Debemos recibir a aquél que nos maldice como a un mensajero de Dios, reprendiendo nuestros malignos pensamientos ocultos, de modo que nosotros, mirando nuestros pensamientos con exactitud, podamos corregirnos. Pues no sabemos cuantos males ocultos tenemos; solamente un hombre perfecto puede entender todas sus propias limitaciones.
San Marcos el Asceta.
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