad.
En el matrimonio, parece que se unan dos personas. Sin embargo, no son dos, sino tres. El hombre contrae matrimonio con la mujer, y la mujer contrae matrimonio con el hombre, pero los dos juntos también contraen matrimonio con Cristo. Y así, son tres los que toman parte en el misterio, y los tres permanecen juntos en la vida.
En la danza alrededor de la mesa, la pareja es conducida por el sacerdote, que toma el papel de Cristo. Esto significa que Cristo nos ha tomado, nos ha rescatado, nos ha redimido, y nos ha hecho suyos. Y este es el “gran misterio” del matrimonio (cf. Gálatas 3:13).
En latín, la palabra “misterio”, fue traducida con la palabra “sacramentum”, que significa “juramento”. Un matrimonio es un juramento, un acto, una unión conjunta, un vínculo, como hemos dicho. Es un vínculo permanente con Cristo.
Entonces, “estoy casado”, significa que encadeno mi corazón a Cristo. Si lo deseáis, podéis casaros. Si lo deseáis, no os caséis. Pero si os casáis, este es el significado que el matrimonio tiene en la Iglesia Ortodoxa, que os trajo al ser. “Estoy casado”, significa que soy esclavo de Cristo.
Notas
Es decir, “Vida espiritual”, que aparece más adelante, pp. 147-163.
(*) Ver, por ejemplo, San Juan Crisóstomo, Homilía a los Colosenses, 12:6. “¿Qué vergüenza hay en lo que es honroso? ¿Por qué os ruborizáis en lo que no es deshonesto? Haciendo eso, calumniáis la raíz de nuestro nacimiento, que es un don de Dios”. (PG 62.388).
Ignacio de Antioquía, Carta a Policarpo (PG 5.724B)
Simeón de Tesalónica, Diálogos 277 (PG 155.508B).
C. Kallinikos, El templo cristiano y sus ceremonias (Atenas, 1968), 514.
San Gregorio el Teólogo, Carta 193: “Pongo juntas las manos de ambos y las pongo a su vez en manos de Dios” (PG 37.316C).

Archimandrita Aimilianos de Simonopetra (Monte Athos)

                                    Catecismo Ortodoxo 

                    http://catecismoortodoxo.blogspot.ca/

San Anastasio Sinaíta



Monje y sacerdote en el monasterio del Monte Sinaí, San Anastasio murió poco después del año 700. Es, por tanto, uno de los últimos escritores orientales a quienes se reconoce el titulo de
Padre de la Iglesia.

Testigo y defensor de la fe, San Anastasio Sinaíta dejó con frecuencia su retiro para refutar las herejías, especialmente el monotelismo—muy desarrollado en Oriente por aquellos años—, que negaba la existencia de una voluntad humana en Jesucristo.
Precisamente la mayor parte de su actividad literaria—poco estudiada aún—se concentró en esta polémica, a la que sólo pondría fin, en el año 681, el Concilio lIl de Constantinopla.
Compuso, además, una pequeña historia de las herejías y de los sínodos eclesiásticos, un comentario al relato bíblico de la Creación, varias homilías y un volumen de preguntas y respuestas
sobre cuestiones predominantemente morales.

Entre sus homilías más conocidas se encuentra el Sermón sobre la Santa Sínaxis, donde resume la doctrina sobre la Eucaristía y exhorta a los cristianos a comulgar dignamente.

LOARTE


Para comulgar dignamente
(Sermón sobre la Santa Sínaxis)


Grande es nuestra miseria, carísimos. Porque debiéramos tener el espíritu encendido, atento en la oración y en la súplica, principalmente en la celebración del misterio eucarístico, y estar
llenos de temor y temblor en la presencia del Señor mientras se celebra la Misa. Sin embargo, ni siquiera le ofrecemos el Sacrificio con pura conciencia, con espíritu contrito y humillado, sino que durante la Santa Sínaxis terminamos nuestros asuntos públicos y la administración de muchos y vanos negocios.

Hay gentes que no se preocupan en pensar con qué pureza y con qué dolor de sus pecados se han de acercar a la Sagrada Mesa, sino qué vestidos se han de poner. Otros vienen, pero no se dignan permanecer hasta el fin, sino que preguntan a los demás en qué punto va la Misa y si llega ya el tiempo de la Comunión; y entonces rápidamente, como los perros, saltan, arrebatan el místico pan y se marchan. Otros, presentes en el templo de Dios,
no están quietos ni un momento, y se dedican a conversar prestando mas atención a las habladurías que a la oración. Otros no se preocupan absolutamente nada de su conciencia, ni de limpiar las manchas de sus pecados por medio de la penitencia, y van acumulando pecados sobre pecados (...).

Pues dime: ¿con qué conciencia, con qué estado de alma, con qué pensamientos te acercas a estos misterios, si en tu corazón te está acusando tu misma conciencia? Contéstame: si tuvieras las
manos manchadas de estiércol, ¿te atreverías a tocar con ellas las vestiduras del rey? Ni siquiera tus mismos vestidos tocarías con las manos sucias, antes bien, te las lavarías y enjugarías cuidadosamente, y entonces los tocarías. Pues, ¿por qué no das a Dios ese mismo honor que concedes a unos viles vestidos?

Entrar en la iglesia y honrar las imágenes sagradas y las veneradas cruces, no basta por sí solo para agradar a Dios, como tampoco lavarse las manos es suficiente para estar completamente limpio. Lo que verdaderamente es grato a Dios es que el hombre huya del pecado y limpie sus manchas por la confesión y la penitencia. Que rompa las cadenas de sus culpas con la humildad del corazón, y así se acerque a los inmaculados misterios.

Quizá diga alguno: no me es grato llorar y dolerme. ¿Por qué?
Porque no meditas, porque no piensas, porque no ponderas el terrible día del juicio. Con todo, si no puedes llorar, al menos manten un porte grave y respetuoso; echa lejos de ti el orgullo, ponte en la presencia del Señor y, con los ojos vueltos a la tierra y con espíritu contrito, reconócete pecador. ¿No ves cómo los que están en la presencia de un rey terreno, que muchas veces es un impío, se comportan ante él con reverencia?

Permanece, pues, ante Dios con paz y compunción; confiesa tus pecados a Dios por medio de los sacerdotes. Condena tus propias
acciones y no te avergüences, porque hay una vergüenza que conduce al pecado y una vergüenza que es honor y gracia (Sir 4, 25). Condénate a ti mismo delante de los hombres, para que el juez te declare justo delante de los ángeles y delante de todo el mundo.

Pide misericordia, pide perdón, pide la remisión de tus culpas pasadas y verte libre de las futuras, para que puedas acercarte dignamente a tan grandes misterios, para participar con pura
conciencia del cuerpo y sangre de Cristo, para que te sirvan de purificación y no de condenación. Oye a San Pablo, que dice:
pruébese a sí mismo el hombre, y así coma de aquel pan y beba de aquel cáliz. Porque quien lo come y bebe indignamente, come y bebe su propia condenación, no haciendo el discernimiento del
cuerpo del Señor. Por eso hay entra vosotros muchos enfermos y achacosos y mueren bastantes (1 Cor 11, 28 ss.). ¿Comprendes ahora cómo la enfermedad y la muerte provienen, con mucha
frecuencia, de acercarse indignamente a los divinos misterios?

Pero, tal vez dirás: ¿pues quién es digno? También caigo yo en la cuenta de esto. Y, sin embargo, serás digno con tal de que quieras. Reconócete pecador; apártate del pecado, huye de la maldad y de la ira. Practica obras de penitencia. Revístete de
templanza, de mansedumbre y de longanimidad. De los frutos de la justicia saca compasión y entrañas de misericordia para los necesitados, y entonces te habrás hecho digno.
 

                                   Catecismo Ortodoxo 

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Tuesday, February 2, 2016

Akathisto a Santa Nino de Georgia


Contaquio I

Oh sierva elegida de Cristo e igual a los santos apóstoles, recibiste como signo de bendición la cruz salvadora y la divina intercesión de la Theotokos. Así, te rendimos alabanzas y acciones de gracias, oh arpa espiritual de la Iglesia, bendita Santa Nino. Tú que siempre intercediste ante el Señor por los fieles, ahora te suplicamos que ruegues a Cristo por nuestras tribulaciones y enfermedades y con humildad te clamamos: ¡Alégrate, Santa Nino igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia!

Ikos I

El Creador de todas las cosas te estableció como un ángel al frente de Iberia, para que los pueblos creyentes de esta tierra salieran de la oscuridad de la muerte y se alejaran de los ídolos del mal, e invocaran al Verdadero Dios, Luz de la Verdad, renovando así sus almas. Por eso, con acciones de gracias, alabamos a Dios y te clamamos como iluminadora e intercesora nuestra y te presentamos estos himnos de alabanza:

Alégrate, sierva elegida por la divina providencia.

Alégrate, manantial de la piedad.

Alégrate, abundancia de la gracia divina.

Alégrate, creyente firme en la Santísima Theotokos.

Alégrate, veneración de los apóstoles.

Alégrate, semejante al santo apóstol Andrés, el primer llamado, que predicaste fervientemente en tu tierra con tu vida.

Alégrate, tú que despreciaste los ídolos.

Alégrate, propagación de la santa fe.

Alégrate, pues nos muestras el camino al cielo.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio II

Contemplando la visión angélica del Padre celestial, el Hijo Unigénito y el Espíritu Santo, decidiste servir a la Trinidad junto con los apóstoles y profetas, extendiendo la luz de la verdad del Santo Evangelio, oh Santa Nino, cantando a Dios: ¡Aleluya!

Ikos II

Deseando adquirir la sabiduría divina de tus padres, oh santa Nino, fuiste encomendada a la piadosa Niófora, aprendiendo con ella sobre Cristo el Salvador y siguiendo el ejemplo de esta piadosa mujer. Cuando Niófora te enseñó las verdades de la fe, oh Santa Nino bendita, quisiste adorar al Dios Trino, y por tus obras y tu vida de humildad te glorificamos:

Alégrate, pues recibiste la verdad del reino de Dios.

Alégrate, pues desde tu juventud amaste a Cristo.

Alégrate, pues tu madre Susana te enseñó la piedad desde tu infancia.

Alégrate, pues aprendiste la humildad y el silencio de tu padre Zabulón.

Alégrate, pues te preservaste desde la infancia en el temor de Dios.

Alégrate, pues aprendiste la verdad divina.

Alégrate, pues habitaste en la santa ciudad de Jerusalén.

Alégrate, pues desde tu juventud te inclinaste a cumplir la voluntad de Dios.

Alégrate, felicidad celestial en la tierra que habitaste.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio III

Como una antorcha brillante, oh santa Nino, iluminabas llena de amor con el deseo de adorar al Señor y ardiendo celosamente por Él te dispusiste a propagar al sabiduría del Dios altísimo cantando: ¡Aleluya!

Ikos III

Por tu celo inquebrantable, oh Santa Nino, se te apareció la Theotokos y te encomendó la tarea de predicar el Evangelio en otras tierras, iluminando a todos con la Triple Luz de Dios. Por eso, contemplando estos hechos, te cantamos con humildad:

Alégrate, pues te alejaste del mundo en tu juventud.

Alégrate, pues amaste la verdadera sabiduría.

Alégrate, pues enseñaste los tesoros de la sabiduría divina.

Alégrate, pues no amaste la vanidad del mundo, y nos enseñaste los beneficios de la vida verdadera.

Alégrate, roca inquebrantable en el cumplimiento de los mandamientos de Dios.

Alégrate, pues asombraste al mundo y a los ángeles por tu fe.

Alégrate, pues sometiste tu alma al ayuno y la oración.

Alégrate, pues enseñaste a muchos el amor a la Iglesia de Dios.

Alégrate, pues trabajaste en el ministerio apostólico con humildad.

Alégrate, pues fuiste revestida por el Espíritu Santo para la iluminación del mundo.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio IV

Soportaste con paciencia las turbaciones mundanas y persististe en la alabanza a Dios, oh santa Nino, elegida de Dios, y saliste sin miedo de la Roma pagana con el deseo de predicar el nombre de Cristo al mundo. La santísima Theotokos, desde el cielo, te entregó una cruz trenzada de vid y la palabra de vida para que acudieras a la tierra de Iberia llamando a la salud a todos los llamados por Dios, cantando: ¡Aleluya!

Ikos IV

La Theotokos purísima te prometió su ayuda y con la gracia de lo alto predicaste la Palabra de Dios en la tierra pagana de Iberia, y la cruz que te concedió la cubriste con tu hermoso cabello, glorificando a Dios que se había dignado salvar a los hombres. Por eso te clamamos:

Alégrate, pues fuiste iluminada con la bendición del Señor.

Alégrate, pues fuiste revestida con el Espíritu Santo del Señor y con la piedad de la purísima Theotokos.

Alégrate, pues se te apareció la Theotokos santísima.

Alégrate, pues escuchaste sus benditas palabras.

Alégrate, pues te habló como una madre.

Alégrate, pues fuiste alabada por los hijos de Jerusalén.

Alégrate, pues nos iluminaste con la Luz sin ocaso.

Alégrate, pues expulsaste la oscuridad de Iberia con la luz de Dios.

Alégrate, pues tuviste la cruz como signo de la confesión de la verdad.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio V

Como la estrella del cielo que iluminó a Cristo en la cueva, oh santa Nino, brillaste para nosotros con la bendición de la Theotokos y nos iluminaste con la predicación de la Palabra de Dios. Así, guiaste a los creyentes hacia la gloria celestial y nos has concedido a todos tu ayuda y tu intercesión, y con devoción presentamos por ti nuestra alabanza a Dios cantando sin cesar: ¡Aleluya!

Ikos V

Contemplando a las novias de Cristo, y ayunando y orando junto a ellas, viste a la princesa Ripsimia que escapaba de la persecución de Diocleciano. Huyendo de Roma se dirigía a la tierra de Iberia y tras refugiarse en cuevas, los fieles de Dios fueron martirizados en Armenia, excepto tú, cuando la princesa rechazó casarse con el rey pagano Tiridat, siendo este matrimonio impuesto por el impío Diocleciano. Pero tú persististe en la predicación evangélica y no cediste a las envestidas del enemigo. Por eso, oh santa Nino, elevando nuestras oraciones a nuestro Dios y Salvador, te clamamos:

Alégrate, pues fuiste un testimonio vivo para los fieles de Roma.

Alégrate, pues por tu servicio a los hombres glorificaste a Dios.

Alégrate, pues recorriste el duro camino hasta Iberia para gloria de Dios.

Alégrate, pues por la gracia de Dios escapaste de las manos de Diocleciano y Tiridat.

Alégrate, pues en el monte Tialeti sonó humildemente tu voz.

Alégrate, fortaleza y pacificación del alma.

Alégrate, fragancia de la dulce palabra de Cristo.

Alégrate, fortaleza en el camino de la salvación.

Alégrate, pues nos guías a la felicidad eterna.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio VI

Fuiste una gran confesora, oh santa Nino, pues con tus labores y luchas, la Iglesia de Cristo brilló en la tierra de Iberia, eliminando la oscuridad cegadora del paganismo y extendiendo la luz de la justicia, y por tu ejemplo fue desterrado el error e instaurado el servicio digno al Señor, y por eso cantamos: ¡Aleluya!

Ikos VI

La luz de la verdad brilló en la tierra de Iberia, cuando predicaste el Evangelio en Urbsini, la capital de Georgia, oh santa Nino, y con tu santa predicación y tus oraciones el pueblo rechazó la adoración pagana y fueron derrocados los ídolos, oh bienaventurada. Así, habiendo vencido al maligno sobre la tiranía pagana, te presentamos estos himnos:

Alégrate, pues por tu predicación se dio a conocer al Dios Verdadero.

Alégrate, pues el poder del Altísimo destruyó a los ídolos.

Alégrate, pues avergonzaste el paganismo con tus oraciones.

Alégrate, pues destruiste el engaño del maligno y de la idolatría.

Alégrate, pues hiciste caer al maligno y sus ángeles.

Alégrate, pues expulsaste al tirano a las tinieblas.

Alégrate, pues destruiste el reino de la vanidad.

Alégrate, pues extinguiste la llama de la impureza maligna.

Alégrate, pues como un soplo de viento hiciste caer a los ídolos.

Alégrate, pues por ti se magnificó el nombre del Dios verdadero.

Alégrate, pues mostraste la luz de la verdad a los hijos de las tinieblas.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio VII

Aunque el rey Miriam quiso comprender el verdadero poder de Dios, viendo derrocar a los ídolos impotentes, aún se preguntaba: ¿Qué será de nosotros si caen nuestros dioses? Sin embargo, oh santa Nino, por el poder de Dios asombraste al rey, al sacerdote hebreo Abiatar, a su hermana Sidonia y a otras vírgenes, que cantaban con regocijo: ¡Aleluya!

Ikos VII

Los hijos de Iberia fueron revestidos de una nueva vida cuando recibieron la luz de la verdad divina, oh santa Nino, siendo iluminados y purificados del pecado por el baño del santo Bautismo y por la intercesión de tus oraciones. Así, el rey Miriam confesó a Cristo por medio de la gracia de Dios, la reina Nana sanó de su grave enfermedad, y su hijo fue liberado del espíritu del mal, obteniendo todos la paz de una nueva vida. Por eso, contemplando estas maravillas, oh bienaventurada, te glorificamos diciendo:

Alégrate, pues el rey Miriam tuvo fe por tu ejemplo.

Alégrate, pues confesaste a Cristo con devoción.

Alégrate, pues sanaste a la reina Nana de su enfermedad.

Alégrate, pues expulsaste la adoración de los ídolos.

Alégrate, pues los paganos fueron expulsados.

Alégrate, pues eliminaste el error de Iberia.

Alégrate, pues los liberaste de la tentación.

Alégrate, pues por ti recibieron la bendición del cielo.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio VIII

Los milagros de Dios se obraron por tu mano cuando la santísima Theotokos te envió a predicar por la tierra a la que antaño ella misma había sido enviada, y por tu labor evangelizadora alzaste a los creyentes de la debilidad mundana y los sanaste del engaño de la idolatría, fortaleciéndolos en la fe, oh santa Nino. Por eso, con nuestro corazón puesto en los bienes inefables del cielo elevamos a Dios el himno de victoria: ¡Aleluya!

Ikos VIII

Teniendo tu mirada en el reino inefable, oh santa Nino, te apiadaste de todos los fieles de Iberia y les hablaste de Cristo y de su reino bienaventurado glorificando al Padre eterno. Por eso nosotros, dirigiéndonos por el camino que conduce a la salvación, humildemente te cantamos:

Alégrate, puerta de los fieles hacia el bautismo.

Alégrate, pues condujiste a Georgia a Cristo.

Alégrate, fortaleza de Georgia, pues los ángeles te aclaman jubilosos.

Alégrate, pues el rey Miriam conoció al Dios verdadero y construyó una iglesia sobre tus santas reliquias.

Alégrate, pues fuiste premiada con la cruz de la vid.

Alégrate, pues fuiste un testimonio del amor de Cristo para los fieles de la Santa Iglesia de Georgia.

Alégrate, pues multitud de fieles recibieron por ti el santo bautismo.

Alégrate, pues los hijos de Iberia tienen en ti a una digna intercesora.

Alégrate, pues eres nuestra defensora ante el paganismo.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio IX

Todos los poderes celestiales se regocijaron cuando los hijos de Iberia fueron bautizados, y los poderes humanos cayeron por su impiedad como un árbol sin fruto que es cortado y echado al fuego. Por ti hemos aprendido a alabar al Señor, oh santa Nino bendita, y por eso le clamamos: ¡Aleluya!

Ikos IX

Ninguna lengua ni ningún discurso pueden alabarte dignamente, oh santa Nino igual a los apóstoles, pues la gloria y la salvación de Dios se han manifestado en toda la tierra de Iberia y mediante tu predicación, todos escucharon el Evangelio de salvación. Y nosotros llenos de alegría y maravillados por tu condescendencia amorosa, te cantamos:

Alégrate, pues cubriste Georgia con la túnica bautismal.

Alégrate, agua bautismal de la piedad.

Alégrate, escudo de la fe en Cristo.

Alégrate, pues preparaste el camino que conduce al paraíso.

Alégrate, liberación de la esclavitud del pecado.

Alégrate, pues destruiste la hostilidad del pecado.

Alégrate, pues luchaste contra la idolatría.

Alégrate, gloriosa vencedora ante la incredulidad.

Alégrate, destructora del engaño y las supersticiones.

Alégrate, adalid de la fe y la alabanza.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio X

Entregando tu alma al sueño eterno, oh santa Nino igual a los apóstoles, glorificaste con celo al Dios eterno, habiendo cumplido tu misión evangelizadora y confesando la fe, por lo que has sido coronada con la corona apostólica de Dios, y junto con los santos, intercedes ahora por nosotros cantando: ¡Aleluya!

Ikos X

Como muralla inexpugnable de Dios, apareciste como liberadora de la plaga de la idolatría, oh Santa Nino, y tus santas reliquias han sido una fuente inagotable de curaciones. Por ellas muchos recibieron la sanación y son para nosotros un consuelo de la misericordia de Dios, y por eso te cantamos:

Alégrate, escalera que conduce al monte de la salvación.

Alégrate, ayuda e iluminación de los que buscan la salvación.

Alégrate, fuente inagotable de bendiciones y milagros divinos para los que te honran.

Alégrate, tú que nos libras de la desgracia y la muerte en el pecado.

Alégrate, consuelo de los hombres piadosos.

Alégrate, tranquilidad en la agitación.

Alégrate, paz para el alma.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio XI

Adoraste a la Santísima Trinidad, el Dios uno y trino, hasta el final de tu vida, amándolo hasta el extremo, oh santa Nino. Intercede pues ante Él para que no perezcamos ante el engaño de la iniquidad y ante las ardides del astuto maligno, e intercede ante la santa Theotokos para que nos alivie de toda necesidad y peligro, oh santa Nino bienaventurada, y podamos clamar con júbilo: ¡Aleluya!

Ikos XI

Como una antorcha, oh santa Nino, has iluminado la oscuridad de la tierra con la luz celestial, y los fieles de todo tiempo piden tu intercesión ante las desgracias, disponiendo sus manos alzadas ante Dios. Así, viendo tu piedad, el rey Miriam y su familia se lamentaron amargamente por tu muerte, y por eso te clamaban:

Alégrate, pues eres un ángel con forma humana.

Alégrate, esposa de Cristo, el Esposo celeste de la Iglesia de Iberia.

Alégrate, antorcha de buenas acciones.

Alégrate, pues día y noche velaste por los fieles.

Alégrate, pues alimentaste a Georgia con el maná del cielo.

Alégrate, casta paloma, que habitas en los atrios del templo celestial.

Alégrate, pues tus reliquias emanan la fragancia de la virtud.

Alégrate, pues todos los fieles festejan tu vida piadosa.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio XII

Nos guías por tu ejemplo con la gracia que Dios te concedió, oh bendita santa Nino, igual a los apóstoles, y con tu cruz trenzada de vez nos adornas los corazones con la esperanza de la salvación en Cristo. Protégenos en esta vida y guíanos en la fe ortodoxa, en la piedad y la pureza, para que seamos dignos de cantar a Dios: ¡Aleluya!

Ikos XII

Oh bienaventurada santa Nino, honramos tu labor apostólica y veneramos tu celo por Dios, ensalzando tu paciencia, tu humildad y tu piedad, pues por ti se obraron muchos milagros y hechos gloriosos y así has sido glorificada por el Rey de la gloria. Por eso, asombrados por tu vida angélica, te cantamos:

Alégrate, pues has participado en el concilio celeste de los apóstoles.

Alégrate, cordera elegida de Dios que moras en el cielo.

Alégrate, incensario de oro que elevas el incienso de las oraciones a Dios.

Alégrate, pues has sido digna de la gloria celestial.

Alégrate, pues todos los santos y los apóstoles te glorifican.

Alégrate, pues el pueblo de Georgia te exalta entre los santos.

Alégrate, tesoro de los milagros de Cristo.

Alégrate, pues tu cabello envolvió la cruz del cielo.

Alégrate, sanación espiritual y corporal.

Alégrate, pues nos has dejado tus santas reliquias como consuelo.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.

Contaquio XIII

(Este contaquio se repite tres veces)

Oh antorcha de los fieles e iluminadora de Iberia, ruega e intercede por nosotros ante Cristo nuestro Dios y la santísima Theotokos, oh santa Nino, igual a los apóstoles, y preséntale nuestras súplicas para que podamos hallar la misericordia infinita del Dios bueno y misericordioso, y que por tu digna intercesión podamos ser librados de toda aflicción, peligro y necesidad y seamos dignos de la felicidad eterna del cielo, para poder cantar al Señor eternamente: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!

Oh antorcha de los fieles e iluminadora de Iberia, ruega e intercede por nosotros ante Cristo nuestro Dios y la santísima Theotokos, oh santa Nino, igual a los apóstoles, y preséntale nuestras súplicas para que podamos hallar la misericordia infinita del Dios bueno y misericordioso, y que por tu digna intercesión podamos ser librados de toda aflicción, peligro y necesidad y seamos dignos de la felicidad eterna del cielo, para poder cantar al Señor eternamente: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!

Oh antorcha de los fieles e iluminadora de Iberia, ruega e intercede por nosotros ante Cristo nuestro Dios y la santísima Theotokos, oh santa Nino, igual a los apóstoles, y preséntale nuestras súplicas para que podamos hallar la misericordia infinita del Dios bueno y misericordioso, y que por tu digna intercesión podamos ser librados de toda aflicción, peligro y necesidad y seamos dignos de la felicidad eterna del cielo, para poder cantar al Señor eternamente: ¡Aleluya, Aleluya, Aleluya!



(Se repite el contaquio I y el ikos I)

Contaquio I

Oh sierva elegida de Cristo e igual a los santos apóstoles, recibiste como signo de bendición la cruz salvadora y la divina intercesión de la Theotokos. Así, te rendimos alabanzas y acciones de gracias, oh arpa espiritual de la Iglesia, bendita Santa Nino. Tú que siempre intercediste ante el Señor por los fieles, ahora te suplicamos que ruegues a Cristo por nuestras tribulaciones y enfermedades y con humildad te clamamos: ¡Alégrate, Santa Nino igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia!

Ikos I

El Creador de todas las cosas te estableció como un ángel al frente de Iberia, para que los pueblos creyentes de esta tierra salieran de la oscuridad de la muerte y se alejaran de los ídolos del mal, e invocaran al Verdadero Dios, Luz de la Verdad, renovando así sus almas. Por eso, con acciones de gracias, alabamos a Dios y te clamamos como iluminadora e intercesora nuestra y te presentamos estos himnos de alabanza:

Alégrate, sierva elegida por la divina providencia.

Alégrate, manantial de la piedad.

Alégrate, abundancia de la gracia divina.

Alégrate, creyente firme en la Santísima Theotokos.

Alégrate, veneración de los apóstoles.

Alégrate, semejante al santo apóstol Andrés, el primer llamado, que predicaste fervientemente en tu tierra con tu vida.

Alégrate, tú que despreciaste los ídolos.

Alégrate, propagación de la santa fe.

Alégrate, pues nos muestras el camino al cielo.

Alégrate, Santa Nino, igual a los apóstoles e iluminadora de Georgia.



Oración a Santa Nino, iluminadora de Georgia

Oh bendita y venerada Santa Nino, igual a los apóstoles, ornamento de la Iglesia y alabanza de Iberia, apóstol y maestra de la tierra de Georgia y adalid del Evangelio. Por tus hechos apostólicos derrotaste al enemigo de nuestra salvación, y por medio de tu labor y oración te has situado en el jardín de Cristo, mostrando frutos dignos de veneración. Recordamos hoy tu santa memoria, y veneramos con piedad la cruz que te concedió la Santísima Theotokos, la cual envolviste con tu precioso cabello como muestra de humildad, y por tu digna intercesión entregaste a la tierra de Georgia. Te suplicamos que nos protejas de todos los males y peligros y de todos los enemigos de la Santa Iglesia de Cristo, y que nos liberes de los adversarios y de todos los que intentar descarriar el rebaño del Dios bondadoso. Concede por tu intercesión la paz a nuestro país, y consuela nuestras vidas. Ayúdanos por tu ejemplo a mantenernos firmes en la santa fe ortodoxa y sé nuestro sostén ante el engaño inicuo del maligno. Intercede siempre ante Cristo para que podamos recibir la bienaventuranza del cielo, y así, junto con todos los santos, podamos alabar, glorificar y adorar su santísimo nombre, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. Amén.

Catecismo Ortodoxo

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Monday, February 1, 2016

Salmo 142

1. Señor, escucha mi oración,
advierte mi súplica en Tu verdad, escúchame en Tu justicia.
Y no entres en juicio con Tu siervo,
pues no será justificado, ante Tu faz, ningún viviente.
Porque el enemigo ha perseguido a mi alma,
ha humillado hasta la tierra mi vida.
Me colocó en tenebrosidades,
como a muertos desde hace siglos
y mi espíritu cayó en acedía.
En mí se turbó mi corazón.
5. Recordé días antiguos y medité en todas Tus obras,
medité en las hechuras de Tus manos.
Extendí mis manos hacia Ti,
mi alma es como tierra sedienta de Ti.
Señor escúchame pronto, ha desfallecido mi espíritu.
No apartes de mí Tu rostro
y me asemeje a los que descienden al foso.
Hazme oír temprano Tu misericordia,
pues en Ti he esperado,
10. manifiéstame el camino en que he de andar,
pues a Ti he levantado mi alma.
Arráncame de mis enemigos, Señor,
pues en Ti me he refugiado,
enséñame a hacer Tu voluntad, pues Tú eres mi Dios,
Tu Espíritu bueno me guiará en tierra recta.
Por Tu Nombre, Señor, me vivificarás
en Tu justicia sacarás a mi alma de la tribulación
y en Tu misericordia exterminarás a mis enemigos,
y perderás a todos los que atribulan a mi alma
pues yo soy Tu siervo.
+ Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.
- Aleluya, aleluya, aleluya, gloria a Ti, oh Dios. (tres veces)
- Kirie eleison. (tres veces)
+ Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.

Catecismo Ortodoxo 

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¿QUE ES LA IGLESIA ORTODOXA?





LA SANTA IGLESIA CATÓLICA, APOSTÓLICA, ORTODOXA.

¿Qué es la Iglesia?

La Iglesia es la obra de la Encarnación de Cristo, ella misma es la Encarnación: Dios toma la naturaleza humana, y así la naturaleza humana se asimila a la vida divina; es la “deificación” -theosis- del hombre; Dios se hace Hombre para hacer al hombre dios.

Pero la obra de penetración de la humanidad por el espíritu de la Iglesia no se realiza solamente en la Encarnación o en la Resurrección de Cristo. “Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré” (Jn 16:7). Esta obra presupone el envío del Espíritu Santo. Pentecostes. Esta es la realización de la Iglesia.

La Iglesia de Cristo no es una institución; es una vida nueva con Cristo y en Cristo, dirigida por el Espíritu Santo. Cristo resucitado vive con nosotros, y nuestra vida en la Iglesia es una vida misteriosa en Cristo. “Los Cristianos” llevan este nombre, precisamente, porque pertenecen a Cristo; ellos viven en Cristo y Cristo vive en ellos.

La Iglesia es el Cuerpo de Cristo, entendido como unidad de vida en Él. Manifestamos la misma idea cuando damos a la Iglesia el nombre de Novia de Cristo o Esposa del Verbo:

“La relación entre novios o entre esposos consiste en una unidad de vida perfecta que no excluye la realidad de su diferencia, es una “unidad de dos en uno sólo”, que no es disuleta por la dualidad ni absorbida por la unidad”.

Historia

Nuestro señor Jesucristo, cimenta su Iglesia en la fe de los Apóstoles en el año 33 d.C. en Jerusalem-; y es el testimonio de la fe, en Pedro, -inspirado por el Padre-“Tú eres el Cristo…” ( Mt. 16,16-17), el que sirve de fundamento como “roca de la Fe” (cfr. Mt. 16,18).

Cristo, otorgó igual poder a todos los Apóstoles y la encomienda de proclamar la Buena Nueva, siendo Él mismo la “Piedra angular”; fundando así una sola Iglesia (Lc. 9,1-2);(Ef. 2,20).

Al morir Jesús deja como pilares de la Iglesia de Jeursalem a San Jacobo (Santiago), San Pedro y San Juan (Gal. 2,9), pero ninguno sobresalía ante los otros.

Ciertamente Pedro recibió la encomienda de confirmar a sus hermanos en la fe, en la caridad y en el amor (Lc. 22,31-32), dándole una primacía entre iguales, “ PRIMUS INTER PARES…”, pero ésto no le concedía ningún poder o jurisdicción sobre los demás, ya que la jurisdicción y poder de la Iglesia -que no es terrena-, recae sobre el SANTO SINODO reunido en CONCILIO, aún en nuestros días. Es decir, todos los Obispos, quienes son los sucesores de los Apóstoles, en reunión ecuménica velan fielmente por el recto cumplimiento de la Doctrina de la Iglesia de Jesucristo.

De éste modo se llevó a cabo un primer concilio en jerusalem, año 47 d.C., (Hechos 15,5-6) en el cual se trataron algunas divergencias entre los circuncisos y los incircuncisos; esta controversia propició la actitud incorrecta de Pedro, por lo que Pablo lo reprende. A saber: todos los Apóstoles y Presbíteros reunidos, concedieron la razón a Pablo (Hechos 15,22-23).

Fue Santiago quien presidió éste concilio y dió, en nombre de toda la asambléa, el dictamen final (Hechos 15,19-21). Es por ello que debemos tomar en cuenta que el poder supremo de la Iglesia no recae sobre Pedro y sus sucesores, sino sobre Todos los Apóstoles y sus sucesores (L.G., 18,20,22,23).

En poco tiempo la Iglesia se extendió por todo el mundo antiguo, por lo que se formaron seis grandes bloques o Iglesias locales primitivas, todas ellas en total comunión y con un mismo espíritu. De estas Iglesias surguieron los actuales PATRIARCADOS e Iglesias Autocéfalas.

Ya que los Apóstoles -y sus sucesores los Obispos-, son quienes fundan estas Iglesias les dan el carácter de APOSTÓLICAS por la sucesión que reciben dada la imposición de las manos y la Oración (Hechos 6,6-7; 13,3 y 2 Tim. 1,6-7). Comunicando así la gracia Sacerdotal a los Presbíteros y Diáconos (Tito 1,5); pero guardando la recta institución del Presbiterado, cuidando no dar esta gracia a falsos profetas (1 Tim. 5,22).

LAS IGLESIAS LOCALES PRIMITIVAS :

1.- JERUSALEM: Fundada por Jesucristo; pero establecida por San Jacobo, San Pedro y San Juan.

2.- ANTIOQUÍA: Fundada por San Pablo, San Pedro y San Bernabé; siendo San Pedro quien queda al frente de ésta.

Es aquí en donde los seguidores de Cristo son llamados por primera vez CRISTIANOS (Hechos 11,26) y en donde se utilizó por vez primera el término KATOLIKOS, que quiere decir UNIVERSAL -fue San Ignacio, Obispo de Antioquía, quien utilizó éste término (año 110 d.C.) resaltando el carácter de la Iglesia): “ Id por todo el mundo anunciando la Buena Nueva…” (Mc. 16,15). Por lo tanto no es un término de distinción de un grupo Cristiano, sino por el contrario es un signo de unión de toda la Iglesia-.

3.- ALEJANDRÍA: Fundada por San Marcos .

4.- CONSTANTINOPLA: (Antigua Bizancio) Fundada por San Andrés. Actualmente éste es el PATRIARCADO ECUMÉNICO, es decir, tiene la primacía o Sede Apostólica de la Iglesia Ortodoxa (Oriente) -PRIMUS INTER PARES-. Le es otorgado éste honor en los canones del CONCILIO ECUMÉNICO DE CALCEDONIA (año 451 d.C.).

5.- CHIPRE: Fundada por San Pablo y San Bernabé. -Esta Iglesia antigua es Autocéfala, no es un Patriarcado-.

6.- ROMA: San Pablo es quien propicia los primeras comunidades Cristianas de Roma.

Es aquí -en Roma-, en donde la Iglesia fue más perseguida y en donde fue derramada la Sangre de Miles de Mártires, incluyendo a San Pablo y San Pedro (año 67 d.C.). Esta persecución empezó a desatarse desde el año 54 d.C., por mandato de Nerón hasta el 305 d.C., cuando era Emperador Diocleciano. Durante estos siglos el Cristianismo era prohibido y perseguido; y fue entre el 306 y 313 d.C. que el Emperador Constantino “El Grande”, -por influencia de Santa Elena (su madre)- concede al Cristianismo la libertad para proclamar su doctrina y la convierte en la Religión oficial. Hemos de recordar que Roma era la Capital del Imperio, por lo que esta Iglesia local toma gran fuerza.

Por éstos hechos -la sangre derramada de los Mártires, de San Pablo y San Pedro, y la promulgación del Cristianismo como Religión oficial- a la Iglesia de Roma se le concede la PRIMACÍA DE HONOR; la cual no le confiere ninguna potestad, sino solamente una distinción de “primus inter pares”.

-Es hasta el Siglo III, que nos llega la primera información -por el historiador Eusebio de Cesarea (260-340 d.C.), considerado Padre de Historia de la Iglesia -, en que parece ser que San Pedro murió y fué sepultado en Roma. Inclusive en nuestros días, dar una “afirmación histórica” de la estancia de San Pedro en Roma es dificil; mientras que la información sobre San Pablo en Roma es absolutamente confirmada (cfr. Hechos 27,1; Epístola a los Romanos).

De estas Iglesias locales el Cristianismo se extendió por todo el mundo (Oriente y Occidente). En cada una de ellas está a la cabeza un Obispo que por su grado jerárquico lleva el nombre de PATRIARCA. En el caso de Roma, Alejandría y la Iglesia Copta, lleva el nombre de PAPA. Pero en ninguno de ellos reside el poder absoluto, sino que junto a los demás Obispos tiene la encomienda y dirección de la Iglesia de Jesucristo.

La Iglesia Ortodoxa?

La Iglesia es Una, porque Cristo fundó solamente una Iglesia; Santa, por estar unida a la única cabeza, Jesucristo, y por la operación del Espíritu Santo en ella; Católica, porque no tiene límites de lugar o tiempo; Apostólica, porque fue fundada en los Apóstoles y, sin alteración, mantiene sus enseñanzas escritas y orales (Gran Tradición). Es así que la Iglesia de Cristo fue constituída como Una, Santa, Católica y Apostólica. Sin embargo:

El 6 de Julio de 1054 el Cardenal Humberto d’ Silva, el Arzobispo Federico de Lorraine y el Obispo Pedro de Amalfi expidieron la Bula de excomunión por parte del Patriarcado de Roma al Patriarca de Constantinopla, Miguel Cerularios; por su parte, el Patriarca de Constantinopla en comunión con los Patriarcas de Antioquía, Jerusalem y Alejandría excomulgaron al Patriarca de Roma. Así pues, la Una, Santa, Católica y Apostólica fue dividida en: la Iglesia de Occidente y la Iglesia de Oriente.

La Iglesia Oriental está formada por los Primeros Patriarcados de Constantinopla, Jerusalem, Antioquía y Alejandría; por los Patriarcados de Rusia, Serbia, Bulgaria, Rumania, Georgia; por las Iglesias Autocéfalas de Grecia, Polonia, Checoslovaquia, Albania, Chipre y América; por las Autonomías de Finlandia, Japón, Sinaí, África oriental y Europa ocidental; y por las Arqudiócesis Ortodoxas de América central, América del Sur, Sudáfrica, Australia y las Islas del Caribe.

La Iglesia Ortodoxa es la Iglesia de Cristo sobre la tierra edificada sobre el fundamento de los Apóstoles, la Sagrada Escritura y la Santa Tradición, recibida por Cristo mismo, por los Apóstoles y sus Discípulos.

La Fe Ortodoxa cree en los Siete Sacramentos (Bautismo, Crismación, Confesión, Eucaristía, Unción, Orden Sacerdotal y Matrimonio) como signos sensibles de la Gracia; y se fundamenta en los Siete Concilios Ecuménicos -Nicea (325); Constantinopla (381); Éfeso (431); Calcedonia (451); II Constantinopla (553); III Constantinopla (680) y II Nicea (787) d.C.-, de los cuales nació el Credo Niceno-Constantinopolitano, el cual todas las Iglesias Históricas profesamos.

BASES DOCTRINALES

La Iglesia creció durante el primer milenio unida en la FE y en un mismo Espíritu; pero fue necesario convocar SANTOS SINODOS, para resolver ciertas doctrinas erroneas que surguieron en los primeros siglos. Así se formaron los Concilios Ecuménicos, llamados así por que involucraban a toda la Iglesia. Oikumene = Universalidad.

Fueron siete los llamados concilios ecuménicos; en éstos se condenaron las herejías que afectaban la Recta Doctrina de la Iglesia y se fundaron las Bases y Pilares de la Iglesia de Jesucristo. (El primer Concilio fue el de Jerusalem en el año 47 d.C.,. Su fin, como ya citamos arriba, era resolver la situación de los circuncisos, no alguna heregía, por ello no se cuenta entre los Siete Concilios Ecuménicos).

1er. CONCILIO ECUMÉNICO DE NICEA (325 d.C.) Convocado por el Emperador Constantino “ El Grande “. Asistieron 318 Obispos de toda la Iglesia. el Obispo de Roma envió a dos Sacerdotes (Fitón y Fiquendios) en su representación.

Éste Concilio condenó la herejía de Arrio, por la que le fueron quitados sus grados sacerdotales: negaba la Divinidad de Cristo y la consubstancialidad con el Padre.

También dictó la primera parte del Símbolo de la fe o credo, llamado

SÍMBOLO NICENO-CONSTANTINOPOLITANO; y determinó la forma de fijar la fecha de la celebración Pascual, más 20 canones que se confirmaron en los concilios posteriores.

2o. CONCILIO ECUMÉNICO, 1o. DE CONSTANINOPLA (381 d.C.) Durante el reinado de Teodosio “ El Grande “. Fué presidido por el Obispo Melesio de Antioquía; desgraciadamente éste murió por lo que ocupó su lugar Gregorio de Nacianzo -Obispo de Constantinopla-, pero al renunciar al Patriarcado, dejó la presidencia del concilio, por lo que tomó su lugar Nectario -El Papa Dámaso de Roma no asistó ni envió representantes; pero aceptó todas las disposiciones de éste-.

Éste concilio condenó la herejía de Macedonio, quien negaba la divinidad del Espíritu Santo, afirmando que había sido creado en el Hijo, negando su naturaleza.

Fueron condenadas las doctrinas heréticas de Apolinar, Eunómio y Eudóxio, que eran contrarias al Arrianismo, es decir Cristo no tenía una perfecta Humanidad, ya que sobresalía su Divinidad.

Por éste concilio se afirmó y confirmó la Divinidad del Espíritu Santo, como la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, así se concretó la doctrina del Símbolo de Nicea, recta en todos sus aspectos.

También agregó -sin modificarlo-, al artículo 8o. del Credo: “ Y su Reino no tendrá fin…”, para finiquitar la herejía Apolinaria que sostenía que el Reino de Cristo sólo duraría 1000 años.

Por otro lado se terminó de estructurar -con 4 artículos más- el Símbolo de la Fe que rige hasta nuestros días.

3er. CONCILIO ECUMÉNICO, DE EFESO (431 d.C.) Convocado por el emperador Teodosio; asistieron 150 Obispos, presidiendo Cirilo Obispo de Alejandría. -Éste representó también al Obispo de Roma (Papa Celestino) quien pretendía condenar a Nestorio-.

El concilio condenó la herejía de Nestorio de Constantinopla, que dividía la persona de Cristo en dos y rechazaba llamar a María Madre de Dios.

Éste concilio tocó 3 puntos importantes:

Un Obispo o Patriarca solamente puede ser condenado por todos los Obispos reunidos en concilio, y no por uno solo (aunque sea Patriarca).

Toda doctrina proclamada debe ser juzgada como correcta o incorrecta de acuerdo a la Verdad revelada.

Sólo las desiciones tomadas en concilio son la última palabra.

Después de exponer estos puntos el concilio decidió retirar a Nestorio del trono patriarcal, entronizando a Maximiano como Patriarca de Constantinopla. La Virgen María fue proclamada THEOTOKOS –Madre de Dios-.

4o. CONCILIO ECUMÉNICO, DE CALCEDONIA (451 d.C.) Asistieron 630 Obispos, siendo Emperador de Oriente Marciano y Emperador de Occidente Valeriano III. El Papa León de Roma envió como representantes a los Sacerdotes Bonifacio y Basílio.

El Concilio condenó la herejía de Eutiques y Dióscoro, que mezclaron las dos naturalezas de Jesucristo, es decir la Divina y la Humana en una sola, por lo que Cristo no era consubstancial al Padre y no tenía naturaleza Humana. Ésta afirmación es contraria al símbolo de de la fe; por lo que este concilio declaró:

“ Siguiendo a los Santos Padres y uniendo a ellos nuestras voces, aclaramos, declaramos y enseñamos que el Hijo, es decir nuestro Señor Jesucristo, es Él mismo, completo en la Divinidad y completo en la Humanidad.

Él es verdadero Dios y verdadero Hombre…, nació como hombre de la virgen María, Madre de Dios, con dos naturalezas sin cambio ni mezlca, sin separación y sin división”.

En éste concilio se dictaron 7 canones que otorgaron los mismos honores para el Patriarca de Constantinopla, como para el de Roma, siendo así, Constantinopla la Sede Apostólica de Oriente, es decir, ocupa un lugar de PRIMACÍA ENTRE IGUALES, -Primus Inter Pares…-.

También el Santo Sinodo anuló un concilio que se llevó a cabo en Efeso en el año 448 d.C., convocado por Dióscoro.

Se dictaron 30 canones que se confirmaron en los concilios posteriores.

5o. CONCILIO ECUMÉNICO, 2o. DE CONSTANTINOPLA (553 d.C.) Convocado por el Emperador Justiniano I. Asistieron 163 Obispos. El Papa Virgilio, Obispo de Roma, se encontraba en Constantinopla, pero no asistió a las Asambleas Conciliares ni mandó representantes; pero aceptó todas las disposiciones de éste por medio de un escrito.

El concilio condenó las herejías de Diódoro y Teodoro, de igual modo también fueron condenadas las doctrinas de Origenes y de Evagrio que predicaban:

“ Las almas fueron creadas antes que los cuerpos y al morir la Persona el alma se traslada a otro cuerpo es decir se efectúa la REENCARNACIÓN. En nuestros días se vuelve a predicar ésta herejía por la corriente del “NEW AGE “, lo cual es un error, por que está escrito: “ ESTÁ MANDADO PARA LOS HOMBRES, QUE MUERAN UNA VEZ Y DESPUÉS EL JUICIO…”, (Hebréos 9,27).

También predicaban que los Demonios recuperarían su gracia angelical, no habiendo sufrimiento eterno en los infiernos y que las almas resucitarían sin el cuerpo el día de la resurrección, entre otras tantas herejías.

Éste concilio dictó 25 condenas en contra de Origenes y 14 en contra de los herejes. No dictó canones.

6o. CONCILIO ECUMÉNICO, 3o. DE CONSTANTINOPLA (680 d.C.) Convocado por el Emperador Constantino IV (In Trullo). Asistieron los Obispos de todas las Iglesias -exceptuando al Obispo de Roma, que envió a dos Sacerdotes en su representación-.

Éste concilio decidió sobre las dos Naturalezas de Cristo, así como de sus dos voluntades, condenando la herejía de una sola naturaleza y una sola voluntad.

7o. CONCILIO ECUMÉNICO, 2o. DE NICEA (787 d.C.) Presidido por el Patriarca Taracio de Constantinopla. Asistieron 367 Obispos -nuevamente el Obispo de Roma (Papa Adriano), envió a dos Sacerdotes de nombre Pedro en su representación-.

Éste concilio decidió sobre la veneración a los ÍCONOS, condenando a los Iconoclastas, quienes creían que el venerarlos era idolatría, por lo que éste Santo Sinodo afirmó:

“ Venerar y Postrarse ante un ícono es señal de respeto a quien está representado en él, sin caer en la idolatría. Ya que la adoración es unicamente para Dios, y para nadie más “.

El concilio sólo trato sobre las pinturas (íconos) y no sobre bultos o estatuas.

FUENTES ESPIRITUALES


De una manera especial la Iglesia Oriental ha mantenido la vida espiritual intacta, es decir en su mayor preocupación, desde sus inicios ha fomentado el acercamiento a las fuentes de espiritualidad, siendo los sacramentos las principales.

LA EUCARISTÍA -Cuerpo y Sangre de Cisto-, que es el alimento del alma por excelencia, ocupa el primer lugar. (Jn. 6,34-35); (Jn. 6,54-56).

Éste regalo se nos dá por la Gracia Sacerdotal que el Señor concedió a los Apóstoles (Lc. 22,19-20); (1 Co. 11,23-29), y en cada Litúrgia se realiza el milagro de la Transubstanciasión. -La conversión del pan y del vino en Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo, que es Real por la Gracia del Espíritu Santo-.

La Litúrgia como tal (como la conocemos hoy en la Iglesia de Oriente), fué estructurada por San Basílio “El Grande”, y por San Juan Crisóstomo en el siglo IV -Rito Bizantino-.

Por la imposición de las manos, como lo veíamos anteriormente, los Apóstoles a su vez conceden la gracia del SACERDOCIO a los Obispos (sus sucesores), y éstos a los Presbíteros y a los Diáconos hasta nuestros días; quienes son los administradores de los Sacramentos. (Hechos 13,3);(Hechos 6,6-7).

EL BAUTISMO es la puerta a la vida Cristiana, nos hace formar parte de la Iglesia de Jesucristo, concediendonos la Gracia Espiritual de ser hijos adoptivos de Dios.

Ésta Gracia la ganó Jesucristo para nosostros, al derramar su Sangre Preciosa en la Cruz; por ésto mandó a sus Apóstoles a Bautizar a todas las gentes, “ en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…”, (Mt. 28,19).

Y es su promesa el estar con nosotros hasta el fin del mundo. (Mt. 28,20).

LA CRISMACIÓN es la confirmación de la entrada a la vida Cristiana, repitiendose el Pentecostés al ser derramados los Dones del Espíritu Santo en nosotros marcándonos con el sello de la plenitud en la Gracia de Cristo. (Hechos 11,15-16).

Ésta plenitud nos permite participar de la Eucaristía, por eso éstos tres Sacramentos -Bautismo, Crismación y Eucaristía-, de iniciación Cristiana se administran a los niños, para que sean partícipes del Reino de los Cielos. (Jn. 3,5-6). Éstos Sacramentos se dan juntos en las Iglesias de Oriente, por que llevan a plenitud la iniciación de la vida Cristiana.

LA RECONCILIACIÓN o confesión: Una vez que la Persona es conciente de sus actos distingue el Bien del Mal, por lo que es capaz de reconocer sus Pecados -voluntarios e involuntarios-.

Éste Sacramento nos permite encontrar la Gracia de Dios, ya que nuestra vida es una constante lucha en las tentaciones. Nuestra naturaleza no es de pecado, sino de “creaturas hechas a imágen y semejanza de Dios…”, (Gn.1,26), por lo que tenemos una voluntad propia; y es en esta libertad que en ocaciones actuamos en contra de la Voluntad de Dios.

Por ésto nuestro Señor Jesucristo nos concede la Gracia de la Reconciliación -siempre y cuando tengamos un arrepentimiento sincero de nuestra faltas-, por medio del Sacerdote, siendo el mismo Cristo quien perdona nuestros Pecados; y no el Sacerdote quien es sólo un instrumento al que Dios le concedió esta Gracia. “A quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes no se los perdonéis, les quedarán sin perdonar…”, (Jn. 20,23). Por lo que no es lo mismo confesarse directamente con Dios, ya que por eso dejó Abogados que intercedan por nosotros (Mt. 16,19).

LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS: Por éste Sacramento el Señor concede la Salud a nuestras Almas y a nuestros Cuerpos. No necesariamente es para los desauciados, sino para todo enfermo; recordemos que Jesucristo es el Médico por excelencia (Santiago 5,14-15); (Mc. 6,12-13).

EL MATRIMONIO, en el cual el Sacerdote, atestigua la UNIÓN del HOMBRE y la MUJER; y les dá la bendición (Ef. 5,28-31), por que es semejante a Cristo y su Iglesia, quien se inmola en un Sacrificio de ENTREGA POR AMOR.

“Por lo tanto ya no serán dos, sino una sola carne, por lo que el marido se debe a su mujer y la mujer a su marido…”, (Mc. 10,7-12).

Otras de las fuentes espirituales, apegadas a las enseñanzas de los Santos Padres,. y que nos ayudan a encontrar sentido a nuestra vida Cristiana son:

- LAS SAGRADAS ESCRITURAS.

- LA GRAN TRADICIÓN DE LA IGLESIA.

Por lo que es importante acercarnos a éstas, conociendo con profundidad a nuestra Iglesia, ya que formamos parte de ella



EL MONAQUÍSMO


La riqueza espiritual de la Iglesia – de manera especial en Oriente-, emana de la vida Monástica o de los Monasterios, ya que son verdaderas Fuentes de Oración y Espiritualidad, que mantienen de pie a la Iglesia de Jesucristo. -Es en Oriente precisamente en donde nace el monaquismo en el Siglo III, siendo sus precursores o “Padres del Monaquismo”, San Basílio “El Grande” y San Antonio “Abad” (entre otros), dando la Regla de Vida (Typikon) que rige a todos los Monasterios hasta nuestros días-.

San Benito “Abad”, aprendió la vida monástica en Oriente y la transitió a la Iglesia de Occidente en el Siglo V. De aquí nacieron todas las órdenes religiosas de la Iglesia de Roma.

Los Monjes son Hombres y Mujeres (Monjas), que ofreciendo a Dios sus vidas renuncian al mundo, consagrandose a la Oración y al Trabajo por Amor a Dios, imitando a los “coros angelicales” que todo el día alaban y glorifican a Dios.

Es también una entrega al servicio de los demás; es la oración e intercesión constante por las necesidades de todos aquellos que se acerquen a pedir auxilio, consuelo o dirección espiritual, viendo en cada hombre y mujer la imágen de Jesucristo.

Es precisamente de ésta entrega total, que surge la SANTIDAD para todos aquellos que giran en torno a la Iglesia.

Por éste motivo toda la vida de la Iglesia Ortodoxa gira en torno a los monasterios. De aquí que todos los Obispos de Oriente -sin excepción-, son MONJES que viven una vida de profundidad espiritual, por lo que irradian a toda su grey la Luz del Espíritu Santo.

Todos los Monjes (hombres y mujeres) son CELIBES, por lo que viven en Castidad y no se pueden casar -a diferencia del Clero Secular casado-, ofreciendo a Dios la posibilidad de tener una familia, entregando su vida totalmente al servicio de Dios.

Dentro de la vida monástica se profesan los votos de Castidad, Humildad, Pobreza y Obediencia; compartiendo todo en comunidad.

La vida comunitaria implíca una donación de lo propio para todos e inclusive la entrega total de la persona, sirviendo a los demás recordando que:

“Todo lo que hagáis a alguno de éstos pequeños a mi me lo hacéis…”(Mt.18,4-5);(Mt.25,40).

El ser monje no implica ser Sacerdote -ésto depende de las necesidades pastorales-, por lo que aún no siendo Sacerdote, el monje es un hombre Consagrado a Dios y un Padre Espiritual, y aunque no pueden administrar sacramentos – los que no son Sacerdotes-, son grandes directores espirituales (inclusive han llegado a ser directores espiritualees de Obispos y Patriarcas); por lo que es RECOMENDABLE BUSCAR SU INTERCESIÓN Y SUS CONSEJOS.

Por ésto mismo es una Bendición que las Iglesias locales puedan contar con un monasterio, Fuente de Santidad.

VIDA MONÁSTICA

– Seguimiento vocacional

-Postulantado

-Noviciado

-Riassoforado (votos temporales)

-Monje Profeso (votos perpetuos)

Hiero Diaconado (sólo ordenados)

Hiero Monje (sólo ordenados)

Higumen (Abad)

-Archimandrita (sólo ordenados)

-Episcopado -Obispo- (sólo ordenados)

CLERO SECULAR (CASADO)

-Seguimiento vocacional

-Estudios superiores (Licenciatura)

-Estudios teológicos (Seminario)

-Lectorado

-Sub-Diáconado

-Diáconado

-Presbiterado

Nota: Para el Clero Secular Casado, el candidato debe adquirir el Matrimonio antes del diáconado, sólo así se le podra ordenar Presbítero -con el consentimiento de su esposa-.

Si llegase a enviudar no podrá casarse nuevamente.

Los Presbíteros (ya ordenados), no se pueden casar , sólo se pueden ordenar gentes ya casadas; pero hay Sacerdotes que no son casados y no son monjes, éstos también son celibes.
 

Catecismo Ortodoxo 

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Sunday, January 31, 2016

Vida de San Antonio el Grande


A finales del siglo tercero comenzamos a saber de hombres que abandonaron las ciudades para vivir una vida de oración y soledad. El mejor conocido entre ellos es al que se le llama el fundador del monaquismo: San Antonio el Grande (252-356). Su contemporáneo, san Atanasio, nos cuenta su historia.

Un día, cuando Antonio tenía 18 años, entró a la iglesia de su pueblo para asistir al oficio. De repente escuchó las palabras del Evangelio: “si quieres ser perfecto, anda, vende lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; luego ven y sígueme” (Mt.19:21). Había escuchado estas mismas palabras muchas veces antes , pero esta vez le pareció como si Cristo le estuviera hablando directamente y que las palabras fueran un mensaje personal. La impresión que recibió fue tan fuerte que, sin vacilar ni un momento, Antonio inmediatamente entregó todos los bienes que heredó de sus padres para ser distribuidos a los pobres del pueblo. Le quedaba sólo un problema que le preocupaba. Antonio tenía una hermana menor. Las dos eran huérfanos, y él se sentía responsable por ella. Nuevamente un verso del Evangelio, que a menudo había oído en la iglesia, de repente le pareció responder a sus problemas personales. “Así, que no os afanéis por el día de mañana; porque el día de mañana traerá su afán” (Mt.6:34). Antonio encontró a una buena mujer cristiana en su pueblo quien se encargó del cuidado de su hermana. Ahora él podría dedicarse a su nueva vida.

Antonio se fue a vivir a Egipto, donde el inmenso desierto quemado por el sol, nunca estaba muy lejos de pueblos y ciudades. Primero se fue a vivir junto a un ermitaño, quien vivía a poca distancia de su pueblo. Luego, visitó a varios otros ermitaños antes de cruzar el río Nilo. Después vivió solo en las ruinas de un antiguo fuerte en el desierto.

¿Puedes imaginar todas las tentaciones y luchas espirituales que hay en la vida de un ermitaño? Años más tarde, Antonio recordó sus primeros días en el desierto. Aseguró que la dificultades físicas de hambre, sed, calor y frío, eran mucho más fáciles de soportar que la soledad, la depresión y todos los pensamientos y deseos perturbantes que le afligían. A veces se sentía como si no tuviera la fuerza para seguir, pero visiones le inspiraban en su necesidad y le dieron valentía.

“¿Dónde estabas, Señor Jesús? ¿por qué no viniste a ayudarme antes?” exclamó Antonio un día después de una de aquellas visiones reconfortantes. “Yo estaba -escuchó en respuesta- yo estaba aquí esperando ver tu esfuerzo.” En otra ocasión, en medio de una terrible lucha con sus pensamientos, Antonio dirigió a Dios una oración: “quiero salvar mi alma, oh Señor, pero mis pensamientos no me lo permiten.” De pronto vio a alguien, parecido a él, sentado y trabajando en algo con sus manos; luego se levantó para rezar, y entonces volvió de nuevo a su trabajo. “Haz tú lo mismo y tendrás éxito”, le dijo el ángel a Antonio. Aquel mismo día, Antonio dedicó parte de él al trabajo manual.

Otras personas descubrieron donde estaba y fueron a vivir cerca de él. Lo encontraron sereno, tranquilo y amigable. Se habían terminado los años de lucha, y ya no se veía rastro de dificultad ni de cansancio, aunque Antonio seguía su vida de oración y ayuno.

Cientos de ermitaños fueron al desierto a vivir cerca de Antonio, y él les aconsejó e instruyó. No organizó una comunidad; tampoco dio a los ermitaños ninguna regla común de vida. Más tarde dejó ese poblado para vivir en otra parte del desierto, más lejana. Nuevamente otros ermitaños llegaron a su lado. Así Antonio rompió el silencio del desierto con las alabanzas de cientos de monjes. Alcanzó la edad de 106 años, y falleció en el año 365 d.C. Sus intercesiones sean con nosotros. Amén.

“Imitando con tu vida al celoso Elías
y siguiendo los rectos caminos del Bautista,
has poblado el desierto, oh Padre Antonio,
y fortalecido al mundo con tu oración.
Intercede ante Cristo nuestro Dios
para que salve nuestras almas.”

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Dios podría llenar nuestro corazón con tanta felicidad y con tanto amor, que nos haría perder los sentidos. ( San Paisos de Athos )



Dios podría llenar nuestro corazón con tanta felicidad y con tanto amor, que nos haría perder los sentidos. Pero entonces los monasterios quedarían abandonados y nos encerraríamos en cuevas. Y los laicos descuidarían sus compromisos y sus familias. Por esto Dios, que es amor, no nos llena con tanta felicidad.

San Paisos de Athos 


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